Capítulo 29: Babel
Babel, por su simbolismo biblico ligado a la confusión.
04 de Marzo de 2022 9:40 am, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
La paz podría definirse en una serie de cosas que Aysel recordaba perfectamente bien. Como la fuerza, textura y calor del agarre de Lilith sobre su mano izquierda, cuando le sostenía su mano, dándole la certeza de que jamás podría alejarse demasiado; Esa misma fuerza era la que la tenía aferrada a ella esa mañana, a la imagen a la que rendía devoción sin culpa, sin que el corazón le pesara o hubiese una voz en su cabeza diciéndole que no era correcto tener la suerte de apreciar su rostro afable por las mañanas, encontrar entre los rizos rubios de Lilith uno que otro cabello blanco que brillaba bajo la luz. Ferrara no sabía si eran naturales o producto de algún tinte, pero de cualquier forma la hacían lucir preciosa.
Estaba junto a ella, pero no se consideraba capaz de siquiera rozar su rostro con la punta de sus dedos, proporcionarle una caricia suave que pudiera recordarle a su tacto el camino recorrido y a su corazón las descargas eléctricas qué no podía bloquear por más que lo intentara. Quería abrazar su cuerpo con la esperanza de llegar hasta su alma, fundirse con ella un instante y existir, tal vez un segundo o una eternidad de ser posible.
Romanov entreabrió los ojos lentamente, enfocando su vista en lo primero que tenía delante, su esposa embarazada con una mirada inexplicablemente suave, observándola con una sonrisa delicada en los labios. El calor de su tacto estaba a solo unos centímetros de su mejilla, pero Aysel tentaba el aire sin hacer contacto real con su piel. Creyéndose dueña del mundo, Romanov aproximó la mano de Ferrara a su mejilla. Sabía la manera correcta de tocarla, serena, como apreciando algo valioso y amando algo significativo.
—Buenos días —pronunció en voz baja, como si se tratara de un secreto. Sus labios besaron su palma con devoción—. Pensé que estabas durmiendo también.
—Me despertó la bebé —mintió. No podía admitir en voz alta qué en cuanto vio su rostro en la mañana no se privó de su imagen y optó por seguir despierta admirándola—. Esta niña quiere ser futbolista, no para de patear.
Por suerte para Aysel, su hija, por primera vez en la vida, decidió hacerle caso y comenzó a moverse en su vientre, golpeando con sus pequeños piececitos el interior. Romanov se quedó observando con el instinto de que algo pasaba, pero no se atrevió a tocarlo por su cuenta.
—¿Puedo...? —pidió permiso temerosa de recibir una negativa de su parte.
En su lugar, Ferrara tomó su diestra entre las suyas y la llevó hacia su abultado vientre, justo al lugar donde la bebé estaba pateando. La rubia se sobresaltó al principio por el constante y repetido movimiento, pero con el paso de los minutos una sonrisa iluminó su rostro producto de la felicidad inmensa qué la abordó de pies a cabeza.
—Nena, deja a tu mamá descansar un poco, ella también lo necesita —habló suavemente, con las palabras deslizándose entre sus labios hacia el exterior.
Eso bastó para que la bebé parara de moverse y se quedará quieta, al pendiente de la voz de Lilith a quien le hacía más caso que a la propia Aysel.
—Te hace más caso a ti que a mí —dijo Aysel en forma de queja, más divertida que fastidiada por la situación—. Seis meses conmigo y te prefiere a ti.
—Ya vimos quién va a ser su favorita —bromeó Lilith aumentando su sonrisa.
—No lo des todo por sentado, tal vez cuando nazca me prefiera a mí en lugar de a ti —argumentó Aysel.
—¿Quieres apostar? —Romanov levantó una ceja.
Aysel soltó una pequeña risa y su esposa se contagió de ella. El sentimiento mutuo de comodidad era innegable, era como volver al pasado y tener una de tantas conversaciones en la cama, ya fueran de noche o de día donde hablaban sobre su futuro y especialmente esta vez, Aysel no había usado en su vocabulario la palabra separación, no habló de vidas separadas, ni cómo compartirían la custodia, simplemente se limitó a hablar de su hija.
—Лунный лучик, me va a adorar —combinó dos idiomas al dirigirse a la bebé.
—¿Lunnyy luchik? —Aysel intentó repetirlo lo mejor que pudo.
—Significa brillito de luna, en ruso. Brillito porque proviene de la luna y tú eres la luna y como tú eres su madre, por eso, brillito de luna. ¿Entiendes verdad? —pronunció tropezando con sus palabras, sintiéndose muy tonta.
—Sí, lo entiendo —confirmó enternecida—. Aún no he decidido el nombre, así que podemos hacerlo juntas.
—¿Podemos? —la mirada de Romanov se iluminó con emoción y se levantó de la cama rápidamente.
—Claro. Pero debo advertirte qué no voy a aceptar nombres muy extraños con pronunciaciones demasiado complicadas, no quiero que nuestra hija no pueda ni pronunciar su propio nombre cuando llegue a preescolar —sentenció Aysel con la mirada fija en su esposa quien de inmediato descartó un par de opciones en su mente.
La mañana hubiera seguido de esa forma si no hubiera sido por Rosalba, quien llamó a su puerta y Aysel le permitió el paso acomodándose en la cama para prestarle atención a su ama de llaves.
—Lamento la intromisión, señoras —pronunció—. Vengo a avisarles que la señora Ana María llamó hace unos minutos para avisar que vendría a almorzar junto con el señor Franco.
—No tenía planes de recibir visitas hoy, Rosalba —comentó Aysel.
—Lo sé, señora. Pero me temo que su madre fue muy insistente al especificar qué era necesario hablar con usted y con su esposa.
Ferrara presentía lo que la esperaba, un regaño, una discusión de los motivos por los que ni siquiera debía de permitirle a Lilith estar cerca, pero era su madre y no podía cerrarle la puerta en la cara y ocultarse en su casa hasta que se fuera.
—De acuerdo —cedió—. Dejen un espacio libre en el estacionamiento y preparen todo para el almuerzo.
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04 de Marzo de 2022 10:09 am, Ciudad de México.
Lilith Romanov.
Se levantó con toda la energía que no había tenido en los últimos seis meses, de repente hacer ejercicio parecía un buen plan para iniciar la mañana antes del desayuno mientras su esposa tomaba un baño relajante y atendía sus pendientes laborales. Sin embargo, en sus planes no estaba encontrarse con Nerea en el gimnasio de la casa.
—Ah, eres tú —pronunció la menor limpiándose el sudor con el antebrazo izquierdo antes de seguir golpeando el saco de boxeo frente a ella—. ¿No deberías estar aprovechándote de la vulnerabilidad de mi hermana con la excusa de que la estás cuidando?
—Aunque te cueste trabajo creerlo, tu hermana me interesa y no me aprovecharía de su vulnerabilidad de ninguna manera —contestó Lilith en un tono neutral mientras hacía los estiramientos pertinentes antes de iniciar una rutina de ejercicio.
—Ah, pero no tienes ningún problema con ponerle el cuerno a pesar de que le prometiste serle fiel cuando se casaron —habló con desprecio
Romanov se dio la vuelta para encarar a Nerea. Estaba cansada de sus desplantes y no quería que sus comentarios arruinaran la perfecta mañana que estaba teniendo después de despertar con Aysel a su lado.
—¿Cuál es tu problema? —confrontó a la menor.
—Mi maldito problema es que estás aquí —respondiendo parando de golpear el saco de boxeo en el que practicaba sus ataques—. Desde que llegaste, Aysel se comporta de manera extraña, nos aleja, te defiende y se preocupa por ti cuando ni siquiera tendría que hacerlo, no después de que la traicionaste.
—Yo no engañé a tu hermana. Nunca lo hice y nunca lo haría —intervino Lilith—. A diferencia de ti, Aysel se hace responsable de sus decisiones y de sus palabras. Si ella elige confiar en mí, nadie tendría porque obligarla a hacer lo contrario.
—¿Confiar en ti? No entiendo cómo ella puede confiar en alguien tan imbécil como tú —pronunció Nerea escupiendo su veneno directamente a Lilith.
Romanov no reaccionó, ni siquiera tenía ganas de responderle. No le interesaba la opinión qué Nerea tuviera sobre ella, únicamente importaba lo que Aysel pensara.
—Aysel debe ser muy estúpida para creer tus mentiras.
—No te atrevas a llamarla de esa forma —ese comentario encendió su instinto más que el que iba dirigido a ella—. Aysel no es estúpida.
—Claro que lo es, de otra forma no te hubiera aceptado aquí —la menor se llenó de coraje y sus manos se hicieron puños—. Si ella no te rompe la cara, entonces yo sí.
Lilith no tuvo la oportunidad de reaccionar cuando el puño de Nerea terminó en su pómulo izquierdo haciendo que se tambaleara. No la creyó capaz de hacer algo y bajó la guardia sin percatarse de que tenía todas las intenciones de golpearla y lo hubiera continuado haciendo de no ser porque Romanov contestó a sus siguientes golpes, esquivándolos hábilmente, hasta que pudo tomarla por los hombros y derribarla de un empujón.
—Me importa una mierda lo que digas sobre mí —la señaló acusatoriamente con su dedo índice, las palabras salieron de sus labios con desprecio— pero no te atrevas a hablar así de ella de nuevo.
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04 de Marzo de 2022 11:44 am, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Marco dio un sonoro portazo al irrumpir en su oficina sin haber sido invitado. Su furia se manifestaba en la tensión de sus hombros y su mueca de desprecio. Aysel levantó la mirada sin mucho interés, con su atención todavía puesta en el informe en la pantalla de su computadora frente a ella. Su reacción fue la de esperar, mientras que su hermano buscaba una más hostil por su desplante inicial.
—¿Cómo chingados puedes estar tan tranquila cuando esa mujer peleó con Nerea de esa forma? —cuestionó el mayor con un tono alto y demandante—. No te molestas ni siquiera en ir a verla. ¿Qué mierda te pasa, Aysel? ¿Viene esa vieja y te vuelves estúpida?
—Esa misma palabra usó Nerea para referirse a mí antes de lanzar el primer golpe y detonar qué Lilith respondiera, pero la única herida es Lilith, Nerea no tiene un solo golpe, a lo mucho puede dolerle el trasero por la fuerza con la que cayó contra el suelo cuando mi esposa la detuvo —respondió en un tono serio, captando la atención de su hermano mayor—. ¿Qué? ¿Creíste que no lo sabía? Lilith me lo dijo cuando llegó a nuestra habitación con un pómulo rojo e hinchado por el golpe.
—¿Entonces estás de acuerdo con que esto haya pasado solo porque Nerea hirió tu orgullo diciendo la verdad? —reclamó Marco.
—Si piensas que esa es la verdad, estás muy equivocado. Mira, he intentado ser una buena guía para ella, pero si quiere involucrarse en peleas y decir estupideces, yo no me voy a hacer responsable de eso —contestó Aysel poniéndose de pie para hacerle frente al hombre—. Me importa una mierda lo que crean ustedes de mí, eso no define quién soy.
—Eres estúpida, Aysel —la interrumpió tajantemente—. Tan estúpida que crees en cualquier cosa que ella te diga, te nubla el juicio y solo parece interesarse por ti para ganar tu confianza y volverte a ver la cara de pendeja. Dime, Aysel, ¿Cuánto tiempo va a pasar hasta que vuelva a ponerte el cuerno esa hija de...?
La palabra se quedó en su garganta sin que pudiera pronunciarla cuando su hermana le propinó una bofetada qué irrumpió con un sonido seco, un ruido poderosamente fuerte que apagó las palabras y dejó en el rostro de su hermano mayor una marca rojiza.
—No vuelvas a llamarla de esa forma, ¡¿me escuchaste?! —gritó al final de la oración sacando de su trance a Marco—. ¡¿Me escuchaste?!
—¡Aysel! —una voz femenina potente irrumpió en su totalidad entre los hermanos. La madre de ambos, Ana María, se hallaba en la puerta con la mirada fija en su hija, notoriamente molesta—. Deja a tu hermano en paz.
—Mamá, él fue quien... —intentó justificarse.
—Y tiene razón —soltó dejándola sin palabras. Ana María se acercó cautelosamente, interponiéndose entre los hermanos—. Dios mío, Aysel. Estás siendo demasiado ingenua al confiar en alguien que ya te traicionó, ¿Cómo es que puedes mirarla siquiera y preocuparte por ella después de lo que te hizo? Menos mal te diste cuenta a tiempo y no veinte años después, ese tipo de personas jamás van a cambiar y todos nos equivocamos al confiar en ellas, pero hija, si estás haciendo esto por el bebé o por la costumbre de tu relación con ella debes detenerte, porque ella puede estar aprovechándose de que estás esperando una hija suya.
—Lilith no está aprovechándose —respondió.
—¿Cómo lo sabes? ¿Ya te lo ha dicho? —cuestionó su madre.
—No, pero.
—¿Ya se ganó tu confianza otra vez? ¿O decidió aprovecharse de los sentimientos que tuviste por ella para acercarse? Creíste conocerla bien y te casaste con ella y mira cómo terminó todo.
—Lilith no es así —argumentó.
—¿Por qué estás tan segura? ¿Cómo lo sabes? —presionó Ana María.
—Simplemente, lo sé, ella no es así —afirmó nuevamente.
—No, tienes que decirme.
—¿Decirte qué? —Aysel se volvió presa de la exasperación de su madre y su propia desesperación.
—¿Por qué confías en ella? —reiteró—. ¿Qué es lo que hizo para que confiaras? ¿Acaso te lavó el cerebro?
—¡No! —gritó frustrada—. Ella no es de esa forma, jamás se atrevería a usarme de esa manera.
—¡Entonces dímelo! ¿Por qué confías en ella? —alzó la voz sobresaltando a su hija—. Solo necesito una razón, ¿Por qué todavía confías en ella?, no me digas que aún la...
—¡La amo! —pronunció en un tono alto con cada poro de su piel transpirando desesperación—. La amo desde el primer momento en que la conocí, la amé desde el día en que se convirtió en mi esposa y la amé aún más cuando supe que íbamos a tener una hija. La amo y la he amado durante la última década y no espero que ninguno de ustedes lo entienda, no espero que nadie en el mundo entienda que incluso si me arranco el corazón del pecho seguiría amándola.
—Aysel, tienes que calmarte y reflexionar lo que acabas de decir —Ana María intentó tranquilizarla—. Tú no deberías.
—No, no debería. No debería necesitarla como la necesito, no debería quererla como la quiero y no debería pensarla como la pienso. Algo en mí quiere creerle, algo en mi interior me orilla a pensar que lo que dice es cierto y aunque resulte irracional, prefiero seguir ese instinto que vivir creyendo que el amor de mi vida me traicionó.
Madre e hijo se quedaron perplejos ante el despunte de emociones latente en Ferrara. Sus ojos estaban rojos por contener las lágrimas de desesperación y coraje, su respiración era pesada, buscando el oxígeno suficiente para no colapsar en el suelo frente a ellos, pero más importante qué todo, sus latidos estaban demasiado alterados al punto en que detonaron la alarma en el monitor de Lilith quien corrió hasta su oficina encontrándose con una escena llena de tensión. La rubia había escuchado su declaración hecha a gritos, los desacuerdos con su suegra y el llanto ahogado de su esposa, que apenas podía mantenerse en pie sin tambalearse con las manos sobre su vientre agitado por la bebé.
Sin embargo, para Lilith no había nada más importante que ella, por lo que cruzó la habitación hasta llegar a su posición, pasando justo enfrente de los desencajados rostros de su suegra y cuñado. Tomó las temblorosas manos de Aysel con intenciones de llevarla lejos de ahí, pero antes de que pudiera dar un solo paso, Ana María se interpuso.
—No la toques —exclamó—. Ni siquiera mereces eso después de lo que hiciste.
La pelinegra estaba a punto de replicar en su contra, pero Romanov lo impidió colocándose entre su esposa y su suegra, con Aysel a sus espaldas tratando de protegerla.
—Siempre la he respetado mucho, señora, para mí es una persona razonable y cariñosa que busca proteger a su familia. Aunque me temo que esta vez no está siendo razonable, así que le pido por favor que se retire, Aysel no debe de estar sobresaltada y este tipo de discusiones podrían hacerle daño tanto a ella como a la bebé —habló de la forma más cortés que pudo.
—Lilith tú no...
—Mamá. Ella tiene razón, es mejor irnos. Ya hablaremos sobre esto, después —intervino Marco deteniendo a su madre.
Ana María miró a su hija y posteriormente a la rubia con una mirada de desacuerdo total, pero aun así cedió y se marchó junto con Marco de la propiedad en dirección al auto donde los esperaba Franco.
Romanov se giró en dirección de Aysel para tranquilizarla, pero en cuanto lo hizo, la pelinegra se abalanzó sobre ella con un abrazo mientras comenzaba a llorar desconsoladamente sobre su hombro. Sollozaba a un ritmo descontrolado mientras sus manos se afianzaban a Lilith para no perder el equilibrio, Romanov correspondió a su abrazo dándole el soporte qué necesitaba, asegurándose de que se desahogara todo lo que quisiera antes de tranquilizarse.
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04 de Marzo de 2022 12:36 pm, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
El único mundo que podía ser solo suyo era el confinado a su habitación, a los metros dentro de las cuatro paredes qué la separaban con el resto de la casa, los juicios y las personas que interpretaban sus actos de la manera en que los entendían y la etiquetaban según su juicio. Para su madre era ingenua, para sus hermanos estúpida, pero para Lilith solo era Aysel, la mujer que había conocido en una sesión de tatuajes y que se convertiría posteriormente en su esposa, solo eso, sin juicios de por medio.
Por eso se sintió tan segura en sus brazos y lloró todo lo que tenía que llorar, todo lo que se tragó durante días y en ese momento pudo liberar sobre su hombro, con la sensación de que no la dejaría caer al suelo o siquiera desfallecer un instante. Cuando por fin logró calmarse en su habitación, Lilith se sentó a su lado en la orilla de la cama, contemplándola, pendiente de cualquier molestia que tuviera, mientras que Aysel no podía mirarla sin preocuparse por el golpe en su pómulo hinchado con un color rosado casi rojo en su piel producto del puño de Nerea impactado en su rostro.
—¿Te duele mucho? —preguntó tocando con sus dedos el sitio afectado sin hacer presión para no causarle molestias.
—Estoy bien, no te preocupes por mí. He recibido peores —intentó bromear para animarla, pero Aysel no sonrió—. Nerea mejoró su derecha desde la última vez.
Ferrara se puso de pie con intenciones de dirigirse al baño para sacar del baño un gel desinflamante que le ayudara a Lilith con el dolor, pero antes de que pudiera dar un paso lejos, su esposa la sostuvo del brazo.
—Estoy bien, no es necesario —le restó importancia a su propia herida.
—Para mí lo es. Prometimos hacerlo, ¿recuerdas? Déjame cumplir con mi promesa por lo menos esta vez —su mirada no mentía, sus intenciones eran genuinamente sinceras y el tono de su voz era una melodía dulce que llevaría a Lilith a aceptar cualquier cosa que dijera.
Liberó delicadamente a Aysel de su agarre y ella se retiró unos minutos para lavarse las manos y regresar a la habitación con la pomada para atender su herida. Por fortuna, Nerea no la había cortado, pero el golpe sí había sido demasiado fuerte, al punto que aún después de un tiempo el rostro le seguía punzando por el impacto.
Ferrara humedeció la punta de sus dedos con el contenido del delgado tubo de la medicina y se aproximó hacia Romanov, sentándose más cerca de ella de lo que Lilith esperaba. La tomó de la barbilla y comenzó a aplicar el medicamento sobre el golpe, siendo consciente de la sensibilidad que provocó qué Lilith cerrara los ojos al sentir el ardor de sus prudentes caricias que no pretendían hacerle daño.
La mueca de dolor de su rostro fue desapareciendo con los segundos, su mirada se suavizó y las comisuras de sus labios se alivianaron por completo. El pelo le caía perfectamente a los costados del rostro y su piel era tan suave como en la mañana que la acarició, pero los grandes protagonistas de ese rostro de porcelana, con rasgos tallados en perfección, eran sus labios, un anhelo de color rozado, textura suave y sabor a cereza que Aysel tenía perfectamente grabado en su mente de todas las veces que los había besado hasta cansarse, hasta calmar el ansia de unirse a ella en un instante de paraíso.
No eran metros los que la separaban de su boca, eran centímetros, una escasa distancia que podría acortar aún más para permitirse un egoísta capricho. Pero no podía hacerlo, no después de haber pasado los últimos seis meses, negando necesitarla y tratando de procesar la idea de que no debía conservar sentimientos por ella. Pero, ¿Cómo no caer ante esa mirada oscura que la reflejaba solo a ella en su oscuridad?
—No voy a detenerte si lo haces, Aysel —pronunció Lilith en voz baja—. Y tú tampoco deberías detenerte si es lo que en verdad quieres.
—Lo que quiero podría ser incorrecto, podría estar equivocada y ellos tendrían razón. Pero cuando te veo a los ojos, despiertas algo en mí que me hace creerte, me hace confiar a pesar de que mi lógica me aconseje no hacerlo. Me siento como la mujer más tonta del mundo en este momento —se apartó de su rostro, rompiendo todo tipo de contacto piel con piel con ella, por temor a dejarse llevar—. Dime, por favor. ¿Qué tanto escuchaste de lo que dije cuando discutía con mi madre?
—Lo escuché todo. Desde las insistencias de tu madre por buscar una razón hasta tu respuesta que la descolocó y la dejó sin palabras. Te escuché diciendo lo que sentías sin miedo a contrariar a tu madre o incluso al mundo entero y francamente, no puedo dejar de pensar en eso —confesó Lilith con un tono comprensivo que removió las entrañas de Ferrara—. A pesar de que no tengas prueba alguna de que digo la verdad, eliges confiar en mí.
—Es irracional, Lilith. Sé perfectamente que lo es, pero no quiero razonar cuando estás cerca, porque la razón me mantuvo lejos de ti estos seis meses y el sentir me acercó de nuevo a tu mundo en pocos días. No es una pelea justa —explicó con un nudo en la garganta.
—No tiene que ser una pelea —pronunció Romanov y acunó el rostro de su esposa entre sus manos—. Jamás te engañaría. Nunca lo hice y aunque no recuerdo nada de esa noche, tengo la seguridad de que no pasó nada.
La rubia sonrió con amargura antes de volver a hablar.
—Maldición, Aysel, eres el amor de mi vida, la única mujer en la tierra y en el puto universo a quien dedicaría mi existencia. ¿Crees siquiera qué podría mirar a otra persona teniéndote a ti? No solo tienes que confiar en mí, yo voy a demostrarte que hay motivos para hacerlo, que hay pruebas que demuestran que lo que digo es cierto y si incluso así decides no vivir tu vida conmigo, yo renunciaré a ti aunque te extrañe hasta mi último aliento.
Las barreras de Ferrara caían a pedazos frente a ella, cada esfuerzo por levantarlas tan altas como el mismísimo cielo perdían su valor a medida que se perdía en Lilith, se dejaba inundar por el amor contenido y volvía a sentir su conexión indescriptible con ella. Sus latidos se sincronizaron con los suyos y se volvió a sentirse completa al verla a los ojos.
—La única forma para que yo renuncie a ti es que me mires a los ojos y me digas, sin ninguna duda, que ya no me amas —declaró Romanov atormentada por la idea—. Si aún quieres separarte de mí, entonces tienes que mirarme a los ojos y decirme que no me amas y que jamás volverás a hacerlo porque ya no confías en mí.
Ni en el escenario más cruel podría hacerlo, no podía negar lo que había gritado a los cuatro vientos momentos antes y tampoco ignorar lo que en verdad sentía, la única certeza de la que disponía en su averno de confusión.
—¿Confías...? —preguntó con un tono casi suplicante, agónico y hambriento de una respuesta—. ¿Confías en mí?
Los actos fueron mejores que las palabras para responder. Saltó su muro de contención y reclamó lo que le pertenecía, mató de un solo tiro las dudas, doblegó su razonamiento y se dejó llevar por ese impulso emocional de besar a Lilith, de sentir sus labios con los suyos transmitiendo lo que no podían poner en palabras. Ese beso necesitado era el mayor voto de confianza que podía darle, pues, si no confiara en ella, no podría besarla.
—Confío en ti —dijo separándose de ella un breve instante—. Quiero creerte Lilith, con toda el alma quiero hacerlo.
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06 de Marzo de 2022 1:57 pm, Ciudad de México.
Carina Robbins.
—¿La besaste? —repitió Robbins con sus pupilas fijas en su mejor amiga, tratando de entender lo que acababa de escuchar.
Carina, Dmitry y Donovan habían ido a visitarlas después de enterarse del accidente y que Aysel estuviera lo suficientemente estable para recibir visitas qué no buscaran perturbar su paz como su madre lo había hecho el día anterior. El plan era simple, una comida y pequeña convivencia de fin de semana, pero en cuanto llegó Carina, Aysel la tomó como su confidente y dejó a Lilith, Dmitry y Donovan en el jardín jugando con Honey para poder tener privacidad con la modelo y hablar de todo lo que había pasado en tan poco tiempo.
—A ver si entendí. Primero te querías divorciar de ella, le ocultaste tu embarazo y solo aceptaste que estuviera cerca de ti por la bebé. Pero luego te diste cuenta de que aún tenías sentimientos muy fuertes por Lilith y estos te superaron al punto de considerar darle una oportunidad para darte una explicación sobre lo que pasó con Dasha y al mismo tiempo te peleaste con tu madre por eso mismo —resumió Robbins lo mejor que pudo—. Y todo eso pasó en menos de una semana.
—Sí, exactamente —afirmó Aysel.
—Vaya que las hormonas te traen loca, eh —comentó Carina—. ¿Cómo es que pasaste de no querer ni siquiera respirar el mismo aire que ella a besarla? Te dejé sola una semana y ya hiciste de tu vida todo un drama. Es más, ¿Cómo terminaron besándose en su habitación después de la discusión con tu madre?
—Conversamos, fuimos sinceras y pasó. ¿Qué quieres que te diga? No siempre tengo planeado todo —habló honestamente—. Estos días teniéndola cerca me hizo darme cuenta de muchas cosas y algo en mí le cree, aunque no me lo haya demostrado, le creo.
Robbins terminó su limonada de un trago y se acomodó mejor en el sillón de la sala para tomar una postura seria al respecto.
—Lamento arruinarte la emoción, pero, ¿Has pensado en que harás si ella no puede demostrarte nada? Porque esa fue la condición que le pusiste para volver a confiar plenamente en ella. Las cosas cambiaron, sabe que confías en ella y probablemente la presión de buscar una respuesta aumentó, pero no has considerado el escenario de no obtener una respuesta que pueda explicar lo que Lilith ni siquiera recuerda —argumentó Carina—. ¿Qué harás si descubres que sí se acostó con Dasha? ¿La perdonarás?
—Es... complicado. La lealtad es algo importante para mí e independiente de lo que haya pasado, esa herida ya se hizo, dolió y duele todavía. Amo a Lilith, de verdad lo hago, pero no sé si ese amor podría perdonar una infidelidad si es que la hubo.
—Estás dudando, ¿verdad? —interrogó Carina conociéndola a la perfección—. Antes cuando hablabas de esto lo afirmabas sin ninguna duda, ahora consideras todas las posibilidades. ¿Qué cambió?
Las palabras se le fueron de la garganta y suspiró profundamente. Observó a su esposa junto con Dmitry en el jardín, con el bebé en brazos mientras jugaban con Honey y la perrita era noble con el más pequeño. Lilith estaba radiante otra vez, llena de vida e ilusionada con ver llegar el día en que, en lugar de cargar en sus brazos a su sobrino, cargaría a su propia hija.
—Cuando despierto y la veo junto a mí, tratando de abrazarme sin incomodar a la bebé ni a mí, no tengo ninguna duda de que esa es la verdadera Lilith, la mujer con la que me casé, la persona que me susurró sus votos al oído en nuestro primer baile, quien me llevó serenata cuando discutimos por una tontería. La chica que me dio mi lugar frente a sus padres y sus amigos —explicó—. La veo actuar con esa autenticidad, recuerdo todo por lo que hemos pasado y me preguntó, ¿Cómo podría ella engañarme si no hace más que preocuparse por mí todo el tiempo?
Robbins levantó una ceja evaluando el comportamiento de Aysel. Ferrara estaba fuera de su racionalidad, dominada por sus sentimientos, y eso era peligroso para una persona como ella.
—Las personas, incluso las que más amamos, también pueden mentirnos, también nos lastiman, Aysel. Lilith es el amor de tu vida, lo entiendo, pero que eso no te ciegue a la hora de tomar una decisión —explicó Carina—. No importa lo que tuvieron o tienen en común, siguen siendo personas y las personas también se hacen daño entre sí. Si debes tomar una decisión, elige la que te lastime menos.
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07 de Marzo de 2022 7:54 am, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
La primera idea que gobernó su cabeza, desde que abrió los ojos esa mañana y Lilith no estaba a su lado porque tenía que prepararse para su primera clase del día, fue la de bajar a la cocina y preparar algo especial para ella con tres reglas importantes en mente. Primera, su sabor debía ser perfecto, Segunda, la textura tendría que ser algo conocido para Lilith y Tercera, la presentación debía ser impecable.
El ama de llaves se sorprendió de verla llegar a la cocina con todas las intenciones de preparar algo. Los cocineros en turno, el personal de servicio e incluso la misma Rosalba se ofrecieron para hacerlo en su lugar, pero Aysel estaba decidida a que nadie interviniera.
Así que su personal regresó a sus labores usuales murmurando sobre la concentración, el compromiso y la pasión con la que Aysel cocinaba en su propia cocina. La mayoría de los presentes no la habían visto cocinar más que Rosalba, así que para todos era una sorpresa grande verla ahí, como la hija entrenada de una chef que era.
—La señora Romanov compró una camioneta después del accidente, dice el chófer que es blindada y que costó una fortuna —murmuró una de ellas.
—De seguro está muy preocupada por lo que le pasó, la señora Romanov se preocupa más por su esposa y su embarazo que mi marido por los cuatro hijos que tenemos —contestó otra.
—Son muy guapas juntas —mencionó otra voz más joven con un tono de emoción.
—Señoras, señoritas —Rosalba interrumpió su conversación de murmullos—. Me parece que olvidan que la señora Ferrara está aquí y no creo que le guste que hablemos sobre ella y su esposa de esa manera.
—No, no. Por favor, no se limiten, es divertido escucharlas —contestó sonriendo mientras daba los últimos toques al almuerzo de Lilith.
—Pero, señora...
—Llámenme Aysel, por favor. Me siento como mi madre si me llaman señora y no es algo que quiera rememorar ahora —dijo alegre colocando los recipientes con la comida almacenada en el interior de una lonchera—. Rosalba, ¿Podría llevar a esto el auto de mi esposa y dejarlo en el asiento del copiloto? Ah, y también ponga esto en la guantera.
Ferrara envolvió un par de cubiertos en una servilleta y escribió en otra un mensaje que le entregó doblado en la mano a su ama de llaves. Rosalba asintió y se dirigió al estacionamiento. Aysel se despidió de su personal amablemente y se dirigió a su habitación a dormir un rato más, se suponía que debía de estar en reposo, pero en realidad no podía quedarse quieta demasiado tiempo.
La puerta del vestidor se hallaba entreabierta y a través de ella se podía apreciar el torso semidesnudo de Lilith, su espalda llena de tatuajes, las cicatrices de misiones pasadas, su pelo húmedo y rizado sobre sus hombros e incluso era perceptible el olor de su perfume. Aysel se detuvo en seco observando esa imagen, preocupada por lo delgada que se veía y pensó que no era mala idea volver a la cocina y preparar una ración doble para ella, pero sus planes no llegarían a cumplirse, pues su teléfono sonó desde el otro extremo de la habitación y se acercó a responderlo sin tomarse el tiempo para mirar en la pantalla el número del remitente.
—¿Hola? —su voz sonó con naturalidad.
—Buenos días, señora Ferrara —ese tono tan conocido, esa respiración tranquila y la forma en que pronunciaba las palabras eran muy familiares—. Qué alegría volver a escucharla después de que no respondiera mis últimas llamadas.
—Usted otra vez, creí que me dejaría en paz después de que le dije que... —respondió la castaña en voz baja para no alertar a Lilith.
—Me parece que le he pedido mucha cooperación de su parte y yo no he hecho prácticamente nada por usted, ni siquiera conoce mi nombre ni porque estoy tan interesada en que sea mi aliada —habló la mujer al otro lado del teléfono—. Es injusto y entiendo que usted no cierra un trato si lo considera desventajoso para los intereses que protege. Así que espero que podamos vernos después de que se recupere de su accidente y la señorita Romanov deje de ocupar su tiempo.
—¿Cómo es que...? —el pánico comenzó a invadir a Aysel.
—La observo, no quiero hacerle daño, por supuesto, pero tiene que saber que no soy la única que la observa y que hay otros que lo hacen con todas las intenciones de hacerle daño a usted y a su familia —señaló la mujer—. Ahora tiene que pensar en el futuro que quiere para el bebé que lleva en su interior, ¿Qué clase de vida quiere darle? Va a necesitar a su madre, la persona que le abrace cuando se sienta mal, cuando necesite un descanso de la vida que nos aplasta y nos tortura para enseñarnos como vivirla. El bebé va a necesitar a su madre que le abrace más veces de las que Leonardo la abrazó a usted.
—Si no quiere hacerme daño, entonces deme una razón para confiar en usted, díganme a qué nombre debo dirigirme cuando me llame. ¿Quién es usted?
Ella soltó una corta risa tras su pregunta, volvió a su estado neutral y Aysel creyó que no respondería su pregunta.
—Soy Francesca Borgia, estoy segura de que escuchó mi nombre alguna vez —reveló ella—. En cuanto al voto de confianza que está esperando... Voy a darle tranquilidad, dejaré de observarla y de llamarla hasta que se recupere, a usted y a toda su familia. Podrá dormir tranquila un tiempo, pero ese tiempo tiene un límite y usted sabrá cuando esté cerca.
La llamada se cortó inmediatamente, el teléfono perdió la línea y aunque Ferrara intentó volver a marcar el número desde el historial de sus llamadas, pero no había respuesta, el número al que llamaba no estaba disponible.
—¿Sucede algo? —habló Lilith con la marca de su monitor activada dirigiéndose hacia Aysel.
Ferrara tomó un respiro y controló los latidos de su corazón. Lilith se acercó tomándola de los hombros para asegurarse de que estaba bien, su perfume llegó hasta sus fosas nasales y su cabeza se adormeció por su fragancia causando que la abrazara ante la necesidad de tenerla cerca.
—¿Segura que estás bien? —cuestionó sin obtener una respuesta inmediata.
—Sí. Estoy bien, solo quería desearte suerte en tu primer día de clases —respondió lo primero que se le ocurrió.
—Técnicamente, el primer día de clases fue hace casi un mes, pero tendré que ponerme al corriente —la pelinegra pudo sentir su sonrisa—. De todas maneras, gracias.
Ferrara se obligó a separarse de ella, retrocedió un par de pasos y la admiró de pies a cabeza. Lilith era hermosa, incluso cuando se arreglaba contra el tiempo para salir corriendo a su primera clase. Aysel la observó reunir sus cosas en la mochila para salir, pero el miedo de que le pasara algo seguía ahí, tan latente como nunca.
—Lilith —pronunció su nombre antes de que cruzara por completo la puerta. La rubia volteó en su dirección—. Cuídate mucho, por favor.
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07 de Marzo de 2022 2:48 pm, Ciudad de México.
Lilith Romanov.
Para el medio día, tenía que memorizar los nombres de una docena de personas que estaban en sus equipos de trabajo, ponerse al corriente con más de diez proyectos individuales cuyas entregas estaban cerca, tenía que aprender lo que los demás ya dominaban y además tenía tarea como para no salir de la casa en dos semanas. Sus pendientes amenazaban con quitarle todas las horas del día disponibles e incluso las horas de sueño nocturnas, pero incluso llena de estrés y preocupada por todo lo que tenía que hacer, se sentía extrañamente feliz por iniciar con su carrera.
Su alegría solo aumentó cuando abrió la lonchera ubicada en el asiento del copiloto de su deportivo que el ama de llaves dejó para que no olvidara llevarla a la universidad. No esperaba que en el interior de los recipientes de plástico sellados, se encontrara una comida completa que no podía ser preparada por alguien que no fuera Aysel.
Claro que el personal de la residencia había recibido instrucciones para preparar sus comidas, pero nadie nunca pudo igualar el sabor a hogar y la presentación impecable de la comida que le preparaba Ferrara. Por más simple que fuera, los alimentos le daban una caricia a su alma y renovaban por completo su energía. Buscó algunas servilletas en la guantera y se encontró con los cubiertos qué necesitaba y una nota escrita en la servilleta con la caligrafía de su esposa en tinta negra.
—Aliméntate bien y cuídate, mi futura arquitecta —leyó en voz alta el mensaje—. Amo a esta mujer.
Sobre sus labios aún sentía ese beso que la regresó a la vida, el contacto que la hizo acariciar el cielo otra vez y que demostró que Ferrara todavía confiaba en ella a pesar de que no hubiera pruebas para respaldar su inocencia. En cierto sentido, que ella confiara aumentaba la presión sobre ella para encontrar respuestas, no quería ser exiliada de nuevo de su vida y pasar los siguientes años lejos de su hija y de su esposa, quería aferrarse a la familia que siempre había querido con la persona que ama.
Alguien tocó el cristal polarizado de su auto mientras divagaba en su futuro, en los esfuerzos qué haría para buscar una respuesta a todo su predicamento. A través de su venta vio a su profesor, un hombre obeso de unos 50 años con un aspecto descuidado. Sin muchos ánimos, bajó el cristal de su auto y el hombre sonrió.
—Señorita Romanov —pronunció su nombre alegre por verla de nuevo en un lugar que fuera su clase—. Me preguntaba quién podría tener un auto así en el campus de una universidad pública y me llevo la grata sorpresa de que es usted. Aparte de ser bonita, parece tener un buen gusto en autos.
—¿Qué lo trae por aquí, profesor? —Lilith no quería perder el tiempo en conversaciones triviales.
—Tus compañeros me dijeron que tienes un tiempo de retraso y tienes que ponerte al corriente con muchos temas —su tono de voz cambió—. ¿Sabes? Yo soy un excelente conocedor de todos los temas, tengo mucha experiencia y tal vez te gustaría tomar asesorías privadas en mi casa después de las clases, podría ayudarte y enseñarte tantas cosas si tú me enseñas algunas también.
—Agradezco la oferta, pero voy a estar bien yo sola. No me gustaría ocupar su tiempo, debe de estar muy ocupado —Lilith se sentía incómoda hablando con él.
—Para usted nunca. Puede ocupar mi tiempo siempre que quiera, yo estaría encantado de pasar un tiempo a solas con usted —dijo con una mirada lasciva observándola—. Claro, si es que a su esposo no le molesta.
—Esposa —corrigió asqueada por el comportamiento del hombre—. Y sí, le molesta que tarde en llegar a casa. ¿Ya le dije lo hermosa que es y lo feliz que soy con ella? Disculpe que no me quede más tiempo a conversar, profesor, pero tengo tarea qué hacer y una esposa esperándome en casa.
Le importó poco que el sujeto estuviera recargado sobre el techo, encendió el motor y avanzó sin preocuparse por que casi se cayera al suelo. Iba a ser un largo semestre y esperaba que ese profesor no le diera más problemas de los que ya tenía.
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09 de Marzo de 2022 2:37 am, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
(Recuerdo de Aysel)
Llanto, un llanto débil y reprimido, llamó su atención al pasar por la oficina de su padre. Las clases habían terminado con toda su moral durante el día, la mano le dolía de tanto escribir y sus ojos se estaban cerrando cada vez más con cada minuto. Aysel desprendía de dosis de cafeína para mantenerse despierta y hacer los ejercicios del último tema que esperaban a su regreso en el escritorio de su habitación, pero el llanto de su padre desde el interior de su oficina había llamado su atención.
No era nuevo que él se encerrara en ese lugar después de tener una discusión con su madre, acababa con la reserva del alcohol disponible y de vez en cuando con algunos decorativos frágiles de la habitación, pero todo eso era mejor que hacerlo enfadar más y recibir una bofetada de su parte que dolería incluso la mañana siguiente, pero jamás dejaría una marca que su madre pudiera reconocer en Marco o en ella.
A veces el olor a alcohol se le impregnaba en la barba y era imposible no notarlo con tan solo estar a unos pasos de él, aunque la casa fuera lo suficientemente grande para alejarlos, los caminos volvían a cruzarse y Aysel prefería bajar la mirada para no mirar al hombre, al desprecio en sus ojos, al "nunca serás suficiente" que la sometía a una percusión sin sentido dónde la perfección era el ideal, lo inexistente era el mínimo y ser ella era una desgracia.
Casi nunca oía llorar a su padre y jamás le había visto llorar, era de los hombres de antaño qué creía que la debilidad era el peor de los males y llorar, un síntoma que todos los que aspiraban a ser considerados "verdaderos" hombres debían evitar a toda costa. Sin embargo, la naturaleza de ella era preocuparse por aquellos a los que quería, aunque ellos no la quisieran de vuelta.
Empujó la puerta lentamente, desvelando la imagen de un hombre acabado sobre su escritorio, con su mano engarrotada sobre un vaso de alcohol fuerte, una botella medio vacía en el suelo y una fotografía medio quemada en la otra mano. Su rostro se dirigía a esa imagen, aunque sus ojos no estuviesen abiertos para contemplarla, una mujer joven, con un rostro hermoso y una sonrisa tan deslumbrante qué solo podía ser causa de la plenitud pura de su juventud. ¿Por qué su padre observaría aquella foto? Se preguntó observándola de cerca, leyendo en el borde inferior izquierdo una inicial y un apellido F. Borgia.
Leonardo despertó abruptamente, la miró con la fotografía en las manos y se la arrebató rápidamente. Los vasos de cristal cayeron al suelo al igual que una de las botellas de licor de la cantina y su rostro recibió una bofetada. Su mejilla ardía y aún podía sentir la mano de su padre sobre su piel, lastimándola a pesar de que él había retrocedido unos pasos, tropezando torpemente con las cosas que el mismo tiró.
—No le digas a tu madre —dijo limpiándose los labios con el dorso de su camisa—. O te cerraré la boca yo mismo.
Despertó con la sensación de todavía tener el impacto de su bofetada en la mejilla, sintiéndose tan Indefensa como la joven de 17 años a la que golpeó en esa ocasión, tratando de ocultar, algo que Aysel no recordó hasta ese día al no poder sacarse de la mente ese maldito apellido.
—Borgia —repitió en voz baja con sus latidos alterados a punto de cruzar la línea en que la alarma de Lilith se detonaría.
Quitó el monitor de su mano lo más rápido que pudo y normalizó su respiración mientras buscaba a ciegas su celular en el cajón del mueble junto a su cama. La luz del aparato lastimó su vista acostumbrada a la oscuridad y todavía nublada por el sueño, pero eso no impidió que tecleara en la pantalla de marcación el número de la única persona viva que podía darle una respuesta.
(Conversación en italiano)
—Aysel —Franco pronunció su nombre con la voz dormida. Probablemente habría perturbado su sueño como la pesadilla perturbó su propio descanso—. Es tarde para una llamada. ¿Qué sucede?
—Lo sé. Perdón, tío. Pero necesito que me respondas una pregunta —habló tan rápido que ni ella misma se entendió—. Es sobre mi padre, el pasado de mi padre.
—¿No puede esperar hasta mañana? —preguntó él fastidiado por su insistencia.
—Es muy importante tío, por favor —suplicó.
—Dime, te escucho.
—¿Qué es lo que sabes de una mujer llamada Francesca Borgia? ¿Qué relación tenía con mi padre? —preguntó directamente.
—Borgia, hace mucho que no escuchaba ese apellido —dijo con más interés.
—¿Por qué lo dices? —cuestionó ella.
—Porque toda esa familia murió en la explosión de una bomba hace años. Dicen que fue la mafia quien los asesinó, pero la policía italiana jamás pudo aclarar el caso.
—Dijiste ¿todos?
—Sí. Todos, la madre, el padre, el hijo menor de 8 años y la joven de no más de 20 años. Ella era la novia de tu padre en ese entonces, su muerte lo devastó y poco después se fue a México. ¿Por qué me estás preguntando esto, Aysel? —habló Franco.
No tenía motivos para creer en la mujer que había hablado por teléfono con ella, tal vez había utilizado ese nombre para remover su pasado, pero ella sabía demasiado, conocía los hábitos de su padre y en especial, los conocía a ellos, como siempre los hubiera estado observando. Ella sabía detalles que nadie más. Aterrada, cortó la llamada y apagó su teléfono tratando de controlar el miedo que se apoderaba de ella. Un fantasma no le hubiera hecho eso, una persona real sí una qué estaba sedienta de venganza.
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09 de Marzo de 2022 4:28 am, Ciudad de México.
Lilith Romanov.
La contractura en su espalda empezó a molestarla de nuevo después de que se quedara en la misma posición por horas preparando su ensayo para el día siguiente, tres investigaciones y un intento de maqueta en miniatura que no terminaba de agradarle del todo. Ya no sentía su trasero y mucho menos el resto de su cuerpo entumecido y cansado por las horas que llevaba haciendo sus tareas. No se permitió el lujo de descansar hasta que terminara todo, por más tentadora que fuera la idea de tomar una siesta con su esposa después de la comida o incluso ver una película en la sala de proyección.
Su cuerpo se dirigió en automático hacia la habitación principal, añorando dormir en la cómoda cama cerca de su esposa durante las dos horas qué le quedaban de sueño, antes de tener que levantarse nuevamente para regresar a clases y ocuparse el resto del día otra vez con tarea hasta que pudiera nivelarse con sus compañeros.
Sin embargo, al entrar al cuarto no esperaba ver a su esposa usando una de sus sudaderas mientras abrazaba su almohada, como si su vida dependiera de ello.
—Hay cosas que nunca cambian —susurró con una débil sonrisa en los labios, procediendo a recostarse junto a ella utilizando otra almohada del supuesto muro de almohadas qué Ferrara cruzaba sin darse cuenta—. Descansa, mi amor.
Romanov cerró los ojos, pero cuando estaba a punto de quedarse dormida, Ferrara se removió incómoda y soltó un ligero quejido que la alarmó. La pelinegra seguía dormida, pero en su rostro se notaba la incomodidad en su vientre.
—Shhh, Lunnyy luchik. Deja dormir a tu mamá, ella también está cansada —pronunció acariciando su vientre aproximándose a él.
La bebé respondió con un leve golpecito apenas perceptible por el tacto de Lilith.
—Probablemente soy una extraña para ti, pero también soy tu madre. Perdona por no haber estado con ustedes los primeros meses. No sabía que existías hasta hace poco, pero quiero que sepas que siempre te deseé. Ahora no puedo dejar de pensar en tenerte entre mis brazos y adormecerte hasta que concilies el sueño. Te prometo que voy a estar ahí siempre para cuidarte, voy a estar para escuchar tu primera palabra, para ayudarte a caminar, guardaré todos los dibujos que hagas y te veré crecer junto a tu mami.
Alzó la mirada para observar el rostro pacífico de Ferrara dormida.
—Aunque te parezcas a mí, ojalá también seas como ella. Con una perseverancia que te lleve a los confines del universo, con esa bondad inagotable. Ojalá seas tan apasionada como ella, divertida, inteligente y empática, la persona que cuando te ama sientes que nada más existe —sonrió—. Tu mamá es increíble, ella es el amor de mi vida y estoy segura de que tú también amarás conocerla.
Acercó su rostro al vientre y con sus labios temblorosos dejó un beso, cálido y cariñoso, para que la bebé pudiera sentirlo.
—Tienes que crecer fuerte y no darle demasiados problemas a tu mami, ella se esfuerza todos los días por cuidarte y yo me esfuerzo todo el tiempo para cuidarla a ella. La verdad, tengo un secreto y te lo contaré, pero será algo entre nosotros, algo entre madre e hija que no le podrás decir, ¿de acuerdo? —pronunció embelesada por creer que la escuchaba—. Yo me enamoré de ella desde el momento en que entró a mi estudio, por primera vez y por tonto que fuera, pensé en mi vida junto a esa desconocida de ojos bonitos. Era tan linda y cuando sonreía por lo nerviosa qué estaba, lo era todavía más. Me veía casada con ella, teniendo una familia y viendo crecer a nuestros hijos mientras envejecíamos, ¿es tonto, verdad? Pero ahora que lo pienso, lo único que quería en mi vida era a alguien como ella. Tú y tu mamá, son mi familia, el único hogar qué conozco y del que no me quiero ir nunca. Voy a amarlas a las dos, con todo mi corazón y el resto de mi vida.
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