20
Gael:
—Invitare a la reina y a la princesa de Damaria a cenar el miércoles.—Comenta mi padre durante la cena.
Corto la mitad de la carne con el cuchillo y Alexandra pone la vista en mi, luego en mi padre.
—¿No estas yendo muy de prisa, padre?
—Claro que no.—El mete un pedazo de trozo en su boca y se lo pasa.—Es más pronto empezare a buscarte esposo a ti también.
—De acuerdo, yo no dije nada.—Menciona mi hermana.
—¿Cómo estuvo tu paseo esta tarde con la princesa, hijo? Espero y lleves un trato correcto con ella.
—Estoy siendo lo más caballeroso posible.—Respondo y levanto mi copa, esperando a que uno de los criados la lleve otra vez.
Bebo cuando lo tengo lleno.
Mi padre me observa y coloco la copa al lado de mi plato.—Soy amable.
—Hijo.
—Ni siquiera estoy cortejándola, padre.—Le respondo.—Comprendo tus intenciones, pero no soy Alexandra.—Observo a mi hermana.—Sin ofender, hermana.
—No hay cuidado.—Me dice ella.
—Puedo conseguir una esposa si asi lo requiero.
—Lo se, no dudo de eso, pero estas haciéndolo esperar demasiado.—Continua el.—Solo te facilite las cosas y no le veo sentido a que no te intereses en ella, a menos...
¿A menos?
—Dime si estas interesado en alguien más lo aceptare.—Llega a su propia conclusión.—Si ya tienes a una princesa en tu corazón dímelo.
Una princesa.
Mi hermana me observa juntando los ojos.
—Bueno, si no lo hay, la princesa de Damaria es un excelente partido para ti.
(***)
—Fue muy amable de su padre, el rey invitarnos a mi madre y a mi a la cena del próximo miércoles.—Menciona Elina de Damaria mientras la acompaño a su carruaje.—Mi madre estará encantada.
—Asi suele ser el rey.
Ella sonríe y alza su muñeca, enseguida observo el botón que se acaba de desprender en el lugar.
—¿Su alteza me ayudaría?—Pregunta con una sonrisa, la que devuelvo.
—Con gusto.
Coloco el botón en su lugar y mi mirada se eleva hacia la planta de arriba del palacio, justo en una ventana, de donde la pillo espiándonos.
—Su alteza.—Me llama la princesa, regreso mi atención a ella.
Y cuando volteo a ver ya no esta.
—Muy amable.—Hace una corta reverencia.—Nos vemos hasta el miércoles.
—Vaya con cuidado.
(***)
Tengo mis pensamientos comprimidos en la cabeza mientras permanezco en la bañera dentro de la habitación, cierro los ojos y me sumerjo en la tina unos segundos hasta que escucho como golpean la puerta.
Salgo a la superficie y pongo los ojos en la entrada.
—Adelante.
La mujer que me vuelve loco y siempre descoloca el piso que hay bajo mis pies aparece frente a mi, aparta la mirada al verme aun en la tina, algo asombrada ya que llevo más tiempo del que debería.
—Su baño se alargo, lamento la intromisión.—Se disculpa y deja las toallas al lado de mi cama.
Va a salir, cuando la detengo.
—Necesito ayuda con el jabón.
No pone excusas y camina hacia mi, toma el jabón y se coloca detrás de mi, aparto la espalda del respaldar de la tina y dejo que masajee mi espalda con sus manos y el jabón, los ojos se me cierran y disfruto del pequeño toque.
No he hablado con ella como antes y siempre trata de reducir su tiempo conmigo, como lo hubiera hecho ahora si no la detenía.
—No permanezca tanto tiempo desaparecida, recuerda que eres una criada.—Sus manos se detienen.—Mi criada personal.
Vuelve a jabonarme la espalda.—Si, su alteza.
Guardo silencio y ella sigue con su trabajo, mis ojos se cierran y unos minutos más tarde antes de que se marche le pido la bata y las toallas, me las alcanza y salgo desnudo, su rostro se trasforma y trata de apartar los ojos, me cubro con lo que me da y ella finalmente me mira.
—Enviare a que retiren su tina.
Se dirige a la puerta.
—Grace...
—¿Si, su alteza?
—Si lo que teníamos se acabo, no sientas la necesidad de espiarme cuando estoy con ella.
Pienso que se retirara después de oírme, pero se queda.
—Nunca quise que nos volviéramos asi, yo no..
—¿Asi como? ¿Dos extraños? Ya dejaste claro lo que éramos. —Le recuerdo.—Soy el futuro rey y tu una criada.
Veo el dolor en sus ojos.
—¿No es asi, Grace?
—S- Si.
Retrocede y esta vez soy yo quien evito que se vaya.
—¿Por qué haces esto?
—Gael...
—No quieres estar conmigo, pero estas ahi espiándome, dices que eres mi criada y no puedes ser más, y te recuerdo lo que tu misma dices ser para mi y estas a punto de llorar.
—Lo se.
—¿Qué sabes? —Le recrimino y acerco mi rostro al suyo.—Dicen no desear esto, pero no dejas de verme la boca... ¿Qué es lo que quieres de mi, Grace?
Maldigo cuando no hay respuesta, ella se aparta y coloca la mano sobre la puerta, la abre y la vuelvo a cerrar, aprisionándola por detrás.
—Si tan poco decidiste que te importara, demuestra que será asi.
Su cuerpo se estremece con mi cercanía, la dejo ir y ella sale huyendo, como yo me detesto por soltarla.
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