23

Antonio recibe un mensaje de Francis, en el cual le da ánimos.

Suspira, tratando de eliminar todos los nervios.

La graduación estaba a la vuelta de la esquina, por lo que los estudios habían tomado un segundo plano. Ya no había mucho que enseñar, por lo que las tareas eran escasas, sobretodo los fines de semana, tiempo perfecto para darse una escapada.

Conduce por las alocadas calles de Roma hasta detenerse frente a la casa del alcalde.

La tarde del viernes es apacible en aquel hogar, Lovino aún tiene el uniforme puesto, come pizza en su habitación mientas su hermano rebusca en su closet.

—No entiendo porqué necesitas mi ropa, específicamente —comenta para su hermano.

—Porque tu te vistes más sexy, yo soy más elegante y cómodo, necesito tus pantalones y tus camisas y ese tipo de cosas —responde sonriendo, como si fuera lo más obvio del mundo—. Uh, También necesito tu ropa interior.

—¿Qué? ¡No! —advierte con asco —. Mucho ya hago con prestarte mi ropa.

—Bien, no llevaré ropa interior —hace como que no le importa y termina de cerrar la maleta—. Aún llevas puesto el uniforme, deberías cambiarte.

—Me ducharé antes.

—Bueno, deberías hacerlo ahora —sigue—. ¿Seguro que no quieres venir?

—Salir de fiesta está bien, pero pasar la noche en casa del macho patatas, no lo vale.

—Oh, pero si su casa es maravillosa, igual que sus perros y todas sus pinturas, algo gótica pero bastante linda —toma la maleta al levantarse.

—No lograrás convencerme —asegura, levantándose, dispuesto a ir por su pijama para ducharse.

El timbre suena.

Feliciano da un salto contento.

—Deben ser ellos —anuncia—. Nos vemos, Lovino.

—Sí, sí, adiós —ni siquiera le mira, solo agitando su mano para despedirse, entrando al baño de su habitación.

Feliciano niega con la cabeza sonriendo y baja las escaleras casi corriendo, en la puerta no se encuentran sus amigos, si no su profesor, quién fue recibido por Rómulo.

—Es un permiso, prometo que jo pasará nada —dialoga el español con el imponente tutor de los italianos.

—Es una cita —corrige Rómulo.

Antonio sonríe nervioso sin poder negar esa acusación.

Feliciano llega hasta ellos saludando con un abrazo al docente.

—¡Tony! —le llama cariñosamente.

—¡Feli! —corresponde al abrazo, entregándole al menor las llaves de su auto.

Al separarse, Feliciano se dirige al vehículo con la maleta.

—A mis nietos les agradas —reconoce el romano. Antonio asiente—. Hazle daño, el más mínimo, a cualquiera de ellos y ya no me caerás tan bien como ahora —advierte.

Antonio sonríe ahora más relajado, sabiendo que ya tiene el permiso de Rómulo.

Feliciano toma la mano de Antonio, con una sonrisa le invita a pasar y le conduce hasta el sofá para que se siente.

—Mi hermano se está duchando, no creo que tarde mucho pero es mejor que lo pases aquí adentro —explica el italiano.

—¿Lovino sabe que estás aquí? —pregunta Rómulo a Antonio.

—En realidad no...

Feliciano entonces reacciona. Se levanta del sofá para  correr hacia la habitación de su consanguíneo. Toca la puerta con entusiasmo.

—Lovino, te estamos esperando para cenar, la fiesta se cancela —declara antes de volver al salón con los demás.

~

El mayor de los hermanos italianos, sale de la ducha y se coloca su pijama con parsimonia, con el fin de hacer esperar a sus familiares.

Baja las escaleras con calma, rascando su estómago.

Escucha unas risas, para ser específico, una risa en particular que le  eriza la piel, eleva su sangre hasta sus mejillas y le da una tremenda curiosidad, acelera el paso solo para encontrar a Antonio contando un chiste buenísimo.

—¿Qué carajo hace este bastardo aquí? —grita Lovino.

Feliciano sonríe encantado con todo el asunto.

—¡Lovi! —saluda Antonio, levantándose para saludarle de manera más personal.

—¡No! ¡Aléjate de mí! —exige el italiano antes de señalar con furia a su hermano— y tú maldito imbécil, sabías que iba a venir y no me dijiste nada.

—Queríamos que fuera una sorpresa —se defiende Feliciano.

—Lovino, no seas tan grosero —pide Rómulo con una sonrisa—, Antonio vino amablemente a invitarte a una cita.

Las mejillas del aludido se llenan de sangre, dejando su rostro en un tono carmesí hasta las orejas.

¡Antonio idiota! ¿Cómo podía humillarle de ese modo ante su familia?

—Yo no voy a ir con él a ningún lado —advierte Lovino.

—Oh... —comenta Antonio desilusionado —. Nos estaban esperando, tendré que llamar para cancelar.

—Bien, si te vas a quedar aquí el fin de semana, llamaré a Ludwig y a Kiku para hacer una fiesta aquí —amenaza Feliciano, con su celular en la mano.

—¡No voy a pasar todo el fin de semana con el macho patatas! —se queja el hermano mayor.

—Puedes venir conmigo entonces —Propone el docente.

—Sí, creo que eso es lo que voy a hacer, prefiero pasar el fin de semana con un bastardo que con mi hermano el retrasado —protesta hacia Feliciano. Rómulo se aguanta la risa al ver lo fácil que fue convencerle. 

Toma la mano de Antonio, despidiéndose de su familia con un gesto grosero, antes de desaparecer por la puerta de entrada.

Rómulo anda hasta su nieto, para acariciar su cabeza con orgullo.

—Sabes manipular perfectamente a tu hermano —reconoce.

Feliciano sonríe, ahora como mafioso.

—A veces.

~

Lovino cierra la puerta de un golpe, antes de recargarse en ella con la respiración agitada.

—Vamos, tu maleta ya está en el auto —anuncia Antonio.

—No voy a ir contigo —replica el italiano—. Pero tampoco voy a quedarme en esta casa de locos.

—pero, Lovi...

—Calla, basura, te odio ¿No te había quedado claro? Sí, gracias por lo del examen, pero no quiero ser la causa de qué te quedes sin trabajo —rebusca en su celular algún contacto que pueda darle asilo.

—No perderé mi empleo —asegura.

—¿Y por qué estás tan convencido?

—Iremos lejos, fuera de la ciudad, nadie nos conoce por ahí.

—¿A dónde? —pregunta suspicaz.

—Es sorpresa.

—Odio las sorpresas —presume el italiano —. Además, tienes muchos huevos por involucrar a Feliciano en esto sin decirme nada.

Avanza con paso firme hasta la puerta del auto impropio.

—¿Cuánto tiempo llevas planeando esto, psicópata? —inquiere esperando.

Antonio abre la puerta con su llavero. Lovino se sube en el lugar del copiloto, notando que, efectivamente, su maleta está ahí.

—¿Vamos a regresar mañana? —cuestiona, pensando que Antonio le llevará a cenar o algo de ese estilo.

—El domingo en la tarde —introduce la llave y enciende el motor—. Está retirado, así que puedes dormir en el camino —ofrece.

—No soy un bebé, ni un imbécil, no dormiré.

El ibérico se encoge de hombros, el automóvil comienza a avanzar.

Lovino mira por la ventana y sonríe, siente la emoción del momento en su sangre, piensa que es muy romántico que Antonio le dedique su fin de semana, así como el que vaya por él directamente a su casa.

Hace mucho que no están ellos dos solos y aunque esté en pijama, con el cabello húmedo y malhumorado, el que Antonio le haya elegido para pasar su tiempo libre le hace sentir muy guapo.

•∆•∆•

Lo que más apoya está historia es que la compartan.

Ah y que se pasen por mis otras historias, están geniales, lo dice la ciencia.

No olviden darse una vuelta por el Patreon, que hay lemon dulce y jugoso por tan solo un dólar.

Gracias por leer.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top