7
—No —niega el italiano con terror—. Me niego a pasar una sola noche más contigo ¡No!
—Mi carrito ya no va a avanzar, tú decides, o caminas a casa en medio de este monzón o caminas tres casas más atrás.
Abre la puerta del auto desganado, procurando no obligarle a nada.
Lovino la abre también, sale por ella azotandola.
Antonio aprieta los ojos y se pone muy triste en cuanto nota como Lovino usa su mochila para cubrirse y se encamina a su casa, le mira desolado comenzando a caminar él mismo a su casa.
Llega, intentando meter la llave en el picaporte. La lluvia suena implacable, mientras la gente de la avenida corre en busca de refugio, entre los ruidos de agua por todos lados el español se pone triste y se rinde en el intento de abrir la puerta de su casa.
—¡Abre de una buena vez! Me estoy congelando aquí afuera —le exige un italiano empapado.
Antonio casi se lanza a abrazarle pero prefiere abrir la puerta rápido para dejarlo pasar.
Lovino entra corriendo.
Antonio estaba en su pórtico, por lo que no se mojó tanto. Pero Lovino estuvo bajo la lluvia todo ese tiempo y sus zapatos escolares, carísimos, por cierto, están completamente empapados, igual que su uniforme y su cabello que quizá sea lo que más lamenta.
Antonio se quita el saco que es lo más mojado que posee.
—Lovino —le llama con mucha preocupación —. Quítate la ropa —le pide sin sucias intenciones en realidad, le preocupa verlo tiritando del frío.
Lovino no se preocupa por el frío pues ese comentario le calienta la sangre que se le acumula en toda la cara.
—¡No! —chilla súper agudo.
Antonio levanta una ceja, pues no entiende, es evidente que debe quitarse la ropa, si no le dará un resfriado.
Luego entiende que tal vez lo que Lovino quiere es privacidad, así que por ello decide que lo mejor es ir a llenar su bañera con agua caliente para que su alumno pueda darse un baño.
—Quítate la ropa y te veo arriba ¿Vale? —Le pide sin perversidad en el tono, lamentablemente, mientras sube un par de escaleras.
—¿Arriba? —es lo único que el menor alcanza a balbucear.
Antonio se detiene para responderle.
—Sí, en mi habitación, venías todo el tiempo cuando crío, ya sabes donde está —le guiña un ojo sin pensar.
El italiano deja de temblar para quedarse paralizado y en su cabeza algo deja de funcionar, básicamente porque se le funde el cerebro de imaginarse desnudo en los aposentos de Antonio.
Lo rojo no se le borra de las mejillas.
Pero al mismo tiempo no quiere, no. Ni de chiste, no quiere involucrarse en nada con ese bastardo infeliz y mucho menos le hará caso.
Entre todo eso decide que vale, que se quita la chaqueta del uniforme. La deja encima de la de Antonio, quién la ha dejado escurriendo en el fregadero.
Mira sus zapatos con tristeza y se los quita también junto a los calcetines.
Se dice a sí mismo que no piensa quitarse ni una prenda más.
Mira las escaleras.
¿Realmente le estará esperando en la habitación?
Toma aire muriéndose de frío, descubriendo el helado piso de azulejo más cálido que su piel. Se odia un poco por querer subir, quitarse la ropa y taparse con las cobijas tan calientitas que de seguro aún tiene Antonio.
Piensa que hay un cuarto de invitados por ahí. En el primer nivel, así qué explora encontraba la puerta que desea, sonríe triunfal pero al abrirla solo se encuentra con polvo y utensilios de limpieza con libros.
Maldice en voz alta cerrando la puerta de un portazo.
Se recarga contra ella planteándose que hacer.
Piensa por un minuto en pedir un taxi para que lo lleve a su casa. Le brillan los ojos porque esa es una maravillosa idea.
Va hacia su mochila y la descubre mojada, empapada, todos sus cuadernos se han mojado al igual que su celular. Pero aún funciona pues no se ha mojado mucho.
Sonríe.
Lo enciende y nota que no tiene crédito para llamar. Luego recuerda que el domingo debió ponerle crédito a su teléfono.
Pero no lo hizo...
En fin, piensa que con internet puede contactar igual con un Uber o algo así.
Entonces nota que no tiene la contraseña del wifi y sin crédito tampoco datos móviles.
Se da de topes contra la pared mientras patea su mochila enojado.
Se caga en la madre que los parió a todos decidiendo que vale, si Dios y el destino quieren que se tire a Antonio eso es lo que va a hacer, enojado con absolutamente todo sube las escaleras enfadado.
Abre la puerta de una forma brusca y se quita el cinturón haciendo que sus pantalones caigan al suelo. Los deja ahí dispuesto a tirarse a la cama pero entonces nota que no hay nadie en el cuarto.
Se sonroja de muerte creyéndose engañado.
Intenta regresar por su pantalón pero Antonio asoma la cabeza del baño y sonríe al verle.
—Lovi —le llama canturreando y se ha quitado la camisa porque estaba mojada también y Lovino se tardó una eternidad en subir.
El menor se gira y al verle saliendo del baño se pone absolutamente colorado. Todo el coraje que tenía para hacer lo que pensaba a hacer se le drena dejando un charco de seguridad en todo el suelo.
Antonio sale del baño y le toma de los hombros empujándolo al baño.
El italiano pone algo de resistencia al principio pero luego se deja hasta que nota la tina caliente.
—No —sentencia —. ¿Qué piensas hacer conmigo pervertido? —le grita.
El español nota de repente lo que el italiano está pensando y le suelta alzando las manos.
—¡Nada! —suelta nerviosito. Realmente no tenía las intenciones de... Eso. Pero ahora que Lovino le ha plantado la idea... Ni el diablo va poder sacarla de su cabeza—. Solo quería que te dieras un baño, si no vas a coger una gripe chunga —le intenta explicar.
Lovino ya le iba a gritar una letanía eterna de insultos, pero la explicación le hace atar los puntos.
Da un paso atrás sonrojado, notando que todo este tiempo estuvo viendo la situación con un ojo pervertido. ¡Maldita sea!
—No haré eso —niega solo por llevar la contra, con el entrecejo unido, en guardia, pensando que realmente es un buen plan pero si demuestra que acaba de entender lo que pasa el español lo verá como un pervertido, peor aún, notará que realmente sí quería tener algo más que besuqueo con él.
Antonio gira los ojos solo para volver su mirada preocupada al pequeño italiano.
—tienes que — sentencia empujándole al baño.
Lovino se hace para atrás con la esperanza de no tocarse ni por accidente hasta que sus piernas chocan con la tina.
Antonio le mira determinado, paternal pero estricto, como su profesor que es.
Con mano firme le comienza a desabotonar la camisa del uniforme y Lovino entra en shock.
El sureño levanta las manos y las pone en las de Antonio deteniéndole cuando sólo que quedan un par de botones más.
—No te atrevas, bastardo —amenaza con las piernas temblando.
—Entonces coopera —pide.
—No —Repite muy serio.
Antonio frunce el ceño y termina con la camisa, resbalandola por los hombros ajenos mientras el italiano se mueve frenético tratando de evitarlo inútilmente, solo queda en calzoncillos, trata de cubrirse y al ver que no lo logra del todo se abalanza sobre el ibérico para ponerle las manos en los ojos y que no le mire.
Antonio, quién no se lo esperaba, se hace hacia atrás por el impacto y parece que caerá, Lovino entonces reacciona y le toma del cuello, echándose hacia atrás para no caer pero no calcula bien y termina cayendo con él a la tina dándose un buen golpe en la cabeza y Antonio no puede sujetarse del todo y también se cae en ella con todo y pantalones.
Una vez que ambos están más concientes Lovino se separa hasta el otro lado de la bañera, sin querer salir ahora, ya que está calientita.
Antonio le mira y de quita los pantalones algo réticente.
—Si querías darte una ducha conmigo solo había que pedirlo, no casi romperte la cabeza —riñe medio en broma, medio enserio.
Lovino le lanza agua en la cara.
—Yo no quería, Bastardo, tú eres el torpe imbécil que se ha caído.
"Aunque no estaría mal ducharnos juntos" termina por pensar su mente traicionera y tiene que darse un golpe para evitar el pensamiento.
Antonio se le acerca gateando por la tina hasta llegar a donde está el chico, acariciando donde se ha dado el golpe en la cabeza.
—¿Te duele?— Cuestiona.
Lovino no contesta, porque está muy ocupado notando lo bien que se ve el agua escurriendo por el pecho de Antonio, le recorre con la mirada hasta notar que aún trae puestos los bóxers.
Se sonroja, esta vez de ternura. Le mira a los ojos pensando que cualquier pervertido en su lugar ya le hubiese quitado los suyos y mucho más, quitarse los propios, lo que significa que realmente no le invitó por sexo, si no porque realmente el objetivo era cuidarle.
Se pierde en esos ojos esmeraldas, entrecerrado los propios y aprovechando la cercanía para darle un rápido beso en los labios.
El ibérico se queda con los ojos abiertos muy sorprendido por ello.
—No podemos hacer esto Lobo —susurra, aunque le ha gustado mucho, demasiado.
El italiano frunce el ceño.
—Yo no hice nada—miente evidentemente, agresivo, temblando.
—Yo quisiera poder —Admite Antonio. Dejándose caer en Lovino.
Este se queja por lo pesado pero decide no apartarle.
Se quedan así un largo rato hasta que a cierto español se le ocurre que, al diablo con la constitución, alza la cabeza y besa a Lovino como debe ser besado un hombre. El italiano no se lo esperaba pero tampoco se separa porque quería ese beso desde hace mucho. Eso sí, lo besa con las cejas juntas y aprieta los labios al principio haciéndose el difícil, claro que no le dura demasiado.
—Deberías hacer los deberes, Lovi —le sugiere el español al terminar el beso pero no se mueve para que lo haga.
—Las hice en castigo —replica agresivo pero más calmado y satisfecho.
Antonio le abraza.
Le da un rápido beso antes de pararse y salir de la tina.
—Quédate el tiempo que gustes, mi casa es tu casa —sonríe coqueto.
Sale dejando a Lovino y señalándole la toalla para él, este la mira con falso desprecio.
Antonio sale a ponerse la pijama, que es solo un camisón como tres tallas más grande y piensa que necesita algo que prestarle a Lovino, encontrando una pijama de invierno, pensando que el pobre morirá de calor. Entonces se decide mejor por una camiseta interior y unos pantalones de ejercicio. Se los deja en la cama y de pronto oye una suave melodía. El teléfono de su alumno suena y él contesta.
Es Feliciano preguntando por su hermano y se sorprende al notar que contesta Antonio, sonriendo con esa sonrisa de "Ahhh picarón" decidiendo no hacer muchas preguntas y ya más calmado al conocer el paradero de su hermano se dispone a contarle este chisme a sus amigos. Que no está en el club de periodismo por nada.
—Entonces llega contigo a la escuela mañana, supongo —afirma más que preguntar.
—Ah claro, llevarlo es lo menos que puedo hacer.
—Bien —se despide feliz —. Oh y algo más Toñi, háganlo ahora, mañana ya no podré cubrirlos si llegan tarde.
Cuelga sin más el muy desgraciado.
Antonio se queda con el teléfono en la mano, imaginando lo que le ha propuesto el veneciano sin querer y es cuando Lovino sale envuelto en la toalla.
—¿Qué haces con mi teléfono, inútil? —inquiere acercándose y arrancándoselo de las manos. El moreno parpadea.
—Habló tu hermano —vacila.
El nacido en Roma mira el historial de llamadas.
Le mira con odio.
—No vuelvas a contestar ¡Mi! Teléfono, tarado. Ahora dame una almohada para que me pueda dormir en el sofá.
Antonio niega con la cabeza.
—Eres mi invitado, yo duermo en el sofá, no te preocupes —le sonríe.
Lovino chasquea la lengua pensando lo cómodo que estaba besándole, trata de olvidar que eso pasó y prefiere irse a la cama que huele, no, apesta a Antonio y al italiano le fascina ese aroma, se recrea con él.
El de ojos verdes se le acerca para besarle, un inocente besito de buenas noches claro, pero en los labios.
Se separa tan rápido como de lo dió.
—¡Buenas noches! —le canturrea.
El italiano piensa que esa sonrisa es muy atractiva y realmente fue tierno darle su cama...
Antonio se intenta ir pero de pronto nota su mano sujetada por una manita italiana, le mira.
El italiano se sonroja de muerte y se la suelta dándose la vuelta en el conchón para no verle.
—¿Pasa algo, Lovi?
—No pasa nada lárgate al sofá y déjame en paz no sé de dónde sacas que yo quería otro beso o dormir contigo, eso es idiota, tú eres idiota y yo — comienza a dar excusas en un italiano súper marcado hasta que Antonio le besa, uno para que se calle y dos porque lo ha pedido.
Lovino le deja y ambos duermen en la misma cama al final, dejando sus últimas energías del día en darse besos.
Lovino tratando de demostrar que no es un pequeño niño y Antonio... Antonio solo demostrándole que de verdad le quiere.
∆•∆•∆
Uff siento a este capítulo súper corto.
Mi libro, Inquebrantable, está siendo un éxito en todos los países de habla hispana, léelo, sé que te va a encantar.
Y mis demás historias también ehhh.
Sus comentarios en esta historia son mis favoritos sin duda
¡Hasta el próximo miércoles!
Gracias por leer.
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