9

Lovino se separa de Antonio como si le quemara. Se levanta casi activado por un resorte y corre hasta la cocina.

El español de ríe, camina con un poco más de calma a la cocina.

El mayor de los italianos sonríe al verlo entrar.
Feliciano sirve la comida y se sienta a la mesa.

Después de los rituales típicos de una familia católica antes de la cena y pasados unos minutos de comer el alcalde de ciudad se detiene de comer, sonríe como el conquistador que es, de una manera coqueta.

—¿Ustedes dos están saliendo? —cuestiona señalando a su sangre y Antonio con un tenedor.

Lovino se ahoga con su pasta tosiendo como un enfermo terminal.

Antonio mueve las manos frenéticamente negando con ellas.

—No, no, no, yo jamás haría algo como eso señor Vergas, digo, señor Vargas ¡No! No —niega rápidamente el docente.

—Antes muerto que hacer cualquier cosa con ese bastardo —protesta Lovino con un brutal sonrojo.

Rómulo les mira divertido.

—¿Entonces tienes pareja, Antonio? —persuade.

—Amm... No, la verdad es que no —sonríe con encanto.

Feliciano mira a su hermano con las cejas levantadas pues él habría jurado que sí eran pareja. A Lovino no le hace gracia, le devuelve la mirada de manera envenenada.

Rómulo suelta una carcajada limpia ante dicha respuesta.

—Ni Francis es tan cínico —le señala.

Antonio se encoje de hombros antes de seguir comiendo con su siempre bella sonrisa.

—Bueno, si de mujeres no puedes contarme hablemos de mi segundo amor, mis niños —bromea cambiando de tema—. ¿Cómo van en la escuela?

—Ahh, bien, bien y Requeté bien, Feli sacó 10/10 de calificación, ambos son muy atentos a la clase —menciona.

— Exelente, maravilloso, no esperaba menos de Feliciano —le sonríe con orgullo—. ¿Y cuál fue la calificación de  Lovino?

En la mesa se hace un silencio sepulcral.

Antonio carraspea sin querer mencionarla.

—Ah, mi hermano es el mejor de la clase —salta Feliciano en defensa de su consanguíneo.

—ah, sí, sí, se sabe todos los conceptos —secunda Antonio.

Lovino bufa, odiando esa condescendencia.

—Saque 2/10 —confiesa el nacido en Roma ante todo pronóstico.

Feliciano deja caer sus cubiertos y Antonio le mira con los ojos abiertos. Expresiones que Lovino ignora por mirar a los ojos de Rómulo con intensidad, quien tiene el ceño fruncido y los ojos apretados.

—Lovino Vargas... —comienza el regaño.

—No. Ni empieces. Voy a pasar la materia en el extraordinario y se acabó —sentencia Lovino con un tono enfadado.

—Bien —Rómulo vuelve a su comida con cara de pocos amigos y repasando mentalmente el reñirle por ello más tarde—. Solo te recuerdo que para entrar al conservatorio la calificación mínima es de  8/10.

Lovino hace los ojos en blanco decidiendo zanjar el tema ahí.

—¿Conservatorio? ¿Cuál conservatorio? —cuestiona el español mirando a todos los presentes.

—El Conservatorio Giuseppe Verdi —comenta Feliciano con emoción.

Antonio levanta una ceja  y mira a Lovino con miedo.

—No me habías dicho que querías estudiar... En Giuseppe Verdi —le susurra en un tono audible para todos los presentes en realidad.

—¿Y por qué tendría que haberte dicho? No es tu asunto —replica el sureño con agresividad.

—Bueno es que... ¿Tienes más opciones? —cuestiona con genuina preocupación.

—¿Por qué? ¿Acaso crees que no tengo la capacidad de entrar? ¿Me crees estúpido? —Le ladra.

—No, no... No quiero decir eso, lo que pasa es que tu promedio es ...

Y Lovino no lo deja terminar, deja sus cubiertos sobre su plato medio vacío antes de salir a paso acelerado del comedor con una evidente mirada de enfado absoluto.

Los tres que se quedaron en la mesa lo miran irse, Antonio más desconsolado que el resto.

Rómulo niega con la cabeza masajeando el puente de su nariz con frustración.

—Iré a verle... —se levanta el mayor.

—Yo iré —se ofrece Antonio levantándose también y colocando una mano en el hombro del romano—. Claro, si tengo su permiso.

Rómulo asiente con la cabeza. El ibérico le sonríe igual que al nacido en Venecia antes de salir hacia la habitación de su alumno.

No es tan tonto, por lo que antes de entrar golpea la puerta.

Lovino no responde pensando que es su hermano.

Antonio abre la puerta con suavidad, notando la figura sobre la cama, cubierta por las sábanas y temblando.

—¿Puedes creerlo? —pregunta el italiano pensando que se dirige a su hermano.

Los ojos verdes parpadean descolocados, mas, decide guardar silencio y dejarlo hablar.

Lovino se acomoda de espaldas a Antonio. Se cubre con las sábanas.

—¿En serio? ¿Puedes creerlo? Ese imbécil no confía en mí -—se queja.

Antonio se muerde el labio con evidente culpa.

—Pero... ¿Crees que tenga razón? Digo...  Tampoco es que tenga el mejor promedio y... —se deja caer en la cama con los ojos cerrados—. Tal vez deba rendirme acerca del Conservatorio.

El español toma aire. Dobla su cuerpo de tal manera que sus labios quedan unidos a los del italiano.

El menor se asusta por ello, abre los ojos de golpe notando que no se encuentra con su hermano.

El beso fue tenue, tan fugaz como un suspiro, Antonio se levanta un poco, se apoya en la cama de tal modo que los ojos oliva conectan con los esmeralda.

—claro que confío en ti —asrgura el extranjero.

El romano frunce el ceño, aprieta los dientes y se aparta.

—Largo de aquí —sentencia señalando la puerta de su habitación.

Antonio le mira con desconsuelo, sentándose en el borde de la cama en una clara declaración de "Se va a largar tu abuela".

El menor voltea los ojos, feliz en parte porque no se ha ido.

—¿Vienes a seguirte burlando? —le cuestiona con sarcasmo.

—No me estoy burlando. No lo decía con esa intención. Lovi...

—No me llames así.

—Lovino —vuelve a comenzar-—. Tus calificaciones están bien, pero no en mi materia.

—Por eso haré examen extraordinario, el semestre pasado hice eso y salí con un 10/10, así que deja de joder con eso —le explica.

Antonio prefiere no decir nada. Solo le sonríe con una mirada que no parece muy convencida ante todo.

El español se deja caer en la cama.

—¡Hey! No te acomodes, vete de mi cama ¡Vete de mi cuarto! —le riñe empujándole para que baje de su lecho, pero no en un tono demasiado serio ni le empuja con tanta fuerza.

—Tu cama es tremendamente cómoda —resalta el español mientras se ríe.

—No me interesa, largo —sonríe levemente, golpeando a su profesor con una almohada justo en la cara.

Ni este impacto detiene la risa de Antonio, quien intenta cubrir su rostro con sus manos en busca de defenderse.

Lovino sigue con los golpes de almohada, contagiado de la risa Española. Toma ambos extremos de la almohada y los planta a ambos lados de la cabeza de su contrario, como si quisiera ahogarle pero sin tanta  fuerza como para lograrlo.

El mayor al verse en un predicamento levanta las manos hasta Lovino, tomándole de la cintura y haciéndolo girar de tal modo que esté queda sobre Antonio.

Lovino no puede reprimir sus carcajadas, pierde la fuerza en los brazos soltando la almohada. Antonio rueda por la cama pera quedar encima del menor, le toma de las muñecas para que no se mueva. Innecesario puesto que el pequeño ni intenta moverse, le mira desde abajo con una sonrisa.

Antonio le mira, igual de embobado. La linterna nocturna ilumina los ojos del menor mostrando los dos colores en su iris, resaltando el avellana que destaca por el verde, unos ojos que le miran con tanto cariño y amor.

Lovino no se resiste, alza la cabeza para besar a su profesor, un beso en el que deja claro cuánto le gusta el español sin necesidad alguna de palabras.

En ese momento de embobado, dos segundos después del beso le susurra:

—Deberías quedarte a dormir.

Antonio levanta las cejas, su sonrisa tonta se transforma en una algo más seductora.

—¿Me estás invitando a tu cama? —inquiere divertido.

Lovino se pone rojo en un segundo, pues no lo decía en ese tono.

—Me tocas mientras dormimos y te arranco los ojos —amenaza en tono serio.

—¿Ni un abrazo? —pone cara de cachorrito triste.

Lovino niega con la cabeza, pero desvía la mirada.

—Me quedo, pero debemos avisarle a Rómulo.

Lovino frunce el ceño y empuja a Antonio quedando ahora él arriba, apoyándose sobre el abdomen de su contrario.

—Que ellos adivinen —y le besa para asegurarse de que Antonio no tenga la mínima oportunidad de avisarle ni a los Santos, porque en realidad le da mucha pena que se enteren de su invitación al español, así que es mejor pedir perdón que permiso en este caso.

En efecto, pasan los minutos y cuando estos se vuelven horas el mayor de los italianos mira a su desendiente menor.

—¿Antonio no va a bajar, cierto?

—No sería la primera vez —le contesta tan sonriente mientras lava los platos.

—Pero no son pareja —niega con la cabeza.

—Supongo que está esperando a que cumplamos dieciocho años, no falta demasiado —especula.

—Es cierto, mis niños están creciendo —admite con tristeza.

—Pronto no seremos niños.

—Para mí siempre serán mis niños pequeños y adorables —se levanta para abrazar y cargar a Feliciano como si realmente tuviste seis años.

ו×

La mañana de lunes comienza tan asquerosa como siempre, el rocío apenas se nota en el césped sin cortar, las aves no han despertado para darle los buenos días al sol, quién se niega a salir a semejantes horas de la madrugada y sin embargo, un italiano, nacido en Roma, con un rulo que apunta al cielo y un mal humor de récord, ante la sorpresa del universo se ha despertado con una sonrisa.

No le importa que el calendario muestre que hoy es lunes. No le importa que el reloj marque las 5:30 de la indecente madrugada. Ni siquiera le interesa que su horario, pegado en la pared de su alcoba, marque que su primera clase del día es con el despiadado, malhumorado y desquiciante profesor Kirkland.

Nada de eso le interesa más que un pepino.

Desayuna como un campeón.

Camino a la escuela su hermano menor le mira con una ceja levantada todo el tiempo, sin poder adivinar que mosca pico a su hermano mayor.

De hecho toda la clase del profesor Kirkland se la pasa con una sonrisa. Todo el salón, el cual es realmente pequeño, no más de veinticinco estudiantes y hoy faltaron tres, le mira extrañado, hay quien incluso con miedo, pues no es propio de Lovino estar tan feliz.

Termina la clase.

Lovino es, precisamente el primero en levantarse, con todas sus cosas en orden y sin dilación se aproxima al salón número siete. Sin esperar a nadie, de hecho, con la esperanza de llegar un. Poco antes que cualquiera para sentarse en los cómodos asientos de el fondo del salón, pues estaba dispuesto a no poner el más mínimo grado a la clase de gramática.

Se sienta justo donde quiere esperando, aunque jamás lo admitirá, a su profesor favorito; Antonio ¿Quién más?

Por supuesto, el docente llega unos buenos diez minutos tarde. Lovino le sonríe con malicia en cuanto le ve llegar y el moreno le saluda con la mano, haciendo más notorio el hecho de que cuando entró al salón, su vista se fué directo a su alumno consentido.

Pero  los días buenos a veces no son de todo el día.

Antes si quiera de que Antonio terminé de pasar lista el director de la institución entra al aula, sin tocar, haciendo alarde de su autoridad.

El español se calla al mirarle, poniéndose nervioso, pero sonriéndole igualmente.

—Alumnos —comienza, revisando los papeles que lleva en mano y arreglando de paso su bufanda azul con una franja blanca—. En vista del bajo rendimiento escolar que se presenta cual epidemia en esta institución, el consejo estudiantil y su servidor, han deliberado que; los exámenes extraordinarios, solo podrán presentarlos aquellos estudiantes con un ochenta por ciento de asistencia y una calificación semestral mínima de 5/10.

Lovino se asquea solo de verle entrar y casi vomita al escucharle.

—¡Eso no es justo! —protesta  un alumno que siempre reprueba y no es el más asistente del mundo.

—Si un alumno no cumple con los pormenores estipulados es porque, evidentemente, no le interesa la clase y por ende, no merece el derecho de aplicar un extraordinario —sentencia el director, casi se le escurre veneno de los labios por el tono tan envenenado y duro que está usando, mira a Lovino, con una mueca extraña que casi se puede apostar que es una sonrisa de satisfacción.

∆•∆•∆

¡PERDÓN! En serio lamento el retraso.

¿Por qué no se leen alguna de mis otras historias? Estoy seguro que les gustarán :(

Gracias por ser pacientes

Gracias por leer.

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