6

—¿Detención? —cuestiona Feliciano con sorpresa.

—Una semana entera —refunfuña con enfado el sureño.

—No pensé en el director... —comenta culpable el norteño.

—Pero al menos no tienes falta en clase de inglés —defiende Ludwig.

—Tú no tienes derecho ni de opinar, macho patatas —le ladra—, pero es cierto. Gracias por cubrirme con el profesor cejotas.

Feliciano hace una mueca de sonrisa antes de dar otro bocado a su almuerzo.

—Tendrás que volver solo a casa, Feli —se lamenta por su hermano.

—No te preocupes, puedo cuidarme yo solito. Además, no vivimos tan lejos, llego a pie.

—Eso es contraproducente, Feliciano-kun —replica el japonés—. Es más probable que le ataquen en la calle mientras camina que en el transporte público.

—Puedes esperar una hora a que termine el entrenamiento de fútbol y entonces nos vamos juntos —accede el alemán, Feliciano le sonríe antes de abrazarle del brazo, asintiendo y aceptando la oferta.

—Eso no evitará que Lovi se tenga que ir solo a casa, más tarde, cuando esté anocheciendo...

—Algunos profesores tienen auto, el profesor de castigos entre ellos ¿No? —pregunta Kiku a Ludwig.

—Claro que tiene, pero nunca lo trae, es un flojo y prefiere que Elba Zwingli le recoja en su casa y lo traiga todos los días —el japonés levanta las cejas pues sabe perfecto quién es Elba.

—Zwingli... Zwingli, me suena —comenta Feliciano.

—Es la madre de Vash y Lily.

—¿Los que siempre llegan como mínimo media hora antes? —Cuestiona Lovino con horror porque si ya de por sí entran temprano, para llegar a la hora que ellos llegan hay que levantarse mínimo a las 4:00 de la mañana. Un absoluto martirio para ambos italianos.

—Supongo que por la puntualidad de los Zwingli le conviene al profesor Roderich irse con ellos —especula el azabache.

—Pero yo siempre llego con puntualidad, junto a mi hermano no sé porque no acepta venir con nosotros —se queja el alemán.

—Aún no puedo creer que sean primos...

—¿Y no puedes conseguir un favor de él? —pregunta Lovino ni corto, ni perezoso—. Puedes pedirle que me deje salir del castigo, que ponga que me vigiló, no creo que se niegue, soy su favorito del coro —Feliciano sonríe con ternura, pues, más de una vez, el profesor Roderich le ha dicho al menor que es su favorito—. No creo que se niegue.

—Puedo preguntarle... —accede incomodo pues realmente no está acostumbrado a que Lovino le pida favores.

-oOo-

Termina la última clase, Lovino saca su teléfono, revisa los mensajes.

"Lovi... Ludwig intentó convencer al Profe Roderich pero no funcionó :("

—Ese inútil —masculla con odio para el alemán.

Suspira derrotado, acomodándose en su butaca, la última clase no tardaba en acabar, Lovino deseaba irse, no se había topado en todo el día con Antonio.

Sus mejillas se pintan de un tenue rosa casi imperseptible por lo moreno de su rostro.

No es como si quisiera verlo, piensa para sí. Pero quería discutir sobre lo que había pasado la mañana.

No. No quería hablar de eso, eso no había pasado, ese no es más que un desliz, evidentemente el español no le quería de esa manera, no era más que su juguete. Pero no. Lovino no era juguete de nadie.

Con los dientes apretados y arrastrando los pies de mala gana se aproxima al salón de castigos, una vez terminada la clase, al aula que durante las horas Escolares es de Matemáticas.

Al entrar en el lugar de da cuenta de que en dicho salón solo conoce a Alfred F. Jones, un compañero de juegos de vídeo de primer año.

Suspira.

Ocupa un lugar al lado de su único conocido. Alfred tiene un PSP Vita.

—¿Te dejan usar eso en castigo? —pregunta Lovino pensando que, de ser así, traerá su propia consola mañana para pasar el rato en castigo.

—Nah —responde despreocupado el rubio—. Pero el profe nos deja hacer lo que queramos siempre que no implique hacer ruido.

—¿El profesor Roderich? —pregunta con sorpresa, pensando que en realidad el profesor austriaco es bastante estricto.

—¿Quién? Ahhh el profe Rode, nah —responde tan ligero. Lovino levanta las cejas con asombro, pero no dice nada, volviendo la vista al frente para cuando una figura delgada y elegante entra en el aula.

El profesor Roderich siempre con su fachada popomposa se acomoda, posando sus muslos en las orillas del escritorio al frente de la clase. Sonríe levemente al ver a los alumnos en la sala.

Por la puerta aparece el director del colegio, haciendo ronda de vigilancia, Roderich le saluda con una leve inclinación de cabeza, esperando a que se largue como siempre, por desgracia, el director decide romper la rutina, entrando al salón de castigos, a los alumnos dentro de les hiela la sangre, Alfred guarda el PSP.
Lovino le mira con ojos de furia.

El director le regresa la mirada, con odio.

—Profesor Roderich —el nombrado le mira, estoico —. Vigile bien a estos mal portados. Tiene nuevos rostros en el salón que son especialmente... Revoltosos.

—Le prometo que no harán un escándalo —y es lo único que piensa prometer.

El director se retira, no sin antes lanzarle una mirada asesina a Lovino, quien no duda en regresarle el gesto.

Roderich espera a que los pasos del director no se oigan más por el pasillo para volver a sonreír.

—Ya saben cómo funciona esto —suelta el profesor encaminado a la puerta.

Lovino deja caer su cabeza en la butaca, sabiendo que las próximas horas serán de un aburrimiento absoluto y total.

De la puerta del aula se asoma una cabellera morena y una sonrisa magnífica.

—Herr Antonio—le saluda Roderich en su idioma natal, con una sonrisa coqueta y un tono juguetón que muestra a muy pocas personas, no digamos estudiantes.

Lovino levanta la cabeza al escuchar eso y cuando ve en la puerta al inconfundible español siente a su corazón detenerse del susto.

—Vamos Rode, sabes que puedes llamarme Toni o como tú quieras, no hay necesidad de ser taaaan formal.

Roderich le sonríe.

—Le prometí al director que no harían escándalo. Te los encargo—sale del aula, sin dejar de mirar al profesor de lengua.

Este se ríe y el italiano comienza a sudar frío.

—¡No! —grita con pasión, sus ojos inyectados en furia.

Antonio le nota por primera vez en el salón, las mejillas del docente se empañan en un carmesí dulce, ligero, demasiado sutil como para ser notado de lejos.

—¿Qué haces en detención Lo...? —le interrumpen.

—No. Qué haces ¡tú! Aquí —le escupe venenoso, señalándole con un dedo.

—Antonio se queda en lugar del profe de música —le explica Alfred.

Lovino voltea a verlo con los ojos rojos de ira, en seguida vuleve su furiosa mirada hacia el maestro.

—Bien. Si tú te quedas —señala al docente —, yo me largo.

Toma su mochila saliendo de la sala de castigos, dejando a todos con la boca abierta.

—WHOA. ¿Podemos hacer eso? —pregunta Alfred señalando la ausente figura de Lovino.

—No, ninguno de vosotros podéis  —Antonio comienza a avanzar hacia la puerta  —. Quedaros aquí, ahora regreso.

Sale tras el italiano con paso veloz, el del rulo lo nota y se pone a correr en busca de evitar si quiera verle.

Afortunadamente, el profesor de matemáticas, Gilbert, estaba pasando por ahí.

Ve como Lovino se acerca a él corriendo y antes de que pueda perderse le toma de la mochila, deteniendo su carrera.

—¿Qué tenemos aquí?

—¡Suéltame! —chilla.

—¡Lovi! Es decir ¡Vargas!  —grita el español, el profesor de matemáticas le mira y sonríe saludandole con su mano libre —. Oh, Gilbert.

—¿Así que está liebre malhumorada es de tu clase? ¿Sabes qué haría el director sí lo encuentra corriendo así por los pasillos?  —Le pregunta con más angustia que en tono de reproche.

—Ya sé, tío...  —suspira con cansancio , le sujeta los hombros a Lovino y este se tensa —. Gracias, Gil, ya te lo pagaré con una cerveza  —le sonríe —. Debo regresar a la sala de juntas.

—¿Sigues haciéndole favores al señorito? —frunce el ceño.

El español sonríe más, arrastrando a su alumno, sin responder esa pregunta y dejando a Gilbert indignado.

—¿Por qué hiciste eso?  —pregunta Antonio una vez que están solos entre los pasillos.

Lovino no contesta, sonrojado cuál cereza.

Siente que si habla con él se va a desmoronar y le dirá cosas que no le confesaría ni a su reflejo. Mucho menos al imbécil ibérico.

Antonio sigue empujando, no consigue respuesta.

Nota la puerta del aula de castigos, el mayor se arma de valor y por fin susurra con cariño en el oído de si contrario.

  —quiero hablar contigo.

Lovino deja de respirar por un instante ante el tremendo escalofrío que eso le provoca.

Entra al salón de castigos y deja que Lovino se siente.

Un alumno cualquiera al que ko vale la pena poner nombre le paga con un billete a Alfred, quién apostó que el italiano no podría escaparse.

Las horas transcurren.

Y transcurren...

Lovino evita la mirada de Antonio mientras Antonio intenta no mirarle.

"Es solo un niño" se repite esté en su cabeza esperando que ese mantra sirva de algo para evitar correr hacia él, abrazarle y decirle que lo de la mañana ha sido increíble y se moriría por terminarlo.

Pasan las horas de castigo.

Alfred es el primero en salir, disparado como un relámpago.
Lovino intenta seguirle y salir, aunque la curiosidad le mate, si puede evitar dichosa charla será mejor.

—Lovino Vargas  —le llama su profesor con voz firme y el italiano se detiene, otros le empujan para poder salir del aula.

No es hasta que solo hay dos almas en el salón que el español se acerca y le sujeta firme del hombro

—Lovi...

—¿De qué quieres hablar bastardo?  —no hace por volteaste.

—Me besaste y...

—¡Estaba soñando que eras la hermana del director!  —suelta a la desesperada, comenzando a temblar, en sun segundo se arrepiente de lo que dice  pero no se retracta.

—No...  —se nota desilusión en su voz, que se quiebra un poco —. Me llamaste por mi nombre, estabas pensando en mí.

—¡Claro que no!  —se voltea para gritarle, un trueno hace presencia dejando la luz de su rayo entrar en la ventana del aula y deslumbrar a Lovino.

Este piensa: "¡Con un demonio, lo que faltaba!" Al ver que comienza a llover a cántaros.

Antonio lo nota, voltea a verle muy serio.

—hablamos en el auto  —sentencia.

El italiano parpadea antes de juntar el entrecejo.

—no voy a subir a tu auto, pedófilo.

—No voy a dejar que vayas a tu casa caminando, niñato. Ahora vámonos antes de que el director nos vea juntos, que hoy en la mañana me ha echado la bronca y fijo te castiga todo el semestre si te vuelve a ver conmigo.

Toma la mano del menor, que sigue dolido por el "niñato", pero este le sigue, pues ... ¡No necesita excusas! ¿Vale?

Llegan a su auto, un modelo viejo, pintado de un descolorido rojo.

Entran pronto, pues la lluvia arrecia.
Se mojaron un poco, a pesar de todo.

—Besas asqueroso —miente, con sus mejillas rojas.

El auto arranca con trabajos.

En realidad ninguna chica le había besado con tanta pasión y maestría antes.

—Tú no —le susurra Antonio.

Lovino levanta las cejas más rojo aún.

—No me importa, no te quiero para nada, te detesto, te odio. Así que nunca nos besar... Nunca se repetí... ¡Nunca nada contigo! ¿Captas?

Antonio mira la carretera con tristeza.

Pero en el fondo sabe que eso es lo mejor.

—Bien.

—No y ni insistas porque ya di mi respuesta fin... ¿Ah?  —se queda callado al ver que acepta tan rápido, la sangre fluye hasta sus mejillas pues en el fondo no deseaba que dejase de insistir... Al menos no tan rápido.

—Eres un crío, Lovi, yo te cambie los pañales, es algo raro que y bese y... Eso.

Suelta el español con mucha dificultad. Pues no cree que sea raro en realidad, siendo francos, el pequeño italiano le ha llamado la atención desde que eran pequeños. Aunque, en la misma honestidad, él siempre de ha sentido culpable de ello.

Lovino no dice nada.

Se cruza de brazos desviando la mirada, concentrándose en tirar de frío o algo.

Carajo ¿En serio iba a dejarle ir así de facil?
No. Eso era lo idóneo, no le quería, no se querían, todo bien.

El silencio incómoda a ambos, pero pronto el auto haría un ruido que preocuparía al italiano y horrorizaría al español.

El motor falla y el auto de detiene.

Antonio esta a punto de llorar.

Lovino quiere morir.

—Esto no va a avanzar, siempre pasa lo mismo cuando llueve, se atrora y... Ahrg, la madre que me parió.

—Genial. ¿Ahora qué?

—Mi casa... Ya la pasamos, es la amarilla que está allá atrás. Creo que pasarás la noche ahí.

∆•∆•∆

Miércoles con el fanfic escolar para recordar que mañana hay clases.

:(

Los miércoles son más felices con SpaMano.

Gracias por leer, amo sus comentarios xD





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