11
—Entiende que el Real Madrid no sabe jugar —Le responde el nacido en Roma al español al otro lado del teléfono, no como regaño, más como un extraño coqueteo.
El cual no pasa desapercibido, pues el ibérico se ríe de buena gana con ese comentario. Lovino sonríe también, baja las escaleras y cruza la sala de estar directo a la cocina.
—No te creo, nadie podría pensar eso —replica el español tan seguro—. Lo que pasa es que seguro tú no sabes jugar —un coqueteo más descarado no puede existir.
—¿Qué yo no sé jugar? ¡Ja! —se ríe sarcástico al momento que entra en la cocina, su hermano está ahí—. Podría ganarte un partido con una mano atada tras la espalda.
—Terrible desventaja en el balón ¡Pie! —Antonio se ríe contagiando su carcajada a Lovino.
Feliciano le mira desde donde está, con sorpresa, pues nunca había escuchado a su hermano reír de esa manera, mejor dicho, no había escuchado a su hermano reír de esa manera ¡Por alguien!
Enseguida se hace una idea de con quien está hablando.
—Ya, si no tienes algo inteligente que decir, mejor cállate —le reta el italiano que aún no nota la mirada de Feliciano, la cual es afilada, felina—. ¡No te rías, desgraciado! —él mismo se carcajea.
Feliciano hace los ojos en blanco, porque aunque no es un "cuelga tú, no, cuelga tú" es algo bastante similar y por ende, igual de ridículo.
—En ese caso —menciona el español—, si tú no tienes un "Te quiero" que decir, mejor cállate —replica sin seriedad alguna.
Lovino deja de respirar ante ello, retomando el aire unos instantes más tarde pero aún sin palabras.
—No voy a callarme —termina por responder, sonrojado casi totalmente, colgando al instante.
Espera, en serio espera que Antonio sea un idiota y no entienda que al "no callarse" queda implícito que claro que existe un "te quiero".
Feliciano no deja en ningún momento su sonrisa maligna.
Lovino se voltea a mirarlo, en cuanto nota su expresión frunce el ceño.
—¿Qué? —pregunta seco, pero el rubor no se aleja de él.
—Estás enamorado —suelta sin reparo el de Venecia.
—¡No! —grita inmediatamente el mayor, con la sangre corriendo como loca a sus mejillas para teñirlas de carmín.
—Bueno, pero te gusta, eso ¡No! Me lo puedes negar — se defiende.
—sí ¡Bien! Puede que ese imbécil me resulte algo atrayente ¿Y qué? —le réplica agresivo.
W
Feliciano se ríe victorioso. Una pequeña carcajada que crispa a su hermano. El menor niega con la cabeza sin abandonar su sonrisa.
—Deberían tener citas fuera de la escuela —sugiere.
Lovino voltea los ojos.
—Claro, como si fuéramos colegialas —hace mueca de asco.
—Somos colegiales —deja ver Feliciano.
—Pero él no, sería raro tener citas ¿Qué sería lo siguiente? ¿Darnos regalitos cursis?
A Feliciano se le iluminan los ojos ante tal afirmación.
—¡Sí! —replica automáticamente. Lovino pone cara de asco como pocas veces... —. No, no me veas así. Debes darle algo.
—¿Por qué? Ese bastardo no lo merece —excusas, Lovino, excusas.
—No es que lo merezca, es un lindo detalle para recordarle que estás pensando en él todo el tiempo —ha hablado el romántico.
—¡Pero no pienso en él todo el tiempo! —grita agresivo.
Feliciano se encoge de hombros y se levanta con una sonrisa enorme.
—Vamos al centro comercial, verás algo que te guste para él, se lo vas a comprar y me comparé un sombrero increíble para este miércoles —sentencia el menor, saliendo de la cocina. Su hermano le sigue.
—Iremos pero no le voy a comprar absolutamente nada —termina por ceder.
×××
En un jardín adornado con rosas rojas y rosadas, así como con flores de lirio de iguales colores, con sillas cómodas, elegantes, tan blancas como la cal.
El césped recién cortado despide un aroma exquisito.
El mismo perfume de las flores de encarga de hacer disfruta el ambiente.
El suave aire despeina la cabellera de Antonio Fernández Carriedo. Se encuentra jugando póker con sus amigos en casa de Francis Bonnefoy.
Tiene una mano maestra y su sonrisa maligna no deja duda de ello.
A su lado está Bella, la hermana del director Govert, quien está al lado de su familiar.
En la mesa se encuentra el mismo Francis y el profesor de matemáticas, Gilbert Beilschmidt.
—Y entonces... —comienza Francis porque éstas reuniones son más que nada para cotillear—,Anthony —le llama cariñosamente, los ojos verdes del aludido le miran—, ¿Sigues siendo el soltero más codiciado?
Bella se ríe, sin rencores, Govert por su parte le lanza una mirada matadora.
El español se ríe, como siempre, asintiendo con la cabeza.
—¿Qué te digo? —responde vagamente dejando ver sus cartas un poquito.
—No te hagas el inocente —menciona la señorita belga—. Mi hermano me contó que te estás enrollando con un alumno —Gorvert le mira con muchísimo odio.
—Bella, las damas no cotillean —riñe en broma. La dama le saca la lengua divertida.
—Oh la la! —exclama el Francés—. Así que Toñito tiene pensamientos pederastas —exclama en burla.
Antonio niega con la cabeza.
—Es sólo un alumno, nada más y nada menos —admite en un fingido tono serio, esperando que por lo menos Gorvert le crea.
—Mentiroso —suelta el holandés dejando sus cartas sobre la mesa y levantándose con enfado.
Su hermana trata de hacer que se siente de nuevo pero él se niega tomando sus cigarros cruza la casa de Francis hasta llegar a la puerta, la cual cruza y azota antes de encender su cigarro.
Antonio se levanta también, llendo tras él, esperando unos momentos antes de abrir la puerta.
—¿Gorvert? —susurra al cruzar. Él rubio voltea con una mirada fría.
El ibérico se muerde el labio al verle la cara, se acerca a él tomando su cigarro con suavidad, el holandés le deja hacerlo, Antonio lo coloca entre sus labios.
—Fumar es malo, daña tu cuerpo ¿Sabes? —le recuerda soltando el humo.
Gorvert responde a esto acercándose al español, de manera que, sus labios se tocan, un beso, estático al principio. Antonio trata de decir algo abriendo los labios levemente a lo que su contrario profundiza el beso.
Los segundos de unión pasan, el cigarrillo se consume entre los dedos del moreno.
Gorvert se separa, espera que sus sentimientos estén claros, de hecho, el beso lo ha sentido falto de sentimiento, pero espera que sea por lo sorpresivo del mismo.
Antonio por su parte, no sintió nada nuevo, sus ojos de profundo verdor, angustiados, dirigen su mirar al rubio, sintió cariño, camaradería, pero nada comparado a lo que Lovino logra solo con rosarle la mano, como siempre lo ha hecho, tan sutil, como un accidente, pero planeado, medido, un dulce "aquí estoy". No sabe como podrá negarse.
Por una parte está el aceptar a Gorvert, el mantener una relación hasta que se harten, hasta que sé de cuenta que no era lo que esperaba, hasta que se den cuenta que están mejor como amigos, pero rompiendo el corazón de su niño. Mientras que en el otro extremo estaba el negarse, mantener su soltería intacta, pues, Lovino seguía siendo un niño, era, después de todo, su niño, no podía salir con un niño.
Un pensamiento del italiano, con ese rostro en éxtasis viene a su mente.
No, ya no es un niño del todo, está tan cerca de la mayoría de edad como él de cumplir cuarenta y sin embargo, Antonio sabe que jamás dejará de verlo como un niño, que tarde o temprano la culpa se lo comerá, lo consumirá hasta el punto que la relación con Lovino será insostenible.
En ambos casos el corazón de su pequeño era brutalmente machacado.
Se cubre los ojos sin querer dar una respuesta justo en este instante.
Gorvert, evidentemente, no se lo toma a bien, piensa, con toda razón, que el español usa el tiempo para pensar en ese mocoso poco grato.
—Soy tu jefe —puntualiza. El moreno le mira con esa declaración tan fuera de contexto—, y como tu jefe, te prohíbo tener cualquier tipo de relación con Lovino Vargas.
—No la tengo —confiesa sincero... Incluso algo abatido por ello.
—Más te vale, porque si me llego a enterar de cualquier cosa entre él y tú, no sólo te despediré, tendrás que explicar todo frente a la justicia —corta el tema sin dar lugar a respuesta , entrando de nuevo en la casa dispuesto a seguir como si nada.
El que queda devastado es otro.
Antonio suspira, pensando que, tal vez esto sea lo mejor, lo que necesita, un incentivo para dejar de una vez el coqueteo con Lovino y sólo podía encontrar un problema ante todo esto.
Se estaba enamorado de Lovino.
×××
A
l final de todo... Lovino compró un anillo de plata sobre el que puede leerse "Beata María, llena eres de gracia" precisamente en español.
Admira el anillo, juega con él en sus manos.
Feliciano lo admira a unos metros de ahí.
—Es como un anillo de boda —piensa Feliciano en voz alta.
Lovino suelta el anillo ante tal declaración como si le quemara.
—¡No! —niega con violencia—. No es nada parecido, es... Es una tontería y solo eso —comenta en susurros.
—No se lo puedes dar en la escuela.
—¿Por qué?—cuestiona recuperando el anillo.
—Porque debes dárselo en una ocasión especial, en una cita —tan seguro de ello.
Lovino voltea los ojos, harto del tema y decide ya no hacerle caso.
—Imáginalo, Lovino, ustedes en una cena romántica a la luz de las velas, ir al cine a darse besos en la oscuridad, navegar por los canales de Venecia... —es entonces cuando el cerebro de Feliciano tiene una idea magnífica que hace que una sonrisa aparezca entre sus labios—. ¡Eso es!
El mayor le mira con una ceja levantada.
—¡Se lo darás el miércoles en Venecia!
—No digas estupideces —le corta—. Él no irá.
—Es tutor de primer año, ¡Claro que va a ir! —se sienta a su lado tomándole del brazo—. Será tan romántico —suspira—. Como me gustaría tener una novia bonita.
.
—¡Él no es mi novio! —quiere dejárselo bien claro.
R
R
—Aún —la esperanza es la última en morir.
Lovino, sonrojado, se deja caer en la mesa.
∆•∆•∆
¡Feliz Navidad!
¡Felices fiestas!
¡Feliz saturnalia!
¿Por qué no me regalan un voto y yo les regalo horas de entretenimiento con mis demás historias?
Gracias por leer.
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