Capítulo 28: Recuento de Daños
No todo está perdido. (4/4)
01 de Marzo de 2022 2:30 am, Ciudad de México.
Lilith Romanov.
Desde el momento en que Rosalba le mostró su habitación, no había logrado descansar en su interior y no porque le pareciera incómoda, más bien porque no podía quitar la vista de la puerta que comunicaba con el hasta ahora desconocido cuarto de la bebé que estaba cerrado. Esa misma puerta era la conexión al cuarto de Ferrara, que suponía que tenía una puerta idéntica en sus aposentos como acceso, era un punto medio entre su mundo y el suyo, el punto medio dónde habían pactado paz.
Lilith dio vueltas en la cama un par de horas al no poder conciliar el sueño. El entorno era oscuro, azul y terriblemente solitario. Aunque Ferrara ya no se encontrara a miles de kilómetros de ella, el precipicio en el que se había convertido su relación comenzaba a volverse imposible de cruzar.
Extrañaba esa parte suya que conversaba con ella durante la cena, le sonría y la besaba cada vez que le nacía, sin importar la presencia o ausencia de motivos para sus acciones. Extrañaba su mirada ilusionada, cariñosa y perversa que la desnudaba en segundos y la amaba a gritos.
Temía que la mujer que se había arrodillado frente a ella una vez en la vida, se hubiera perdido entre el tiempo y la traición, envuelta en la desesperación que jamás quiso causarle y en la pena que había prometido no provocarle. Ahora que sabía lo que Aysel iba a decirle aquella mañana en Moscú, Lilith se sentía peor al recordar su rostro destrozado y la manera en que huyó de ella, escapando de la realidad que ninguna de las dos entendía, Aysel porque era incapaz de aceptar que el amor de su vida la traicionó y Lilith porque no recordaba absolutamente nada de esa noche.
Después de su primera discusión y el encuentro con Dasha en su puerta, Romanov ingresó a su departamento y volvió a lavarse por completo, sintiendo que el agua no lavaba las huellas de su deslealtad y al mismo tiempo nadie podía borrar la huella innegable qué Ferrara dejó en ella. Sus caricias estaban grabadas en su espalda, en los surcos de tinta y porcelana que tantas veces recorrió en incontables ocasiones, estaba presente en sus labios, cuya fortuna fue grande al ser los primeros en conseguir la exclusividad de nunca haber sido rechazados por ella.
Escuchó el agudo sonido de una voz perturbando el imperante silencio y posterior a un llanto silencioso como sollozos indiscretos provenientes de la otra habitación. Romanov se sentó sobre la cama para asegurarse de que había escuchado el sonido y no era producto de su imaginación. Desconcertada, calló hasta el propio sonido de su respiración para volver a apreciar la mezcla de lamentos y sollozos en medio de la noche que la conducían hacia la habitación contigua donde se encontraba Aysel.
La rubia se levantó de la cama rápidamente y sin pensarlo intentó abrir la puerta que conectaba su cuarto con el de la bebé y el de Aysel, sin tener éxito. Se dirigió hacia el pasillo para llegar hasta la entrada de la otra recámara directamente. Sus pasos fueron certeros y los miedos de que algo le hubiera pasado a su esposa acribillaban su calma, pero cuando estaba a punto de tomar el pomo de la puerta y girarlo, Nerea la detuvo.
—No entres —la detuvo desde la oscuridad—. Tú eres la última persona en el mundo que necesita en estos momentos.
—Tengo que asegurarme de que está bien, gritó y al parecer está llorando, algo pudo haberle pasado —argumentó Lilith rodeando con su mano el pomo de la puerta.
—Grita y llora en sus sueños porque no es capaz de hacerlo despierta —contestó Nerea con toda seguridad—. Permanece inmutable mientras el sol está en el cielo, pero cuando este se oculta, ella también lo hace dentro de esas cuatro paredes y se permite ser tan vulnerable como quiera y no deja que nadie de nosotros se acerque.
—¿Desde cuándo hace eso? —preguntó Lilith inerte a la expectativa de una explicación, una marca de tiempo que le ayudara a guiarse en la nube de confusión por la que estaba atravesando.
—Desde el día en que rompiste su corazón —acusó como si fuera juez de sus actos. Los ojos de Lilith se oscurecieron y no tuvo el valor para girar el pomo de la puerta y adentrarse a pesar de su preocupación, sin embargo, se negaba a soltarlo—. No tengo la menor idea de porque Aysel aceptó este absurdo trato de tenerte cerca, pero por lo menos así sabrás lo qué hiciste. No tienes idea de cuánto deseé que jamás te hubiera conocido cuando tuve que pasar madrugadas enteras con ella llorando mientras lidiaba con las náuseas del embarazo, cuando era incapaz de salir de la cama porque se sentía tan deprimida que apenas comía y cuando lloraba por horas por alguien que no lo merecía. Espero que sufras todo lo que la hiciste sufrir, porque si la vida no te cobra sus penas, yo lo haré en su lugar.
Nerea se marchó hacia su habitación, perdiéndose en la oscuridad, mientras Lilith se quedaba ahí, como un perrito abandonado en la puerta de su amo, sin hacer ruido, sin llamar a la puerta. Quitó lentamente su mano del pomo y se recargó en ella, deslizándose hasta quedar sentada en el suelo, liberando sus propias lágrimas mientras escuchaba las de su mujer al otro lado.
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01 de Marzo de 2022 8:00 am, Ciudad de México.
Lilith Romanov.
La hinchazón en los ojos de su esposa era tan evidente como el poco apetito qué tenía aquella mañana. Entró al comedor y se sentó en la mesa ante la mirada impresionada de sus hermanos, quienes habían estado murmurando en voz baja sobre la presencia de Lilith aquella mañana. Aysel no saludó ni cruzó miradas con nadie, simplemente echó la silla para atrás y se sentó en la otra cabecera de la mesa. El personal se acercó a servirle café y a proporcionarle los primeros platos del desayuno, pero Ferrara miró sin emoción su plato y apenas fue capaz de llevar un par de bocados a su boca cuando Marco la interrumpió.
—Qué sorpresa que nos acompañes hoy, usualmente ni siquiera te preocupas por comer con nosotros y lo haces sola en tu cuarto —habló Marco y dirigió una mirada hacia Lilith qué la rubia no supo cómo interpretar—. Espero que este cambio no tenga que ver con nuestra invitada.
—Estás tomando consideraciones con alguien que nos las merece, Aysel —añadió Nerea disfrutando de su desayuno.
Lilith se sintió indeseada en la mesa y el apetito la abandonó a pesar de la buena comida que servían en la casa. Limpió sus labios con la servilleta, notoriamente incómoda, decidiendo si era mejor retirarse de la mesa o quedarse hasta que todo el asunto terminara.
—Nerea tiene razón, no me parece correcto que te obligues a hacer cosas que no quieres solo por cortesía —apoyó el mayor.
—¿Podrían cerrar la boca un momento, por favor? —respondió Ferrara irritada, con su severa expresión recayendo sobre sus hermanos—. No es de buena educación molestar a nuestra invitada.
—Yo puedo retirarme si les molesta que... —Lilith ofreció poniéndose de pie.
—No. A mí no me molesta —respondió Ferrara en un tono menos cargado de ira—. Y a ellos tampoco debería, ya que, por si no lo recuerdan, viven en mi casa y están bajo mis reglas. Así que por favor, Lilith, vuelve a sentarte.
Romanov retornó dudosa a su asiento, testigo de los rostros desencajados de sus cuñados que no apartaban su atención de Aysel. Nadie dijo nada más, únicamente comieron en silencio sin conversar, Nerea terminó pronto y fue la primera en retirarse de la mesa, no sin antes dar una última puñalada.
—Me gustaría continuar con este encantador encuentro, pero no soporto ver como mi hermana acepta ser una cuernuda y se sienta a la mesa con quien le vio la cara —soltó venenosamente antes de dejar la habitación.
La menor no escuchó a su hermana llamándola para que pidiera disculpas por lo insultante y asquerosamente hiriente qué había sido. Marco observó a su hermana por última vez y siguió el camino de Nerea.
—Me disculpo por eso —habló Ferrara en voz baja cuando se quedaron a solas.
—Descuida, entiendo que esto esté pasando, después de todo es mi culpa —contestó Lilith con la vista fija en su plato de fruta fresca y el cubierto en su diestra.
La pelinegra la miró expectante por unos segundos y luego retomó su tarea de comer en silencio hasta que el reloj marcó en su totalidad una hora y sé marchó para asistir a una junta de trabajo rechazando cualquier ofrecimiento de Lilith por acompañarla y llevarla hasta donde fuera qué tuviera que ir. En su lugar, Romanov se retiró abatida a su nueva habitación, un cuarto de colores sencillos, el cual podría decorar a su gusto por indicaciones de Aysel, pero no poseía la energía mínima siquiera para hacer planes.
Al cabo de unos minutos, Rosalba apareció en su puerta con un pequeño refrigerio para ella, el cual dejó sobre la cómoda de un mueble al adentrarse a la habitación.
—No desayunó bien, señora. Aysel me pidió que le trajera esto por si tenía hambre —dijo Rosalba, pero eso apenas pudo levantar su ánimo.
El postre, una pequeña tarta en forma circular, poseía frutos rojos y un glaseado dulce apetitoso que llamó su atención. Las fresas predominaban en los ingredientes y el sabor era idéntico a la receta especial de Aysel.
—Gracias, Rosalba —dijo más animada—. Por favor, agradécele a mi esposa por el postre.
—¿Por qué no se lo dice usted? Es su esposa, supongo que prefiere escucharlo directamente de usted —respondió la señora contrariada.
—Creo que Aysel prefiere que no diga nada por ahora —respondió con un tono apagado—. Ya tiene suficiente con que esté aquí y que sus hermanos le hagan la vida imposible por eso mismo.
—¿Cómo? ¿Ustedes dos no se llevan bien? —cuestionó Rosalba, genuinamente confundida—. Entiendo que hayan pasado un tiempo separadas, pero la señora Ferrara ha hablado mucho sobre usted con todos. Creí que estaba en un viaje o algo por lo parecido y la llamaba regularmente, ya que ella recibe muchas llamadas del extranjero qué no son sus socios.
La última parte llamó la atención de Lilith, pero la sorpresa de la señora al descubrir que su matrimonio era diferente a como creía que era opacó su curiosidad.
—Aysel se volvió distante después de que... me encontró en la cama con otra —confesó apenada—. Yo jamás la engañaría, francamente no recuerdo absolutamente nada de esa noche, solo sé que peleamos en la mañana, no hablamos en todo el día y luego perdí conciencia de lo que pasó por el alcohol hasta que desperté a la mañana siguiente y me encontré con ella. Estoy segura de que no hice nada, pero no tengo manera de demostrárselo y ella no me creerá de otra forma si no es con evidencia que le enseñe que lo que vio no fue verdad. No la culpo por huir de mí sin explicarme qué pasaba. Cuando volví a verla hasta hace un par de días, me dijo que estábamos esperando una hija y que el procedimiento que intentamos antes de casarnos sí resultó efectivo. Ahora no sé si me odia, se preocupa por mí o solo es cortesía para hacer esto más llevadero por nuestra hija.
—No soy quién para decir esto, señora. Pero por lo poco que conozco a Aysel, sé que se preocupa por usted y la aprecia bastante, de otro modo no se hubiera sentado a la mesa a desayunar hoy y no la hubiera defendido del joven Marco y la señorita Nerea —dijo ella con un tono comprensivo y maternal qué reavivó el espíritu de Lilith—. Tal vez la señora Ferrara necesita tiempo y recordar los momentos por los que se enamoró de usted y obviamente se casó. He visto algunos recuerdos suyos entre sus cosas y le puedo asegurar que no he visto una pareja más afine. Tómelo con calma, estoy segura de que la señora todavía la quiere.
Las palabras del ama de llaves resultaron como un abrazo al corazón de la chica. La esperanza volvía a tener sentido y la energía inundó su cuerpo poco a poco. Rosalba tenía razón, Aysel se había impuesto sobre sus hermanos para defenderla y se esforzaba por convivir con ella a pesar de que no había sido su deseo inicial, así que Romanov también tenía que poner de su parte y resistir los golpes como vinieran, ya fueran el desprecio de sus cuñados, el de su suegra o el de la Aysel misma.
—Tal vez le gustaría ver una película en la sala de cine. Nadie va a estar en casa hasta en la tarde, así que puede estar tranquila —ofreció Rosalba.
—Gracias por todo, de verdad lo aprecio —contestó amablemente y la mujer le sonrió en respuesta.
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01 de Marzo de 2022 4:56 pm, Ciudad de México.
Lilith Romanov.
Siguió la sugerencia de Rosalba y tomó un rato para dirigirse hacia la sala de cine con la que estaba equipada la casa. Los muros estaban recubiertos de un material que minimizaba los sonidos al exterior, un equipo de audio de alta definición y una pantalla tan grande como la pared misma que daba hacia los asientos amplios reclinables con portavasos y una pequeña mesa adaptable qué podía instalarse fácilmente.
En la zona cercana a la puerta, una pequeña cocina equipada con el refrigerador repleto de bebidas y alacenas con frituras saladas, dulces, palomitas y otros alimentos estaba por completo a su disposición, pero Lilith no tenía tanto apetito, así que simplemente tomó una bebida energética del refrigerador y se dirigió hacia el centro de control desde donde se proyectaban las películas.
Lo encendió guiándose únicamente por la intuición y notó que había una USB conectada al equipo sin ningún tipo de etiqueta y mucho menos con algún nombre. La pantalla mostró en automático la carpeta abierta de la USB y unos cuantos videos y fotos dentro de la carpeta, los cuales llamaron su atención. La portada del video estaba oscura, por lo que no se lograba apreciar de qué se trataba a menos que lo reprodujera, lo cual hizo al cabo de unos segundos motivada por la genuina curiosidad de saber qué era aquello.
Tomó uno de los controles de mando y su bebida mientras el video mostraba los primeros planos en la pantalla. Las luces se apagaron en automático y Lilith tomó asiento en el sillón individual central de la sala de cine, el respaldo se acopló a su espalda y se enfocó en la pantalla.
Los primeros planos mostraban imágenes borrosas y sonidos difusos que se volvieron más claros con el paso de los segundos. La cámara enfocó el tocador de una habitación y de fondo se escuchaban las voces de Aysel, Carina y Julio riendo mientras bromeaban entre ellos.
—Entonces, ¿por fin te amarraron o tú la amarraste a ella? —preguntó Julio, quien sostenía la cámara torpemente enfocando a Aysel.
Ferrara era atendida por las estilistas, quienes se encargaban de su cabello y de los detalles de su vestido de novia para que luciera perfecta.
—Estoy segura de que hicieron más que amarrarla —bromeó Carina con una mirada pícara dirigida a su mejor amiga.
—Ya, cálmense. ¿No pueden estar tranquilos ni siquiera el día de mi boda? —preguntó sonriendo Ferrara a través del espejo.
Las estilistas terminaron de arreglar su pelo y Julio la invitó a ponerse de pie con un gesto silencioso, ofreciéndole su mano como un caballero para que se apoyara. Por sugerencia de Carina, Aysel dio una vuelta frente al espejo, su vestido giró con la misma gracia de su cuerpo y Lilith no pudo negar que jamás la había visto más hermosa.
—Espera, déjame grabarte un poco más. No sé si mañana vayas a poder caminar después de tu noche de bodas —comentó San Agustín riendo.
—Damas y caballeros, la futura señora Romanov —dijo Carina imitando la voz de una presentadora de espectáculos.
La pantalla volvió a oscurecerse y mostró un escenario diferente. Una noche estrellada con decoraciones rústicas y luz tenuemente amarillenta, rodeándolas producto de las lámparas de decoración y de aquellas que se encontraban en las mesas de los invitados. La música comenzó a sonar y con ella, su primer baile como esposas. Todo era exactamente como Lilith lo recordaba, con su mano en la cintura de su esposa y su izquierda entrelazada con la de ella, con sus anillos brillando bajo las luces y las estrellas.
Sus labios le rozaron la mejilla cuando se acercó a su oído para pronunciar nuevamente los votos que le había dicho en el altar, pero de una forma más privada, más íntima y emocional, que corrompió todo lo existente y lo volvió hermoso.
Su mirada se nubló por las lágrimas acumuladas en los ojos y se formó un amargo nudo en la garganta qué le dificultó el habla. Apartó la vista unos segundos mirando a su lado, encontrándose con una presencia silenciosamente sigilosa junto a ella.
Aysel estaba ahí, con la vista fija en la pantalla y tan solo a unos centímetros de distancia, observando lo mismo que ella, un momento que jamás podría igualarse ni compararse con ningún otro, pero a diferencia de Lilith, la pelinegra no se había contenido y un par de lágrimas humedecieron sus mejillas.
—A veces me gustaría volver a ese momento —soltó con la voz quebrada—. Cuando lo único que me preocupaba era vivir lo suficiente para hacerte feliz.
—Aysel —su nombre sonó tremendamente doloroso en sus labios. Observó su mano sobre el borde del sillón y temerosamente se acercó a ella, colocando la suya sobre la de ella.
Ferrara observó el conjunto de sus anillos en el dedo anular de su mano izquierda y se quedó prendida de ellos, tal vez pensando en su significado, los momentos que estaban fundidos con ellos o tal vez lamentándose por su elección.
—¿Te arrepientes? —cuestionó Lilith con la voz débil, prácticamente rota.
—Si tuviera que volver al pasado y borrar toda la felicidad para evitarme esta pena, no podría hacerlo, así de estúpidamente masoquista soy —pronunció entre sollozos—. El problema es que no me arrepiento y eso me va a torturar el resto de mi vida.
Deslizó su mano apartándose del tacto de Lilith. Se puso de pie y a pasos rápidos abandonó la habitación. La rubia se quedó ahí, sin poder moverse, no hacer nada más que llorar, observando la palma de su mano y la sensación desvaneciéndose de haberla tocado.
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01 de Marzo de 2022 8:15 pm, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Marco y Nerea se habían negado a compartir la cena con ella después de su desplante de la mañana, pero Aysel no esperaba a ninguno de los dos, simplemente pensaba en la presencia de una sola persona aquella noche, pero ella tampoco llegó. Lilith se encerró en su cuarto poco después de que se encontraran en la sala de cine y no había salido para absolutamente nada, ni siquiera a comer, así que Ferrara conservaba la vaga esperanza de que el apetito la motivara a acompañarla. Sin embargo, no había pista alguna de que alguien fuese a llegar.
Los platos estaban alineados a los lugares que ocuparían junto con los cubiertos a la misma altura y la comida lista esperando en la cocina para ser servida, pero los asientos de los residentes se encontraban desiertos y Aysel era la única sentada en el comedor, a la cabecera de la mesa con un vaso de agua a la mitad y ningún alimento en su plato, pues prefería esperar a quien fuera para no cenar sola.
—Puedo ir a informarles nuevamente si gusta, señora —dijo Rosalba en voz baja esperando sus instrucciones—. Los cocineros mantuvieron la comida caliente y solo estamos esperando sus indicaciones.
La pelinegra miró el reloj de su muñeca, la marcha de las manecillas acabó con la esperanza todavía vigente en ella, la certeza de que no los vería hasta el día siguiente comenzó a tomar fuerza. Suspiró profundamente mirando el lugar vacío de Lilith y luego observó a Rosalba.
—Dígale al personal que puede retirarse a descansar —pidió.
—Pero señora, nuestro turno no termina hasta dentro de una hora —objetó Rosalba.
—Está bien por hoy, pueden retirarse a descansar. Seguramente sus familias también los están esperando —dijo entrelazando sus manos frente a su rostro. La ama de llaves se disponía a comunicar su orden cuando Ferrara volteó a mirarla y le hizo una pregunta antes de que se fuera—. ¿Usted ya cenó?
—No, señora. Lo hago después de terminar mi turno —aclaró.
—Entonces le pido por favor que me acompañe.
Ferrara se levantó de la mesa y sirvió ella misma la cena sin permitir que la mujer le ayudara a pesar de sus continuas insistencias. Al cabo de una hora, las dos se encontraban degustando de un té caliente y un pan dulce como parte final de la cena. En ese tiempo, Aysel había mantenido una conversación fluida con Rosalba, principalmente sobre la familia de esta y la historia de cómo había llegado a la Ciudad de México de joven para trabajar y darle una mejor vida a sus hijos. En realidad, la pelinegra tenía más en común con ella de lo que pensaba, ambas tenían gustos culinarios similares y una facilidad para la repostería que parecía nata.
—¿Puedo preguntarle algo? —cuestionó Aysel antes de beber su último trago de café.
—Adelante, con confianza —dijo su acompañante alegre.
—¿Cree que es posible sentir que necesita a alguien y al mismo tiempo sentir que no le quieres cerca? —lanzó la pregunta al aire profundizando su conversación.
—¿Es así cómo se siente? —habló directamente y luego se dio cuenta de lo imprudente que fue—. Disculpe por ser tan...
—No, no. Descuide, agradecería que me hablara con sinceridad y no se reprima en lo absoluto —contestó Ferrara con un tono comprensivo.
—Sinceramente, señora, jamás he estado en una situación como la suya y probablemente no soy la mejor persona para hablar de esto, pero si veo que está en el fuego cruzado de dos bandos, por un lado, está el deseo de estar junto a alguien que quiso y por el otro está el motivo por el cual se separó de esa persona. Supongo que es un dilema difícil de llevar.
—Cómo no tiene idea, Rosalba —soltó Aysel con la voz airada, frustrada por eso encontrarse exactamente en el punto descrito—. Encontrar una solución, una respuesta competente para esto es como encontrar una aguja en un pajar. Todo se confunde, y se vuelve complicado hasta llegar al punto de la frustración. No sé qué debería hacer.
—Tal vez la respuesta que quiere encontrar está en los mismos motivos que ocasionan el conflicto. Evidentemente, hay una razón por la que debe alejarse, pero hay una o muchas otras por las que a conciencia o sin conciencia quiere estar cerca de esa persona. Solo debe de poner el peso de ambos en una balanza y darse cuenta hacia dónde se inclina más, así podrá tomar una decisión —aconsejó.
—No es tan sencillo como parece —se quejó—. Porque no depende enteramente de mí.
—Entiendo. Pero, si estoy en lo correcto al presentir de quién hablamos, tiene una oportunidad de descubrirlo, permitirse saber que es lo que en verdad quiere y dar peso a sus decisiones —añadió—. Está bajo su mismo techo, solo tiene que avanzar un paso hacia ella.
No podía negar la potencia de sus argumentos. Así que cuando se retiró para dirigirse a su habitación, se detuvo frente a la puerta de la recámara principal y levantó la mano para golpear la superficie y pedirle hablar, sin embargo, cuando sus nudillos estaban por hacer contacto, se detuvo en seco ante el sonido de su llanto y de las incoherencias qué decía con idiomas mezclados. Su pecho experimentó un piquete profundo qué lo hirió y ella llevó su mano a su pecho en busca de calmar el dolor.
No fue capaz de llamar a la puerta y en su lugar, retrocedió un par de pasos y retomó su camino hacia su propia habitación. La culpa empezó a cobrarle factura.
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02 de Marzo de 2022 7:25 am, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Despertó otro día en la amplia y solitaria cama, se odiaba por seguir esperando sentir el calor de Lilith por las mañanas a pesar de que ya hubieran transcurrido meses desde que durmieron juntas. La sensación de vacío se volvía más llevadera tras una ducha, pero jamás podía referirse a ella como superable en ningún momento del día.
Salió envuelta en una toalla del baño para dirigirse al vestidor, un cuarto entero con varios compartimentos, closets y cajoneras con contenidos diversos, la mayoría de ellos vacíos y los que estaban ocupados tenían prendas de Lilith que se habían quedado en su equipaje cuando se separaron. Esas prendas, todavía poseían su esencia impregnada en la tela, no se trataban de fragancias artificiales como las de los diversos perfumes que solía usar, más bien, el olor de su piel misma, una mezcla dulce, suave y tenue bajo el que se quedaba dormida por la tranquilidad que le transmitía.
Terminó de vestirse en unos minutos sin apartar la mirada de la ropa de Lilith, escogió un calzado cómodo acorde con su atuendo holgado para evitar la incomodidad durante el día. Su closet se modernizó de los trajes y prendas entalladas a opciones holgadas y cómodas de colores básicos que le permitieran verse atemporal y casual a la vez. Acomodó su pelo húmedo frente al espejo, notando las raíces castañas que comenzaban a ser visibles desde su último retoque de tinte.
Su teléfono sonó justo a tiempo y contestó la llamada sin siquiera verificar el contacto, pues sabía perfectamente de qué se trataba de su asistente personal, la que se encargaba de programar sus reuniones, informarle de los eventos de su agenda y proporcionarle los contactos de empleados, gerentes e inversionistas de ROMEL Group. García, su antigua asistente, volvió a trabajar con ella después de que constituyera la empresa y tuviera la necesidad de que alguien más se encargara de los asuntos de los que ella no podía debido a su embarazo.
No acudía a las juntas a menos que fuera estrictamente necesario, no podía viajar para vigilar personalmente el progreso de sus negocios en el extranjero y las citas con posibles inversionistas estaban fuera de discusión si empataban con sus citas de control con el ginecólogo. Se obligó a enfrentarlo sola, con la menor ayuda posible, para no tener que depender de nadie y no sentir que el alma se le partía en dos cuando las personas que decían estar ahí para ella se fueran tal y como lo había sentido con Lilith.
Abordó su auto bajo la impresión de su chofer, quien creyó que él conduciría, pero en su lugar, Aysel subió el asiento del vehículo y arrancó cuando le abrieron las puertas de la casa. Pisó el acelerador y no volteó atrás durante algunos minutos en los que se abría paso entre el escaso tránsito de la zona siguiendo su memoria en lugar del GPS instalado en el interior del auto. Simplemente, tenía ese impulso irracional de huir a donde fuera y tomar un respiro entre perfectos desconocidos que no susurraban sobre sus emociones y la veían con preocupación, preguntándose cuanto tiempo tardaría en derrumbarse nuevamente.
No le agradaba la lástima de las personas y despreciaba aún más la sensación que no abandonó su cuerpo desde que Lilith la tocó. El contacto de su mano con su anillo de bodas erizó su piel y trajo de vuelta la sensibilidad que había perdido, fue como la vuelta a la vida y con ella el regreso al indiscutible sufrimiento que se empeñó en negar.
Apretó el volante en sus manos cuando la desesperación comenzó a invadirla. Con su diestra, tomó la cadena de la que colgaban sus anillos y la rompió de un tirón, conservando en su mano, el par de anillos, uno de compromiso y uno de bodas, ambos con el nombre de Lilith grabado en el interior, como un recordatorio de a quien había elegido amar el resto de su vida. Se colocó los anillos en el dedo anular de la mano izquierda y quedó prendada de ellos, de cómo habían sido hechos para que ella los usara, eran la materialización de la promesa que la sobrepasaba.
Perdió la atención del tránsito delante de ella, más específicamente de un camión que salió lentamente doblando la esquina. El vehículo chocó estrepitosamente con la parte trasera del camión, la carrocería frontal se contrajo por el golpe y la fuerza del impacto hizo que Aysel se golpeara la frente con el volante a milisegundos de que la bolsa de aire saliera disparada. La contusión la dejó aturdida, su vista se nubló y su preocupación la llevó a mirar hacia su vientre, por el que comenzó a preocuparse por el dolor en aumento de su vientre.
—No, no —negó asustada mientras la sangre le escurría de la frente y a lo lejos se escuchaban las voces difusas de los transeúntes que se acercaban a auxiliar y del conductor del camión.
Trató de alzar la vista para ver la magnitud del accidente, pero perdió la conciencia antes de siquiera enfocar su vista en la parte delantera del vehículo.
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02 de Marzo de 2022 11:17 am, Ciudad de México.
Lilith Romanov.
Trataba de concentrarse en el libro de arquitectura que tenía delante. Su vista estaba demasiado cansada para seguir leyendo las páginas de un tema que no estaba entendiendo en lo absoluto, se quitó los lentes de lectura y los dejó de lado acomodándose en su cama para tomar una pequeña siesta, sin embargo, alguien tocó su puerta desesperadamente, provocando que abriera sus ojos instantáneamente e indicara que podía pasar.
Detrás de ella, Rosalba exasperada, luchaba para poner en palabras lo que tenía atorado en la garganta. Las manos le temblaban mientras sostenía el teléfono.
—¿Qué sucede? —preguntó Lilith reincorporándose sentada en el borde de la cama.
—Llamaron del hospital. La señora Ferrara tuvo un accidente —pronunció esas seis simples palabras que demolieron en segundos el mundo de Lilith.
Su corazón dejó de latir milisegundos imaginando lo peor. Se puso de pie inmediatamente y prácticamente corrió hacia el garaje con el ama de llaves, persiguiéndola mientras le daba el nombre y la ubicación de donde se encontraba Aysel. Subió a su deportivo que estaba más cerca de la entrada, encendió el motor y arrancó en cuanto las puertas de la entrada se abrieron.
No le importó en lo absoluto pasarse más de un alto en el trayecto, tan solo quería llegar hasta su ubicación lo más rápido posible sin preocuparse de la decena de multas que tendría que pagar por violar el reglamento de tránsito. Cuando finalmente llegó a la unidad médica, dejó el auto aparcado en el primer lugar que encontró y corrió hasta urgencias donde médicos y enfermeras se movilizaban rápido atendiendo a los distintos pacientes que llegaran.
—Busco a Aysel Ferrara, llegó a urgencias por un accidente automovilístico —habló desesperada por saber algo de ella—. Me dijeron que la trajeron a este hospital.
La recepcionista reaccionó tortuosamente lento para la perspectiva de Lilith, buscó en la base de datos de ingresos en su computadora y tardó un par de minutos que fueron como una eternidad para Lilith.
—Aysel Ferrara, sí, aquí está. Ingresó a urgencias hace una hora, la trasladaron a la unidad de trauma. Por favor tome asiento en la sala de espera, su médico asignado le informará sobre su estado cuando termine de estabilizarla.
—¡Necesito saber cómo está mi esposa, carajo! —gritó llamando la atención de los presentes.
—Lo lamento, señora. Pero no puedo ayudarla hasta que el personal médico estabilice a la paciente. Tome asiento y espere, o tendré que verme en la necesidad de llamar a seguridad para que la escolten a la salida.
Sin más remedio que esperar, Romanov siguió sus instrucciones y se sentó en la fila de asientos metálicos vacía. Su pie golpeó impacientemente el suelo, sus manos revolvieron su cabello mientras luchaba para no perder la cordura en ese momento. Quería, no, necesitaba saber que Ferrara estaba bien porque se negaba aceptar cualquier idea de volver a perderla ya fuera por decisión de ella o porque la muerte volvía a arrebatársela.
Al cabo de un par de horas en los que Lilith estaba al borde de la locura, una mujer de bata blanca salió de la zona restringida preguntando por los familiares de Aysel Ferrara Ávila. La rubia se identificó como su esposa y procedió a escuchar las noticias que tenían sobre su estado.
—¿Cómo está, doctora? —cuestionó consumida por la ansiedad.
—Estable. Tiene un fuerte golpe en la cabeza, pero no hubo indicadores de daño cerebral durante las pruebas, aunque lamentablemente el accidente complicó el embarazo. El bebé tiene signos normales, pero podría adelantarse el parto, no hay dilatación aparente por el momento —explicó lo más resumido posible.
—¿Puedo pasar a verla?
—Sigue inconsciente, la trasladaremos a una habitación para que esté más cómoda mientras la monitoreamos. Le avisaremos cuando pueda visitarla —respondió amablemente.
—¿Está segura de que está bien? —volvió a interrogar corrompida por el miedo.
—Sí, estoy segura —afirmó la doctora y tocó su hombro—. Descuide, señora. Ella va a estar bien.
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Por fortuna, no tardaron en trasladar a Aysel a una habitación y le permitieron el paso cuando terminaron de instalarla. La rubia ingresó nerviosa, posando la mirada sobre su esposa, acostada sobre la cama de hospital con el monitor marcando sus signos vitales y una curación en la frente por la abertura qué tenía producto del golpe. Respiraba tranquilamente por sí sola, con su ritmo cardíaco tranquilo y los ojos cerrados.
Lilith se acercó hasta la cama cuando los doctores y enfermeras abandonaron el cuarto. Apartó su pelo de su frente con la punta de sus dedos, notando bajo la luz las raíces castañas, qué debían de ser retocadas con el tinte negro. Su pelo había crecido más desde que estuvieron en Moscú, los mechones oscuros cubrían el tatuaje detrás de su oreja, la luna oscura de Lilith.
Una enfermera ingresó para ajustar el equipo médico. Romanov finalmente pudo respirar aliviada y tomó asiento en el sofá del cuarto junto a la bolsa de plástico qué tenía las pertenecías con las que Aysel había llegado al hospital. Una bolsa más pequeña en el interior llamó su atención y al tomarla para observar más de cerca su contenido se dio cuenta de que era su anillo de compromiso y su anillo de bodas.
—Disculpe —llamó la atención de la enfermera—. ¿Ella tenía esto cuando llegó aquí?
La mujer se acercó a observar las piezas de joyería y asintió.
—Sí, señora, los tenía puestos en el dedo anular de su mano izquierda, se los quitamos cuando le hicimos un estudio para descartar lesiones en el cerebro. Tuvimos que sedarla para que se calmara, no lograba tranquilizarse por el pánico de perder al bebé.
Romanov se quedó sin voz. La enfermera se retiró al momento y Lilith observó a su esposa en silencio. Podía imaginar el episodio de pánico qué tenía Aysel después del accidente, el miedo paralizante de perder a la bebé después de haber pasado por un falso aborto al inicio de su embarazo.
—¿Dónde...? Auch —balbuceó al despertar. Tocó su adolorida cabeza tratando de levantarse.
—No, no te levantes. Tuviste un accidente y debes de estar en reposo —dijo Lilith con un tono suave acercándose a ella—. La doctora dijo que debías evitar movimientos bruscos y permanecer recostada.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Ferrara.
—Llamaron del hospital para informar que tuviste un accidente. Vine en cuanto lo supe —contestó recordando los anillos que tenía en su mano, los miró en su palma y luego habló—. Me parece que esto es tuyo.
Depósito las joyas en las manos de Aysel. Ferrara las observó detenidamente y posteriormente vio a Lilith.
—No deberías de estar aquí —pronunció con más fuerza—. Tuvieron que haber llamado a Marco o Nerea, no a ti. No tienes que estar aquí, tú no...
—Pero estoy aquí —la interrumpió para que no continuara—. Estoy aquí y no voy a dejarte, no importa si te molestas conmigo, si me hablas de manera hiriente o ni siquiera toleras mirarme. Voy a seguir aquí, incluso si me insultas y me odias, no voy a irme.
—Yo no te... —Aysel soltó un leve quejido llevando sus manos a su vientre. Lilith asustada hizo lo mismo olvidando por completo que estaban por discutir.
—¿Qué pasa, estás bien?
Fue entonces que Lilith sintió las patadas del bebé. Fijó su mirada en su vientre con una sensación inexplicable dominándola.
—Pateó —susurró Aysel agotada por la corta discusión—. Se inquieta cuando nos escucha pelear.
Su pulgar acarició levemente su vientre y las patadas disminuyeron de a poco hasta que cesaron.
—Sé tranquilizó —comentó Ferrara sin entender exactamente lo que estaba pasando.
—Creo que quería que dejáramos de pelear —respondió Lilith con una media sonrisa.
Ferrara la observó en silencio, embelesada, sin dejar de acariciar su vientre con cariño, imaginando a la bebé tranquilizarse en el interior.
—Entonces dejemos de pelear —declaró Ferrara obteniendo una expresión de sorpresa por parte de Romanov—. No ganaremos nada haciéndolo y a ella le molesta.
—Pero... —titubeó.
—Tenías razón, fue egoísta de mi parte alejarme sin darte la oportunidad de vivir tu ilusión. No fue justo para ti sin importar lo que hayas hecho, eso no tiene nada que ver con nuestra hija y no deberíamos hacerla pagar por algo que no le corresponde. Ella necesita de ti y yo no puedo negarte eso después de que te alejé por completo durante meses.
Aysel cedió. Se asomó un poco por encima de sus defensas y Lilith agradeció qué fuera razonable, al menos por un momento. Pero no estaba segura de que aceptara cuidarla por completo, después de todo, ella siempre había sido una mujer independiente.
—Tú también necesitas que te cuiden.
—Lilith, no —se opuso al instante.
—Aysel, si vas a aceptar esto, tienes que aceptarlo por completo, incluso las partes que te incluyen.
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03 de Marzo de 2022 10:40 am, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
La doctora leyó la hoja de resultados de sus estudios nuevamente, señalando con la punta de su lápiz los datos que le parecían importantes. Murmuraba cosas que ni Lilith ni ella podían entender y luego volvía a centrarse en la lectura del expediente médico de Aysel, sus controles de embarazo con su ginecólogo y las lesiones sufridas durante el accidente automovilístico. Cuando terminó de analizar, se acercó hasta la pequeña camilla para examinar la herida de su frente.
—¿Tuvo molestias recientemente? —preguntó inspeccionando la herida para cambiar la curación.
—Pequeños dolores de cabeza y la obvia molestia del golpe —contestó Aysel.
—¿Tuvo síntomas como debilidad, fatiga extrema, dolor torácico, falta de apetito, dolores de cabeza o mareos en días previos al accidente? —cuestionó la doctora.
—Algunos dolores de cabeza, cansancio y náuseas, ¿eso tiene algo que ver? Doctora, choqué por un descuido al volante, no me sentía mal mientras manejaba. ¿Por qué me pregunta todo eso? —cuestionó Aysel entre asustada y consternada.
—Sus niveles de hierro son bajos, debido a eso su cuerpo no produce la suficiente hemoglobina para oxigenar su sangre. En resumidos términos, tiene Anemia —explicó retornando a su escritorio—. Me inclino a creer que la anemia deriva de su embarazo, pero el accidente aumentó el riesgo de un parto prematuro y ahora que detectamos la anemia, debe mantener reposo y estar bajo monitoreo constante. Tendrá que tomar unos suplementos alimenticios, llevar una dieta rica en hierro y evitar a toda costa las experiencias fuertes, movimientos bruscos y cualquier tipo de ejercicio que requiera un alto rendimiento.
—¿Va a estar bien, doctora? —habló por primera vez Lilith notoriamente preocupada por su bienestar.
—Lo que me preocupa en cuanto al embarazo es un parto prematuro o que la bebé tenga un bajo peso al nacer, por otra parte, Aysel podría desarrollar problemas en el corazón a consecuencia de que sus latidos son anormales y bombea más sangre para contrarrestar la falta de oxigenación. Puede recuperarse con el tratamiento, pero va a ser necesario que esté muy al pendiente de cualquier cambio —contestó profesionalmente la doctora—. Fuera de eso, le daré una receta y podrá continuar con su recuperación en casa.
Aysel se quedó en silencio imaginando todos los escenarios. No sintió mucha alegría por su pronta alta cuando tenía una pila de preocupaciones sobre su espalda. Su cuerpo seguía adolorido por el impacto y ahora que habían comenzado a tratar la anemia por deficiencia de hierro, se sentía más débil de lo usual, por lo que Lilith la llevó hasta el estacionamiento de la unidad médica en silla de ruedas.
—¿Sabes que puedo caminar, verdad? —se dirigió a la rubia con frustración.
—La doctora dijo que necesitabas reposo —respondió con la vista fija en el camino que recorría con la silla de ruedas a una velocidad lenta sin ser tan brusca.
—Sí. Pero dijo que era evitar actividades extenuantes, caminar no lo es —argumentó Ferrara—. Llevo más de 24 horas en una cama de hospital y ahora estoy en una silla de ruedas, estoy perdiendo sensibilidad en el trasero, estoy bien, déjame caminar
—Aysel, por favor. Deja de ser tan terca, hace menos de dos días tuviste un accidente dónde te golpeaste muy fuerte la cabeza, el embarazo se complicó y todavía tienes debilidad, evidentemente no estás bien —explicó Lilith validando sus propios argumentos—. Además, aceptaste esto como parte del trato, ¿recuerdas?
Ferrara se mordió la lengua al no tener armas para contradecirla. Suspiró resignada recargándose en el respaldo de la silla de ruedas mientras Lilith la llevaba hasta donde se encontraba su auto. Aysel esperaba un deportivo con modificaciones y niveles peligrosos de velocidad, tal y como eran la mayoría de los autos de Lilith, pero en su lugar estaba una camioneta Cadillac Escalade de color negro. Miró a Lilith desconcertada, preguntándole en silencio si ese era su auto.
—¿Tú? ¿Con una camioneta de señora de las lomas? Creí que no te gustaban este tipo de carros —comentó con un tono ligeramente burlón similar al que Lilith había ocupado cuando se burló de su "Mamá móvil" destruido en un tiroteo.
—Si bueno, me cansé de los deportivos, a veces solo se necesita un auto sencillo —respondió restándole importancia mientras le ayudaba a subir.
—Esto es por mucho diferente a los autos que sueles usar —dijo mientras se ponía el cinturón de seguridad y Lilith subía del lado del conductor tras cerrar la puerta.
—¿Vas a burlarte de mi nuevo gusto por las camionetas de señora? —cuestionó con una media sonrisa.
—Tengo que vengarme después de que no pararas de molestarme con mi mamá móvil —respondió contagiándose de su sonrisa—. No me dejaste en paz durante dos meses.
—Pero gracias a que tu pelicular coche explotó, te compraste el Maserati y no me digas qué no te gustó, porque no has querido cambiarlo desde entonces.
Romanov giró su rostro en su dirección con una sonrisa satisfecha dibujada en sus labios. Aysel inconscientemente sonrió al igual que ella y asintió aceptando que tenía la razón.
—Es mi auto favorito, está por encima del Fiat y déjame decirte que ese auto también me encanta —se sinceró.
—¿Lo ves? Qué bueno que me llevaste contigo ese día para escoger tu auto, nunca me equivoco al tomar decisiones en autos —pronunció con un aire de superioridad qué la hacía lucir más atractiva.
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03 de Marzo de 2022 1:18 pm, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
—Insisto en que puedo caminar hasta la entrada, no es necesario dar un espectáculo entrando con la silla de ruedas.
—Y yo insisto en que necesitas reposo —respondió Lilith ayudándola a sentarse.
Ferrara suspiró frustrada creyendo que estando lejos del hospital la dejaría caminar hasta su casa y hasta su habitación, pero en su lugar se encontraba sentada en una silla de ruedas qué Lilith manipulaba lentamente con temor a hacerle daño. Aysel tenía que ser paciente, estaba obligada a serlo cuando aceptó el trato con Romanov y ahora no podía retractarse. Al llegar a la sala principal, todo el personal y los hermanos de Aysel las estaban esperando.
—Gracias, Lilith. Nos encargaremos a partir de aquí —exclamó Marco acercándose a su hermana.
—No —pronunció Ferrara—. Ustedes dos están fuera de discusión, Lilith se hará cargo por ahora, voy a estar bien.
—¿El golpe te afectó la cabeza o te lavaron el cerebro? —habló Nerea esta vez—. ¿Vas a dejar que ella cuide de ti y del bebé? Ni siquiera nos dejó visitarte en el hospital.
—No los dejó porque yo le pedí que lo hiciera, Nerea. Y sí, voy a dejar que ella lo haga y no quiero escuchar alguno de sus comentarios malintencionados hacia ella. Este es mi problema, ustedes no tienen por qué meterse porque es nuestro matrimonio, nuestra hija y mi vida. ¿Entendido? —habló firme para sorpresa de sus hermanos que miraron con desprecio a la rubia.
Nerea estaba por decir algo más, pero su hermano mayor tocó su hombro y la detuvo. Sin decir nada, hizo un gesto para que ambos se retiraran antes de que otra discusión tuviera lugar, después de todo, Aysel necesitaba estar tranquila. En cuanto la atmósfera se aligeró tras la partida de Nerea y Marco, Rosalba se acercó a ellas para indicarles que todo lo que habían solicitado estaba listo.
—Ya compramos los medicamentos que nos indicó la señora Romanov y también el aparato qué solicitó, los dejamos en su cuarto. Movimos las pertenencias de Lilith de habitación y agregamos las cosas extras que nos pidió, señora Ferrara —pronunció Rosalba confundiendo a Lilith con la última parte.
—Gracias por todo, puede retirarse —respondió Aysel amablemente mientras abrían la puerta de su habitación e ingresaba junto con Lilith.
—Espero que se recupere pronto, cualquier cosa que necesiten solo tienen que llamar.
Las dos asintieron y su ama de llaves se retiró dejándolas solas en el cuarto de Ferrara. Romanov estaba plagada de dudas, tenía el temor de que Aysel la hubiera movido hasta el cuarto más lejano a su ubicación después de su acuerdo, así que se atrevió a preguntar.
—¿A dónde pediste que movieran mis cosas? —cuestionó nerviosa—. Entiendo que estás molesta por el trato, pero espero que no haya sido al otro lado de la...
—Están aquí —contestó de forma neutral—. Tu ropa debe de estar en el closet, por ahora dormirás conmigo.
—¿Contigo? —repitió creyendo que no había escuchado bien.
—No te emociones, no pienso arruinar la estética de mi habitación para agregar otra cama, pero voy a poner una barrera de almohadas para que no te acerques —respondió Ferrara con una expresión seria.
—Si quieres puedo dormir en el suelo —ofreció Lilith, lo que menos quería era hacerla sentir incómoda.
—Aunque me gustaría hacerte sufrir al dejarte dormir en el duro y frío suelo, no soy tan cruel para hacerlo. Dormirás en la misma cama —Aysel se puso de pie con sencillez y se dirigió al baño del cuarto, dejándola confundida y con una sensación extraña.
Dormir con ella sobrepasaba por completo sus planes, pero Aysel estaba empeñada en demostrar que cumpliría con el trato. Por un lado, la rubia estaba feliz por compartir la cama nuevamente con ella, pero por el otro estaba preocupada por no incomodarla cuando tenía que hacer exactamente lo contrario, hacerla sentir cómoda y cuidarla. Para tranquilizarse, ingresó al que parecía ser el cuarto del closet. Tal y como Ferrara lo había dicho, su ropa y calzado estaba ahí, acomodado junto al de su esposa, sin embargo, algunas de prendas suyas, qué daba como pérdidas, se encontraban entre las de Aysel.
Retornó al cuarto después de que escuchó los pasos de su esposa y un quejido de alivio cuando se recostó en la cama. Aysel cerró los ojos y suspiró nuevamente, parecía que su cama era más cómoda que la del hospital y disfrutaba descansar en ella. Romanov se acercó cautelosamente a ella y tomó las medicinas y el par de paquetes envueltos para checar su contenido. Marcó las dosis y horas en las cajas de medicamento, posteriormente abrió los paquetes con pequeños monitores de signos vitales similares a los que habían utilizado durante su misión en Chicago.
—¿Qué es eso? —preguntó Aysel cuando se acercó a ella con ambos dispositivos en una mano y en el otro material de curación para limpiar la herida de su cabeza.
—Un monitor. Marcará tus signos vitales y me informará sobre alguna anomalía, para que pueda llevarte al hospital si se complican las cosas —le pidió con un gesto su mano y Aysel la extendió en su dirección sin mucho interés.
Para sorpresa de Lilith, en el dedo anular de su mano izquierda llevaba puestos sus dos anillos, el de compromiso y el de bodas. Sus ojos oscuros observaron las joyas detenidamente, jamás se había tomado el tiempo de apreciarlas en su esposa hasta el día en que dejó de usarlas. Los contornos de metales de oro blanco y amarillo, respectivamente, se acoplaban bien a su dueña como si jamás hubiera dejado de usarlos.
—¿Sucede algo? —preguntó Ferrara arqueando una ceja.
—No, no es nada —respondió Lilith reprimiendo su sonrisa.
Colocó el monitor en forma de reloj alrededor de su muñeca y encendió el pequeño aparato para vincularlo al suyo. La pequeña pantalla rectangular comenzó a marcar su ritmo cardiaco y su nivel de oxigenación en sangre. Estableció los parámetros para emitir una alerta si su ritmo cardiaco aumentaba o disminuía exponencialmente. Con el monitor listo, procedió a retirar cuidadosamente la gasa y las cintas de su frente y limpió la zona delicadamente. Había un gran hematoma alrededor de la cortada rojiza ligeramente abierta. Los doctores consideraron que no eran necesarias las puntadas y que sanaría por sí sola, sin embargo, debía de mantener la herida limpia, incluyendo la gasa que la cubría.
Después de lavarse las manos, Lilith colocó su mano en el lateral de su cuello por inercia mientras limpiaba la herida despacio. Las puntas de sus dedos rozaron su nuca detrás de la oreja, acariciando su pelo delicadamente, justo en uno de los puntos más sensibles de Aysel, del que se aprovechaba al besarla para provocarle más sensaciones de las que un simple beso podía darle. Su ritmo cardíaco aumentó rápidamente y la alarma se detonó cuando cruzaron miradas.
—Lilith —pronunció Aysel con la vista perdida en algún lugar entre sus labios y sus ojos.
—¿Qué? ¿Te sientes mal? —Romanov estaba por entrar en pánico.
—No, es solo que estás muy cerca —respondió con un tenue rubor en sus mejillas.
Fue entonces que la rubia se dio cuenta de lo cerca que estaba de su rostro, compartían el mismo aire y si quisieran podrían romper la barrera de la nada existente, hacer que sus bocas tuvieran el ansiado contacto de un beso.
—Perdón —pronunció alejándose un poco.
Los latidos de la pelinegra se volvieron tranquilos con el paso de un par de minutos en los que Lilith se apuró a terminar de limpiar la herida y colocarle una gasa limpia para dejarla descansar. Gracias al cielo el monitor no marcaba sus propios latidos, porque si así fuera no dejaría de sonar por el ritmo desembocado que estos tenían.
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04 de Marzo de 2022 2:03 am, Ciudad de México.
Lilith Romanov.
Extrañamente, a pesar de que lo único que había querido cada noche de los últimos seis meses era a su esposa durmiendo junto a ella, no podía conciliar el sueño. El terror de que solo fuese una ilusión que se desvanecería al amanecer la invadió y se negó a cerrar los ojos para velar su sueño asegurándose de que Aysel era real, estaba físicamente el mismo cuarto con ella y no era solo una cruel maquinación de su mente.
Para aprovechar el insomnio, tomó su celular y buscó cualquier alternativa de mejora para la anemia de deficiencia de hierro, dietas, especialistas, recomendaciones, etc. Todo de lo que pudiera tomar nota en la libreta que llevaba consigo. Sin embargo, su vista bajaba entre artículos médicos digitales y la cama de su esposa, donde se encontraba recostada cubierta hasta el torso con una manta.
Los mechones de su fleco le cubrían la frente, sus manos se afianzaban a la almohada que abrazaba y su respiración era tan tranquila que incluso podría arrullarla. Sus labios, suavemente cerrados, complementaban a su expresión de calma, a la Aysel que no necesitaba iniciar una guerra con cada palabra y disparar con esos labios a sus enemigos queriendo matar.
Los trazos de su pluma conquistaron el papel y definieron su propio rumbo, copiando a calca la imagen frente a los ojos que también se reflejaba en sus lentes de lectura. Marcaron su figura curvada, su mandíbula medianamente afilada, sus cejas delineadas, su nariz recta y las líneas de sus labios que volvían a convertirse en un límite conocido y deseable que no tenía la certeza de volver a probar.
Luego dibujó su vientre, preguntándose si su hija tendría algún parecido con Aysel aunque su genética provenía de la rubia. Tal vez tendría su carácter taciturno, su perseverancia incansable o incluso su terquedad desafiante que jugaba con los límites de su paciencia y encendía el fuego de su atracción. La alarma volvió a sonar y Aysel despertó abruptamente, sentándose sobre la cama, respirando anormalmente. Lilith dejó de lado sus apuntes para correr en su auxilio.
—¿Qué tienes? ¿Te duele algo? —preguntó con todos sus sentidos alerta.
—Fue una pesadilla —respondió jadeante volviendo a recostarse.
—¿Una pesadilla? —repitió tocando su frente para checar su temperatura—. Aysel, estás hirviendo.
—Estoy bien. Se pasará, tranquila —habló en voz baja, restándole importancia—. Suele ocurrirme cuando tengo una pesadilla y eso a veces es frecuente, solo necesito un paño helado y estaré bien.
—Iré por él —Romanov corrió al baño a empapar una pequeña para ponerla en su frente, cuidando no hacer presión innecesaria sobre la herida.
Sacó un termómetro del equipo médico que había comprado y estuvo al pendiente de su temperatura hasta que esta empezó a normalizarse con el paso de los minutos. Cambió el paño frío por uno nuevo y acercó el sofá donde se encontraba hasta la cama, cerca de Aysel para cuidar de ella.
—No estabas durmiendo —pronunció somnolienta la pelinegra con los ojos entrecerrados.
—No podía dormir —confesó.
—Si es por lo de compartir habitación, podemos cambiarlo, yo no tengo ningún problema con...
—No, no es eso —negó antes de que su esposa continuara—. Es solo que aún me cuesta creer que estás frente a mí. De un día a otro desapareciste y no supe nada de ti en meses y cuando regresaste, fuiste hacia mí y me dijiste que vamos a tener una hija. No sé, ha sido mucho que procesar.
La rubia sonó amarga, no estaba molesta por sus decisiones, estaba deprimida porque perdió la única familia que había conocido cuando la perdió a ella. Aysel desvió la mirada del rostro de Romanov al no poder soportar el hueco en su pecho al verla así de triste, apretó sus labios con fuerza reprimiendo el nudo en su garganta que le impedía hablar.
—Lo lamento —pronunció captando la atención de Lilith—. Lamento haber huido sin decirte nada de la bebé, lamento no haberte llamado ni una vez en todo ese tiempo, lamento no haber estado en tu cumpleaños contigo, lamento la forma en que te traté después de que nos reencontramos y también lamento mucho lo que te dije en la sala de cine cuando te descubrí viendo el video de nuestra boda.
La rubia enmudeció por completo, perpleja, por lo que estaba escuchando.
—La verdad es que, yo también suelo verlo cuando te extraño, cuando extraño ese tiempo en donde nosotros solo éramos eso, nosotros, sonriendo, amando, viviendo —la primera lágrima escapó de sus ojos—. Yo también siento como el hueco en mi pecho me succiona la vida y no puedo respirar cuando no estás cerca. Quiero creerte, juro por todo el amor que te tengo y que jamás podré superar, que quiero confiar en ti, pero no puedo hacerlo sin una prueba que demuestre que lo que vi esa mañana fue mentira, no solo una equivocación, algo que no recuerdas o que no querías que pasara. Necesito saberlo para no sentir que seguir amándote es incorrecto después de que me destrozaste e incluso así cada pedazo de mí te pertenece.
El caos también la mutiló su alma, la volvió cenizas y la hizo partícipe del espectáculo a través de sus ojos de café, miel y oro cristalinos como los lagos de la tierra en los que ya no se reflejaban las estrellas, solo noches oscuras y vacías que aumentaban su soledad. Romanov rompió en llanto arrodillándose ante a Aysel, sostuvo su mano entre las suyas y reunió el valor suficiente a pesar de las lágrimas para hablarle sin romper el contacto visual.
—Voy a demostrártelo, aunque pase el resto de mi vida buscando una respuesta. Voy a hacerlo por ti y por nuestra hija. Porque yo no te haría algo así, eres lo más hermoso que he visto en mi vida y solo tienes que mirarte para saber que jamás te engañaría.
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Nos vemos la próxima semana :)
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