Epílogo
Estaba amaneciendo y las primeras luces de la mañana cubrían la ciudad de San Francisco con hermosos tonos naranja. Un silencio pacífico se sentía en toda la bahía aún después del caos de la noche anterior. Las autoridades y equipos de emergencia comenzaban a empacar después de haber despejado las vías del Golden Gate, el ritmo de la ciudad había vuelto a su ajetreo de costumbre.
»Las imágenes que ven ahora son de lo que solo puede ser descrito como un monstruo, luchando con el conocido justiciero, el Renegado, y con otra misteriosa mujer desconocida. Aún no tenemos información de la naturaleza de esta criatura, algunas fuentes aseguran que se trata de una especie alienígena que quedó en la Tierra después de la invasión.
—Oye, tomaron tu buen ángulo —comentó Row, de descanso desde la camilla del hospita.
A su lado se encontraban Nakai y Dakota, que habían conseguido cambiarse de ropa y encontrarla en emergencias. La chica había dicho que sufrió un accidente mientras arreglaba el ventanal de su apartamento, alegó haber sido idiota al remover los cristales ella misma.
Los tres veían con atención la versión de los medios sobre lo sucedido.
»En otras noticias, tras el arresto de la renombrada mafiosa y líder de la pandilla Los Leones Blancos, Liaying Lau, las autoridades han declarado que la mujer era la cabecilla de una creciente red de tráfico de armas alienígenas situada aquí en San Francisco. La criminal ha delatado ya a varias compañías de Sillicon Valley que habían manifestado interés en la compra de estos artículos con propósito de uso militar. También, Liaying Lau tomó el crédito del asesinato de los miembros de una pandilla rival, los 60-3, y de otro criminal altamente vinculado con el cartel de Los Nahuales, Javier Cortez.
»Por último, pero no menos importante, afirma ser la causante de la explosión que aterrorizó a la ciudad hace pocas semanas. Como el público sabrá, el principal sospechoso de estos crímenes era el ya antes mencionado justiciero local de San Francisco, Lau afirma que todo había sido un intento de incriminar al Renegado para colocar la ciudad en su contra, cosa que por un tiempo había logrado.
—Cumplió con su parte del trato —comentó Dakota.
—Aún así nos envió directo a la trampa de Wendigo, esa mujer siempre tiene un as bajo la manga —dijo Nakai—. Me pregunto cómo fue posible para ellos haber hecho un trato con esa cosa...
—Quizás ese tal Nour haya tenido contacto con él, donde sea que esté ahora —agregó Row.
—Quizás... —dijo pensativo—. Perdimos su rastro junto al del hijo de Cortez.
—Cuando vea las noticias sabrá que no mataste a su padre, entrará en razón.
—No lo creo, si Nour lo convenció de convertirlo en una máquina de matar, también será capaz de convencerlo de que todo esto era parte de su plan. Si Lau no lo delató como prometió, entonces N.O.S no tendrá razones para no creerle.
—Resumiendo, expulsaste la red de tráfico de armas dentro de la ciudad, pero quién sabe a dónde habrá ido Nour con su nuevo títere asesino, no encontraron el cadáver de su tío, pero metimos a una mafiosa a la cárcel —parafraseó Row, las miradas de los hermanos se centraron en ella, sus ceños fruncidos decían todo—. ¿Muy pronto?
—Solo un poco... —respondió Nakai, demasiado cansado para molestarse con las burlas de Row. Podía ver que su hermana también se encontraba exhausta—. ¿Te llevo a tu casa?
Dakota apenas reaccionó a la pregunta. Estaba a punto de caer rendida en la silla del hospital, pero asintió después de unos segundos.
—¿Estarás bien? —preguntó a Row.
—Sí, los doctores dijeron que no cortó ninguna vena importante, para mañana me darían de alta, aparte la gelatina aquí adentro es deliciosa.
Nakai sonrió ante su optimismo. Después de un largo respiro, posó la mano en su hombro.
—Gracias, lo digo enserio —dijo, Row sonrió.
—Supongo que ya encontramos tu norte —comentó la chica de cabello rulo—. Tu familia. —Nakai asintió.
—Toda mi familia —dijo él mientras le sonreía a Row.
—Aw, mira al chico rudo poniéndose sentimental.
—Vendré por ti mañana —afirmó antes de comenzar a caminar fuera de su habitación, se detuvo en la puerta y volteó—. Espero que después de esto no te de miedo seguir ayudándome a mantener la ciudad segura.
—¿Estás bromeando? —preguntó con sarcasmo—. Ya escribí en mi currículo "hacker justiciera que salvó a la ciudad".
—Suena como que hiciste todo el trabajo.
—Oye, al construir un edificio tienes los ingenieros que diseñan todo —dijo, señalándose a sí misma—. Y los obreros que levantan cosas pesadas —señaló a Nakai.
Por primera vez, Row logró sacar una risa genuina de su tosco compañero.
—Descansa, Row.
Nakai y Dakota caminaron fuera del hospital y recorrieron algunas cuadras antes de llegar a donde ocultaron a Forajida. La pobre tenía una luz delantera rota y rayones en todas partes, sin embargo, aún poseía fuerza en su motor, y aunque no pasaba precisamente desapercibida, las calles aún estaban bastantes solas en ese momento.
Condujeron de regreso a Marín, donde vivía Dakota, la única razón por la que ella no se había caído rendida en el asiento del copiloto era porque estaba pensando en excusas para explicarles a sus padres la razón por la que había desaparecido por días sin avisarles.
—Me encerrarán en mi habitación de por vida... —soltó ella.
—¿Puedes culparlos?
—Si tan solo pudiera explicarles...
—¿Explicarles que eres la última de un clan antiguo con poderes que tuvo que ayudar a su hermano que no había visto en diez años para salvar la ciudad de un monstruo come humanos?
—Si les muestro mis garras me creerían.
—Y les causarías un ataque al corazón.
—Esto de la identidad secreta no será fácil...
—Para nada, pero es tu decisión —dijo Nakai, Dakota lo miró incrédula.
—O sea que si les digo de ti y quienes somos... ¿lo aceptarías?
—No soy fanático de esa idea, pero sé que te aman y no harían nada para dañarte, así que confío en que mantendrían el secreto —respondió él.
Dakota estuvo pensativa el resto del recorrido a su casa, llegaron al frente del pórtico, ahí estaba esperando la pareja de entre cuarenta y cincuenta años. El hombre caucásico y la mujer afroamericana corrieron hacia el auto en el instante que Dakota salió, la abrazaron con fuerza.
—¡Dakota, por Dios! Estábamos preocupados de muerte —soltó su madre mientras observaba los moretones en su rostro—. Desapareciste y la casa era un caos. Nos contactó una mujer diciéndonos que estabas en peligro, que estabas segura con el Renegado. Cada hora nos enviaba una foto tuya diciéndonos que estabas bien y que no llamáramos a la policía, que ellos estaban involucrados con todo esto.
«Row es buena», pensó Nakai, aún sin salir del auto, sin estar seguro de dar la cara a los padres de Dakota.
—Es una historia larga, mamá... —susurró mientras abrazaba a sus padres adoptivos. Sin importar o no que fueran los verdaderos, los amaba con todo su corazón.
Todos escucharon la puerta del conductor abrirse. De ella salió un joven de piel tostada igual a su hija, con tatuajes en su brazo y heridas similares. Dakota lo miró con preocupación, pero Nakai asintió.
—Papá, mamá, él es Nakai, es mi hermano —confesó Dakota, la sorpresa de la pareja fue tal que no pudieron pronunciar palabra.
—Un gusto, señor y señora Galloway... puedo explicarlo todo —dijo Nakai.
La pareja cruzó miradas. El padre fue el primero en acercarse al joven, el hombre extendió su mano, aún temblorosa.
—Puedes llamarme Edward... —saludó, Nakai correspondió el apretón—. La sala es un desastre, pero, ¿quieres pasar?
—Ayudaré a las reparaciones —prometió Nakai—. Y sí, me encantaría.
Los padres adoptivos de Dakota sonrieron con algo de nervios y le hicieron una seña para que entrara. Estuvo a punto de dar el primer paso cuando un escalofrío recorrió su espalda, en conjunto con una calidez en su pecho y el sentimiento de que el peso del mundo se había liberado de sus hombros. Un intercambio de miradas con Dakota confirmó que ella lo había sentido también.
Dakota dirigió la mirada a sus espaldas. La joven no pudo evitar sonreír, Nakai volteó también.
Detrás de ellos, la niebla se levantaba gentilmente mientras tomaba forma de dos siluetas. El rostro de Ajeiwa se formó primero, con una sonrisa conmovida de ver a sus nietos juntos, el espíritu de Tayen también sonreía. Ambas levantaron sus manos haciendo un ademán como si agarraran el aire y después se lo llevaron al corazón, el saludo y la despedida de los Wanikiy.
—Ahéhee'.
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