Capítulo 24: Dulce Ignorancia

Se me olvidó por completo actualizar ayer, pero ya estoy aquí para darles un nuevo capítulo <3

09 de Agosto de 2021 11:30 am, San Juan de los lagos Jalisco.

Lilith Romanov.

Desde el momento en que tomaron sus lugares en la alargada mesa, con Doña Josefina a la cabeza, las miradas se posaron sobre ellas. Las conversaciones que tenían la familia y sus amigos entre sí pararon para prestarles absoluta atención tanto a ellas como a las marcas visibles en sus cuerpos que solo podían ser resultado de una cosa.

—Espero que no hayan roto demasiado durante su noche de bodas —comentó Carina con naturalidad bebiendo un sorbo de su caso de jugo.

—La verdad me sorprende que puedan caminar ambas —añadió Julio sin decoro.

—Carina, Julio, cállense, por favor —Ferrara acompañó sus palabras con una mirada asesina qué dirigió a ambos.

—Solo una última pregunta —habló el modelo con una sonrisa pícara—. ¿Cuántas rondas duraron?

La mayoría de los presentes soltó una carcajada, pero Doña Josefina le dio un bastonazo a Julio en la espinilla, haciendo que el golpe se escuchara por toda la habitación de lo duro que había sido. San Agustín se retorció de dolor mientras la pareja sonreía.

—¡Doña Jose! —exclamó el modelo sobando su pierna adolorida.

—No molestes a mis niñas —respondió sonriendo—. Su noche de bodas no es asunto para hablar en la mesa. Cambiando de tema, ahora que están casadas pueden dormir en la misma habitación.

Romanov se alegró por eso. Era divertido encontrar maneras de adentrarse a la habitación de Aysel por las noches, pero definitivamente era mucho más reconfortante estar con ella sin necesidad de planes complicados qué incluso ponían en riesgo su integridad física.

—Lili ya ha roto muchas de mis macetas saliendo de balcón a balcón —se quejó Doña Josefina.

—En mi defensa, era la única opción de la que disponía luego de que me encerrara en mi cuarto sin poder visitar a Aysel —objetó la rubia.

Tanto Josefina como Lilith tenían intenciones de iniciar un debate sobre ese asunto, pero las dos callaron al ver como Aysel paró de servirse café y se apoyó en la mesa para no perder el equilibrio después del mareo que experimentó y las náuseas qué lo siguieron.

—Cariño, ¿Estás bien? —Lilith se paró de inmediato para darle soporte a su esposa y ayudarla a sentarse después de que se hubiera levantado para tomar la tetera con café recién hecho.

—Vaya, parece que el brindis de ayer sí estuvo fuerte, creo que tengo resaca —contestó Aysel.

—Es eso o su noche de bodas dio resultados y pronto seré bisabuela —dijo Doña Josefina en forma de broma, pero Romanov estaba completamente preocupada porque se sintiera mal.

—Mamá, entre dos mujeres no funciona así —intervino Patricia.

—Ya sé —contestó la señora—. Pero me hace ilusión pensar en un chamaco o chamaca corriendo y haciendo travesuras por estos pasillos. Lo único que tengo ahora es una nieta mandilona completamente dominada por una güera con cara de gringa sinvergüenza.

Lilith frunció el ceño al no saber si se trataba de un reclamo o únicamente un comentario inocente y sincero de los que acostumbraba la abuela a usar.

—¿Tengo cara de sinvergüenza? —le preguntó Lilith a su esposa.

—¿Qué se supone que debo responder a eso? —contestó Aysel con otra pregunta.

—Espero que algo bueno, porque soy tu esposa —expresó Lilith cruzando sus brazos sobre su pecho, esperando su respuesta.

—Van a estar de insufribles ustedes dos —comentó Marco con fastidio—. Ya sabemos que se casaron, no tienen que repetirlo a cada rato.

Su cuñado bebió el último trago de su jugo y se levantó de la mesa mientras todos lo miraban. En menos de un minuto, ya se encontraba fuera del comedor, dejando una estela de hartazgo qué no podía taparse ni con el sol mismo.

—Parece que no todos amanecimos de buen humor —habló Lilith—. ¿Siempre ha sido así o nos perdimos de algo anoche?

—Creo saber por qué actúa de esa manera —comentó Aysel y señaló con la mirada a Julio y Darcel quienes estaban muy juntos el uno del otro.

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09 de Agosto de 2021 11:58 am, San Juan de los lagos Jalisco.

Julio San Agustín.

Sin la presencia de Marco, la reunión se volvió mucho más divertida. Los tíos paternos de Aysel encontraron un tema del que hablar con Ana María y Patricia, mientras que Carina, Dmitry, Madelayne, Inés, Lorena y Matías hablaban con las recién casadas. Por su parte, Julio se había limitado a su pequeña burbuja con Darcel en la que charlaban entre ellos en inglés y reían en voz baja para no llamar demasiado la atención, pero San Agustín sabía que una mirada curiosa se había posado sobre ambos desde el momento en que su ex abandonó la habitación.

Aprovechando que Darcel se levantó para ir al baño, Doña Josefina se puso en pie y tomó su lugar a su lado. Se acomodó en la silla tranquilamente y lo miró fijamente.

—Estoy esperando a que me cuentes el chisme —fue directa.

—¿Qué chisme? —cuestionó el modelo levantando una ceja.

—No te hagas. Obviamente, el que te traes con Marco y el chiquillo ruso ese, no sé qué les picó a ustedes tres, primero mi nieta se casa con la flaca, luego me vengo a enterar de que Carina terminó panzona de un poste con patas y tú estás muy enculado de ese joven.

San Agustín bajo la mirada conteniendo la risa, pues se lo había dicho con toda seriedad y no quería que se tomara a mal su diversión ante su forma tan peculiar de expresarse.

—Hasta dónde me quedé, Marquito y tú andaban de noviecitos —reveló—. Y ahora anda de ardido y de culero cada vez que te ve. ¿Qué pasó entre ustedes para que se alejaran así?

—Nos hemos hecho mucho daño, Doña Jose. No puedo verlo sin recordar todo lo que ha dicho y ha hecho para lastimarme, sé que no merezco ese tipo de amor. Si yo no puedo ser lo que él busca y yo no me siento feliz a su lado, entonces era mejor que nos alejáramos —reveló con la vista baja, visiblemente deprimido.

—Mmta, y yo que te quería de yerno —soltó aligerando el ambiente y ahuyentando la tristeza—. Mira, yo entiendo que se hayan separado, mi nieto no es el más inteligente de la familia. Pero no me voy a rendir tan fácil, tengo más nietos, tú dime cuál te gusta y yo te lo presento.

Julio sonrió divertido con el comentario de la señora. Ella no sabía como consolar a alguien de otra forma que no fuera la suya, brusca, divertida e impertinente. El cariño que le tenía era genuino, la veía como una viejita adorable con un carácter envidiable.

—Lo agradezco, señora, pero no estoy interesado —respondió mientras miraba a Darcel regresar al comedor—. Mis deseos ya pertenecen a alguien más y sospecho que mi corazón también.

Doña Josefina miró en la misma dirección que él y lo comprendió. Aunque el joven pelinegro se encontraba a varios metros de ellos, su sonrisa y el brillo de sus ojos se hizo notorio cuando vio a Julio.

—Entiendo —dijo la abuela resignada—. También eres parte de la familia, Julio, así que si te hace daño, yo seré la primera en darle unos plomazos.

El modelo asintió sonriendo. La señora se puso en pie y abandonó la silla qué pertenecía a Darcel para retornar a su lugar. Si Julio quería a ese hombre, no había nada que pudiera hacer en ayuda a su nieto, a quien consideraba desheredar después de que hubiera perdido a un diamante tan hermoso.

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09 de Agosto de 2021 1:34 pm, San Juan de los lagos Jalisco.

Ana María Ávila.

No iba a quitarse esa mirada de encima por más que quisiera. Los tintes de sus ojos eran diferentes a pesar de ser del mismo color, las líneas de su rostro dibujaban otras historias que aún no conocía y la sutileza de sus acciones clamaban algo en voz baja, suavemente al oído, justo como gustaba de escuchar las confesiones. La extrañeza de que alguien tuviera imprevistos sentimientos por ti, causaba una curiosidad tan atrayente como la luna, qué sostenía cada paso y los impulsaba unas cuantas estrellas más cerca.

Ver de forma diferente al hermano del hombre que había desposado parecía una locura. Sobre todo cuando ese hombre fue el padrino de su boda, el tío de sus hijos y la única voz que logró mover cielo, mar y tierra para que se pensara en ella, aunque sea un momento ante toda la tragedia qué abordó sus vidas.

—Ana —Patricia llamó su nombre y ella se vio obligada a voltear en su dirección—. ¿Te encuentras bien?

Ana María asintió levemente con la cabeza y se levantó de la mesa con intenciones de llenar la jarra de cristal vacía frente a ella con jugo natural de naranja, una vaga excusa para evitar a la causa de su nerviosismo. El vidrio helado en sus manos la ayudó a mantener la cordura hasta llegar a la cocina, sin embargo, Franco la había seguido hasta allí.

(Conversación en italiano)

¿Necesitas ayuda? —ofreció amablemente.

No, gracias. Puedo sola —replicó esquivándolo por completo—. Puedes volver al comedor si solo has venido a eso.

El tono en el que habló sonó más duro de lo que hubiera deseado, pero ahora no podía retractarse, así que conservaría su postura fuerte. Franco guardó silencio unos segundos en los que creyó que se iría, pero únicamente se quedó inmóvil, respirando tranquilamente con los ojos fijos en ella.

Estaba buscando un momento apropiado para hablar contigo —dijo.

¿Sobre qué? —preguntó ella cortando un par de naranjas frescas del frutero sin mediar miradas con él.

—Ahora que tu hija está casada, no hay motivo para que regreses a Florencia, esa siempre fue tu misión, ¿no es así? —pronunció decaído al final.

Sí. Mi plan era que sucediera a su tiempo, pero mi madre y mi nuera parecen ser más eficaces en adelantar todo y hacerlo a su manera. Pronto llegarán los nietos y todo mi tiempo se irá en adorarlos y cuidarlos para que cuando yo deje este mundo, tengan un buen recuerdo de su abuela —dijo de una manera melancólica sin apartar su vista del cuchillo en sus manos y las naranjas sobre la tabla de madera que pretendía exprimir para hacer más jugo—. Antes de que eso suceda, si mis niñas siguen viviendo en Florencia, entonces habrá un motivo para regresar.

Quiero ser uno de tus motivos —soltó sin miedo—. Quiero ser un motivo por el que regreses, quiero vivir a menos de un océano de ti, y si tú no vienes a mí, entonces yo iré a ti, a tu tierra, a tu mundo, a cualquier lugar que tú habites, ahí quiero estar yo.

Ana María se detuvo al sentir que su corazón dio un vuelco. Sus manos temblaron y se atrevió a mirarlo a los ojos después de haberlo evitado desde su llegada, la mañana del día anterior.

Ana María —Franco avanzó en su dirección y colocó sus manos suavemente sobre sus hombros. En cuanto hizo contacto, el cuchillo resbaló de sus manos y cayó sobre la mesa con un ruido seco—. Quiero ser merecedor de tu afecto, de tu cuidado y de tu admiración. Convertirme en el objeto de todos tus deseos y el creador de toda la felicidad que mereces. Solo una palabra bastará para silenciarme o para enaltecer mi voz que únicamente puede alabar tu nombre.

Los labios le temblaban, pero la mirada no. Cada poro de su piel, cada rizo de su desordenado y castaño cabello estaba en sincronía con sus sentimientos. Aunque aún existiera algo de distancia entre sus cuerpos, Ana María podía jurar que escuchaba el corazón de Franco, o tal vez era el suyo, desbocándose hacia un rumbo qué el término viuda no la había dejado considerar.

Dejo una puerta abierta en mi corazón para ti, una vela encendida para iluminar tu camino y egoístamente conservo una mínima esperanza.

—Franco —dijo su nombre en un tono desconocido mientras su rostro se aproximaba al de él. No, no iba a forzarla a nada, solo dejaba esa puerta abierta para ella, ese paso sin dar, esa luz sin apagar. Podría retroceder y acabar todo, pero no quería hacerlo.

Sin embargo, antes de que pudiera besarlo. El bastón de su madre se oyó por el pasillo sobre la loseta decorativa del suelo, provocando qué ambos salieran de su ensoñación y por consiguiente se separaron aparentando qué nada había pasado. Doña Josefina los miró, no, los juzgó a ambos de pies a cabeza.

—Parece que el jugo está tardando demasiado —dijo—. O quienes supuestamente lo hacen no han visto la hora.

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09 de Agosto de 2021 8:17 pm, San Juan de los lagos Jalisco.

Lilith Romanov.

Tres maletas de pertenecías personales, más una extra de productos de cuidado de la piel y cabello, invadieron la nueva habitación que se suponía que iban a compartir, pero que Romanov había invadido casi por completo cuando Ferrara acomodaba su ropa en el closet. Aunque les quedaba poco tiempo, Lilith había ganado la guerra contra la abuela que finalmente aceptó qué durmieran juntas después de la boda, no era como si no lo hubieran hecho antes de la boda, pero por lo menos ahora la rubia no tenía que saltar de un balcón a otro para dormir y hacer más que eso con su esposa.

—No creo que tenga mucho caso desempacar ahora —dijo Lilith recostada sobre la cama mirando como su esposa terminaba de ordenar todos sus perfumes y lociones corporales por tamaño—. Aún falta la mejor parte de la boda, la luna de miel. Ahora puedo acostarme contigo sin culpas porque soy tu esposa, como lo diría tu abuela, estamos casadas, como dios manda.

—Espero que no hayas aceptado desposarme solo para acostarte conmigo sin que tu conciencia te atormente —Aysel cruzó sus brazos mirando el techo con algo de ofensa a Lilith.

—Ya lo hacíamos incluso antes de ser novias, créeme que nada me pesa en la conciencia —Romanov sonrió ampliamente—. ¿Sabes cuál es la mejor parte? Que es mi deber marital complacerte, eso hacen las buenas esposas, ¿no es así?

Ferrara se contagió de su sonrisa y se acercó a la rubia para besar sus labios inclinándose sobre la cama.

—No tienes remedio —pronunció la pelinegra.

—Y tú tienes unas muy buenas... —miró sus senos sin disimular— cualidades que me vuelven débil.

—Mis ojos están arriba, corazón.

—Lo sé —respondió con simpleza, reincorporándose—. ¿Sabes que más hacen las esposas?

—Te escucho.

—Preparar la cena juntas —dijo Romanov con un destello de emoción en sus ojos—. ¿Vamos? Quiero enseñarte mis nuevos trucos culinarios.

—Mientras no te cortes un dedo, está bien para mí —admitió la pelinegra dispuesta a seguirla a dónde quiera que fuera.

—Qué poca fe me tienes —se quejó Lilith en dirección a la cocina.

—Solo me preocupo por tu bienestar, yo sería la principal afectada si pierdes un dedo —dijo Aysel siguiéndola escaleras abajo hacia la cocina.

El espacio era una combinación de azulejos, ladrillos y utensilios de barro qué colgaban de las paredes y ocupaban las estanterías cerca del resto de la vajilla. Romanov no estaba muy acostumbrada a ese tipo de material como instrumento de cocina, pero sabía reconocer que la comida tenía un sabor peculiar cuando había sido preparada en una cazuela de barro y cuando no. Lilith buscó entre los cajones aquella libreta qué la misma Doña Josefina le había mostrado, la santa biblia de su cocina, como solía llamarla, era una libreta con recubrimiento de cuero oscuro, con las esquinas desgastadas y las páginas algo manchadas de ingredientes, pero que poseía una caligrafía con información invaluable y antiquísima de la familia Ávila.

—El recetario de mi abuela —pronunció Aysel entre sorprendida y confundida—. ¿Cómo es que lo tienes? Ella ni siquiera deja a mi madre tocarlo o copiarlo.

—Supongo que ya no eres su nieta favorita, Aysel —sonrió Lilith pavoneándose de tener el recetario bajo su poder mientras sacaba los ingredientes anotados de la alacena—. Tranquila, no sientas celos, siempre serás mi favorita.

Ferrara cruzó los brazos y alzó sus cejas con impresión. Veía a Lilith caminar de un lado para otro reuniendo ingredientes, mezclando y preparando todo sin ningún tipo de ayuda. Romanov aprovechó las sobras de los guisados disponibles en el refrigerador para hacer quesadillas ahogadas en aceite, pero en cuanto vio el líquido espeso y caliente en la estufa, comenzó a temer que comenzara a saltar y esas pequeñas y calientes gotas cayeran sobre ella.

—¿No quieres ayudarme? —miró a su esposa con una mirada suplicante.

—Pero estoy disfrutando verte cocinar, además, la abuela te eligió para heredarte el conocimiento culinario de décadas, ¿Quién soy yo para cuestionar tu capacidad? —respondió con una sonrisa que Lilith sintió como un reto.

—Aysel —dijo su nombre demandante, de la forma en que sabía que Ferrara cedería.

¿Quién podía negarse a unos ojos hermosos, labios suaves y un rostro perfectamente atractivo? Nadie, incluso Aysel sabía que era su debilidad. Se puso de pie y se acercó a ella, cuando Romanov creyó que tenía que apartarse para cederle su lugar, Aysel la detuvo sosteniéndola fuertemente de la cintura.

—¿Dónde vas? —preguntó de forma juguetona.

—¿No ibas a hacer esto tú? —preguntó.

—¿Y dejarte solo la parte fácil? No —respondió con un tono divertido—. Soy tu esposa, Lilith. Significa que puedo torturarte un poco de vez en cuando.

Durante los siguientes 30 minutos, le enseñó todo lo que sabía, cómo evitar que el aceite saltara, reducir manchas y quemaduras e incluso lograr el dorado perfecto. Cuando la cena finalmente estuvo lista, las dos se sentaron a comer en la mesa de la cocina, qué despejaron de todo lo que habían ocupado para cocinar. Lilith estaba orgullosa de las perfectas quesadillas qué había hecho, tanto que le dolía comerse sus obras de arte.

—¿Sigues teniendo náuseas? —preguntó después de terminar su bocado.

—Solo son mañaneras. Supongo que a mi cuerpo le hace daño el desayuno o algo, pero no creo que sea grave —respondió Aysel restándole importancia—. Aunque a la abuela le gusta mucho bromear sobre sus futuros nietos. Te aseguro que ya está tejiendo peluches y suéteres.

—Tal vez ya hago milagros con mis manos —bromeó la rubia—. Pero ya, hablando en serio, si te sigues sintiendo mal, podríamos hablarlo con tu hermano o buscar más opiniones de otros profesionales de la salud.

—Lilith, estoy bien, en serio. No hay nada de que preocuparse —colocó su mano sobre la suya mientras la miraba fijamente a los ojos.

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10 de Agosto de 2021 1:27 am, San Juan de los lagos Jalisco.

Nerea Ferrara.

Su motivo principal para levantarse en medio de la noche había sido la sed qué secó su garganta, la obligó a ponerse en pie y bajar a la cocina por algo de beber, jugo, agua o incluso leche fresca. Se colocó una sudadera encima del pijama y bajó hasta la primera planta. La luz de la cocina ya estaba encendida, pero era algo inusual el descuidado ruido proveniente del cuarto, así que Nerea se acercó cautelosamente creyendo que encontraría a alguno de los invitados o incluso al personal preparando un aperitivo nocturno, pero en lugar de eso se encontró con Aysel, con un pan con algo dulce en la boca y un plato con lo que parecían ser varias quesadillas.

(Conversación en italiano)

¿Los asaltos nocturnos a la cocina son normales o tal vez son resultado de su noche de bodas? —Nerea se burló desde el umbral de la entrada.

Aysel negó primero con la cabeza sin quitar el bolillo con dulce de leche de su boca. Pero luego procesó lo que acababa de escuchar y lo apartó de su boca para responder.

¿Por qué todos piensan eso? —preguntó con el ceño fruncido—. A menos que la raza humana y el sexo femenino haya evolucionado en los últimos dos días y las mujeres queden embarazadas con los dedos o fluidos como la saliva, es prácticamente imposible que esté embarazada. Además, por si no recuerdas, perdí a un bebé hace unas semanas.

—Lo lamento, yo... —Nerea se arrepintió de haber bromeado con algo tan sensible.

Descuida —respondió Aysel más tranquila—. Estoy en proceso de superarlo.

Le dio una mordida a su pan con cajeta y luego miró su plato evitando hacer contacto visual incómodo con Nerea.

¿Quieres? —ofreció.

No, gracias. No tengo apetito —negó y se dirigió a servirse un vaso de agua, el cual bebió en cuestión de segundos mientras su hermana mayor se sentaba en la mesa de la cocina y disfrutaba de su cena.

Era extraño estar con ella en la misma habitación a mitad de la noche, sin nadie más presente cerca de ellas. Aysel era compleja, a veces fácil de leer y otras veces muy cerrada con respecto a lo que sentía y pensaba. Probablemente por eso era compatible con Lilith, para Nerea, las dos eran un completo enigma tanto individualmente como juntas.

—¿Podemos hablar? —pidió la menor.

¿Ahora? —Aysel se veía más interesada en la comida que en la hora y en una conversación, pero aceptó cuando la menor asintió—. Te escucho. Si no me falla la memoria es la primera vez que tienes iniciativa de conversar conmigo por tu cuenta, así que adelante, tienes mi atención.

Nerea respiró profundo, llenó su vaso de agua nuevamente, pero en lugar de beberlo en ese instante, lo llevó a la mesa, dónde se sentó frente a Aysel. Miró el contenido en el vidrio y delineó las orillas del objeto con sus dedos antes de reunir el valor necesario para hablar.

Últimamente, no hemos tenido mucho tiempo a solas y creí que era mejor postergar esta conversación por lo del bebé y la boda, pero no puedo seguir ignorando los susurros, qué no creen que escucho, de como me llaman bastarda en incluso me menosprecian por ser la hija extramarital de nuestro padre.

¿Quién te ha estado molestando? —Aysel dejó de ingerir sus alimentos y su expresión cambió por completo a una molestia.

No tiene caso que lo diga o señale a esas personas, eso no cambiará la perspectiva qué tienen de mí.

Pero eres parte de mi familia y mereces respeto —respondió.

Yo no soy parte de esto, Aysel. Doña Josefina, Patricia e incluso tu madre son muy amables conmigo, pero yo no pertenezco a esta estirpe, yo no tuve una familia que me adorara, ni primos con los que jugar, ni siquiera tuve un padre y mi madre no estaba muy presente en mi vida, simplemente era una carga para ella —confesó amargamente con la garganta cerrándose por las emociones.

No me refería a esto, a las reuniones familiares, las personas que habitan este lugar o que llevan uno de mis apellidos —Aysel trató de sonar lo más comprensiva posible—. Eres mi hermana, Marco es nuestro hermano y Leonardo fue nuestro padre. La sangre no es lo único que nos une y si crees que es insuficiente, entonces estoy dispuesta a hacerlo todo para ser parte de tu vida, para que sientas que puedas tener un hogar y personas que te amen incondicionalmente.

Nerea guardó silencio. Levantó la mirada para observar el rostro de su hermana con claridad. Sus ojos fijos en ella, con la expresión firme y vulnerable, abriéndose para escucharla sin juzgar.

Yo creí que al fin lo iba a tener —pronunció con la voz entrecortada—. Amor incondicional. Un padre a quien conocer, a quien acudir cuando tuviera un problema, simplemente alguien que fuera mi guía y que se preocupara por mí. Pero lo perdí, me quedé con esa ilusión en el aire y una sensación de vacío porque ni siquiera lo conocí bien. Y luego un día apareces de la nada y dices odiarlo, pero nunca me explicas por qué, únicamente qué debo confiar en ti porque eres mi familia.

Un genuino reclamo completamente racional salió de su interior dirigido hacia Aysel, como una flecha hacia su pecho, qué no estaba dispuesta a desviar su camino. Con los ojos llorosos, Nerea le sostuvo la mirada a la mayor.

Sé que lo sabes. Todos han dicho que tú viste algo que nadie más y que has callado todo este tiempo. Si esperas que confíe en ti, quiero saber la verdad, absolutamente toda.

Nerea, no creo que...

Si voy a amar u odiar el recuerdo de un hombre, quisiera saber que es por los motivos correctos —la interrumpió tajantemente—. Por favor, Aysel, necesito saber.

El silencio tomó el dominio durante varios minutos. Aysel no sabía qué decir y Nerea estaba atenta a lo que podía escuchar. Dudaba de que la mayor fuera capaz de desvelar el misterio, pero a Aysel se le quitó el apetito y apartó el plato de su vista antes de volver a la conversación.

Él no era lo que todos creen y yo tampoco —habló pausadamente—. Leonardo tuvo lazos delictivos desde joven y esos lazos lo llevaron a tener éxito y reconocimiento, pero sus errores le cobraron altos precios. Crecí tratando de impresionarlo, de hacerle ver que yo también era digna de su cariño y reconocimiento qué mi hermano recibía por montones, hasta que entendí que no había manera humana o divina para hacerlo cambiar de opinión, así que me olvidé de su aprobación y viví mi vida con el pensamiento de que le debía cariño y respeto solo porque era mi padre.

¿Pero? —comentó Nerea—. Siempre hay un pero.

Puso en riesgo de muerte a mi madre y a mi hermano. Yo estaba alejada de ellos cuando lo supe, pero al enterarme, no dudé ni un solo segundo en meter las manos al fuego por ellos.

—¿Y? ¿Qué fue lo que hiciste? —su ritmo cardíaco se aceleró al saberse cerca de las respuestas.

Me quemé —dijo—. El fuego de la inmundicia, la crueldad y el dolor me consumieron. Robé y maté personas que no me debían nada, pero tenían la desgracia de estar en la larga lista de objetivos de la jefa de una familia internacional. Le vendí mi vida a ella a cambio de la seguridad de mi familia, sin saber que podría perderlos por eso mismo. Mi madre fue atropellada, mi hermano agredido, mi mejor amiga secuestrada y mi esposa estuvo en riesgo más veces de las que puedo contar.

Nerea se quedó inmóvil creyendo que se trataba de un muy mal sueño todo. No podía creer que la conversación que tenían era real y que su hermana estaba confesando ser una criminal.

Lo vi morir, Nerea —reveló al final—. Una misión nos llevó hasta él, pero cuando lo encontramos ya era demasiado tarde. Estaba golpeado y torturado, rodeado de bombas qué podían explotar en cualquier momento. De un momento a otro el fuego se encendió y comenzó a quemarlo. La autopsia reveló qué estaba demasiado sedado y herido para sentir como su carne se destruía con las llamas, pero yo escuché sus gritos desgarradores y lo vi desesperado por salvarse. No tienes idea de cuanto quise salvarlo, quería saltar al fuego con él para ayudarlo, pero eso hubiera sido suicida, incluso si hubiese sobrevivido a las llamas, sus hemorragias internas lo hubieran matado en los días siguientes.

Lágrimas de culpa y de tristeza corrieron por las mejillas de la mayor. Sus labios temblaban al igual que sus manos mientras recordaba cada sonido, olor, textura e imagen de aquel momento.

Pasé los últimos años despreciándolo, pero estaba dispuesta arriesgar mi vida por salvarlo

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10 de Agosto de 2021 2:04 pm, San Juan de los lagos Jalisco.

Lilith Romanov.

La rubia había despertado como un ave diurna en plena mañana, con muchos planes por realizar, entre ellos la planeación de su luna de miel. Pero Aysel se quedó en la cama y dormida hasta pasadas las 12 del día, cuando decidió que era buena idea despertar por algo de comida y luego volver a encerrarse. Eso hubiera sido un comportamiento normal si no se tratara de Aysel, la mujer que estaba lista y arreglada a primera hora de la mañana y no dormía más de las 8 horas, qué su cuerpo le permitía.

Al parecer no había sido la única con un comportamiento inusual, pues Nerea tampoco había salido de su cuarto desde la madrugada y no aceptaba recibir visita alguna. Hasta los oídos de Lilith había llegado el rumor de que su esposa y la joven habían tenido una conversación que no resultó para nada bien, por lo que ambas se aislaron.

—Creí que yo iba a ser la perezosa en nuestro matrimonio, pero ya vi que no es así —Romanov entró a la habitación con el almuerzo en una bandeja para Aysel.

—Estoy muy cansada —contestó Aysel desde la cama hecha bolita sobre el colchón con una de las sudaderas qué le robó a Lilith.

—Si yo me hubiese levantado en plena madrugada por un aperitivo nocturno y luego me quedara hablando con alguien más durante dos horas, también lo estaría —dijo yendo directo al tema—. ¿Qué pasó anoche?

—Hablé con ella, pero no fue nada bien esa charla —respondió Aysel apenas con algo de energía para levantarse y mirar qué era lo que había traído Romanov—. Le dije todo, Lilith. Lo de mi papá, mi vida y todo lo que enfrentamos el año pasado, pero lo más fuerte para ella fue cuando le dije cómo y por qué murió Leonardo.

—Me parece que no lo tomó para nada bien.

—Corrió a su habitación después de eso —reveló la pelinegra—. No me habla y ni siquiera quiere verme. ¿Qué se supone que debo hacer ahora?

—Esperar a que lo procese y luego hablar con ella. ¿Qué te sorprende tanto? Le dijiste como viste morir a su padre, hubiera sido muy anormal qué lo tomara bien, de hecho sería preocupante.

Aysel soltó un quejido mientras se dejaba caer nuevamente en la cama. Su rostro completamente contra la almohada. Romanov se recostó a su lado y acarició su espalda para que volviera a prestarle atención.

—Lo superará —pronunció—. Estoy segura de que lo hará. Es joven, pero lo suficientemente inteligente para saber que está en el camino correcto. Yo no sé mucho sobre la adolescencia porque prácticamente me salté la mía, pero, cuando madure y piense en todo esto, solo será un mal recuerdo.

Aysel no dijo nada, solo se levantó de su posición para acostarse sobre las piernas de su esposa. Ferrara estaba sensible y emotiva, tanto que se aferró a los muslos de la rubia con cariño mientras cerraba sus ojos para volver a dormir.

—¿Ya pensaste a donde quieres ir de luna de miel? —Aysel preguntó.

—Venía a hablar eso contigo —respondió la rubia—. Tenemos dinero y tiempo para recorrer el mundo entero, así que hay mucho de qué elegir.

—Sudamérica —pronunció—. Brasil, Colombia, Chile e incluso Ecuador, son países que quiero visitar. Europa, Países Bajos, Alemania, Rumanía y Mónaco. Asia, Tailandia, Corea y Japón estarían bien para un viaje. Ah, la India y Marruecos no pueden faltar.

—Ya habías pensando en todo esto, ¿verdad? —pronunció Lilith levantando una de sus cejas—. Esos son muchos destinos, un par de meses cuando menos.

—Tenemos dinero y tiempo para recorrer el mundo entero —repitió sus palabras—. Tú lo dijiste.

—Tiempo, mucho tiempo —repitió Lilith en voz alta antes de besar la mejilla de su cónyuge y luego sus labios.

Tocaron la puerta unos segundos y de repente esta se abrió. Mads, Inés, Lorena y Matías entraron de la nada sin decir algo en concreto pero con los rostros preocupados.

—Me temo que no tendrán tanto tiempo —dijo Mads.

—Tenemos un problema, chicas —habló Lorena—. Uno que necesita que vayan a España lo más pronto posible.

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10 de Agosto de 2021 4:43 pm, San Juan de los lagos Jalisco.

Aysel Ferrara Ávila.

—¿Van a ir a cazar mercenarios? —repitió Carina en voz alta, impresionada—. Vaya, qué magnífica luna de miel, Lilith se lleva puntos por ser la más romántica del mundo.

—No fue su idea —respondió Aysel—. Íbamos a tener otros destinos antes de España, pero Mads y Lorena insistieron qué era una oportunidad que no se podía desperdiciar, ya que todos los antiguos mercenarios de la organización habían arribado a ciudades españolas esperando indicaciones que probablemente vendrían de Hugo o Victoria.

Aysel miró a Carina muy concentrada cortando un pepino en rodajas, qué después combinó con crema de cacahuate y lo saboreó como si fuera lo mejor del mundo.

—¿Qué haces? —preguntó desviándose del tema.

—Antojos de embarazada —respondió Julio desde el sofá frente a ellas—. Ese es su preferido del día y el menos asqueroso qué la he visto comer.

—¿Sabe bien? —Aysel comenzó a tener curiosidad al respecto—. No es algo que se combine usualmente.

Robbins asintió extasiada por el bocado qué había llevado a su boca. Julio la miró con disgusto, mientras que Aysel tomó uno del plato y lo mezclo igual que ella. En cuanto probó la inusual combinación, se sorprendió por lo bien que sabía, aunque el aspecto no era del todo bueno.

—Esto es delicioso —dijo probando otros dos.

—Te lo dije. Julio sigue diciendo que no, pero en realidad lo es —argumentó Carina y se dirigió al chico—. Deberías probarlo.

—Paso —contestó analizando la naturalidad con la que sus amigas comían la combinación.

Robbins y Ferrara terminaron con el contenido del plato y se concentraron de nuevo en la conversación que tenían con Julio.

—Sé que van a tener una larga luna de miel, pero me gustaría que Lilith y tú estuvieran apoyando a Dmitry cuando tenga a mi hijo. Va a necesitar mucha ayuda para mantenerse tranquilo.

—¿Ya sientes que vas a dar a luz? —preguntó Aysel.

—Falta un mes aproximadamente y este pequeño no deja de crecer, espero que no sea tan alto y grande como su padre porque definitivamente me va a doler —se quejó Carina mientras sacaba otro pepino de su bolso y comenzaba a cortarlo en rodajas para volver a comerlo con crema de cacahuate, pero esta vez, Aysel le ayudó.

En cuestión de minutos, ya tenían todo el pepino cortado y el frasco abierto con una cuchara para poder mezclarlo. Julio miró con curiosidad a Ferrara quien probó el primer bocado.

—Con los antojos tan extraños que está teniendo Aysel últimamente, parece que tendré otro sobrino en menos de un año —comentó con una sonrisa.

Carina miró a su mejor amiga con desconcierto. La nombrada no sabía cómo reaccionar y parecía bastante confundida porque todos le decían lo mismo.

—¿Se pusieron todos de acuerdo para molestarme con eso? —preguntó molesta—. Dios, dejen de concluir qué estoy embarazada por las náuseas mañaneras, los antojos nocturnos y porque encuentre las combinaciones de Carina deliciosas.

Los modelos intercambiaron miradas entre sí ante el despliegue de molestia en Ferrara. Jamás les había alzado la voz de esa manera por un motivo minúsculo, al contrario, era controlada con su voz y sus palabras.

—¿Has tenido tu periodo últimamente? —preguntó Carina cautelosamente.

—Dejé de tenerlo en cuanto empecé el tratamiento de fertilidad. Después de que perdí al bebé dijeron que volvería a la normalidad, tal vez tendría algo de irregularidades, pero estaría bien —contestó más tranquila—. Debió de llegar la semana pasada, pero tengo un retraso, supongo que es normal después del tratamiento hormonal, usualmente soy regular.

—Me sorprendería si no fueras regular hasta para eso —comentó Carina—. Hablando en serio, deberías hacerte un chequeo, nada más de rutina para descartar que algo ande mal.

—Estoy perfectamente bien ¿Okay? —volvió a mostrarse irritada—. Dejen de creer que hay algo malo conmigo o estoy esperando un bebé. Ya es bastante frustrante recordar que fallé al conservar el bebé que Lilith y yo planeábamos tener.

Después de su desplante emotivo, comenzó a llorar. Se levantó del sillón y se marchó hacia su habitación al no poder controlar su llanto.

—Definitivamente, eso no es normal en Aysel —soltó Julio.

—Estoy de acuerdo contigo —afirmó Carina.

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12 de Agosto de 2021 9:47 am, San Juan de los lagos Jalisco.

Aysel Ferrara Ávila.

Solo tenía ese último día de paz y tranquilidad antes de ir a la batalla, antes de ver de frente a los miedos y huir de las balas que fácilmente podrían atravesar sus corazones si la suerte se ponía del lado de la puntería de sus enemigos. Era extraño sentirse tan vivo y tan cerca de la muerte a la vez, con el pulso agitado, sin saber que vas a morir o vivir, si tu respiración sería la última o si podrías vivir más tiempo junto a las personas que amas.

Ferrara tan solo quería tener más tiempo para perderse en su mirada oscura, en sus delgadas pestañas y el reflejo de sus ojos que le devolvían un retrato de ella misma bañada en amor. Amaba recostarse en su pecho y escuchar sus latidos hasta quedarse dormida o contar las horas sobre sus muslos mientras miraban las estrellas o incluso simplemente besar sus labios qué encendían en su corazón chispas.

—Te ves distraída, mi niña —dijo su abuela a su lado mientras escogía algunas naranjas por sí misma en el mercado.

—Solo estaba pensando, abuela —respondió ayudándola con la bolsa de mercado.

—¿Se puede saber en qué? —preguntó Doña Josefina con una mirada curiosa dirigida a su nieta.

Aysel no había tenido la oportunidad de hablar con ella porque Lilith la había tenido muy ocupada en su dormitorio, en el campo e incluso en la camioneta a mitad de la nada. Así que los únicos momentos que había tenido con la mayor se habían reducido a los escandalosos desayunos y unas cortas conversaciones.

—En que debe de haber un gran motivo para que le hayas regalado a Lilith el recetario de la familia en lugar de a tu nieta favorita, a menos que eso haya cambiado —ocupó la oportunidad disponible para desviar el tema de sus verdaderos pensamientos.

—¿Estás celosa de tu mujer? —preguntó su abuela sonriendo—. Mi niña, ese libro, contiene todo el amor y el cariño de generaciones enteras, tiene lágrimas, alegría y confort y cuando se lo di a tu esposa, fue para que se asegurara de darte todo el cariño y la felicidad que vienen en esas páginas, incluso si al principio parece un poco torpe en la cocina estoy segura de que sabrá exactamente qué hacer para hacerte feliz.

Al final no habló de la cocina, sino que se refería a algo más que Aysel comprendió a la perfección. La pelinegra dejó la fruta de lado y abrazó a su abuela con los indicios de nuevas lágrimas en sus ojos.

—Vamos, hay que darnos prisa, Lilith nos estará esperando en el auto —dijo su abuela y Aysel asintió enérgicamente limpiándose los rastros de lágrimas.

La pelinegra tomó las bolsas restantes y la lista de compras qué faltaban y se propuso visitar el resto de puestos para acelerar el proceso, sin embargo, cuando se disponía a ir al otro lado del mercado en busca de algunas verduras, se topó con un rostro familiar, el de la anciana de la feria del cumpleaños de la abuela. Su rostro al principio era de molestia tras haber chocado con ella, pero al reconocerla, su arrugado rostro cambió a uno de sorpresa y su mirada la escaneó de pies a cabeza.

—Está creciendo bien —dijo ella sin ningún tipo de contexto.

—Disculpe, ¿a qué se refiere? —enarcó una ceja sin comprender si se refería a ella o a otra cosa.

Y sin dar respuesta alguna, la mujer se dio la vuelta y se alejó de ella como si no la hubiera dejado confundida. La vio perderse entre otros compradores hasta finalmente desaparecer.

—Te encontré —dijo la rubia a sus espaldas con una sonrisa que brillaba como el sol mismo.

Entre sus manos, un ramo grande de gypsophila paniculata, pequeñas flores pequeñas de color blanco que eran sus favoritas porque la representaban, eran simples, pero no por ello menos hermosas que otras, pero su significado era el que tenía un verdadero peso para ella, el amor eterno, el que supera la adversidad volviéndose inmortal.

Aysel las aceptó sin decir ni una palabra más que sonreír. El roce de sus manos provocó descargas eléctricas qué solo se intensificaron cuando la abrazó por la cintura con planes de llevarla a casa.

—¿Por qué siempre llegas en el momento correcto? —preguntó mientras le ayudaba a cargar las compras y las ponía dentro de la camioneta.

—Me gusta creer que aparezco cuando me necesitas, tal vez sea por eso. Sería capaz de encontrarte incluso si huyes al rincón más alejado de este mundo o si simplemente lo haces dentro de ti misma. Siempre voy a encontrarte.

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