Capítulo único
Rondaba el año 1917 en las peligrosas tierras de Karterville, los habitantes de ese lugar eran, sin lugar a dudas de lo más horribles... Sus rostros deformados y llenos de asquerosos granos a punto de explotar y rellenos de pus, ropajes rotos y sucios dignos de pobres y huérfanos,— ratas pordioseras—sus pieles eran de un tono grisáceo parecido al de un cadáver y sus voces...Sus voces eran graznidos sin palabra alguna, como si una bestia les hubiera arrancado las cuerdas vocales y tratasen de hablar sin éxito teniendo solo la capacidad de regalandonos un infernal castigo para nuestros oídos en modo de alaridos.
¿Quién querría ir a ese espantoso lugar? Obviamente a nadie en su sano juicio le gustaría estar en ese jodido y podrido lugar lleno de enfermedades, pero yo tuve que ir, me vi obligado a viajar a ese detestable lugar plagado de abominaciones en vez de personas.
Me daba asco con solo verlos... Mientras caminaba por el bosque no hacían otra cosa que mirarme emitiendo esos estridentes sonidos, cuando lo hacían me recordaban a las ratas que quedan atrapadas en esas absurdas trampas sencillas y esperaban lentamente sus muertes...
Como decía, yo tuve que ir pues era médico y me habían encargado el cuidar de esa plaga infecciosa. Cosa que me daba tal asco que me entraban profundas arcadas casi imposibles de controlar, eso sucedía cada vez que tenía que ir a visitarlos y curarlos, si es que se podía llamar cura al hecho de ver cómo esas asquerosas personas se deformaban más y tomaban un aspecto que no parecía humano, llegando a ser simples masas de carne con ojos casi invisibles entre la grasa y un diminuto orificio por boca por la que soltaban esos horripilantes sonidos que espantaban incluso a los más valientes pájaros.
No entiendo porqué me encargaron a mí, un conocido y exitoso médico de los barrios ricos, hacerme cargo de esa basura en ésta pocilga que tienen como hogar. No me molestaría tanto si al menos me pagaran... Pero ni siquiera eso era posible. Era una jodida mierda trabajar y ocuparme de los habitantes de allí.
Los meses pasaban en ese repugnante lugar y yo seguía sin encontrar una cura o al menos lógica en aquellas cosas hasta que un día lo que más me asqueaba me sucedió...
Era un día como otro cualquiera, me levanté y tras vestirme fui a mirarme en el espejo, cuando vi mi reflejo no podía creermelo... Esas putas pompas llenas de pus cubrían mi rostro y comenzaban ya a bajar por mi cuello rumbo a mi pecho y abdomen. Sorprendido, asqueado y a la vez furioso golpeé el espejo haciendo que se quebrara y que pedazos de cristal cayeran a la pila, con mis nudillos algo sangrantes. Hice eso para no ver esas odiosas pompas que las ratas me habían pegado...Tomé un bisturí y empecé a reventar esos granos. Dolía cada vez que las reventaba y lo peor de todo era que...
SALÍAN MÁS.
Cada vez con más asco y con la paciencia a punto de acabarse salí de casa apresurado con el bisturí en mano y me dirigí a donde los pacientes se encontraban, furioso fui con el utensilio alzado y yendo uno tras otro los apuñalé tratando de deshacerme de ellos con la esperanza de que así desaparecieran esas repugantes cosas de mi cuerpo, pero aquello tan solo lo empeoró... El dolor aumentaba a medida que las marcas seguían apareciendo y cada vez se hacían más latentes. La enfermad seguía un orden antes de convertirte en algo sin nombre: primero me envolvieron entero; luego la carne empezaba a derretirse como si ácido se hubiera volcado sobre mí, días después de eso la carne se iba haciendo pegajosa e ibas sintiendo un intenso dolor siendo la peor tortura que alguien pueda imaginar, ese proceso duraba a penas dos días antes de que la piel junto a los músculo y huesos formaran parte de esa asquerosa masa que había dejado de ser humana hacía mucho ya. Poco después de convertirme en esa abominación vino lo que me hizo perder toda mi paciencia a penas controlada. Mis cuerdas vocales dejaron de funcionar y tan solo podía emitir esos horripilantes alaridos.
AHORA ERA OTRO MONSTRUO.
En los periódicos de la época apareció poco después de aquellos acontecimientos que un bello, arrogante y corrupto médico que falsificando las actas medicas de sus pacientes les decía que debían ser operados, para poder robar sus órganos y venderlos en el mercado negro. Él se encontró en los pantanos de Karterville tendido sobre el frío y húmedo fango, sujetando en sus manos una libreta en la que relataba de forma vulgar y degradante la manera en que veía a sus pacientes...personas sin hogar, pobres que padecían de una misteriosa enfermedad similar a la peste, pero con la única diferencia de que les creaba alucionaciones y deformaba sus cuerpos llegando a hacerlos irreconocibles, es por ello que la prensa y agentes determinaron que ese terrible doctor fue infectado con la enfermedad por tratarlos. Aunque la gente se decanta más por la opción de que los dioses lo castigaron por sus constantes burlas y degradaciones hacia los pobres infectados de la apartada y desolada población de Karterville.
«Llamalo karma o coincidencia, pero lo que todos sabemos es que el destino te hace pagar tus actos de una manera u otra»
Frase sacada de los diarios de la época en Karteville.
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