Nexus


Krimson Hill.

La oficina estaba impecable. El senador y miembro del parlamento, Norman Hoyle, firmaba una serie de molestos documentos. La condenada invasión había causado estragos en todo el mundo y su ciudad no era la excepción. Ayuda humanitaria, reconstruir viviendas, rescates, todo el dinero del gobierno terminaba en manos de los malvivientes de la ciudad, mientras él tenía que soportar molestos discursos de cómo "se esforzarían" para que Krimson Hill volviera a una antigua e inexistente gloria.

—¿Señor? —escuchó la voz de su secretaria por el comunicador.

—Estoy ocupado, Janice —respondió sin siquiera molestarse a mover la mirada de los papeles enfrente de él.

—Señor, aquí hay un hombre que quiere verlo, viene acompañado —insistió con voz temblorosa.

—¡Si alguien quiere verme debe solicitar una cita previa! ¡Así que déjame y haz tu traba...!

Hoyle fue interrumpido por la apertura de par en par de las puertas de su oficina. El causante era un hombre con una máscara de calavera que cubría su boca y nariz, su cabeza rapada y ojos de diferente color le daban una apariencia amenazante que obligó a que Norman se enterrara en su silla. Vestía una chaqueta negra y pantalones militares, su falta de zapatos dejaba a la vista sus pies robóticos, tubos salían y entraban a su cuerpo.

—¿¡Quién eres!? ¿¡Qué quieres!? —preguntó Hoyle sin obtener respuesta.

N.O.S. simplemente entró a la oficina en silencio, sentándose en una de las sillas frente al escritorio del político.

—Nada como una entrada dramática —escuchó desde la puerta. Detrás del chico con apariencia robótica, entró un hombre de traje lujoso, Nour sonreía mientras observaba el rostro aterrorizado del hombre tras el escritorio—. Senador Hoyle, es un placer poder hablar con usted. —Nour extendió su mano, su gesto no fue correspondido.

—¿Quién demonios eres? —preguntó.

—Maldición, ¿dónde están mis modales? —dijo con sarcasmo—. ¿Su secretaria no avisó nuestra llegada? Creo que por aquí debo tener el recordatorio de nuestra cita —hablaba mientras palpaba su traje—. Aunque no la encuentro, Marco, ¿acaso la tienes tú?

En el momento que dijo eso, N.O.S. buscó con su mano robótica debajo de su chaqueta, para después sacar una pistola, colocándola en su pierna con el cañón apuntando al senador.

—Ahí está —dijo Nour con una macabra sonrisa. El hombre frunció el ceño.

—¿Quién demonios te crees que eres? —preguntó, azotando su mano sobre el escritorio—. ¿¡Tienes una maldita idea de con quién te estás metiendo!? ¿¡Sabes quién controla esta ciudad!? —gritó, escupiendo saliva en los lentes de Nour.

Con absoluta calma, Nour tomó un pañuelo del bolsillo de su traje y limpió los cristales de sus anteojos.

—Le aseguro que no soy una amenaza para los negocios del señor Orburne... ¿o prefiere el nombre Cronos? —preguntó Nour, sin respuesta—. La propuesta que traigo es para usted nada más.

—Cu... ¿Cuál es la razón de su visita?  —preguntó, por desgracia ya conocía ese juego demasiado bien. Krimson Hill era un lugar donde terminabas en la línea de tiro más veces de las que en realidad creías.

—Así se habla. Verás, Norman, no me conoces, vengo de San Francisco —contestó—. Quizá hayas oído que las cosas... están algo agitadas por allá —inquirió.

—He oído algunas cosas, ese lugar está plagado de fenómenos —soltó Hoyle sin poder evitar desviar la mirada al silencioso acompañante de Nour.

—Ojos en mí, Normie —ordenó—. Pues fenómenos es una palabra fuerte, quizá apropiada, pero hasta donde sé, ustedes también han tenido problemas con individuos... "especiales" —dijo mientras simulaba comillas con sus dedos. El hombre gruñó al recordar las plagas con las que tenían que lidiar—. Eso creí

Nour de inmediato chaqueó sus dedos, N.O.S volvió a buscar bajo su chaqueta, esa vez extrajo una tableta digital y se la entregó a Nour.

—Por suerte, varios colegas míos y yo pensamos que sería bueno hacer algo al respecto con estas personas... antes de que se pierda el orden... —dijo mientras le acercaba la tableta al senador. El hombre la tomó con incredulidad, el archivo abierto era un documento bajo las siglas que captaron toda su atención.

«O.R.D.E.N.».

Unos meses después.

El olor a putrefacción era nauseabundo, apenas era capaz de respirar en ese lugar sin sentir asco, aunque era de esperarse. Moho negro crecía en los alrededores, restos de huesos se acumulaban en todas partes.

—¿Por qué demonios a mí me toca hacer esto? —se preguntó Cronos mientras cubría su nariz. Comenzó a adentrarse más en el territorio, un segmento del bosque de secuoyas alejado de San Francisco que ahora parecía un cementerio. El corpulento sujeto no podía evitar hacer ruido al avanzar mientras pisaba pequeños huesos. El suelo estaba pegajoso y resbaladizo—. ¿Dónde estás, monstruo?

Un gruñido se escuchó desde los árboles. Una silueta delgada se alzó entre las sombras, dos puntos rojos se observaban en lo alto.

—Tu eres Nalzheehí si no me equivoco —dijo Cronos, la silueta comenzó a moverse, sus delgados brazos sostuvieron los troncos a su alrededor como apoyo, quizá la criatura era más alta que él, pero su apariencia famélica hacía que Cronos dudara del valor que esa bestia tuviera para su causa —. Te ves menos intimidante de lo que me dijeron.

Wendigo dio un salto hacia adelante quedando a centímetros de Laurence Osburne, ahora el olor a cadáver era demasiado para él, tuvo que retroceder ante la pestilencia, detalló al animal frente a él, Morpheus le había enseñado una criatura de temer, pero eso no era ni la sombra de lo que veía.

Los huesos se pegaban a la piel, su pelaje se caía, sus garras estaban podridas, una de sus astas faltaba y la otra se desmoronaba con el tiempo, su cráneo estaba agrietado y con un agujero en la parte superior por el cual podía ver a carne viva lo que estaba debajo del hueso.

—¿Cómo sabes... mi nombre? —preguntó Wendigo arrastrando la voz, una clara señal de debilidad para Cronos.

—Si hablas... —comentó —. Tengo entendido que tienes... asuntos pendientes con cierto sujeto en San Francisco —dijo, sus palabras claramente habían puesto nerviosa a la bestia, Cronos juro que podía escuchar el gruñido famélico de sus entrañas.

—El hambre... no acabará —susurró Wendigo mientras sujetaba su abdomen y desgarraba la poca piel que le quedaba, cualquier cosa que lograra distraerlo de su voracidad.

Osburne entendió entonces porque Morpheus quería a esa cosa de su lado, era un claro ejemplo de desesperación, esa cosa solo podía pensar en cómo dejar de sufrir.

—Conozco a alguien que puede detener tu sufrimiento —dijo Cronos, claramente despertando el interés de Wendigo —. Estarás satisfecho.

—¿Cuál es el precio?...

—¿Precio? Ninguno —respondió —. Considéralo una membresía a cierta... Sociedad.



NAKAI ROBBINS REGRESA EN...


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