27

—¿Tienes todo? —pregunta Antonio antes de cerrar  la cajuela de su auto.

—Sí —afirma Lovino, dando una última mirada a la cabaña, con las mejillas en intenso carmín por las experiencias que ellos han pasado ahí.

No desea irse, pero el lunes está cada vez más cerca y la escuela no espera.

Se despide solo con una mirada nostálgica.

Antonio enciende el motor, admirando, no a la cabaña, si no al joven copiloto, lo afortunado que se siente de haber compartido con él y sabe que pronto vendrán más citas.

—¿Qué quieres escuchar? —pregunta Antonio mostrándole sus discos.

Lovino los mira con los ojos bien abiertos antes de soltar una risita sarcástica.

—¡Discos! —se burla.

—No sé que esté en la radio y quiero que tú escojas la música —le explica.

El italiano toma los discos, revisando uno por uno.

—Es pura música de abuelito —comenta, en referencia en que a veces su abuelo suele escuchar uno que otro de los autores en los discos del español.

—¡Es cultura!  —regaña el mayor, tomando uno de ellos—. No te creo que no escuches a Chayanne.

—Vale, pon a Chayanne —acepta, acomodándose en su asiento, colocando el cinturón de seguridad.

Antonio no pierde ni un instante, coloca el disco en el estéreo.

La música suena, dando un buen ambiente, la carretera se recorre en un tiempo casi inhumano, de lo bien que ambos se la pasan, no es solo el viaje, es disfrutar incluso del regreso.

Las calles comienzan a ser conocidas, evidentemente su destino está cerca.

—No quiero ir al colegio mañana —comenta el menor —. ¿Crees que afecte si faltamos los dos? —comenta, mirando la puesta de sol entre los edificios.

—¿Quieres pasar mañana conmigo también? —muy ilusionado y conmovido por ello, se le iluminan los ojos.

—¡No! — rápidamente se corrige—. Necesito alguien que me haga de comer o en su defecto, que pague la pizza —miente.

—Ah, así que te gusta como cocino —mueve las cejas de una manera sugerente.

—No es eso —contradice—. Es solo que no muchos saben la cantidad indicada de tomates que debe llevar  la comida.

—¡Ja! Francis siempre me regaña por la cantidad flipante de tomate que agrego a mi comida.

—Ese inútil no sabe nada de cocina.

—Está bien, lo que importa es que tú crees que yo soy un gran cocinero —genuinamente feliz por ello.

—Yo nunca dije eso —asegura.

—Puedes decírmelo hoy en la cena —propone sonriente.

—Ni creas que vas a cenar en mi casa.

—Te estoy invitando a cenar a la mía —aclara.

Lovino se revuelve en su lugar, con el corazón latiendo fuertemente, acepta la invitación asintiendo levemente con la cabeza, en la radio suena una canción lenta de La Oreja de Van Gogh a la par que el sol se pierde dando paso a los luceros.

La ciudad se ilumina con luces artificiales en un ambiente perfecto para dos amantes.

—¡Coño! —grita Antonio dando un volantazo ya en su calle.

—¿Qué, qué? —pregunts Lovino desconcertado hasta que logra ver al frente.

Un inconfundible cabello rubio que asemeja a un tulipán se asoma en el pórtico de Antonio.

—¿Qué hace ese hijo de puta aquí? —inquiere Lovino, resbalando en su asiento para ser menos visible.

—No tengo idea —Antonio baja la velocidad con los nervios a flor de piel.

El italiano baja más en su asiento, quedando invisible para cualquiera que lo vea desde afuera.

—Bajaré cuando ese imbécil se haya ido —anuncia el menor, acomodándose sin mucho éxito.

Antonio asiente, con adrenalina, estacionando su auto en la entrada de su residencia.

El holandés está fumando con su pipa, parece que lleva un buen rato esperando y, a pesar de ello, En cuanto ve a Antonio solo levanta una ceja, sin más expresión que eso.

—Hey! —le llama el español con nerviosismo—.  ¿Te mudas a mi pórtico, tío? —trata de bromear, pero no puede esconder de todo sus nervios.

—Te esperaba —responde dejando escapar el humo de sus labios, con tono seco.

—¿Y eso por? —camina, alejándose de su auto y esperando que el de Países Bajos no se acerque.

—¿No puedo cenar contigo? —inquiere.

—¡No! —grita rápidamente, sin embargo se corrige al momento—, es decir, sí, sí, pero no tengo nada en la alacena, tío, que vergüenza, pero no te preocupes —saca sus llaves—, tú quédate, ponte cómodo y vengo en un dos por tres —Trata de retirarse hacia su auto, de hecho, incluso abre las puestas con el mando-llavero, pero es detenido, con una mano sobre su hombro y un suave;

—Antonio —alude Gorvet, quizá muy tenue, bastante sentimental.

El mencionado voltea, sudando de nervios.

—Sé que saliste con Vargas —confiesa.

—¡No! No, no, ¿Por qué crees eso? 

—No mientas.

—No miento.

Gorvert le mira por unos instantes con el ceño fruncido, termina por suspirar, sin pruebas ¿Qué puede hacer?

—Correcto —no le queda más que aceptarlo—. ¿Podrías llevarme a casa? Tengo que hablar contigo —pide, con el rostro serio, pero tono melancólico.

—¿Seguro que no quieres cenar? —pregunta, ansioso, tratando de alejarlo del auto.

Gorvet le evita, con todo, termina llegando a la puerta, tomando la manija, cuando el ibérico le toma la mano, lo detiene.

—El tiempo es oro, no quiero perder más oro —se excusa el holandés, sin querer admitir que toda la situación le ha quitado todo apetito.

—Pero viniste hasta acá, lo mínimo que puedo hacer es invitarte la cena —se defiende el mayor.

El rubio niega con la cabeza, con un triste suspiro abre la puerta del copiloto, haciendo que el italiano en el interior del vehículo caiga sobre la acera.

—Ah joder... —masculla el español al verse expuesto.

Lovino abre sus ojos asustadísimo de notar frente a quien está, Mas, rápidamente se incorpora, dando un paso hacia Antonio, sin dejar de mirar de manera matadora a su director.

—Me mentiste —declara el más alto.

—Gorvert en realidad yo... —trata de rogar por piedad el español, pero es interrumpido.

—Sí ¿Y a ti qué más te da? —replica un furioso romano—. Sí yo le quiero y él me ama ¿A ti por qué  te tiene que importar?

El holandés mira al menor con asco, pensando internamente que a veces el valor vuelve muy estúpida a la gente, decide ignorar el comentario y dirigir su mirada a Antonio, en espera de una explicación.


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Vale, ya hay opciones internacionales para obtener el lemon de esta historia y de cualquier otra wuuuuu, manda mensaje si deseas adquirirlo.

Espero que les guste este drama que no es drama pero por ahora es drama, spoiler; al final muere Jésus. 

Gracias por leer.




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