6

Grace:

—Quizá no me explique bien. —Continua seguramente al ver mi rostro, no sé cómo sentirme, si confundida u ofendida.—Siempre escogen uno para mí y para mi hermana, este año quiero hacer algo diferente. Escogerla yo.

Guardo silencio.

—Te quiero a ti, Grace.

Al no haber respuesta, vuelve a hablar.

—¿Qué te preocupa? ¿El pago? Te aseguro que tendrás una buena reposición, solo debes hacer lo que yo te diga y ,,, atenderme bien. —Sonríe, pero se arrepiente. —Eso no se oyó bien.

—Definitivamente, su majestad.

Lo escucho maldecir y me levanto de golpe, con el agua escurriendo mis ropas, levanto la falda y el intenta levantarse.

—¡No haga eso! —Grito colocando ambas manos al frente y el vuelve a sentarme, volteo la cara avergonzada. —No te levante, yo saldré primero.

Voy a acabar arruinando el piso.

Salgo de la tina después de escurrir la ropa, dándole la espalda y escucho el ruido que hace al pararse.

—No mires si no lo deseas.

Escucho pasos alejándose de mí y cuando voy a seguir los míos a la puerta, una bata cae sobre mi cabeza, el olor es tan varonil.

Siento una mano sujetarme la cabeza y bajarla.

—Llévate eso.

El corazón se me acelera y mis labios se separan, su mano cae y sin voltear, alzo mi voz.

—Su majestad, no puedo hacer eso.

—No, Grace, soy yo quien no puede dejar que te marches así.



(***)



Sigo viéndome un desastre cuando llego a mi habitación, abro la puerta e ingreso, me alegra que todas estén en sus turnos y yo me encuentre sola, así evito dar explicaciones.

Observo la bata entre mis manos, suave y delicada, me doy un golpe en la mejilla volviendo a mi realidad y empiezo a desvestirme, las ropas abandonan mi cuerpo y saco la segunda vestimenta de servicio que nos otorgaron, en caso que sucedan accidentes como este.

Huele a nuevo y lo separo colocándolo delante de mí.

—Este debería abrir en los próximos dos días. —Suspiro y lo dejo sobre la cama, donde también me siento.

Levanto la bata y la pego contra mi pecho desnudo, los ojos se me cierran y un rubor me aparece en la cara, recordando al príncipe y sus palabras.

—¿Qué hago pensando en eso?

Me apresuro en cambiarme y me cepillo el cabello, mi ropa mojada la guardo en una bolsa para luego ocuparla en el tendedero después, ya que la distancia esta algo lejos y fuera del palacio, me vuelvo hacia la bata del príncipe y la sujeto.

Puedo sentir su olor varonil mesclado a alguna fragancia, la aparto de mi resoplo.

Estoy obligada a verlo para devolvérselo.



(***)



La mano de Lia sobre mi frente me hace sobresaltar.

—Parece que tienes fiebre.

—¿Qué? —Abro mucho los ojos. —Claro que no.

Baja la mano a mi cuello y se acerca.

—Oh... Hueles bien. —Comenta retrocediendo luego de olfatear un poco.—Nunca había olido ese Shampoo ¿Cuál usas?

Olor a príncipe.

Suspiro.

—Es... uno que ¿Yo preparo? —¿Preguntas o afirmas, Grace?

—¿En serio? —Me mira sorprendida. —¿Me enseñas cómo?

—Sí, quizás después.

—De acuerdo. —Me mira preocupada. —Tal vez debas indicar que te encuentras mal y descansar, vamos, te acompaño a avisar y luego vas a la habitación.

—No es necesa...

Ella se levanta con la bandeja de almuerzo, me toco el cuello y la frente rápidamente, aprovecho que me queda tiempo libre antes de seguir para huir del comedor y escucho a Lia llamarme cuando se da cuenta, pero acabo de salir.

Voy por la bata que deje secando y me dirijo al segundo piso, voy hacia la habitación, pero me quedo en una esquina viendo como las chicas de limpieza acaban de salir.

Resoplo al ver que cerraron la puerta, sin embargo, las voces desde el balcón, me hacen dirigirme hacia ahí.

Abro las ventanas y observo lo que tengo abajo.





Gael:

El sonido de las espadas resuena sobre el patio, mis pies se encuentran en sincronía cuando retrocedo y evado a mi contrincante, giro la empuñadura y con la mano izquierda pegada a mi espalda, doy un paso golpeando con la punta sobre el pecho de mi oponente.

A mi lado, aplaude el hombre que me entreno.

—Termino. —Le dice a mi oponente y este se quita la careta, hace una señal para que nos deje solos. —Muy bien, príncipe, excelente.

—Al parecer ya no hay nada que tenga para enseñarte.

—¿Recién te das cuenta?

Se ríe y mi risa lo acompaña.

—Ella no es..

Me retiro la careta siguiendo su mirada, para ser exacto en el muro el muro especial que usa Alexandra para huir.

—Discúlpame. —Le pido.

—Tranquilo, ya me iba. —Recoge sus implementos del suelo y me coge el hombro. —Vendré la siguiente semana.

—De acuerdo.

Alexandra camina hacia mí y voltea los ojos al darse cuenta que estoy aquí, mis ojos recorren la suciedad en su vestimenta y subo a sus ojos después de ver su rodilla con una raspadura.

Respiro profundo. —Ya todos saben que huyes, Alexandra, sería más tranquilizador para nuestro padre si entras por la puerta y dejas de saltar los muros como un animal.

Se mira la rodilla.

—Tengo más golpes que este, hermanito, no debes preocuparte por mí.

—El cuerpo de una princesa no tiene porque...

—Ya estoy bien, deja de preocuparte.

—Me preocupo porque el día que te cases...

—Olvide que los príncipes son muy superficiales. —Suspira. —¿Quién escogería a la princesa llena de cicatrices, no? Olvide que debo ser tan perfecta.

—No se trata de eso. —Hablo yo y ella me observa. —No todos los hombres pueden ser comprensivos como yo o nuestro padre, Alexandra.

—Si, superficiales. —Reafirma pasando por mi lado rumbo al palacio. —Y no me voy a casar, un príncipe no puede darme lo que yo quiero.

Se detiene y miro su espalda, ella sin voltear, continua.

—Si vieras todo lo que he visto... —Hace una pausa y no puedo ver la expresión que trae, pero basta el sonido de su voz. —Deben salir de estas paredes, visitar Arcaría y no solo una o dos veces al año, padre y tu han hecho grandes cosas y lo admiro, pero no sería hermoso ver lo que han conseguido ustedes mismos.

—Alexandra...

—¿Sabes lo que he oído? No importa cuánto les des a nuestra gente, el pueblo sigue sintiendo distante a sus gobernantes.

No respondo.

—Imagínate visitarla de verdad, incluso conocer más allá de los pueblos, hermano, las cosas maravillosas que he visto...

—Padre tiene un protocolo.

—Las cosas son diferentes ahora.

—Mientras exista tierra quebrada nada será diferente.

—Pues no lo solucionaran estando dentro de estas paredes.

Ninguno dice nada y ella se gira en mi dirección.

—¿Realmente la pasas bien aquí, no?

Alzo las cejas al observar detrás de ella, a la mujer que intenta hacerme señas detrás de una esquina del palacio.

Sonrio.

—Últimamente si, hermana.

Ella rueda los ojos y se voltea, dirigiéndose hacia el palacio, sigo sus pasos.

—No necesitas acompañarme.

—No lo hago.

Alexandra rueda los ojos y sigue su camino, ingresa por una de las puertas y las criadas reaccionan enseguida al verla, corriendo detrás de ella, no ingreso al palacio y retrocedo mis pies hacia la parte trasera, con una sonrisa camino por la ruta donde la vi y doblo la esquina encontrándola pegada a las paredes externas del palacio.

—No me vio...

—Solo yo te vi.

Mi sonrisa crece y sus mejillas se tiñen de rojo, observo lo que ella trae en las manos y lo aprieta contra su pecho.

—Fui a su habitación porque quise devolver esto y no lo encontré.

—Pero ya me encontraste.

Me entrega la bata antes de poder articular una frase más, pero la acción me hace sonreír.

Sus ojos me recorren la ropa.

—El esgrima...

—Es el deporte nacional de Arcaría.

—¿Lo conoc.. —No alcanzo a articular la pregunta, porque veo el estado en que esta. —¿Pasa algo?

—No lo pasaría si no me hubiera metido en la bañera.

Diablos.

—¿Yo te enferme...?

—Estoy bien. —Asegura.

Intenta apoyarse y me le acerco, sus manos chocan contra mi torso y su espalda contra la pared.

—¿Qué hace..? Está muy cerca.

—Me hago responsable, Grace.




Grace:

Odio haberme despertado, soñaba con unas almohadas esponjosas y una sábana caliente, una cama cómoda.

Me estiro y siento el calor en mi frente.

—Pero.. ¿Qué?

Me quito el pañuelo doblado y húmedo que tengo en la frente y tomo asiento, sujetando las sabanas.

—¿Sigo soñando? —Pregunto a mí misma, buscando una explicación.

—Sería un privilegio ser parte de ese sueño.

La voz llena mis oídos y mis ojos se aclaran en la oscuridad, viendo la figura sentada sobre la silla, junto al extremo izquierdo de la cama.

—Pero no, no es un sueño.—Gael de Arcaría me sonríe mientras yace de brazos cruzados, observándome.

¿Qué?

—Yo... estoy. —Me miro debajo de las sabanas.

—Sí, estas en mi cama, Grace.

¡¿Y cómo es que llegue aquí?!

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