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❛♡ FLASHBACK : CAPÍTULO 30

Jamás había tenido relaciones con alguien... Dios, como mucho un par de manoseos torpes entre besos desordenados, pero jamás había tenido a un chico en una cama debajo de él, y estaba seguro de que aunque lo hubiese tenido antes, no habría sido tan jodidamente precioso como Park Jimin.

Era adictivo el tan sólo verlo, sonrojado y ansioso, mientras suspiros de placer abandonaban sus labios conforme la fricción entre sus miembros bajo la tela se intensificaba.

Jeongguk intentó recordar todo lo que había aprendido gracias a sus idiotas amigos de la universidad y los vídeos pornográficos de mala calidad que había visto de vez en cuando, esperando que aquellos conocimientos le resultaran útiles en dichas circunstancias. Mas se le hacía difícil pensar claramente con Jimin bajándole los pantalones con sus dedos delgados y temblorosos, quejándose por ser incapaz de deshacerse del cinturón.

Adorable.

Se relamió los labios y alegando ser buen anfitrión, retiró sus propios pantalones para tirarlos a un costado de la cama, volviendo inmediatamente a enfocarse en su lindo invitado de honor, quien por cierto, aún estaba usando demasiado ropa para su gusto. Se deshizo de la vestimenta del castaño, tragando saliva cuando expuso la piel blanquecina de su estómago y de sus piernas. Ah... Era definitivamente mucho mejor de lo que se hubiera imaginado.

—No me mires tanto... —se quejó Jimin, ocultándose tras su antebrazo. A Jeongguk casi se le olvida cómo respirar.

Se inclinó para besar su cuello y luego deslizó su boca hacia el sur con una lentitud dolorosa, robando ruiditos de placer y fastidio de los labios enrojecidos de Jimin. Bañó con besos húmedos la piel tan tersa y lisa, que invitaba a morderla y a besarle unas cuantas marcas.

Sus manos se asieron en torno a los muslos moldeables de su castaño y Jeongguk no tardó en hundir los dientes en la región del muslo interno, satisfaciéndose las irremediables ganas de mordisquear el cuerpo de Jimin, deleitándose con los gemidos que abandonaron involuntariamente la boca del castaño. Precioso.

—Jeonggukie —le llamó Jimin, enredando sus finos dedos en el cabello de Jeongguk, para indicarle que se detuviera. El pelinegro apartó la boca de su piel, sintiéndose confusamente mareado.

—¿Qué sucede? —susurró, él mismo encontrándose sin aliento y alzando la mirada hacia su lindo novio falso, que le miraba con emociones contradictorias reflejadas en los ojos. Jimin mordió su labio inferior, con un aspecto dubitativo tiñendo su rostro sonrosado.

—Quiero que me beses —pidió finalmente, luciendo tímido por su propia petición. Jeongguk casi pudo escuchar el hilo de su cordura rompiéndose. Jimin realmente era un terrón de azúcar, uno que él estaba más que dispuesto a devorar por completo.

Sus bocas se encontraron nuevamente y Jeongguk intentó recordar vagamente dónde demonios había guardado el lubricante, siendo distraído con prontitud por las manos dulces y pequeñas de Jimin acariciando sus brazos y por las piernas dóciles que acababan de enredarse a su cintura. El calor expandiéndose por su pecho y por su estómago, hacia su parte inferior...

Joder, Jeongguk realmente estaba olvidando por qué debía contenerse.

Era la primera vez de Jimin (y de él, pero no tenía por qué saberlo). Necesitaba enfocarse en esto, en preparar a Jimin apropiadamente para que no doliera... Había leído un artículo al respecto en wikihow.

—Bebé —le llamó, en un intento patético para imponer distancia entre ambos. Pero, Dios, la boca de Jimin era adictiva, y había estado anhelando besarlo por tanto tiempo desde lo sucedido en la rueda de la fortuna. ¿Cómo era que se pensaba?

Acabó separándose a regañadientes de su castaño y Jimin soltó un bufido al verle desaparecer hacia el cuarto del lavabo, sin hallarse muy contento. Aunque Jeongguk regresó rápido, incapaz de ocultar su creciente ansiedad y prácticamente sintiéndose como el Rayo McQueen al regresar de vuelta a la cama.

Jimin deja salir una risita cuando Jeongguk casi tropieza al subirse al colchón. Tierno.

Jeongguk se halla a sí mismo a punto de abrir la botella en sus manos, para verter el líquido sobre sus dedos, cuando Jimin hizo un ademán indicándole que se la entregara. Jeongguk arqueó una ceja, tentado a obedecer.

¿Acaso iba a hacerlo por su cuenta? Porque honestamente no era lo que había estado pensando pero... no iba a negar que la idea era jodidamente caliente, sobre todo si le permitía observar mientras lo hacía.

—Pásamelo —ordenó Jimin, mirándole a través de sus pestañas. Jeongguk estaba a punto de hacerlo, perdido en un trance, hasta que el mayor continuó—. Y ponte en cuatro.

¿Qué?

—¿Cómo?

—Que te pongas en cuatro. Te voy a preparar.

Preparar, le repite su cerebro, el que parece hacer cortocircuito ante sus palabras.

Las neuronas de Jeongguk tardan en procesar lo que el castaño insinúa y apenas consigue estabilizarse del shock, cuando Jimin repite nuevamente el movimiento de aceptar la botella.

—¿Crees que yo voy a ser el de abajo? —exclamó Jeongguk con incredulidad, haciéndose hacia atrás para resguardar el lubricante. Jimin frunció el ceño.

—¿Y quién más? —respondió con un tono de obviedad en su voz, pero a ojos de Jeongguk, su castañito parecía olvidarse de la participación de su propia persona en la situación.

Tras sumirse en un incómodo silencio, que se extendió por mucho más de lo presupuestado, Jimin pareció finalmente ser súbitamente golpeado en el rostro por la realización. Aunque por su expresión de terror y disgusto, no estaba tomándoselo muy bien tampoco...

—No. ¿Te has vuelto loco? ¡No voy a hacerlo! ¡Va a doler!

—¡Yo no quiero ser el de abajo tampoco! —se defendió Jeongguk, inevitablemente contagiado por la vergüenza de Jimin—. Además tú... te ves lindo...

—¡Tus halagos no van a convencerme! —se quejó cruzándose de brazos. Jeongguk tuvo el ligero presentimiento de que si planeaban hacer esto, iba a ser más complicado de lo que pensaba.

Jimin se cubrió con las sábanas hasta los hombros, notoriamente molesto. ¿Pero qué quería de él? Jeongguk nunca había considerado ser el pasivo. No pensó tampoco que Jimin tuviese tal fuerte convicción de adoptar el rol activo en la relación. ¿Y si simplemente no congeniaban?

—Yo creo que... solamente hay una manera de solucionar esto —dijo Jimin en un tono decisivo. Jeongguk asintió, expectante a la idea que el castaño tuviese en mente.

Piedra, papel o tijera.

—¿Estás de joda?

—¿Se te ocurre algo mejor? —contraatacó Jimin—. Porque si me vienes a decir que quieres solucionarlo con una pulseada, te digo que me vas a dislocar el hombro.

Jeongguk rodó los ojos. Ni que tomase esteroides...

—Bien. Dos de tres.

—Ya rugiste —canturreó Jimin. Y ya valiste, pensó, esbozando una sonrisa de victoria.

Sonrisa que se esfumó, cuando perdió por segunda vez con las tijeras de Jeongguk.

Pero-

—Perdiste, ponte en cuatro —se burló el pelinegro, haciendo alusión a lo dicho por el castaño minutos atrás. Jimin sólo parpadeó, anonadado.

Pero-

—¡Hi-Hiciste trampa! —objetó, renuente a aceptar su pérdida. Jeongguk rió entretenido, sacudiendo la cabeza para despejar las hebras desordenadas de cabello que caían sobre sus ojos, para ver a su castaño de frente.

—No, no lo hice. Pero si no quieres hacer esto, no voy a obligarte. Está bien si te arrepientes, Jimin... No te fuerces.

—Eres de lo peor —gimoteó subiéndose a horcajadas en el regazo de Jeongguk. A Jeongguk se le cortó la respiración—. No me arrepiento, tonto. Sólo... sé suave ¿sí?

Suave... Suave aunque por dentro, Jeongguk solamente deseara clavarlo contra el colchón. Genial.

Asintió muy torpemente, sintiéndose... abstraído y consumido por este lindo, precioso chico, que realmente estaba borrando su sanidad.

El lubricante cayó sobre sus dedos y Jeongguk acomodó a Jimin de espaldas contra la cama, sin querer perderse sus expresiones mientras jugaba con su agujero por un rato. La sangre en sus venas bombeaba más fuerte, más inquieta, más desesperada, precisamente como se sentía en aquel instante.

El nerviosismo hizo presencia, cuando Jeongguk se halló demasiado inseguro sobre qué hacer o cómo proceder luego. No pretendía causarle daño a Jimin. Quería que lo disfrutara, tanto como él disfrutaba verle sonrojado y cohibido en su cama.

Se dio a sí mismo ánimos. Procuraría ser cuidadoso. Además si hacía algo mal, Jimin se lo diría.

Introdujo el primer dedo, observando con una extraña fascinación cómo éste desaparecía en el trasero de Jimin. Jeongguk tragó en seco, repentinamente muy, muy acalorado. ¿Se suponía que esa imagen debía ser tan caliente?

Jeonggukie —pronunció Jimin, removiéndose en su dedo. Joder—. ¿Puedes... moverlo un poquito? Se siente raro...

El pelinegro obedeció, sin responder sino directamente moviendo su índice en el interior apretado de Jimin. Las piernas de Jimin se expandieron un poco más y Jeongguk estaba bastante seguro de que su escasa cordura estaba a segundos de irse por el condenado caño.

—¿Duele? —preguntó con la respiración pesada. Jimin sacudió la cabeza, cerrando los ojos.

Continuó moviendo su dedo, buscando lo que supuestamente iba a provocar que el castaño se sintiera bien. Aquel punto del cual desconocía la locación exacta; aunque quizá si continuaba así y curvaba un poco su índice, podría eventualmente...

—¡Ah!

Encontrarlo.

—¿Estás bien?

—S-Sí... Yo... —titubeó Jimin abochornado. ¿Qué clase de sonido había sido ese?—. No quería... ¡Ah! ¡Jeongguk!

—¿Te gusta, bebé?

Jimin jadeó, incapaz de formular una oración lógica, mientras Jeongguk se entretenía rozando desconsideramente la próstata del castaño.

—Se siente... Dios... Más...

—¿Quieres otro dedo, amor?

—S-Sí... Jeonggukie, por favor...

Introdujo otro dedo en su interior, admirando el agujero que se expandía para recibirlo y que se contraía nuevamente alrededor de él. Jeongguk se relamió los labios resecos, hundiendo los dedos en el interior del castaño, y escuchando sus súplicas pendiendo en el aire.

Jamás podía tener suficiente de Jimin... ¿Cómo podía? Tan precioso y tan dócil, permitiendo que Jeongguk jugase con su cuerpo, tan descaradamente, pidiendo más y empuñando sus manos en las sábanas. El pelinegro estaba tentado de empujar a su castaño al borde, fascinado por sus transparentes expresiones.

—Jeonggukie gimió Jimin—. Necesito...

—¿Otro? —susurró el pelinegro absorto en lo bien que Jimin lo tomaba. El castaño sacudió la cabeza.

—Te quiero a ti...

Jeongguk casi se cae de la cama.

—Y-Yo... Tengo que ir a buscar los condones.

—¿Estás limpio? —preguntó Jimin batiendo sus pestañas. Jeongguk le miró en silencio. Dios.

—Sí.

—Entonces sólo hazlo... Rápido, Jeongguk...

—¿E-Estás seguro, Jimin? —Jeongguk sabía que esto no era lo más adecuado, pero estaba teniendo dificultades recordando por qué.

—Quiero esto, Jeonggukie... Por favor...

Jodido infierno.

Jeongguk se deshizo de sus boxers y observó su propio miembro empujar contra el agujero de Jimin. Se mordió el labio inferior, intentando contenerse, porque, joder, ni siquiera había entrado y ya sentía que iba a correrse. ¿Qué clase de puberto era? Aparte de precoz.

—Jeongguk —gimoteó Jimin moviendo sus caderas para encontrarse con Jeongguk. El pelinegro inhaló hondo, finalmente cediendo a sus propios deseos y enterrándose lentamente en el cuerpo de Jimin.

Jimin lo recibió caliente, apretado y húmedo. Jeongguk perdió toda facultad para pensar racionalmente, su mente centrándose instintivamente en lo delicioso que era estar dentro de Jimin, lo bien que le recibía, lo mucho que quería hundirse en su hermoso castañito.

Sus manos amasaron el trasero redondo y moldeable. Jeongguk quería tocarlo y sentirlo por todas partes.

Tan pronto se movió en el interior del castaño, sintió un golpe en su espalda. Jeongguk frunció el ceño, reconociendo que era el mismo Jimin, quien con su pie le había golpeado en la columna.

—¡Idiota!

Jeongguk se alzó con los brazos, viendo a Jimin debajo de él, con las mejillas rojas y los ojos húmedos por las lágrimas. No pudo evitar entrar en pánico.

—¿Q-Qué sucede? ¿Te d-duele? ¿Te...?

—¡Sí! ¡Tonto! ¡Duele!

—L-Lo siento...

Se disculpó con la preocupación martillando su cabeza. Jeongguk intentó retirarse del interior del castaño, como primera reacción, mas las piernas de Jimin rápidamente rodearon su torso, imposibilitando sus movimientos.

—Jimin, tienes que...

—N-No salgas...

Jeongguk frunció el ceño, consternado y muy, muy confundido. —¡Pero te duele!

—¡Ya sé, estúpido! —le gritó, gimiendo cuando el miembro de Jeongguk acarició ese bendito punto dentro de él—. Pero no quiero que te salgas... sólo... quédate quieto un ratito ¿vale?

El pelinegro suspiró, finalmente accediendo su petición a regañadientes. Jimin sabía que las intenciones de Jeongguk no involucraban dañarle y que estaba dispuesto a detener todo si él se sentía mal, pero...

—Te sientes tan bien dentro de mí —susurró Jimin, las palabras huyendo de entre sus labios inconscientemente. Jeongguk retuvo el aliento.

—Tú te sientes perfecto, amor... —Jimin se sonrojó, con la mirada tímida, antes de que sus párpados cayeran.

—Y-Ya muévete, tonto...

Jeongguk se había imaginado su primera vez un montón de veces.

La mayoría del tiempo, cuando todavía iba en la secundaria, su ensoñación involucraba a Taehyung. Por supuesto, luego las cosas cambiaron y se forzó a sí mismo a ser realista al respecto.

Quizás sonaba absurdo, pero siempre supuso que sería diferente, que sería desastroso e impaciente, con alguien con mayor experiencia, que sería olvidable, con un conocido de algún bar, una noche sin nada especial, en un baño público o en el departamento de alguien sin importancia.

Y en cambio, estaba Jimin. Por quien su corazón se estrujaba, porque jamás pensó que podría existir alguien así de adorable y bueno y generoso, con cascarón duro e interior suave. Estaba Jimin, que quizá podía ser de todo, menos olvidable. Estaba Jimin, con quien no se sentía desastroso o incómodo, sino que se sentía perfecto, correcto y tan...

Jeongguk besó los pómulos de Jimin y ambos acabaron al mismo tiempo, con Jimin sollozando mientras se aferraba a los hombros de Jeongguk para estabilizarse. Guardaron silencio, mientras trataban de compensar sus respiraciones.

La piel de Jimin brillaba perlosa bajo la capa de sudor.

Su cabello castaño se hallaba desordenado sobre la almohada.

Sus labios se curvaron en una sonrisa.

—Fue increíble —jadeó el castaño, tirando del cuello de Jeongguk para unir sus bocas en un corto beso—. Gracias.

—Cuando quieras —bromeó, viendo con adoración a Jimin acurrucarse adormilado a un costado de su cuerpo, como si buscase su calor corporal.

Jeongguk cerró sus brazos alrededor de él, atrayéndole aún más hacia sí mismo, con el corazón yendo a mil por hora.

La respiración de Jimin no tardó en tornarse constante y suave, delatando que había caído dormido debido al agotamiento. Jeongguk besó su frente, para cerciorarse de que fuese así.

Acarició su mejilla, con la yema de su pulgar delineando las curvas de su pómulo, sus pestañas gruesas, sus cejas castañas, su nariz respingada.

Jeongguk estaba seguro de que podía quedarse toda la noche en vela con tal de ver a Jimin dormir.

Enredó las hebras claras entre sus dedos con cuidado de no despertarle. Jimin se inclinó hacia el tacto, murmurando entre sueños, sobre nuggets y sobre un tonto, que no sabía hacer nada bien.

Incluso dormido era increíblemente bueno para enviarle indirectas.

Jeongguk se sintió a sí mismo sonreír como un ridículo, sin poder salir del trance, y quizá, sólo quizá, sintiéndose un poco muy enamorado de este chico, como para quitar sus ojos de él.

Qué jodido estaba, sin entenderlo.

Un par de palabras salieron de la boca de Jeongguk esa noche. Las dijo en voz baja, muy baja. Además Jimin estaba dormido, así que no contaba ¿cierto?

Si las decía sólo por esa noche, daba igual.

Si se permitía sentir sólo por esa noche, nadie salía herido.

Jimin no salía herido.

Besó una vez más los labios hinchados de su bobo chico castaño, convenciéndose inútilmente de que no estaba cayendo por él, que solamente eran todas las sensaciones y emociones acumuladas, que a la mañana siguiente ellos regresarían a la normalidad.

Jeongguk no se durmió, no de inmediato, deseando extender aquella noche lo más posible. Porque tal vez era sólo producto de la dopamina, pero se sentía simplemente bien tener a Jimin en sus brazos, incluso si no era para siempre.

Se siente bien amarte, aunque sea sólo por esta noche.

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