24

Ciertamente, la naturaleza es infalible.

Lovino ya es un adolescente, la edad donde puedes sobrevivir todo un día de clases después de no haber dormido toda la madrugada con alcohol etílico hasta en las venas.

Pero las suaves baladas de Mecano y la apacible vista de la carretera lograr arrullar a Lovino lo suficiente para que duerma durante un cuarto del camino.

Al llegar a su destino, Antonio mira a su contrario. Era tan adorable, con sus largas pestañas resaltando por sus ojos cerrados, sus brazos cruzados, la cabeza de lado, un leve respirar.

El ibérico no tiene corazón para despertarlo. Baja del vehículo, lo rodea para abrir la puerta del lado de Lovino, quitándole el cinturón de seguridad y cargándole hasta la cabaña.

Una pequeña cabaña que se renta a los que gusten pasar un tiempo en ella, o acampar disfrutando la naturaleza, si caminan unos metros hacia cualquier dirección probablemente encuentren más cabañas iguales, vacías, pues es temporada baja.

Coloca al menor en la cama, cubriéndole con las mantas.

Lovino se acomoda inmediatamente, sonriendo en sueños al sentir cálido.

Antonio está que se muere de ternura, con esa perpetua sonrisa en sus labios. Lo deja descansar para pasar la noche en el sofá de la habitación.

Bien, Antonio es un pervertido, apasionado, sí, pero eso no es sinónimo de ser un irrespetuoso. Sabe muy bien que si Lovino no le ha invitado a su lecho, no es muy buena idea compartirlo hasta entonces.

Compartir la cama.

A pesar de estar a kilómetros de distancia, puede escuchar la risa de Francis, risa que está en su cabeza, carcajadas burlonas al ritmo de: ¡No te has acostado con él!

Suspira. Ganas le sobraban, pero el angelical rostro del italiano, aún frunciendo el ceño durante sueños le hacía pensar:  "Por este mocoso hago voto de celibato".

Cierra los ojos pensando en lo horrible que debe ser el celibato.

Con ese pensamiento se queda profundamente dormido.

Los grillos endulzan la noche con sus cánticos, el aire forestal arrulla con su sinfonía al rozar delicadamente las hojas de los árboles.

Dormir es tan hermoso, las cosas lindas duran poco, por ello es que el sueño se pasa como si fuera un parpadeo.

Lovino ha soñado con un gran tazón de salsa de tomate para una pizza exquisita. Por lo mismo despierta con su barriga exigiendo alimento.

Abre los ojos, está ante un techo desconocido. Aprieta con los puños las sábanas, no son tan suaves como las de su casa, no está en casa.

Se levanta de golpe.

Nota a Antonio al otro lado de la habitación, dormido con una sonrisa en el sofá. Respira con más calma, recordando que se ha ido con el español a quién sabe dónde.

Se deja caer en la cama, tranquilo ahora.

Gira su cabeza, la apacible figura de Antonio le nutre.

Pero hay prioridades en esta vida.

Lovino se levanta de la cama, para acercarse hasta su compañero golpeándole fuertemente en el estómago con su codo.

—¡Despierta, Bastardo!  —ordena.

Al español se le escapa el aire.

—Ah, Lovi —piensa que debe acostumbrarse a esa manera tan brusca de despertar.

—Tengo hambre ¿hay comida en este...? ¿Dónde estamos? —acaba de caer en cuenta que no tiene la menor idea.

—Hay, ahora hago el desayuno —sonríe de una manera tan radiante que logra ruborizar al pequeño.

Antonio sonríe aún más por aquella expresión, se levanta, dejando una caricia en el cabello del italiano antes de acercarse a la pequeña estufa de gas que posee e complejo.

No pasa mucho tiempo y Lovino ya tiene en sus manos una plato de plástico con una tortilla de huevo y mucho tomate, detalle especial para él por parte del cocinero.

—Traje comida, incluso traje nubes y galletas para hacer un campamento americano —confiesa muy emocionado.

El italiano no tiene la menor idea de que es una "nube", en cuestiones de comida, pero su tortilla está demasiado buena como para perder el tiempo en preguntar que son.

Antonio habla y habla sobre todo lo que tiene planeado para el fin de semana, resaltando en cada ocasión que tiene que están solos. Lovino hace algunas muecas ante las actividades que requieren mucho esfuerzo físico, pero la emoción de Antonio le detiene de protestar, despues de todo, cuando se canse, él tendrá que cargarle.

Terminado el desayuno, el romano se levanta.

—Voy a cambiarme —declara.

—Bien —concuerda Antinio. El menor le mira esperando a que salga de la casa, pero el ibérico no lo hace.

—Ejem... —carraspea sonoramente.

—¿Qué? —sin entender.

—Vete, voy a cambiarme —se explica, pues la cabaña es solo un cubo, no tiene separación entre las habitaciones dado lo pequeña que es y el italiano no sabe donde está el baño, ya que está afuera, a unos pasos de la cabaña.

—Oh, pero si solo somos nosotros —replica con tristeza—. que no te dé pena, Lovi.

¿Cómo esperaba que no le diera pena? Lovino aprieta los dientes.

—No todos somos unos desvergonzados como tú —deja claro—. no me voy a quitar la ropa frente a ti.

Con molestia llega hasta los pies de la cama, su maleta ha sido dejada ahí y es cuando recuerda que su hermano es un grandísimo cabrón, hijo de la mil perra, de hecho, ya no es su hermano y cuando le vea va a arrancarle la cabeza a base de tortura. Ese bastardo lo engañó y ahora, su maleta está llena de ropa, pero no contiene ropa interior.

La sangre de su ser sube a su rostro, por el enojo que le provoca su hermano y por la vergüenza.

Las únicas prendas interiores en su poder son las que trae puestas.

Puede sentir una mano posarse en su hombro y bajar suavemente hasta su cintura, atrayéndole hacía el dueño de la mano; Carriedo.

—¿Qué haces, imbécil? — inquiere Lovino con voz de enfado, ojo, que no se aparta.

—No te quitarás la ropa frente a mí —promete—Yo te la voy a quitar.

—¿Qué cosa? —grita en un tono agudo, sorprendido y curioso en partes iguales lo que le provoca entrar en dilema.

Antonio mete sus pulgares en el elástico de la pijama impropia, bajando la prenda dulcemente, dejando especiales caricias en el área de los glúteos. El menor tiene un escalofrío, intenta apatarse, aunque no con mucho ímpetu. El moreno acomoda su cabeza en el hombro de su alumno, regalándole susurros con ese acento castellano.

—No tiembles Lovi —pero más que calmarle, al menor le eriza todos los vellos del cuerpo, maldiciendo a la madre que los parió a todos—. Estamos solos ¿qué te avergüenza?

El romano comienza a pensar, ciertamente, estaban solos, nadie se enteraría de lo que hiciera con él aquí, era su pequeño rincón de intimidad y valía la pena aprovecharlo.

Cuidando que no le despoje de la ropa interior, se da la vuelta quizá de manera demasiado brusca, para colgarse del cuello del extranjero y besarle con ganas, Antonio, como es propio, corresponde al intercambio con pasión.

Lovino sonríe durante el beso, como si el mismo le drenara todo el odio y enojo, por el momento, al menos, ya vería su hermano a su regreso.

El mayor le besa con tal maestría que el romano no puede evitar soltar un jadeo de placer, ciertamente, para el termino del fin de semana, no estoy seguro de que quieran volver.

°¨°


¿Sabían que el lemon de esta historia está en mi Patreon? 

Espero de todo corazón ♥  que les esté gustando.

Gracias por leer.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top