Capítulo 23: Comienzos felices, destinos inciertos

8000 palabras no son suficientes para definir cuanto se aman estas dos. Llegamos al evento esperado y sé que los disfrutarán tanto como yo. 

06 de Agosto de 2021 10:26 am, San Juan de los lagos Jalisco.

Aysel Ferrara Ávila.

Tres camionetas todoterreno se estacionaron en la entrada principal atrayendo las miradas curiosas de la familia y del personal de la casa. Aysel y Lilith esperaban a sus invitados ansiosas paradas en la entrada junto a la dueña y señora de la hacienda, Doña Josefina. La anciana mantenía la mirada alta ocultando una leve sonrisa que no había abandonado sus labios desde que cierta serenata qué tuvo lugar en plena madrugada días antes. No iba a confesar que las espió por la ventana antes de que Romanov perdiera la fuerza para mantenerse de pie y se alegraba de que hubieran resuelto los conflictos qué no sabía que tenían.

—Bonita su velada de la otra noche, jovencitas —comentó observando a los amigos de la pareja descender de los autos con su equipaje—. Tanto como sus amistades con cara de vándalos.

—Abuela —pronunció Aysel esperando que nadie hubiera escuchado eso.

—Los vándalos son muy interesantes, Doña Josefina. Jamás se aburrirá con ellos, se lo aseguro —habló Robbins siendo la primera en acercarse a saludar.

La expresión de Doña Josefina cambió a una más afable y sonrió ante la modelo.

—Carina —pronunció su nombre con alegría—. Cuánto tiempo sin verte, y al parecer traes a alguien contigo.

La abuela apuntó hacia su vientre visiblemente abultado por el embarazo. Robbins le devolvió el gesto sonriente y asintió. Estiró su mano hacia Dmitry quien venía detrás de ella y este la tomó para acercarse como un joven tímido qué miraba sus zapatos sin atreverse a hacer contacto visual.

—Doña Josefina, le presento a mi futuro marido y padre de mi hijo, Dmitry Kozlov —anunció Carina.

Analizó al joven de pies a cabeza y tuvo que alzar demasiado la mirada para contemplarlo por completo debido a lo alto que era,

—Mmmta, otro gringo —se quejó sin pudor alguno.

—No, no. Soy ruso, señora —corrigió DM rápidamente—. Igual que Lilith.

La mujer mayor miró a la nombrada y después al chico. Se recargó sobre su bastón con ambas manos.

—Ah caray, no me dijiste que tenías un hermano, flaca —la mujer se dirigió a Lilith.

—No somos hermanos, señora —contestaron al unísono con su acento ruso marcado por los nervios de ambos.

—¿Hay algún tipo de fiebre rusa qué me haya perdido o porque todos se sienten cautivados por alguien de ese país? —preguntó haciendo reír a los presentes.

Acortando la distancia, San Agustín venía acompañado de un caballero igual de apuesto que él, sosteniendo su mano sin preocupación alguna con el pecho lleno de orgullo mismo.

—Julio, ¿Tú también? —preguntó.

—¿Qué puedo decir? —admitió mirando fijamente a Darcel—. Rusia tiene una increíble belleza en sus tesoros. Carina y Aysel saben de lo que hablo.

Ferrara sonrió asintiendo confirmando lo que su mejor amigo acababa de decir. Pero esa sonrisa se borró en un instante en cuanto vio a la irritante pelirroja acercarse a saludar a Lilith. Pero su expresión no fue la única en cambiar, pues la de Romanov también lo hizo y de una forma más evidente. Sin quererlo, Ferrara hizo algo de presión en el agarre de su mano.

—Aysel —susurró su nombre y la miró a los ojos—. Hice una promesa y estoy dispuesta a cumplirla, no hay nada que temer. ¿De acuerdo?

Ferrara inhaló profundamente y exhaló de la misma forma.

—De acuerdo —confirmó.

Dasha se acercó a Romanov para saludarla como acostumbraba con un beso en la mejilla, pero fue grande su sorpresa cuando Lilith la detuvo tomándola por los hombros y alejándola lo más posible de ella. Pero no tuvo tiempo para reaccionar, puesto a que las felicitaciones y la bulla por parte de las gemelas y Alexei no tardaron en llegar con respecto al compromiso. A ellos se unieron Madelayne, Inés, Lorena y Matías, quienes incluso llevaban algunos presentes para las novias.

Robbins apartó a Aysel del resto y Julio se unió a ellas, en lo que el resto se ponía cómodo en las habitaciones otorgadas por Doña Josefina, quien se notaba más generosa de lo acostumbrado.

—Trajimos lo que nos pediste —habló Julio—. Está perfectamente cuidado en alguna de mis maletas.

—Además, sabemos que Dmitry, Elina y Ekaterina tuvieron la misma cortesía por Lilith. Así que es un hecho que esto va a ser una boda espléndida —añadió Carina—. Hablé con tus tíos, su vuelo se retrasó, pero estarán aquí la mañana de la boda.

—Gracias por todo, chicos. En verdad lo aprecio bastante —agradeció Ferrara.

—¿Y la familia de Lilith? ¿Sus padres vendrán? —se atrevió a preguntar Julio.

—No lo creo. No han respondido sus llamadas ni mensajes, supongo que esa es la forma de responder de los Romanov para dar a entender que no van a venir —sonó melancólica.

—Pero son sus padres —objetó Carina—. ¿Por qué no vendrían a la boda de su única hija?

—Porque deben considerar una humillación lo que pasó la última vez que estuvimos en Rusia —respondió Aysel—. Lilith cree que no lo noto, pero sé que le pesa la ausencia de sus padres y su desaprobación, pero ella está tan segura como yo de que esta boda es lo correcto. Lo único que me da consuelo, es que algún día podré ser y darle una familia que la acepte y ame por quien es, sin juicios, expectativas ni nada más. Solo ella y yo, juntas.

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06 de Agosto de 2021 11:32 am, San Juan de los lagos Jalisco.

Julio San Agustín.

No recordaba en lo absoluto qué fuera una casa tan grande, repleta de habitaciones, salones, salas de estar y otras estancias qué parecían un laberinto. No había pisado la propiedad desde el cumpleaños vigésimo quinto de Aysel que festejó con su abuela, sin embargo, se consideraba capaz de encontrar su cuarto del que había salido momentos antes para incorporarse al resto de los invitados en el jardín principal, pero estaba terriblemente equivocado, tan perdido en esos muros qué se detuvo a analizar su alrededor en busca de una solución.

—Pareces perdido —pronunció Marco en voz baja.

—Marco —dijo su nombre y retrocedió por instinto, alejándose de la persona que avanzaba hacia él lleno de seguridad—. No recordaba que fuera una casa tan grande, hace mucho que no venía.

—Ciertamente lo es, una casa inmensa —admiró su alrededor, los techos altos, las numerosas habitaciones y ventanas—. Parece que pone distancia entre lo que debe de estar separado, o más bien, quienes deben de estar separados.

Su comentario tenía un peso personal y emotivo tremendamente notorio. Pero Julio no quería abrir esa puerta en la conversación para que se expresara, prefería retrasar esa conversación todo lo que pudiera por su bien, por el bien de ambos.

—La primera vez que estuve aquí fue en el cumpleaños de tu hermana. Doña Josefina nos torturó a Carina y a mí hasta que decidió que le agradábamos lo suficientemente para ser amigos de Aysel —comentó animado—. Aunque seguramente tú no lo recuerdas porque...

—No estuve aquí —completó con amargura—. Supongo que estaba demasiado ocupado entonces, siempre enfocado en lo que no debía, orillándome a perder momentos que jamás podría recuperar.

San Agustín suspiró. Enderezó su postura y desvío la mirada un momento, ya que no podía quitar los ojos del mayor de los Ferrara de encima suyo.

—Creo que deberíamos ir al jardín con los demás —sugirió en un tono neutral.

—¿Podemos hablar? —preguntó Marco.

—Eso hacemos —respondió de manera fría.

—Me refiero a hablar sobre nosotros, lo qué pasó me ha robado el sueño desde entonces y no me he comportado como debí hacerlo —habló sin titubear—. Pero te juro que en ningún momento dejé de pensar en ti, en ningún momento dejé de amarte, Julio. Tal vez no ahora, pero podría ser que en un futuro nosotros...

—No —lo interrumpió. Lamió sus labios indeciso y se tragó el nudo qué había en su garganta—. No hay nosotros y tampoco hay futuro.

Marco se quedó inerte con sus ojos, perdiendo su luz poco a poco con el paso de cada segundo que era como una puñalada para su corazón. Era un insulto qué se atreviera a hablar de juramentos, de soluciones y de un futuro qué estaba condenado al fracaso, creer que todavía había oportunidad, creer que aún sentía algo por él era el mayor insulto.

—Escucha, porque solo lo diré una vez. No hay nosotros, no lo habrá y por favor, déjame vivir mi vida lejos de ti y de todo lo que alguna vez tuvimos —Julio disparó a matar y dio justo en el blanco—. Merezco ser feliz y tardé mucho en darme cuenta de que tú no puedes darme eso.

—¿Y crees que ese niño bonito con el que te paseas muy feliz pueda hacerlo? —preguntó con remordimiento.

—Ese hombre, es el único ser vivo que me ha dado un puñado de felicidad sin dañarme, qué me aprecia por lo que soy y no espera que cambie para adaptarme a él, para complacer sus complejos e inseguridades —habló con coraje mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. Ese hombre al que con desprecio llamas niño, me hace feliz, con él puedo pensar en un futuro sin dolor, sin la angustia de saber si me odiara a la mañana siguiente o seguirá queriéndome. Así que por favor, no te atrevas ni siquiera a ensuciar su nombre con tus palabras, porque él es más y ha hecho más de lo que tú alguna vez hiciste y fuiste.

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06 de Agosto de 2021 2:44 pm, San Juan de los lagos Jalisco.

Aysel Ferrara Ávila.

Ferrara estaba postergando aquella conversación. No podía ni siquiera mirar a su abuela a los ojos, sin sentirse apenada por la situación en la que la encontró con su prometida en su habitación, cuando el agua fría de una cubeta bañó a Lilith y salpicó a Aysel bajando su libido en cuestión de segundos. No había nada peor que tu abuela te encontrara teniendo sexo. Pero tarde o temprano tendrían que hablarlo y era mejor aprovechar que caminaban a solas por los terrenos para hacerlo.

—Sobre lo que viste en la habitación el otro día... —titubeó—. Lo lamento. Lilith y yo debimos ser más discretas.

—Menos vulgares también —añadió Doña Josefina con el ceño fruncido—. Y debieron cerrar la puerta con seguro.

—Abuela, no pensamos que entrarías de la nada. Es más, ni siquiera pensamos, solo nos dejamos llevar y pasó lo que tenía que pasar... es natural que dos mujeres se desnuden y hagan... —Aysel se puso roja y fue imposible detener sus palabras.

—Aysel, dios mío. Te limpié el trasero desde que eras un bebé hasta que aprendiste a caminar, para ya —se quejó—. No necesito saber lo que hacían la flaca y tú en su cuarto, pero me molestó que se tomaran esas libertades. Es una casa grande, pero el personal lo escucha todo, las detuve antes de que entretuvieran sus oídos con sus escandalosos y vulgares actos.

—¿Entonces no estás enojada? —Ferrara abrió sus ojos con sorpresa.

—No. Entiendo que es natural en una pareja, son jóvenes, bonitas y su deseo está en el punto más alto, sobre todo el de Lili —respondió—. Además, me dieron una razón suficiente para adelantar su boda.

Aysel detuvo sus pasos abruptamente y miró a su abuela perpleja.

—¿Tú adelantaste la boda? —preguntó intrigada.

—Digamos que le di a Lili el empujoncito qué le faltaba —dijo despreocupada—. ¿Qué? No me mires así, Aysel, quiero conocer a mis bisnietos antes de terminar tiesa en un ataúd. Aunque tengo que admitir que la flaca se lleva el crédito por las serenatas y la manera en que te lo pidió, esa mujer de verdad está loca por ti.

Liberada de la tensión, Aysel soltó una carcajada qué fue seguida por una de su abuela. Las dos comenzaron a reír despreocupadamente hasta quedarse sin aliento.

—Parece que ya la has aceptado en la familia —comentó Aysel poniendo su brazo sobre los hombros de la mujer mayor—. Creí que te caía mal por cómo la viste cuando llegamos.

—Me parecía bonita, pero que lo fuera no era razón suficiente para aceptarla. Tenía que haber más que esa simple razón para que la eligieras como tu esposa —explicó—. No me equivoqué, hay cientos de razones por las que se eligieron mutuamente y aunque no las declaren en voz alta, se hacen evidentes por como se miran, por como actúan la una con la otra.

En su mente, Aysel estaba delante de sus pupilas oscuras, de su delicada tez pálida y los cientos de tatuajes en su cuerpo que seguía con la punta de sus dedos por cada extensión de ella. En su interior estaba aprisionada por sus piernas mientras el olor de sus rizos rubios llegaba hasta su nariz cuando sus labios rozaban sus mejillas.

—Mi madre me lo dijo a mí, yo se lo dije a mis hijas y ahora te lo digo a ti, Aysel —Doña Josefina ofreció su sabiduría—. El secreto para un buen matrimonio es que seas una dama y una puta en la cama.

El consejo inesperado de la mayor le tomó por sorpresa. Los colores se le subieron al rostro y no supo qué decir. ¿Era correcto agradecer o tan siquiera responder a eso? De cualquier forma, Doña Josefina continuó con su camino tranquilamente, sin inmutarse en lo absoluto. Ferrara la siguió en cada uno de sus pasos sin poder creer que había escuchado esas palabras de la mujer más religiosa y tradicional que conocía.

—Hay un último presente que quiero darte antes del gran día, mi niña —se dirigió cariñosamente a ella.

La pelinegra se giró en su dirección para ver de qué se trataba cuando de reojo observó cómo su abuela buscaba en los bolsillos de su ropa algo. Un dije ovalado con una cadena de oro atrapó su interés de inmediato.

—¿Qué es esto? —preguntó expectante mientras su abuela colocaba la joya en sus manos.

—Es un dije que resguardará en su interior las fotografías de las personas que más ames —explicó—. Es como si las protegiera y las mantuviera cerca de tu pecho. Este dije es el recordatorio físico de que hay personas que siempre vas a llevar contigo, sin importar que sigan tus pasos o no. Esas personas deben estar cerca de tu corazón, porque el amor que te profesan y tú les profesas es incondicional.

Ferrara abrió el dije encontrando un interior vacío donde podía colocar más de una foto, ya que había otros dos marcos en el medio. Acarició la orilla de oro finamente grabada con sus iniciales y un aditivo reciente que poseía el apellido de su prometida.

—Creo que... —pronunció torpemente— voy a necesitar una foto de Lilith.

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07 de Agosto de 2021 8:44 pm, San Juan de los lagos Jalisco.

Aysel Ferrara Ávila.

Cada persona que residía en la casa dentro de las propiedades de Doña Josefina había movido cielo, mar y tierra para los preparativos de la improvisada pero ansiada boda de la pareja. Floristas por un lado, decoradores por el otro, cocineros yendo y viniendo en busca de instrucciones de Ana María, el día había sido una completa locura y solo quedaba el ensayo del itinerario y la prueba de una pequeña comida para que el día terminara.

Después de probar las entradas y platos fuertes, revisaron el corto, pero atareado itinerario qué incluía la ceremonia, la cena y un corto vals cuya canción no habían tenido el tiempo de practicar. Lilith no se había despegado de ella en toda la noche y eso podía ser un factor para preocuparse debido a las miradas furtivas de Dasha.

—¿Me concederías el honor? —preguntó Lilith poniéndose de pie ofreciendo su mano para dirigirse juntas al centro de la pista—. No hemos practicado desde que nos comprometimos y estoy segura de que no queremos dar un mal paso después de haber llegado tan lejos, ¿no lo crees?

Lilith no estaba hablando del baile, la forma en la que la miraba lo confirmaba. Sus pupilas despertaban un calor de comodidad y seguridad que pretendía llegar hasta el alma misma de Aysel, por lo que la pelinegra se levantó de su asiento al igual que ella y tomó su mano.

La rubia la condujo hasta el centro del montado escenario de madera, con luces artificiales, amarillas y anaranjadas rodeaban, una pista circular y única para ella. Un simple gesto bastó para que la música comenzara con ayuda de Dmitry, las notas iniciales del piano comenzaron a acallar las voces susurrantes mientras la letra de War Of Hearts de Ruelle en una versión acústica comenzó a reproducirse.

Sin soltarla, llevó la mano libre de Aysel hasta su hombro y colocó la suya en su cintura, a una altura qué puso nerviosa a Ferrara, ya que era un área sensible qué le provocaba un escalofrío cada vez que la tocaba. La respiración se le fue un momento cuando tuvo tan cerca a la mujer que iba a convertirse en su esposa.

—Mírame a mí, concéntrate en mí, ámame a mí —pronunció en voz baja mientras sonaba el primer verso de la canción—. Nada más importa.

En el pre coro, Romanov comenzó a guiarla por la pista, comenzando con un leve balanceo, aumentando a movimientos más amplios y delicados, qué mostraban su destreza en cualquier baile de salón producto de sus intensivas clases en su niñez y adolescencia. Un par de vueltas se sumaron a su encuentro justo en el coro y luego sus cuerpos volvieron a juntarse, reconociéndose el uno al otro en algo que solo podía entenderse como destino.

Nada existió más que ellas, de un momento a otro parecía que el mundo entero estaba vacío y solo se tenían la una a la otra en la eternidad. Sus rostros se juntaron al llegar al coro final de la canción, a tan solo milímetros de distancia el uno del otro, con sus ojos cerrados y sus alientos volviéndose uno solo al chocar.

—Siento que el corazón se me va a salir del pecho —pronunció Ferrara.

—Lo encadenaré al mío para que jamás puedas alejarte de mí —contestó Lilith.

—¿Y cómo se supone que harás eso? —preguntó Aysel sonriendo.

—Con mis votos —contestó Lilith—. Serán tan lindos que al escucharlos jamás querrás alejarte de mí.

—Creí que aún no los tenías listos —comentó Aysel.

—Así era hasta esta mañana, finalmente pude terminarlos después de que visité en la madrugada a una hermosa señorita que me inspiró hasta el amanecer —habló con un tono juguetón.

—Me alegra poder ser tu musa e inspirarte.

—Siempre lo has sido y siempre lo serás. Eres la inspiración en el momento de apatía y el respiro del cansancio de vivir —declaró con sus ojos fijos en los suyos—. Y si alguna vez necesitas escucharlo de nuevo, solo tienes que pedirme que te lo recuerde.

—¿No importa si son todos los días? —su garganta se cerró con la emotividad.

—No, no importa. Cada mañana, tarde o noche —contestó Lilith. La música terminó y las dos se detuvieron sin perder el contacto visual y sin apartar el tacto sobre la otra, el mundo volvió a girar y las personas a existir. Romanov besó los labios de su prometida antes de recordar que tenía un pendiente esperando por ella, miró a Dasha en el fondo del jardín con una mirada disimulada de celos y supo lo que tenía que hacer—. Si me disculpas, tengo algo que hacer.

—Claro —confirmó Ferrara—. Te veré mañana, ¿de acuerdo?

—Por supuesto.

Romanov soltó a su prometida y fue directo hacia Dasha sin que nada se interpusiera en su camino, pidió hablar con ella y ambas se retiraron hasta una parte alejada del ajetreo de los preparativos. Aysel comenzó a sentirse ansiosa y antes de cruzar el umbral de la casa para dirigirse a su habitación, decidió ir hacia donde Lilith y Dasha se encontraban. Aysel no era muy buena para entender ruso, pero sí comprendía partes de la conversación.

(Conversación en ruso).

Parece que ya te aburriste de pasar tu despedida de soltera con tu prometida —comentó la pelirroja con un tono burlón—. Tal vez podamos divertirnos nosotras dos antes del gran día.

No estoy soltera y aunque lo estuviera tú serías la última persona en quien pensaría —contestó tajantemente—. Sé lo que le hiciste.

¿Disculpa? No entiendo a qué te refieres, Lilith —Dasha se hizo la desentendida.

Sé lo que le hiciste a Aysel, cada palabra venenosa, cada acción malintencionada motivada por la frustración y el resentimiento qué le tienes por algo que solo pasó en tus más estúpidas fantasías. Jamás te vi con amor, nunca lo haré porque simplemente me repudia enormemente la persona que tengo delante de mí —pronunció la rubia con desprecio—. Incluso si solo fue un juego, me da asco tan solo pensar que en algún momento te besé, te toque o siquiera te hablé.

¡¿Entonces nada importó?! ¡¿Fui uno de tus tantos juguetes?! —Dasha explotó llena de cólera—. Lo que vivimos fue real, yo lo sé y tú lo sabes. Somos del mismo mundo, Lilith. Estamos en el mismo nivel, obtendrías la aprobación de tus padres y jamás tendrías que sufrir. ¿Por qué la eliges a ella cuando la vida misma te demuestra que no deberías? ¡¿Por qué te preocupas por alguien inferior a ti?!

Ni siquiera volviendo a reencarnar en mil vidas llegarías a estar a su nivel. Tu destino es arrastrarte en tu miseria. Amo a Aysel, como nunca he amado a alguien, no espero que lo entiendas porque en tu mundo esa clase de amor no existe —pronunció exasperada—. Si me amaras como dices hacerlo, entonces hubieras entendido que ella es mi elección, ella es a quien voy a cuidar y amar el resto de mi vida. En cambio, tú solo eres un triste recuerdo sin significancia para mí, un par de besos desgastados y un pasado que prefiero enterrar. Te crees superior a todos para ignorar qué eres una estúpida basura sin valor y mucho menos atributos qué alguien pueda amar. Solo puedo sentir odio y lástima por ti, porque vas a hundirte en tu inmundicia el resto de tus días.

Los ojos de Volkov se cristalizaron por completo, su corazón podía observarse perfectamente roto por sus pupilas. A pesar de mantener un semblante irritado, el dolor quemaba sus entrañas y era imposible de ocultar.

Aysel es intocable —pronunció Lilith—. Jamás voy a perdonar lo que has hecho y nunca más quiero verte, no soportaría siquiera cruzar una mirada contigo sin sentir asco por quién eres y lo que has hecho. Lárgate lejos de aquí, lejos de mí y de mi vida.

Romanov retrocedió unos pasos y luego se marchó, dejando a Dasha inerte en su posición, sin poder decir nada ni hacer nada, ya que se convirtió en presa de la impresión. Romanov la destrozó, rompió sus defensas y disparó hacia sus debilidades, haciéndola sangrar. Aysel escuchó los pasos cercanos de Lilith y corrió al interior de la casa antes de que se diera cuenta de que las había escuchado.

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08 de Agosto de 2021 9:00 pm, San Juan de los lagos Jalisco.

Lilith Romanov.

Se miraba una y otra vez al espejo sin despegar su vista del vestido inmenso, bañado en diminutos brillos y hecho de telas finas, qué iban muy acorde con las joyas qué llevaba en su cuello y la pequeña corona de joyas qué la esperaba sobre un cojín en la mesa de la habitación. Su pecho subía y bajaba mientras las manecillas del reloj no dejaban de avanzar. Sus manos jugaban con el anillo de compromiso que en ningún momento se había movido de su lugar desde que Aysel lo había puesto.

Desde que se había probado el vestido en la tienda había imaginado el momento en que llegara al altar con su prometida y finalmente realizaran lo que tanto habían planeado y añorado desde que volvieron a estar juntas. Se veía magnífica en el vestido de falda amplia, talle con piezas de encaje y un escote de hombros caídos, qué dejaba a la vista la mayoría de los tatuajes de sus clavículas y hombros.

(Conversación en ruso).

Te ves nerviosa —pronunció Dmitry a sus espaldas desde la puerta de la habitación. Su mejor amigo lucía un traje sofisticado con detalles oscuros y plateados que notoriamente estaba influenciado por Carina—. ¿Pasa algo?

¿Y si obligué sin querer a Aysel a casarse? —preguntó envuelta en el pánico—. Yo parecía muy desesperada antes de que me pidiera matrimonio, tal vez se sintió presionada y ahora con el adelanto....

—Ey, Ey. Tranquila —DM se acercó a Lilith para calmarla—. Respira y relájate. No la obligaste a nada, al contrario, la mujer que vi hace un rato estaba más que feliz por casarse contigo. ¿Por qué piensas eso?

Romanov respiró profundo conteniendo el aire en su interior unos segundos y luego lo soltó.

Son nervios, creo —respondió—. Yo no había imaginado el día de mi boda antes de Aysel, si lo hubiera hecho tal vez estaría preparada, pero, me aterra dar un mal paso, equivocarme en mis votos o que el anillo se me caiga al suelo. No quiero arruinar un día tan especial así, de solo imaginarlo se me revuelve el estómago.

Kozlov levantó una ceja impresionado por el despliegue de nervios de Lilith, era como si estuviera frente a la joven de 16 años que quería conocer el mundo, aprender todo lo que pudiera y ser libre de lo que la ataba. Romanov era un híbrido, entre la pureza de su interior y el veneno qué los años habían plantado en ella por obligación.

Estoy seguro de que la futura señora Romanov, también está nerviosa. El hecho de que estés aterrada de arruinarlo, demuestra cuánto te importa —pronunció Dmitry—. Escucha, no importa si cometes un error o una docena de ellos hoy, para las dos siempre será un día especial, no hay poder humano o divino en el mundo que les quite eso ahora. Te he visto ser la perfección encarnada cuando se trata de ella, la respuesta está ahí, solo debes enfocarte en Aysel.

La rubia se acercó al chico para abrazarlo, sus palabras, totalmente acertadas, lograron darle un poco de calma. Sin embargo, aún necesitaba más. Romanov se separó de DM y se miró al espejo una vez más.

Necesito verla —pronunció—. Ahora.

Romanov salió disparada de su habitación sin el velo ni el resto de sus accesorios. Pero antes de que pudiera llegar al otro extremo del pasillo dónde se encontraba la habitación de Ferrara, Dmitry la detuvo.

Espera, espera. Se supone que no debes ver a la novia antes de la boda, es de mala suerte —dijo Dmitry con toda la convicción del mundo—. O al menos eso dijo Carina cuando me pidió que no te dejara salir antes de la ceremonia.

Dmitry, necesito verla. Tengo que hacerlo, por favor, apártate del camino.

Kozlov dudó un poco, miró hacia el otro lado del pasillo, se enderezó y soltó un suspiro.

Tengo una idea.

Minutos después, Romanov se encontraba en la parte inferior, en una zona solitaria del jardín principal, oculta entre la penumbra de la noche y la baja iluminación disponible con solo un muro de arbustos ocultando su presencia. Escuchó pasos en el pasto y una respiración tranquila que se aproximaba hacia su ubicación.

—¿Tan pronto quieres huir de mí? Ni siquiera hemos firmado el acta de matrimonio —pronunció Aysel con un tono relajado.

—No estoy huyendo —respondió sin moverse—. Estoy aterrada de equivocarme hoy. Mereces que todo sea perfecto.

—No me enamoré de ti porque fueras perfecta, Lilith. Digo, claro que eres un sueño hecho realidad, pero tanto como tú como yo tenemos defectos, Qué importa si cometemos errores hoy, mañana o los próximos días, nada cambiará lo que siento por ti —su voz sonó como una reconfortante melodía para Lilith quien finalmente soltó el aire qué no sabía que contenía.

Romanov se recargó levemente sobre el denso muro de arbustos y escuchó qué Ferrara hizo lo mismo. A ciegas, sus manos se buscaron en la oscuridad en el borde de ramas y hojas que les separaba y se encontraron torpemente.

¿No vas a dejarme plantada en nuestra boda, verdad? —preguntó Lilith buscando una garantía qué le diera paz.

—No. Una vez que vaya hacia ti, no me detendré. Es curioso, porque todos los caminos qué tomé en mi vida me llevaron hacia ti dijo con un tono emotivo. Las palabras fluían con naturalidad y adormecían los temores de Romanov—. Volvería a entrar a ese estudio nuevamente, repetiría cada paso, cada palabra y cada mínima acción para llegar hasta ti. Si cada gota de sangre, lágrima y latido me llevaron aquí, entonces volvería a sangrar, volvería a llorar y volvería a vivir todo otra vez por encontrarme contigo, para amarte de nuevo.

Romanov cerró los ojos percibiendo qué latidos agitados, sus manos temblando y el impulso indomable de cruzar al otro lado para estar con ella. Pero se había prometido esperar tan solo un momento más y no iba a faltar a ese juramento.

—¿Lilith? —Aysel llamó su nombre al no obtener respuesta—. Corazón, ¿Estás bien?

—Sí. Ahora sí, estoy bien —confirmó sonriendo—. Solo necesitaba escucharte para calmarme. Estoy lista para caminar contigo hacia el altar y unir mi vida a la tuya.

—Entonces te veré en un rato —a pesar de que Romanov no podía verla a los ojos, sabía que estaba sonriendo y eso fue suficiente para ella.

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08 de Agosto de 2021 10:01 pm, San Juan de los lagos Jalisco.

Lilith Romanov.

Arcos de ramas trenzados y adornados con rosas blancas y rosas de chocolate de un color intenso que le daban un destacable toque al ambiente. Las sillas cerca del altar eran pocas, distribuidas de igual forma a los costados del pasillo qué conducía hacia donde estaba el altar, con el pasto cubierto por una alfombra blanca que poesía pétalos de rosas en las orillas y luces artificiales en forma de velas encendidas.

Alrededor de la plataforma del altar, hecha de madera oscura, una capa de rosas cubría las orillas acompañadas por velas artificiales. En el centro, una mesa decorativa hecha de roble oscuro, con un mantel blanco con detalles dorados y la juez esperando con todo lo necesario para la unión de sus vidas.

Romanov se quedó sin palabras al mirar al otro lado extremo del jardín y encontrarse con su novia, usando un vestido liso de color blanco con un escote asimétrico, qué dejaba su brazo izquierdo cubierto por una delgada tela trasparente con detalles aperlados y figuras en encaje cocidas. Sus joyas eran discretas y de color plateado, no llamaban tanto la atención porque su sola presencia ya lo hacía.

Con el largo velo qué llegaba hasta el suelo y estaba decorado por un interesante diseño, Romanov avanzó hacia ella con el rostro cubierto y Ferrara hizo lo mismo. Sin dudas, ni arrepentimientos en sus pasos, caminaron hasta la mitad que conectaba con el pasillo hacia el altar y acercaron sus manos ligeramente temblorosas por la emoción para caminar juntas hacia el centro del altar. Todas las miradas se posaron en ellas, familia, amigos y seres queridos voltearon a verlas avanzar cada centímetro por el interminable sendero hacia el destino.

De alguna manera, la rubia sabía que sus latidos estaban en sincronía con los de su preciosa novia, supo que estaba en sincronía con ella cuando se miraron a los ojos al mismo tiempo al subir al altar y Ferrara soltó su mano para descubrir su rostro y colocar el velo en una posición que no complicara las cosas. Se quedaron frente a frente unos segundos sonriéndose mientras la mujer que celebraba el matrimonio daba una introducción y monólogo sobre el matrimonio.

Su reflejo estaba impreso en los ojos de su prometida, como una obra de arte pintada sobre sus pupilas aumentadas qué contemplaban la belleza y el destino frente a ella. Desde su posición podía oler el perfume de su mujer e imaginaba la textura de su piel, la tentación de un beso cálido, qué marcaba el principio y el fin de todo acto.

—Señorita Romanov, Señorita Ferrara, llegó la hora del intercambio de los votos —habló la juez después de leer los derechos y obligaciones del código civil.

Se suponía que Lilith iba a ser la primera, pero su rostro se notó algo apanicado cuando tomó la hoja de la mesa donde había escrito sus votos y la voz dejó de funcionarle cuando intentó leer. Al notar su pánico ante la situación, Ferrara tomó su lugar y sin siquiera ver sus anotaciones, comenzó a pronunciar sus votos tomando sus manos para hacerle saber que todo estaba bien, que no tenía por qué preocuparse.

—Mírame, solo a mí. No pasa nada, solo somos tú y yo —susurró Aysel en un tono muy bajo sin mover mucho los labios.

Romanov respiró profundo y se enfocó en la imagen que tenía frente a ella, la de su prometida.

—Eres el aire que respiro, en tus brazos no hay pena que me alcance y en tus besos no hay dolor. Vivo para dos propósitos, amarte y protegerte —pronunció segura de sí misma, con los labios brillando y sus ojos conectados con los de ella—. Mi fuerza y determinación, mi esencia y mi alma, todas las consagro a ti. Soy tuya, Lilith. Mi destino siempre fue ser tuya.

El aire volvió a sus pulmones, al igual que la capacidad de hablar, miró a su alrededor y no había nadie más que ambas, de pie en la plataforma que pusieron como altar, perfumadas con rosas y luciendo joyería qué brillaba con las estrellas sobre sus cabezas. El viento hacía crujir los árboles cercanos y amenazaba con apagar las pocas velas qué habían encendido a su alrededor para la iluminación, todo se sentía vivo y latente.

—Eres la luna de mi oscuridad, la calma en la tempestad, el objeto de mis anhelos y la fuente de mi inspiración. Te entrego mi ayer, mi ahora y mi mañana. La mortalidad qué poseo y la absoluta certeza de que mi eternidad está a tu lado —su voz tembló al final dejando a la vista su acento ruso. Observó los labios de su prometida y luego a ella por completo—. Soy tuya, Aysel, completa y puramente tuya.

Se pertenecían la una a la otra, mucho antes de que lo comprendieran y pudieran ponerlo en palabras. Desde el momento en que se conocieron, desde que sus labios se rozaron por primera vez, desde que se contemplaron desnudas en cuerpo y alma. Aysel tomó una de las alianzas qué Doña Josefina en persona acercó hasta el altar, sin titubear sostuvo su mano y le colocó el anillo.

—Yo, Aysel Ferrara Ávila, te tomo como esposa a ti, Lilith Romanov Verro para amarte y cuidarte, en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y las penas —hizo una corta pausa antes de continuar con el protocolo—, en la paz, en la guerra y más allá de la muerte.

Junto a su anillo de compromiso, la pieza de oro amarillo regalo de la abuela embonaba perfectamente, como si hubiera sido creada para que terminara en sus manos. La rubia tomó la alianza restante y la mano de su prometida para colocarle el anillo en el dedo anular.

—Yo, Lilith Gavrilovna Romanova, te acepto como esposa a ti Aysel Ferrara Ávila, para amarte y cuidarte, en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y las penas, en la paz, en la guerra y... —enmudeció ante su mirada enternecida qué podía ponerla de rodillas en ese preciso instante— más allá de la muerte.

Por deseo propio, se acercaron entre ellas y sus bocas se unieron en un beso, el primero como esposas y el último como prometidas. Un beso, qué sabía a una agradable combinación de miel, cerezas y café, dulce, amargo y perfecto. La tinta selló las actas de matrimonio y el tiempo sellaba un destino.

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08 de Agosto de 2021 11:30 pm, San Juan de los lagos Jalisco.

Lilith Romanov.

Un banquete, su primer vals y escuchar los buenos deseos de sus amigos había culminado la noche, o al menos la parte que no era privada. Terminado el vals en el que los invitados las dejaron a solas en el centro de la pista de baile, Romanov se encaminó junto a su ahora esposa hacia la última sorpresa de la noche. Sin soltar su mano la llevó lejos de la casa y de todo ojo u oído del personal hasta una pequeña cabaña entre los árboles del bosque cercano.

Subieron los escalones de madera del lado elevación de la entrada y Lilith abrió la puerta empujándola. Una cama en el centro de la habitación con sábanas blancas y pétalos de rosas de chocolate en la superficie, las orillas de la habitación estaban iluminadas por la luz de las velas que le daban un aspecto tenuemente anaranjado y amarillento qué daba una vibra de calidez y de comodidad.

Ferrara, quien se había adentrado primero, se giró en su dirección con una sonrisa coqueta y la atrajo hacia ella para besarla. Hundió sus manos en la melena rubia y rizada de Lilith para intensificar el contacto incrementando las ganas de llegar a más. A ciegas, buscó el cierre de su vestido antes de que quisiera romperlo, la prenda cayó lentamente al suelo cuando se deslizó sobre su cuerpo semidesnudo con solo su ropa interior cubriendo su entrepierna. Mentiría si Lilith negara qué había esperado toda la noche para deshacerse del vestido para tocar, lamer y sentir sus senos con sus labios, pero antes de que siquiera llegara a tocarlos, Ferrara la detuvo.

—Iré a tomar una ducha rápida —pronunció con la respiración agitada.

—¿Ahora? —preguntó Lilith desesperada.

—Con lo caliente que me pones podría correrme ahora mismo sin que me toques y quiero retrasar eso lo más posible.

—Sabes que no voy a darte tregua hoy, ¿cierto? Eso significa que voy a hacer qué te corras más de una vez —dijo con un tono ansioso qué se dirigía al descontrol.

—Solo espera un momento —pidió cerca de sus labios mientras acariciaba su cuello—. No tardaré mucho.

Romanov podía simplemente negarse, aventarla a la cama y hacerla suya cuantas veces quisiera sin tener que esperar otro retraso, pero estaba dispuesta a respetar su voluntad, ahora era su esposa y eso venía dentro de sus votos. La dejó ir, la vio caminar casi desnuda hacia el baño de la habitación, en cuestión de segundos escuchó el agua de la ducha. A solas, se tomó el tiempo de revisar los cajones de los muebles de noche de la habitación en los que encontró varios juguetes sexuales, lubricantes e incluso su strap.

—Feliz noche de bodas, traten de no romper nada —leyó la nota que los acompañaba firmada por Carina y Dmitry.

Cerró el cajón sonriendo y se dirigió hacia el tocador para quitarse los pendientes, el collar de joyas y demás accesorios qué había usado para la boda, quedándose únicamente con el vestido luchando para poder quitárselo.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó Aysel saliendo del baño con el cabello húmedo y únicamente una delgada toalla blanca cubriendo su desnudez.

—Por favor.

Sus manos heladas por la ducha hicieron contacto con su espalda provocándole un escalofrío. Bajó el pequeño cierre del vestido y deslizó los tirantes de sus hombros hasta dejar su torso al descubierto. Lilith podía apreciar su sonrisa emocionada desde el espejo, sobre todo cuando ofreció su mano para ayudarla a levantarse y finalmente apartar la inmensa prenda de su vista para que no estorbara. Con la mirada, Aysel le indicó que volviera a sentarse en el banco en el que se encontraba segundos antes y se arrodilló ante ella para quitarle las medias con orilla de encaje. Una pequeña gota de su pelo húmedo cayó sobre sus muslos, distrayéndola de lo que estaba pasando.

—Permíteme —pronunció Aysel. Abrió sus piernas y con su lengua siguió el curso de la gota de agua hacia el interior de sus muslos, haciendo que Lilith jadeara.

Besó el interior de sus muslos hasta toparse con la liga a la mitad del muslo con pequeños diamantes incrustados. La atrapó entre sus dientes hasta llegar a su rodilla, donde finalmente ocupó sus manos para quitársela. La miró fijamente a los ojos, Romanov estaba sonrojada con el desespero apoderándose de ella, así que la rubia la tomó el cuello y la besó con intensidad, obligándola a ponerse de pie para caminar torpemente hacia la cama donde la empujó sin delicadeza, la acorraló entre su cuerpo y el colchón.

Su trasero y pelvis cálidos se sentaron sobre sus piernas heladas. Le quitó la toalla de un tirón y la aventó a alguna parte de la habitación. Sus labios besaron su cuello mientras sus manos acunaban sus pechos, los apretaba ligeramente al disfrutar de los jadeos qué Aysel soltaba en el momento en que lo hacía.

—Muero por llevármelas a la boca —dijo exaltada. Ferrara cambió la posición rápidamente. Quedó encima de Lilith con sus senos a la altura perfecta para que su esposa pudiera darse gusto.

—¿Qué estás esperando? —dijo Aysel.

Con una sonrisa socarrona, se llevó una de sus tetas a la boca. Su lengua saboreó sus pezones y la inmensidad de sus senos no le cabía por completo en la boca. Lilith moriría feliz si lo hiciera ahogada con sus senos. Succionó el otro para darle la misma atención y su esposa soltó un placentero gemido qué era como música para sus oídos. Frotó su muslo con su caliente y húmeda entrepierna qué requería su atención. La rubia la reposó sobre la cama, bajó de su pecho hasta su vientre con sus labios rozando la zona.

Abrió sus piernas con sus manos y la punta de su lengua recorrió lo que restaba del camino. Separó sus labios e hizo contacto directo con su clítoris, Ferrara curvó su espalda por en inmenso placer y Lilith estaba lejos de terminar con su labor, pues penetró con su lengua el interior de su esposa y la miró desde su posición mientras le daba un oral dividido entre la atención a su entrada y su clítoris.

Era de esperarse qué después de un orgasmo tan intenso, la energía de Aysel se viera disminuida, pero contra todo pronóstico se veía más deseosa y enérgica qué en un principio. Tomó el control e hizo qué Lilith se recostara boca abajo sobre la cama, levantando su trasero con ayuda de una almohada. Con Lilith a su disposición, besó y mordió su trasero, disfrutando de los sonidos qué salían de su boca y de la humedad de su entrepierna, qué humedecía la almohada junto con el sudor de su cuerpo. El pecho húmedo y jadeante de Aysel se recargó levemente contra su espalda y sus dígitos se adentraron en ella cubriéndose de su lubricante natural y las paredes vaginales.

La torturó durante veinte minutos, aumentando y reduciendo el ritmo en el que la estimulaba, llevándola al orgasmo y negándoselo al mismo tiempo. Sus respiraciones exasperadas, sus latidos descontrolados y el calor en sus cuerpos las iba sofocando poco a poco. Lilith creyó que nuevamente Ferrara le negaría el orgasmo cuando salió de su interior, pero en lugar de eso, levantó su trasero y con su boca continuó estimulándola hasta que tocó el cielo con sus manos y una placentera liberación.

Se recostaron la una junto a la otra un momento para recuperar el aliento y cerraron los ojos tomándose de la mano y se quedaron así mirando hacia el techo.

—Me siento mareada de lo placentero qué fue —comentó Ferrara—. Y lo mejor de todo es que podemos hacerlo las veces que queramos.

—¿Segunda ronda? —preguntó Lilith con una sonrisa coqueta.

—Las que sean necesarias para complacer a mi preciosa esposa —respondió Aysel acariciando su mejilla con su pulgar.

—Esposa —repitió la rubia—. Me gusta como suena.

—A mí también, al fin puedo decirlo, aunque tardaré en acostumbrarme a dejar de decir que eres mi novia —habló Aysel.

—Sigo siendo tu novia, tu prometida y tu esposa. Soy todo lo que quieras que sea —pronunció con un tono dulce y divertido—. Incluso soy tu esclava sexual.

—Eso suena muy tentador —dijo Aysel levantándose para acercarse más a su esposa.

—Podemos ponerlo a prueba ahora si quieres, tenemos toda la noche y toda la vida también para hacerlo —declaró la rubia tatuada.

—Lilith —llamó su nombre con cariño sosteniendo su rostro con su diestra.

—¿Mmmh?

—Te amo —dijo pérdida en sus ojos oscuros, rostro pálido y rizos rubios.

—Yo también te amo, ángel mío.

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09 de Agosto de 2021 10:50 am, San Juan de los lagos Jalisco.

Lilith Romanov.

El primer despertar después de la noche de sus vidas fue como un respiro de un nuevo aire, una nueva vista frente a sus ojos y una vida nueva que vivir junto a alguien más. Tal vez solo había sido un intercambio de alianzas, la lectura de los votos y una maravillosa noche de bodas, pero aun así el significado que todos esos actos en conjunto habían generado un cambio singular. Su mujer, cómo podía llamarla ahora con libertad, sabiendo que ante el mundo era su esposa, descansaba a su lado después de haberle hecho el amor hasta el amanecer.

Sus brazos se enredaban en cuerpo por instinto y su piel tibia estaba junto a la suya en la pura vulnerabilidad y desnudez que compartían en la intimidad de una cabaña alejada de la hacienda y de las casas que la rodeaban, aunque estas eran escasas.

Su pelo oscuro ya vislumbraba sus raíces castañas, los mechones oscuros cubrían su frente y ojos cerrados. Apartó el pelo de su rostro para observar sus ojos cerrados, sus delicadas pestañas, la forma de su perfil postrado en la almohada y sus labios rosados con los rastros de los besos de la noche anterior. Su cuerpo, desnudo y cubierto por las sábanas, era una estatua curvada de la feminidad, la belleza encarnada de la divinidad y la humanidad.

Romanov conocía cada lunar, cada línea de sus tatuajes, cicatrices y líneas naturales en su cuerpo. Las había tocado, adorado y dibujado en la libreta que siempre llevaba consigo y únicamente su ingenio para ocultarla la había salvado de que Ferrara la descubriera.

—Buenos días, señora Romanov —pronunció cuando Aysel abrió sus ojos, siendo ella lo primero que vio en la mañana.

—Buenos días —respondió con un tono ronco y suave.

—Te superaste anoche —Romanov beso su rostro y su frente inclinándose en su dirección para rodear por completo su torso e impedirle escapar—. Sorprendente para alguien de tu edad.

—Muy graciosa —respondió su esposa con una sonrisa—. Bueno, supongo que tu juventud me da energía.

—¿Estás confesando que me robas el colágeno al acostarte conmigo? —Lilith alzó una ceja fingiendo ofensa.

—¿Sería acreedora a alguna sanción si confirmo eso?

—Sí, a quedarte en la cama conmigo el resto del día. Y dudo que puedas caminar después de eso —respondió la rubia.

—En ese caso... —Ferrara besó la comisura de sus labios— soy completamente culpable de lo que se me acusa.

Ferrara se colocó sobre Lilith y le dio el primer beso intenso de la mañana que prometía ser el comienzo de algo más que habían dejado pendiente en la madrugada cuando se quedaron sin energía alguna para una sexta ronda. Sin embargo, antes de que lo tomaran en serio y las caricias cariñosas se tornaran más eróticas, Aysel se detuvo en seco, cerró los ojos un momento y luego se levantó de la cama para ir al baño rápidamente.

La escuchó bajarle al baño después de escupir algo dentro. Romanov se levantó de la cama, se cubrió con una de las batas de baño y fue en su ayuda.

—Aysel, ¿estás bien? —preguntó con una mano en la manija de la puerta y la otra pegada a la madera tras darle unos pequeños golpecitos.

Ferrara no tardó en abrir la puerta mientras se lavaba los dientes frente al espejo. Escupió el contenido y se enjuagó con agua.

—Sí, sí. Estoy bien, supongo que algo me cayó mal anoche en la cena y me siento un poco mareada y con náuseas. Ya se me pasará.

—¿Estás segura? Puedo llamar a un doctor si te sientes mal —estaba genuinamente preocupada por el estado de su esposa.

—Solo necesito una ducha y desayunar algo, no te preocupes —acunó su rostro entre sus manos y le plantó un beso con aliento a menta—. Vamos, creo recordar que la abuela dijo que haría un almuerzo en nuestro honor y si no llegamos a tiempo, estoy segura de que es capaz de venir a buscarnos y no queremos que nos encuentre en la misma situación de la otra vez.

—Podemos decirle que estamos trabajando arduamente en darle bisnietos de la forma tradicional —bromeó Lilith ganándose una palmadita en el hombro por parte de Aysel.

—Ten por seguro que nos ganaremos un bastonazo las dos si le decimos eso —aseguró Aysel.

—¿Y? El placer de hacerte mía nadie me lo quita.

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