Capítulo 26: El Noveno Círculo del Infierno
El noveno círculo del infierno, según Dante, el destinado a los traidores. (2/4)
17 de Agosto de 2021 8:06 am Moscú Rusia.
Lilith Romanov.
El fuego consumió los acabados de maderas preciosas del suelo, paredes y techos casi por completo. El concreto pulido estaba manchado por las huellas del incendio que redujo la inmensa propiedad de la familia que llevaba décadas habitando, a escombros, cenizas y la ruina del antiguo esplendor. Ahora no había paredes que dividieran las estancias, ni cuadros imponentes decorando los pasillos, todo estaba vació y humeante.
Frente a la obra de la destrucción, una mujer delgada, de pelo rubio, liso, de tez pálida y con semblante inexpresivo, admiraba el escenario, protegiéndose del clima con un abrigo claro que costaba incluso más de lo que costarían las reparaciones.
Romanov se acercó lentamente a ella, tras cruzar las cintas de la policía que prohibían el paso a personas que no fueran parte de la familia. No esperó que su madre reconociera sus pasos sin voltear a verla ni un segundo.
(Conversación en ruso)
—No te llamamos.
—Lo sé. Vine por mi cuenta —contestó cautelosamente.
—¿A qué? —preguntó a la ofensiva—. ¿A humillarnos más de lo que hiciste la última vez?
—Estaba preocupada por ustedes —contestó con la mirada baja.
—No te preocupes, entre esta miseria y la que nos has causado tú como nuestra única hija, esta es mil veces preferible —pasó a su lado sin desviarse de la línea recta que seguía hasta su auto, sin importarle en lo absoluto chocar con su hija golpeándole el hombro.
Romanov la siguió con la mirada hasta que atravesó las cintas y el chofer de su auto le abrió la puerta para que subiera. Liubov se dio la vuelta para hacer contacto visual con su hija.
—Regresa con esa mujer, Lilith —alzó la voz para que la escuchara—. Ahora es tu única familia.
.
El cuarto de hospital era solitario y deprimente. Las enfermeras decían que no había recibido visitas desde que había ingresado tras el accidente, que lo había dejado inconscientes cuando una viga cayó sobre él cuándo protegió a su esposa. El informe médico hablaba de algunas fracturas internas y quemaduras en varias partes de su cuerpo que tardarían un tiempo en sanar.
Ferrara se unió a su prometida en la habitación del hospital cuando Lilith regreso de visitar las ruinas de su casa en busca de pistas que pudieran ayudarlas, pero no encontró absolutamente nada.
—¿Pasó algo? —preguntó Ferrara sobando su espalda.
—Vi a mi mamá —respondió—. Sigue molesta por nuestra última visita y cuando está molesta, es hiriente.
—Entiendo —pronunció Ferrara a punto de dar uno de sus puntos filosóficos que Lilith no quería escuchar—. No deberías de tomártelo tan a pecho, probablemente la presión tiene muy estresada a tu madre y tú no tendrías por qué tomar lo que dice en serio.
—No, no lo entiendes —respondió de forma tajante—. No entiendes lo que es el rechazo de tu propia familia, porque sigas tus pasiones, porque te aferras a lo que crees correcto y vivas en consecuencia de eso. No sabes lo que se siente que te abandonen continuamente.
Ferrara apartó su tacto de su esposa y le dio su espacio observando la manera en que se exasperó con tan solo una palabra.
—Tú tienes la fortuna de contar con el amor incondicional de aquellos que tienen tu sangre. ¡No finjas entender a quienes no contamos con ese estúpido privilegio!
La reacción de Ferrara fue inexpresiva, sus labios formaron una línea y sus ojos mostraron durante un instante su vulnerabilidad.
—No pretendía hacerte enojar y si pareció así, me disculpo —habló seriamente. Giró sobre sus pasos hacia la puerta con intenciones de marcharse.
—¿A dónde vas? —preguntó Lilith cuando Aysel abrió la puerta y estaba por salir del cuarto.
—Lejos de ti —respondió—. Al menos hasta que te calmes.
En lugar de arrepentimiento, Romanov sintió aún más enojo, pero Aysel no iba a quedarse a discutir con ella, hacerlo no las llevaría a nada y prefería evitar aquel desgaste.
.
17 de Agosto de 2021 9:46 am Moscú Rusia.
Aysel Ferrara Ávila.
Tenía demasiado en mente cuando sus pasos avanzaron sin rumbo por los pasillos blanquizcos del hospital, en su mayoría vacíos, pues era una zona poco accesible para pacientes cuyo apellido pesara más que el de la mitad del país. El personal médico también era escaso y en su mayoría estaba reunido en la recepción o distribuido en las habitaciones de los pacientes que atendían con tanto ahínco, pues incluso sus carreras dependían de ello.
Ferrara siguió caminando hasta donde creía que era la salida, pues no entendía del todo los letreros en ruso distribuidos en el hospital y tampoco tenía muchos ánimos de preguntar por indicaciones, puesto a que creía que en cuanto tratara de pronunciar palabra alguna, se pondría a llorar por lo sensible que estaba.
Aysel no solía pelear con Lilith con regularidad, de hecho, eran pocas las ocasiones en las que sus diferencias las llevaban a alzar la voz, pero en días recientes se había vuelto más común que terminara derramando algunas lágrimas por cada mínimo inconveniente y la conversación que tuvo con su esposa antes de salir de la habitación, había pesado en su pecho profundamente y solo se había marchado para evitar que Romanov la viese llorar por algo que quizás no tenía tanta importancia.
La pelinegra se detuvo en seco cuando levantó la mirada y se encontró con el laboratorio del hospital, donde esperaban unos cuantos pacientes sus resultados y entre ellos, una mujer de casi su misma edad con un embarazo avanzado. Ferrara no había tocado la prueba que compró días atrás desde que la ocultó en su ropa, ni siquiera se había permitido pensar en la posibilidad siquiera, a excepción de la conversación que tuvo con su hermano antes de su viaje a Rusia, donde el mayor le compartió sus teorías al respecto.
Había una pequeña posibilidad de que la prueba de orina pudiera salir negativa por encontrarse en las primeras semanas de gestación y haber sufrido una hemorragia que los médicos que la revisaron no supieron explicar. La forma más rápida y confiable para confirmar o descartar un embarazo era una prueba de sangre, una que podía hacer en ese momento si se atreviera a solicitar dicha prueba a la señorita que se encontraba en la recepción.
Las dudas la invadieron y retrocedió un par de pasos con las manos hechas puños en los bolsillos para controlar el temblor que estas tenían, de tan solo recordar el momento en que había visto el resultado en la prueba de embarazo que se había hecho aquel día. De pie, en medio del pasillo casi vacío, revivía aquel momento, cuando un escalofrío recorría su espalda, las lágrimas se acumulaban en su garganta y su cuerpo perdía fuerza.
No estaba segura de si podía ser lo bastante fuerte para recibir otro rechazo, pero no pudo detenerse cuando volvió sobre sus pasos y se acercó a la recepción recordando todo lo que sabía del idioma para pedir una prueba de embarazo. No tenía nada más que la ilusión que perder.
.
Caminaba de un lado a otro, temiendo socavar un hoyo en el piso brillante y pulcro de la sala de espera del laboratorio. Las otras personas en espera veían a la curiosa extrajera tomar asiento durante unos minutos y luego levantarse a caminar de un lado a otro para lidiar con la ansiedad que gobernaba su cuerpo.
Las manos le sudaban y sus ojos no podían permanecer en otro punto que no fuera la puerta del laboratorio donde procesaban las muestras y volvían con los resultados en sobre de color azul sellados que el paciente debía de abrir por su cuenta para preservar la confidencialidad de esa información.
Ferrara ya había visto a personal dirigirse a entregar varios resultados a otros pacientes, pero no podía evitar que su corazón se detuviera cada que veía a alguno de ellos salir nuevamente y no dirigirse hacia ella. La paranoia de que podía haber algo malo comenzó a abordarla cuando finalmente esa puerta volvió a abrirse y una enfermera caminó hasta ella sin desviarse ni un solo paso, pronunció algo en ruso que no logró entender y luego se marchó sin más tras darle el sobre azul.
Con el sobre cerrado entre las manos, dejó de respirar. Sus manos temblorosas se dirigieron hacia la abertura y quitaron la pestaña del pegamento para poder abrirlo. Una única hoja se hallaba en el interior, papel blanco con bordes grises y una pequeña traducción que le pusieron en inglés al ver que no dominaba el idioma.
—Positivo —tradujo para sí misma sintiendo como el mundo se le venía encima y la enterraba debajo de la alegría, el desconcierto y los nervios. El examen de sangre no estaba equivocado, Aysel estaba embarazada.
.
17 de Agosto de 2021 11:54 pm Moscú Rusia.
Lilith Romanov.
No imaginó que la molestia de su esposa duraría tanto tiempo. Pasaron horas desde que se habían visto en el hospital y Aysel no respondía su teléfono, ni sus mensajes, aunque sabía por su equipo que se encontraba bien, solamente indispuesta para hablar con quién fuera. Tras ese tiempo separadas, Lilith se dio cuenta de que quizás había sido algo dura con su prometida, pero aun así tenía un punto válido en su molestia.
Sin embargo, ya no pensaba en las razones que la hicieron enojar, el desprecio de su madre o quizá el peligro al que estuvo expuesta, su familia entera en el ataque de su rival todavía desconocida que se había desvanecido en el aire sin dejar un rastro que seguir. Únicamente tenía en la mente la mirada vulnerable de su mujer y la forma en que se había marchado por la puerta de la habitación sin decir en qué momento volvería.
Tal vez la tristeza y el estrés combinados causaron que su garganta se secara y terminara en un bar cerca de su departamento consumiendo el contenido de una botella completa de vodka con la mirada fija en el borde oscuro de la barra y las pequeñas gotas que caían de las copas de los demás presentes. Era un bar que solía visitar cada vez que iba a Moscú, curiosamente fue el primer lugar que pisó después de que ella y Aysel terminaran por primera vez.
Sola, a mitad de la barra, Lilith era la única que no participaba en lo que parecía una celebración popular entre los consumidores que brindaban de alegría y conversaban prácticamente a gritos. La rubia se enfrascó en sí misma, perdiendo la cuenta de los tragos que llevaba y sumiéndose en la embriaguez que el alcohol le aportaba.
(Conversación en ruso)
—¿Noche difícil, señorita Romanov? —preguntó una chica de cabello castaño lacio y ojos oscuros que Lilith no reconocía a pesar de conocer a todos los bartenders del establecimiento.
La chica notó su desconcierto al escuchar su nombre y se apresuró a aclarar la situación mientras preparaba un trago.
—Disculpe. No quise molestarla, sé su nombre porque mis compañeros hablan sobre usted, se refieren a usted como la mujer bonita que bebe como si no tuviera hígado y deja buenas propinas —se explicó.
—Qué halagador —Lilith intentó reír con su comentario, pero tan solo logró una mueca triste agobiada por sus emociones.
—Se ve algo decaída, ¿puedo ayudarle en algo? —ofreció amablemente la joven.
—No es algo que se pueda arreglar tan fácil, al menos no hasta que mi esposa decida que ya no está tan enojada conmigo como para responder mis llamadas —contestó antes de beber de un trago el contenido restante de su vaso—. Hace unas horas no quería verla cuando discutimos y ahora lo único que quiero es estar junto a ella. Es extraño cómo funciona el amor.
—A veces es necesario tomar distancia para que las aguas se calmen. Estoy segura de que su esposa la llamará en cuanto se sienta lista para hablar —dijo esa chica preparando con un poco de vodka un cóctel que Lilith no conocía, pero que le llamó la atención por el color rojizo de la bebida con un olor dulce a frutos rojos.
Ella puso la copa delante de ella con una sonrisa y Lilith la observó detenidamente.
—Cortesía de la casa, señora Romanov —pronunció—. Espero que las cosas entre su esposa y usted se arreglen. Estoy segura de que la señora Ferrara será razonable y la perdonará... algún día.
.
18 de Agosto de 2021 8:18 am, Moscú Rusia.
Aysel Ferrara Ávila.
Su mundo tardó un día entero en volver a girar desde que leyó el resultado en aquella hoja. Su corazón volvió a latir más fuerte que nunca, aunque el miedo la invadiera también. Dos sensaciones naturalmente opuestas, la plenitud de la felicidad y el vacío del temor, juntas dentro de ella, como un híbrido de gloria y miseria, coexistiendo con su propia alma.
Su teléfono estaba apagado, no había respondido las llamadas de Lilith ni sus mensajes porque no se sentía lista para hacerlo. Poco importaba ya su pelea del día anterior, pues la noticia opacaba toda molestia existente en ella. Aysel imaginaba las posibles reacciones de su esposa, ansiaba ver a su mirada iluminarse en cuanto lo escuchara o incluso ponerse sentimental ante la noticia de que serían madres.
A medida que el elevador subía hacia los pisos más altos del conjunto de departamentos donde Lilith se quedaba en sus cortas visitas a su país, la emoción incrementaba. Miraba los pisos aumentar en la pantalla ubicada en la parte superior de las puertas y sus manos sostenían la hoja de los resultados.
Las puertas del ascensor se abrieron en el piso después de que la típica campanilla sonara sutilmente. Ferrara levantó la mirada y avanzó sin titubear hacia el apartamento. Sus pasos retumbaron solitarios sobre la alfombra hasta la entrada, donde digitó la fecha de su aniversario de noviazgo en la cerradura electrónica y la puerta se abrió automáticamente permitiéndole el paso.
La sonrisa, que hasta relativamente poco había aparecido en sus labios, se desvaneció de a poco cuando se topó con algunas prendas de ropa que no conocía en la entrada. Siguió su camino guiada por el desorden de la sala hasta la habitación principal donde supuso qué estaba Lilith. Una delgada línea de sol provenía de la habitación e iluminaba el oscuro pasillo.
Su mano hizo contacto con la puerta semiabierta del cuarto y se deslizó por la madera oscura de la que estaba hecha mientras la empujaba. La imagen comenzó a aclararse tras el deslumbramiento de los ventanales, en la cama, envuelta en sábanas grises, una cabellera rubia alborotada destacaba sobre el colchón y al lado de ella, una pelirroja de piel pálida terminaba de vestirse.
—¿Lilith...? —pronunció su nombre con la vaga esperanza de que la que estuviera en la cama no fuera su mujer, pero el alma se le partió en pedazos cuando vio el anillo de compromiso y su anillo de bodas en su mano.
Dasha volteó en su dirección con sorpresa y su rostro se iluminó de orgullo cuando la vio ahí, de pie en la puerta, con los ojos fijos en su esposa todavía dormida.
—¿Qué? ¿No esperabas esto en tu luna de miel? —Dasha avanzó hasta ella y se inclinó hasta que sus labios estuvieron cerca de su oído—. Te lo dije, tarde o temprano se aburriría. Y desgraciadamente para ti, eso fue muy rápido.
Un tortuoso pinchazo atravesó su pecho, deteniendo sus latidos, la sangre dejó de fluir durante un instante y todo el cuerpo se le heló. La traición se sentía como si le quitaran el alma y la apuñalaran una y otra vez, dejando que la vida se le fuera del cuerpo en minutos.
Volkov pasó a su lado con una risa burlona y se marchó sin mirar atrás. La vista de Aysel se nubló y retrocedió unos pasos chocando su espalda con uno de los jarrones decorativos qué cayó al suelo haciéndose añicos. Fue entonces que procesó lo que estaba pensando. Romanov se removió inquieta en su posición, levantó la vista en dirección a dónde escuchó el ruido, encontrándose con Aysel, inerte, con el rostro pálido y con lágrimas.
Aysel recobró el control de su cuerpo y su diestra se dirigió instintivamente hacia su pecho, el lugar que dolía con cada latido, el dolor mezclado con la sangre que se repartía a cada parte de su cuerpo, convirtiéndolo en un tormento insoportable. Tuvo la suficiente fuerza en las piernas para correr hasta la puerta del departamento sin hacer caso a los llamados de Lilith pidiéndole que le explicara lo que estaba pasando y mucho menos a sus pasos tratando de alcanzarla.
Presionó el botón del ascensor varias veces con desesperación hasta que las puertas se abrieron. Ingresó a el con sus lágrimas calientes, resbalando por sus mejillas y obstaculizando su visión. Romanov se aproximaba a ella con un aspecto desaliñado e impidió qué las puertas del ascensor se cerraran interponiéndose entre estas tomando el antebrazo a Ferrara para que no se marchara. Pero ya no tenía el derecho de detenerla, para Aysel, ya ni siquiera podía tocarla, así que se soltó de su agarre bruscamente y la empujó fuera para que las puertas de acero pudieran cerrarse y ella escapara de la persona en quien había confiado ciegamente.
A medida que descendía por los niveles del edificio, se le dificultaba respirar sin sollozar. Corrió fuera del elevador cuando llegó al estacionamiento, apresuró sus torpes pasos lo más que pudo mientras buscaba en sus bolsillos con las manos temblando la llave del auto.
—¡Aysel, espera! —escuchó el grito desesperado de Lilith desde las escaleras, pero ni siquiera volteo a mirarla, pues subió al vehículo, encendió el motor y pisó el acelerador para salir de ahí.
Avanzó hacia delante siguiendo el sentido de las calles, pasándose los semáforos en rojo y los cruces prohibidos. Sin embargo, el llanto no le ayudaba a la hora de conducir y tuvo que detenerse cuando se creyó lo suficientemente lejos de Lilith y de lo que había visto.
Se recargó en el volante del vehículo y lloró amargamente sin tapujos, liberando un grito agudo qué quemaba su garganta desde lo más profundo y que nadie escucharía, pues no había ni un alma cerca. Se quitó los anillos del dedo anular para aventarlos hacia el asiento del copiloto. Las joyas rebotaron en el asiento y terminaron en alguna parte del suelo, lejos de su dueña.
Las joyas consumían su piel, o al menos así lo sentía ella en ese momento. Esos anillos representaron una promesa, un compromiso que iba a cumplir el resto de su vida, pero que ahora su significado se había reducido a la nada. El mundo se derrumbó, el paraíso y el infierno colisionaron volviéndose cenizas y la paz que había residido en ella desde el momento en que conoció a Lilith, se desvaneció. Al final de todo, la persona que más había amado, la persona por la que cruzó sus límites y desafió la muerte, fue la misma que la destrozó.
.
18 de Agosto de 2021 1:30 pm, Moscú Rusia.
Lilith Romanov.
Los murmullos eran el único sonido existente detrás de la puerta, las voces de Nerea y Marco destacaban entre las demás debido a que eran los que más hablaban, sin embargo, era distinguible ese hilo de voz débil e inconfundible de Aysel, que sollozaba entre oraciones y guardaba silencio cuando le era imposible continuar hablando.
Lo primero que había hecho al volver a su departamento esa mañana fue intentar entender lo que había pasado. El perfume de Volkov estaba impregnado en sus almohadas y encontró un par de prendas que solo podían pertenecer a la chica, sin embargo, la gota que derramó el vaso fueron las penosas marcas en su cuerpo que solo podían ser resultados de una cosa.
Romanov se adentró a la sala de reunión donde se encontraba el equipo entero, incluidos Nerea y Marco, quienes fueron los primeros en mirarla con desprecio. Por instinto, Inés y Lorena se interpusieron en su campo visual, evitando viera a Aysel, protegiéndola de ella. Todos guardaron silencio mirándola avanzar en silencio hacia su esposa.
—Qué bueno que llegaste, hay unos asuntos que tenemos que hablar —Matías rompió el silencio desviando el tema hacia la misión y las pistas que encontraron en la investigación de la casa Romanov.
Lilith asintió sin decir ni una palabra y todos parecieron entender el mensaje. Se acomodaron alrededor de la mesa cuadrada de la habitación donde se distribuían los planos, fotografías y evidencias recolectadas, pero la única en permanecer en su lugar fue Ferrara. Sentada en el sofá de terciopelo claro con la vista perdida, sus ojos hinchados y con un color rosado en ellos producto de las lágrimas. La vista de Lilith la recorrió de pies a cabeza, pero se detuvo en su mano izquierda, en donde se suponía que debía estar su anillo de compromiso y su anillo de bodas, juntos en una sola pieza, pero únicamente estaba la marca en su piel de la ausencia de ambas joyas.
Madelayne y Matías hablaron de cómo se había propagado el incendio colapsando la estructura principal y antigua de la mansión, lo que resultó en varios heridos incluidos su padre. Lilith no podía concentrarse en esa información cuando el nudo en su garganta se hacía cada vez más grande y la ansiedad la carcomía con cada segundo que pasaba mirando a la pelinegra.
—Aún no tenemos mucho, pero seguimos intentando rastrear a la persona que inició el incendio, que claramente está conectada con quien le hizo la llamada a Aysel en España —concluyó Lorena—. Lo mejor por ahora será volver al anonimato hasta asegurarnos de que nuestras redes de protección no están comprometidas. No podemos tomar riesgos en este momento.
—De acuerdo. Me parece una buena idea, hagamos eso —contestó Lilith sin mucho interés y volvió a mirar a su esposa—. ¿Podrían dejarnos a solas un momento?
—Jódete Romanov, no voy a dejar que le hagas más daño del que ya le hiciste —contestó Nerea con su acento italiano marcado en el habla.
—Nerea —Aysel levantó la voz por primera vez en todo el rato, aunque no hizo contacto visual con ninguna de las dos—. Déjennos a solas un momento, por favor.
Aysel se dirigió a sus hermanos y a sus amigos aparentemente calmada, con una voz estable y un comportamiento neutral. Todos se miraron dudosos entre sí, sin saber si aquella era una buena idea.
—Vamos —alentó Marco—. Nos pidió que saliéramos.
Abandonaron la habitación uno por uno hasta quedar solamente Lilith y Aysel, separadas por unos metros que se sentían como un abismo entre las dos. Nunca se había sentido tan desconectada de Ferrara, pues incluso cuando habían pasado años lejos después de su primera separación, la conexión se había conservado.
Su interior se convirtió en el mismísimo averno cuando sus ojos, de café, miel y oro la miraron. No había brillo, no había cariño, únicamente una espesa decepción y una ira contenida como el magma volcánico, deslizándose lentamente fuera de sus cuencas por sus mejillas. Como lo había hecho cuando le pidió matrimonio, Lilith se arrodilló con la diferencia de que fue con ambas rodillas en el suelo.
—Tienes que saber que no tengo la menor idea ni siquiera puedo recordar algo, pero eso no me exime de la culpa que siento al saber que te lastimé. Yo jamás quise que esto pasara, jamás he mirado a alguien que no seas tú, yo nunca me acostaría con...
—Pero lo hiciste, con la persona que me aseguraste que no pasaría nada. Dijiste que no tenía nada de que preocuparme, que debía confiar en ti ciegamente porque era la base de nuestra relación. ¿Acaso alguna vez creíste en esa mierda que me dijiste o solo me hiciste creerlo? Solo esperaba una sola cosa de ti —la interrumpió tajantemente con un tono susurrante e inestable— Lealtad.
Romanov bajó la mirada al suelo al no poder soportar esa mirada severa cargada de rencor.
—Al principio, no esperaba que me amaras, no esperaba que te quedaras conmigo. Pero me hiciste creer que era posible, qué aunque fuera una vida llena de peligro me iba a sentir a salvo contigo. Quería una familia contigo, pero ¿Qué clase de familia tendría si puedes mentirme mirándome a los ojos? —se puso de pie. Las palabras salían de su boca con ira y tristeza, un híbrido de emociones turbulentas—. ¿Qué mierda hice para merecer esto?
Romanov no respondió. No sabía cómo hacerlo. Las palabras habían abandonado su mente y sus sentidos se enfocaron en la exasperación de su esposa.
—¡Dime! —la rubia saltó cuando Aysel gritó—. ¡¿Por qué, sabiendo que ibas a traicionarme un día, me prometiste lealtad toda una vida?!
Aysel se derrumbó en llanto, ahogada por su tristeza, la decepción y la ira hasta el cuello. Pero permaneció de pie, cayéndose a pedazos frente a ella, temblando, con la respiración agitada
—Tú no hiciste nada —respondió sin atreverse a mirarla a la cara, levantándose del suelo para acercarse a ella cautelosamente. Avanzó lentamente hacia ella—. Quisiera saber lo que pasó, quisiera tener aunque sea el mínimo recuerdo para comprenderlo, para darte la explicación que mereces porque eres mi esposa y me pesa profundo en el alma porque yo...
Sus manos se estiraron en su dirección para tocarla, pero Ferrara detuvo sus palabras y sus acciones.
—No te atrevas a decirlo —dijo Aysel con un tono de súplica—. No te atrevas a decir que qué me amas cuando tus labios besaron a otra y no me toques con las mismas manos qué la acariciaron.
—No recuerdo nada de lo que pasó, Aysel, por favor, escúchame. Yo no quise que esto pasara, yo jamás te traicionaría —habló rápida y desesperadamente alzando la voz.
—¡Pero lo hiciste! —volvió a gritar callándola. Ferrara se abrazó a sí misma tratando de mantener unidos los pedazos de sí misma. Se llenó de coraje y acortó la distancia entre sus cuerpos hasta quedar a centímetros de su rostro—. Lo hiciste sin preocuparte por lo que yo sentiría, sin pensar ni un segundo en mí. Lo hiciste y no puedo verte a la cara sin sentir que mi corazón se quiebra. Nunca creí que amarte sería el tormento más grande que podía sentir, pero me equivoqué, al creerlo imposible y al confiar en ti.
Ferrara dejó salir su último aliento, un suspiro de resignación, frustración y decepción. Retrocedió unos centímetros y la observó en silencio antes de que saliera por la puerta de la habitación con la misma rapidez con la que abandonó el departamento esa mañana.
Al escuchar el estruendo de la puerta azotándose, Romanov cayó en cuenta de lo que había perdido. Su matrimonio, su relación, su conexión y su futuro se habían ido a la mierda en una noche, una noche de la que no recordaba absolutamente nada. Y nuevamente, volvió a sentirse completamente sola.
.
18 de Agosto de 2021 5:42 pm, Moscú Rusia.
Aysel Ferrara Ávila.
No quiso ver a nadie el resto del día. No deseaba hablar con nadie y mucho menos tener a todo mundo preocupándose por ella. Simplemente quería desaparecer un instante y poder respirar sin sentir un hoyo en el pecho qué taladró sus entrañas. No paró de llorar hasta entrada la tarde, cuando a sus ojos ya no le quedaban más lágrimas y su garganta le dolía de tanto sollozar.
—Vete, por favor —dijo sin mirar hacia la puerta cuando esta se abrió, dejando ver a su hermano detrás—. Dije que necesito estar sola.
—Lorena e Inés preguntan a dónde iremos a ocultarnos ahora que todo se complicó —respondió él ignorando las palabras previas de ella.
—No sé. Giren un globo terráqueo y el punto que toquen sus dedos al detenerlo será a donde iremos. No me importa si es la Antártida, mientras sea lejos de Lilith está bien para mí —respondió con los brazos cruzados mirando hacia la ventana.
Marco ingresó a la habitación, cerró la puerta detrás de él, esperando que Aysel no lo sacara a patadas de ahí.
—Nadie te lo ha preguntado aún por respeto, pero todos esperamos una respuesta sobre lo que va a pasar —habló cautelosamente observando su espalda, pues Aysel no le miraba a los ojos. El silencio de Ferrara podía significar muchas cosas, entre ellas confusión, por lo que Marco se apresuró a aclarar de qué se trataba—. Hablo de tu matrimonio, el embarazo, Lilith, el equipo. Todo esto que está tan unido a ti como unido a ella.
—El equipo es perfectamente capaz de continuar sin que estemos juntas o tengamos contacto, son profesionales, pueden manejar una situación de crisis como la que estamos pasando con el ataque a mis... los Romanov —se corrigió al final—. ¿Mi matrimonio? Creo que es bastante obvio que acabó.
—Entonces, ¿vas a divorciarte? —preguntó él temiendo qué esa última palabra pasara demasiado para Ferrara.
—Es la solución más lógica —contestó Ferrara de la manera más fría posible.
—Por dios, Aysel. ¿Podrías siquiera mostrar emociones? —reclamó—. Lo dices como si no te importara en lo absoluto.
—¡¿Y de qué va a servir mostrar emociones?! —se exaltó—. ¿Acaso eso va a retroceder el tiempo? ¿Acaso eso me va a hacer menos infeliz de lo que soy ahora?. Me importó demasiado, le di la importancia al compromiso de mi vida y mira lo que pasó, estoy aquí, sola, sintiéndome como la mierda por confiar en ella.
Él alzó sus manos frente a su cuerpo como un reflejo de defensa. Trató de tranquilizarla con el paso de los segundos, dudando de si había sido buena idea entrar a hablar con ella en un momento como ese.
—Estás razonando tus emociones en lugar de sentirlas, Aysel. Si necesitas sufrir, sufre, si necesitas llorar, llora. Si necesitas quemar al puto mundo por lo enojada qué estás, entonces hazlo si eso te hace sentir mejor. No puedes envenenarte con ese rencor qué te gobierna.
—Mira quién lo dice, el tipo que huyó para no ver a su ex —dijo Ferrara con ironía.
—Soy el peor ejemplo en estos casos, pero por la manera en que viste a Lilith, supe que te destrozó. Soy patético, tienes absolutamente razón en eso, pero también soy lo suficientemente inteligente para notar cuando mi hermana está sufriendo y si necesita desahogarse para sanar, entonces yo voy a estar ahí para ella —confesó mirándola a los ojos—. Sin importar cuanto tiempo tarde y cuán hostil pueda ser.
Los muros helados y altos que Aysel había construido a su alrededor, se derrumbaron ante él. La Aysel Ferrara fuerte, resiliente y valiente desapareció dejando en su lugar al ser sensible, herido y doliente que corrió a los brazos de su hermano mayor en busca de consuelo. El mayor la rodeó con sus brazos y sobó su espalda mientras sollozaba en la curvatura de su cuello por varios minutos hasta que eventualmente se tranquilizó.
—¿Vas a decírselo? —preguntó él mirando su vientre cuando se separaron.
—No. No ahora después de lo que pasó. Será mi secreto hasta que esté lista para hablarlo y tenga la certeza de que está creciendo bien y no hay riesgo alguno de perderlo —respondió en voz baja, apenas audible a pesar de lo cerca qué se encontraban.
—También es su hijo, Aysel. No puedes ocultárselo toda la vida —objetó.
—Lo sé. Pero no tengo la fuerza para estar cerca de ella, mirarla a los ojos y decirle que estoy esperando un hijo suyo —habló dolida—. Si le digo, no me dejará ir.
Marco tomó las manos de su hermana con la punta de sus dedos e hizo contacto visual directo. Volteó su palma y sacó del bolsillo de sus jeans los dos anillos qué Ferrara dejó en el coche horas antes. Depositó las joyas en la mano de su hermana menor y cerró su puño rodeándolo con ambas manos.
—No puedes huir por siempre. No solo se trata de ella o de ti, ahora hay alguien más de por medio —señaló—. A menos que decidas no continuar con eso. Sea cual sea tu decisión, yo te apoyaré.
.
18 de Agosto de 2021 10:11 pm, Moscú Rusia.
Lilith Romanov.
(Conversación en ruso)
—Lo lamento, señorita. No hay ningún bartender con esa descripción —fue la respuesta que recibió por parte del gerente del bar de la noche anterior—. Lamento no poder ayudarla.
—Pero ella dijo que trabajaba aquí, usaba el mismo uniforme qué todos ustedes.
—Tal vez la confundió con otra persona o uno de los clientes se hizo pasar por miembro del personal. Todo nuestro personal está bien identificado y no hay alguien con la descripción qué nos dio —replicó el gerente.
—¿Qué hay de las cámaras? ¿Puedo ver las grabaciones de las últimas 36 horas? —solicitó Romanov.
Al principio el gerente se negó, pero al ver de quién se trataba, la condujo hasta una sección privada detrás de las zonas públicas y la llevó hasta un cuarto de vigilancia con varias pantallas y personas observando lo que pasaba en ellas. Verificó los registros de la noche anterior, pero la cámara principal qué enfocaba la barra había fallado una hora antes de que se marchara, por lo que los momentos cruciales estaban perdidos y solo existía una grabación confusa y lejana de lo que pasó en la barra esa noche.
La rubia regresó a su departamento agotada, sin pista alguna qué pudiera volverla inocente y con más culpa que alivio. Pero alguien la esperaba en la puerta de su casa, con una falda corta, un escote bastante notorio y una sonrisa que a Lilith le causaba repulsión.
—Creí que nunca llegarías —soltó la pelirroja alegre acercándose a ella para saludarla con un beso.
—¿Qué haces aquí? —contestó Romanov en un tono frío, parándola antes de que llegara a tocarla siquiera.
—Vine a verte, ¿no es obvio? —respondió como si fuera la respuesta más divertida del mundo—. Tal vez quieras repetir lo de noche ahora que esa perra te dejó libre.
Romanov no aguantó las ganas y le soltó una bofetada tan fuerte que dejó una marca en la mejilla de Volkov.
—¡No te atrevas a llamarla así! —gritó—. ¡Es mi esposa!
—Era tu esposa —corrigió Dasha—. Solo es cuestión de tiempo para que los papeles de divorcio te lleguen por correo, ya que dudó que quiera volver a verte. Cuando te des cuenta de que en realidad solo te quitaste un obstáculo del camino, volverás a llamarme como lo hiciste ayer.
—Yo no te llamé —dijo Lilith.
—Basta con revisar tu historial de llamadas. Te servirá para darte cuenta de la verdad —dijo con toda seguridad—. Algún día me agradecerás habértela quitado de encima.
Dasha se marchó sin que Lilith tuviera la oportunidad de responderle, pues no tenía registrado el número de Dasha y al revisar su celular, su contacto estaba guardado con su nombre completo. Abordó el ascensor y presionó el botón del estacionamiento sin borrar de su rostro su sonrisa. No había pruebas que probaran lo contrario y Lilith se rehusaba a aceptar que en verdad había traicionado al amor de su vida.
.
19 de Agosto de 2021 8:16 am, Moscú Rusia.
Lilith Romanov.
No pudo conciliar el sueño en toda la noche, su cabeza daba vueltas entre lo sucedido la noche anterior y el rostro de Aysel, su ira y decepción cuando la miró mientras estaban a solas. De todos los escenarios que creyó que viviría junto a ella jamás imaginó que estaría atravesando por ese, uno en el que Aysel se alejaba después de que la hubiera traicionado.
Condujo a toda velocidad de su departamento en el centro de Moscú hasta el hotel donde el equipo, sus cuñados y Ferrara se estaban hospedando. Cruzó la recepción sin identificarse y no le importó los gritos de los guardias de seguridad, pues se adentró al elevador y marcó el piso donde se encontraban las habitaciones.
El pasillo estaba casi vacío, solo los camareros con carros de servicio con el desayuno deambulaban por los pasillos y entraban a las habitaciones de aquellos que ordenaran los primeros alimentos de la mañana. Muchos de estos platillos tenían un olor delicioso, pero Romanov carecía por completo de apetito. No recordaba cuándo había sido la última vez que comió y francamente tampoco le importaba mucho a esas alturas.
Tocó la puerta de la habitación de Aysel un par de veces, pero no hubo respuesta alguna. Siguió intentando por 20 minutos más hasta que sus golpes en la puerta se volvieron sumamente desesperados, dijo el nombre de ella y de sus hermanos con la esperanza de que alguno le abriera, pero no fue así.
—Se fueron —escuchó la voz de Lorena a sus espaldas, desde la puerta entreabierta de la habitación de enfrente.
—¿A dónde? —la rubia entró en pánico al escuchar su respuesta.
Lorena la miró de pies a cabeza, apretó sus labios y cerró la puerta sin contestarle aquella pregunta. Los golpes desesperados de Romanov cambiaron de dirección hacia la otra habitación, pedía, no, clamaba tener alguna repuesta o indicio del paradero de su esposa,
—Por favor —suplicó recargando su rostro sobre la superficie de la entrada cerrada con la mirada acuosa y un pesar en el pecho qué le impedía respirar con normalidad—. Dime a donde se han ido.
Escuchó murmullos al otro lado que se transformaron en gritos al cabo de segundos.
—No podemos ignorarla así, ella también está sufriendo —replicó Madelayne.
—Pues francamente lo merece después de lo que hizo —comentó Inés.
—Mads, Inés, basta. No debemos tomar partido en una situación que no nos corresponde. Voy a abrirle.
La rubia se apartó de la entrada al escuchar a Matías y sus pasos cercanos a la puerta. Él abrió y Romanov pudo divisar a Lorena e Inés completamente furiosas con Madelayne y Matías. Los hermanos parecían estar divididos en bandos y estos últimos eran los únicos que estaban dispuestos a recibirla, pues el resto se encerró en su cuarto cuando puso un pie dentro.
—Disculpa eso —habló él—. Ellas están resentidas contigo por lo de Aysel. Solían hacer esto cuando nuestros padres se peleaban y ahora están tomando la misma actitud.
—Siempre habían sido Aysel y tú, no conocíamos algo diferente a pesar de que al principio no eran pareja, así que ahora nos sentimos como los hijos de un matrimonio divorciado.
La palabra divorcio pesó sobre los hombros de Lilith y le fue imposible ocultar su aflicción. Los hermanos se miraron entre sí y luego la invitaron a sentarse.
—¿Saben a donde fue? —cuestionó Romanov con la voz débil.
—No —contestó Matías—. Marco y Nerea prepararon todo después de que aceptaran el plan de ocultarnos hasta estar seguros de que nuestras redes de comunicación y protección no estuvieran corruptas. No sabemos a quién nos enfrentamos y ellos prefirieron tomar su propio camino por ahora.
—Dieron instrucciones de que nadie supiera su ubicación —añadió Mads y miró a los ojos a la rubia—, en especial tú.
Lilith terminó destrozada después de escuchar eso, el mundo se le cayó encima.
.
27 de Agosto de 2021 11:57 pm, Ciudad de México.
Dmitry Kozlov.
Terminó de saltear los fideos con verduras y condimentos antes de servirlos en un plato y agregar la proteína, pollo con una salsa agridulce, la preferida de Carina. Era la cuarta vez que preparaba esa receta en la semana por petición de su prometida, quien disfrutaba del platillo con una cara de éxtasis al llevarse un bocado a la boca.
—Sabes, he estado pensando en nuestra boda. Me gustó lo íntima que fue la de Aysel y Lilith, pero creo que tú y yo somos más... —buscó la palabra haciendo ademanes en el aire.
—¿Explosivos? —sugirió el rubio sentándose a su lado en la mesa— ¿Sociables? ¿El centro de atención del mundo que gira a nuestro alrededor?
—Sí, exacto —Robbins asintió enérgicamente señalando a su prometido—. Me encantaría una gran fiesta, ceremonia simbólica y una decoración extravagante, pero a la vez tranquila, ¿entiendes?
No, Dmitry no entendía del todo a que se refería con exactitud, pero asintió mientras masticaba ante su pregunta. No importaba lo que quisiera Carina, él recorrería el mundo entero para conseguirlo y si no existía, lo fabricaría para hacerla feliz.
El timbre de la puerta sonó mientras Kozlov digería su primer bocado. Él se levantó de la mesa para ir a ver de quién se trataba, pues Carina les había dado la noche libre a su personal para disfrutar de una cena íntima con él que muy probablemente terminaría en su habitación después. Dmitry caminó hasta la entrada a varios metros del comedor y abrió la puerta sin expectativa alguna de encontrarse con Lilith al otro lado.
La rubia tenía ojeras bajo sus ojos, lucía demasiado delgada y cansada, al punto en que Kozlov comenzó a preguntarse cómo era que se mantenía en pie y que había pasado para que ella se viera tan destruida si se suponía que estaba en su luna de miel.
—No la encontré por ninguna parte —pronunció con la vista pérdida en el suelo.
—¿Qué? —contestó él sin entender absolutamente nada.
—No encontré a Aysel por ninguna parte. Estuve buscándola, pero no quiere verme, ni escucharme. No sé dónde está, Dmitry y ustedes son mi única esperanza para encontrarla —dijo con la voz temblando, quebrándose al final de la oración—. Le hice daño.
Dmitry apenas estaba comprendiendo lo que escuchó cuando su prometida apareció a sus espaldas mientras caminaba a pasos cortos.
—¿Qué fue lo que le hiciste? —dijo Carina expectante, con una mirada severa dirigida a ella.
—Yo... —todavía le costaba decirlo porque no terminaba de creerlo— la traicioné.
.
Dmitry evitó qué su prometida se abalanzara sobre su mejor amiga completamente exaltada después de saber de los labios de Lilith lo que había pasado. Carina la insultó en todos los idiomas qué sabía, incluso en ruso, qué comenzó a aprender semanas atrás, pues quería comunicarse con su familia política, es su propia lengua para no incomodarlos. Era increíble cómo una mujer con 8 meses de embarazo podía reaccionar ante la noticia de que su mejor amiga fue lastimada por la persona que ahora esperaba en el jardín de la propiedad mientras Kozlov tranquilizaba a la modelo.
(Conversación en ruso)
—Al fin se quedó dormida —dijo él al salir al jardín a hacerle compañía a Lilith—. Logré convencerla de no agarrarte a palos.
—Si lo hiciera no me molestaría con ella porque lo merezco —respondió Lilith.
Kozlov la miró consternado y se sentó a su lado en los escalones del jardín.
—¿Quieres contarme lo que pasó? —ofreció Dmitry con cautela.
—Ni siquiera sé lo que pasó. Lo único que sé es que al despertar estaba con Dasha, mi matrimonio y mi esposa se habían ido al carajo —relató.
—¿Cómo es que terminaste con Dasha si te habías alejado completamente de ella? —cuestionó Dmitry confundido.
—Al parecer la llamé. Estaba tan ebria qué ni siquiera recuerdo esa parte. Aparentemente, las cosas subieron de tono y me acosté con ella —respondió abatida—. Nunca tuve su número agregado y ese día apareció mágicamente registrado. Nada tiene sentido.
—¿Se lo dijiste a Aysel?
—No lo razoné cuando hablamos, no podía pensar en algo que no fuera el hecho que la lastimé y que quería arrastrarme en el suelo para suplicar su perdón de algo que ni siquiera puedo comprender —confesó deprimida—. Me merezco su desprecio después de eso. La extraño aunque le hice daño y es egoísta pensar que quiero estar cerca de ella cuando está huyendo de mí. Tenía la esperanza de que ustedes supieran algo, pero al parecer se acaban de enterar.
—No, Carina no ha hablado con ella desde que se fueron. Y si tuviera información sobre su paradero, dudo que quiera dártela —confesó Dmitry y se atrevió a hacer la pregunta difícil de la noche—. Entonces... ¿Qué va a pasar con ustedes? Podrían tomar terapia de pareja e intentar reconstruir su confianza, pero...
—¿Pero? —interrogó ella al ver que no se atrevía a continuar.
—Podría pedirte el divorcio —terminó la oración—. ¿Aceptarías dárselo?
—Aysel es el amor de mi vida, pensar en la posibilidad de dejarla ir es...
—Imposible —dijo él.
—Sí. No puedo mirarla a los ojos sin saber que la herí, pero dedicaría mi vida entera a enmendar esto, aunque no tengo la certeza haberlo hecho. Lo haría sin importar el tiempo que tarde. No quiero dejarla ir y si algún día tengo que hacerlo, será porque es la única forma de que sea feliz.
.
No iba a dejarlos esperar una semana para la continuación, así que en breve tendrán el siguiente capítulo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top