Capítulo 5 - Lugar equivocado
Ya habían pasado varias horas desde que Nakai vigilaba la casa que indicaba la dirección que le entregó el chico en la planta, Pacific Heights era uno de los vecindarios más caros de la ciudad, esa casa especifica era moderna, completamente pintada de blanco, dos o tres pisos, piscina, el sueño americano, Nakai había estacionado a pocas cuadras más arriba de la colina brindándole una vista perfecta por encima de otras casas y el resto de los autos de lujo alrededor le daban una cubierta perfecta para forajida, faltaba aproximadamente una hora y media para la entrega.
—Maldita sea... —murmuró mientras veía como varios adolescentes entraban a la casa con ropa casual y algunos con botellas de licor en mano, era obvio que iban a hacer una fiesta en la casa.
—Si se supone que hay una importante entrega aquí. ¿Por qué hay tantos chicos? —preguntó Rowina, la cual había llegado al lugar hace poco y acompañaba a Nakai en el auto, en ese momento se dedicaba a comerse una bolsa de papas.
—No dejes migajas en mi auto —pidió Nakai, a la vez que le hacía una señal para que compartiera las papas, ella le dio un puñado y él comenzó a comérselas una a una —. Probablemente quieren tener mucho daño colateral alrededor, un escudo que proteja el trato —explicó mientras comía.
—Entonces el dueño de la casa o es el comprador o es uno de los vendedores —dedujo la ojiverde.
—Bueno definitivamente aquí no vive ni Cortez ni Liaying —dijo Nakai.
—¿Quiénes?
—Javier Cortez y Liaying Lau, los jefes de los Nahuales y Leones Blancos, respectivamente —aclaró él.
—Vale, entonces ¿Casa del comprador? El misterioso Nour.
—Lo dudo, quizá sea de alguien más siendo extorsionado, pero eso no importa recuerda que solo venimos a observar y averiguar quién es el gran comprador y con suerte atraparlo con manos en la masa —aclaró él.
—Entendido, vigilancia, espías, acción, drogas, sexo y Rock'n Roll —comentó Rowina, Nakai por segunda vez pidió que le diera frituras, esta vez solo recibió una bolsa vacía, él la arrugó y la lanzó por la ventana, la chica negra con pelo enrulado no pudo evitar soltar una carcajada, el justiciero no podía fruncir más el ceño —. Vaya justo ahora estás más amargado que nunca ¿Qué te sucede? —le preguntó, Nakai suspiró tratando de olvidar su encuentro con Mac Davis fantasma.
—Acabo de volver de pelear contra alienígenas, estoy cansado —se excusó.
—Supongo que es mucha carga, no entiendo cuál es tu norte —comentó ella.
—¿Mi norte?
—Tu motivación para hacer esto, eres un patán y no parece que seas del tipo que quiere ayudar solo por ayudar, de hecho, antes de conocerte pensé que estabas a un paso de volverte villano por completo —explicó ella, él lanzó una mirada de confusión, eso era algo que nunca le habían dicho, Antihéroe, Justiciero y otros apodos, pero nunca villano.
—Solo digamos que tengo motivos suficientes para hacer lo correcto... —dijo en voz baja, después quedo en silencio, Rowina no podía creer que él fuera capaz de guardar silencio por tanto tiempo, no lo soportaba.
—Y... ¿qué planeas hacer con lo que está en la caja? —preguntó, buscando más conversación.
—Recuérdame porque te dije que vinieras —bufó Nakai, hartándose.
—Porque este tipo de cosas requieren un mejor ángulo que tirar puertas y dar golpes, aparte parece que no conoces a nadie más. —le recordó, él no pudo decir nada ante su lógica, estaba a punto de volver a quedarse en silencio, pero de repente su atención se vio desviada a la entrada de la casa, cuando un grupo de jóvenes llego en una USV blanca, pero la reacción fue debido a que una de las chicas que bajo del vehículo era una chica de cabellera azabache y piel morena como la de Renegado, Nakai respiró profundo.
—Maldita sea... —susurró, de inmediato salió del auto con un aire fúrico rodeándolo, caminó colina arriba casi arrancándose los cabellos, preguntándose qué hacía su hermana en ese lugar.
—Kai tienes que calmarte —escuchó a Ajei, la cual apareció de pie a pocos pasos de él.
—Es asombroso, de verdad asombroso —dijo Nakai con sarcasmo mientras caminaba en el mismo círculo.
—El destino tiene maneras curiosas de juntar a las familias —comentó su abuela con cierta gracia.
—Sání, que ella esté ahí solo significa que puede estar en peligro, aparte quizá alguien que conozca este hundido en algo muy grave —declaró él.
—O quizá una oportunidad de que al fin te vea —corrigió su abuela —. Como de verdad eres, un héroe.
—Eres demasiado optimista sání —acusó Nakai.
—O tu demasiado pesimista.
Rowina se quedó en el auto, viendo como Renegado discutía con el aire aparentemente, no sabía estaba loco o demente.
—Oye, Kai... —trató de llamar su atención, sin éxitos, revisó su teléfono, ya se acercaba la hora de entrada y su justiciero a prueba de balas de turno no parecía responder, sin entender que le había picado a Renegado tuvo que decidir y ella no era de las que esperaba a que la ayudaran.
Salió del auto de Kai y caminó al maletero, lo abrió para sacar una carretilla de mano que ella trajo, ya que su ayudante lo sugirió, la dejó en el suelo y su mirada se posó en la caja, él le había dicho que era una armadura alienígena genuina con tanto hablar del tema Row olvidó que jamás había visto el equipamiento de los invasores, ni un Corvyniano vivo, la curiosidad la venció, liberó los seguros de presión y abrió la caja para después hacer a un lado todos los peluches de cobertura.
Quedó fascinada al llegar al fondo, la armadura era preciosa, la parte del torso parecía estar cubierta de varias placas blancas que cubrían el abdomen y pecho pero debajo de ellas se veía una fibra semejante al cuero de color vino, había guanteletes que cubrían mano y antebrazos, uno de ellos poseía varios botones que supuso eran de comandos, las piernas poseían características similares pero en las rodillas había varias púas cuyas puntas tenían ese intenso color vino, pero su mayor interés fue hacia el casco, de la misma gama de colores que el resto de la armadura, pero ella quería darle un vistazo a ver que revelaba de los dichosos Corvynianos, definitivamente no asemejaba a un humano, la nariz estaba alargada hacia abajo asemejando a algún animal y varios orificios debajo de ella, quizás filtros en caso de que no pudieran respirar en la tierra o como máscara de gas, las posibilidades de cómo se veían en realidad se acumulaban en su cabeza porque en las noticias la mayoría se veía con sus armaduras.
Dio un último vistazo a Renegado, el cual seguía discutiendo consigo mismo, suspiro mientras negaba con la cabeza, cerró la caja y la montó en la carretilla, tardó poco para bajar la colina, para entonces el sol estaba abrasador pero la música de la fiesta ya sonaba, había dos guardias en la puerta de entrada, no tan grandes como esperaba de alguien de esa zona, pero estaban armados con pistolas las cuales estaban enfundadas en sus cinturones, comunicadores en sus oídos y lentes oscuros.
Rowina se acercó sin pudor, con una sonrisa en el rostro y actitud relajada, de inmediato los guardias notaron su presencia y antes de acercarse uno de ellos la detuvo tratando de intimidarla.
—Fiesta privada —le dijo el hombre.
—Oh, perdona se supone que tengo que hacer una entrega aquí, este... —mintió ella, sacó su teléfono y se lo mostró al sujeto —. ¿Ves? Para el señor Nour, de parte de Wong —aclaró con tranquilidad, los vigilantes intercambiaron miradas.
—Espera aquí —le dijo el que se había acercado antes de ir a conversar con su compañero
—Seguro, no tengo más entregas por ahora y batalle diez minutos para estacionarme así que no hay problema —divago Row mientras se balanceaba sobre sus pies y miraba al cielo —. Cero problemas... —murmuró, los dos miembros de seguridad conversaron por casi un minuto a través de los comunicadores en sus oídos, el que la había detenido volvió a verla.
—Muy bien, deja el paquete ya puedes irte —le ordenó el guardia tratando de quitarle la carretilla con la caja, Row se alejó unos pasos evitándolo.
—Perdón, pero tengo que dárselo en persona al destinatario y que escanee este código QR para declarar que recibió el paquete, es política —mintió, el hombre la miro con duda —. Oye no hice las reglas solo quiero que me paguen amigo —excusó, ambos sujetos giraron los ojos y volvieron a hablar a través de los comunicadores.
—Bien, pasa, te quedarás en el primer piso a esperar y te largas —le dijo, Row sonrió internamente y avanzó a la puerta, la entrada principal daba directamente a unas escaleras.
—¿Me ayudan a subir esto? —les preguntó a los guardias, sin respuesta —. ¿No? Está bien, yo puedo sola, gracias.
"Imbéciles" pensó mientras se esforzaba para levantar la caja por cada escalón, para parecer tan ligera la armadura pesaba bastante, también consideró los peluches.
Mientras subía la música se hacía más intensa, varias voces que conversaban al unísono, al llegar arriba se encontró con un lugar de primera, pisos de mármol pulido y ventanales que llevaba a la piscina y daba la vista a la ciudad, varios chicos de entre quince y diecisiete años caminaban alrededor de la alberca en sus trajes de baño, tomando el sol, tenían un mini bar afuera y varios tenían bebidas de colores, adentro en la sala estaba el Dj rodeado de varios altavoces.
"Estaba conforme con mi salario gracias por deprimirme" pensó ella, se acercó a un sofá y tomo asiento, esperando a quien recibiría el paquete, trago saliva, quizás estaba en un lugar con testigos, pero últimamente los criminales pasaban de ser discretos, razón por la cual le pareció muy raro que una fiesta así tomara lugar en un momento tan delicado.
Se dedicó a mirar alrededor, buscando señales de algo sospechoso, aunque la seguridad era alta, eso era normal en la gente de esa zona, muchos eran celebridades o empresarios con mucha fama y el riesgo de que sus hijos fueran secuestrados o hicieran algún escándalo era un riesgo que no querían correr así que las fiestas tenían chaperones, aunque en este caso estaban protegiendo algo más, de repente de una de las habitaciones del fondo salió un hombre vestido de traje negro y corbata dorada, piel oscura y curtida como si hubiera llevado días trabajando bajo el abrasador sol del desierto y cabello negro cortado al estilo militar y una cicatriz en el costado derecho en la cual no crecía pelo por lo que resaltaba bastante, lucía una barba de candado estilizada, se acercó a Rowina con pasos firmes y casi amenazantes, su instinto le dijo que corriera de ahí pero se quedó quieta y con actitud ingenua.
—Nadie ordeno ese paquete por una aplicación. ¿Quién eres? —le preguntó amenazante parándose frente a ella, todo su cuerpo se tensó de golpe, la presencia de ese hombre era terrorífica, casi temblando le enseño su teléfono, mostrando la aplicación de entregas a domicilio señalando su posición actual.
—Un trabajo apareció y lo recogí al oeste del barrio chino... un chico me lo dio y lo traje —escupió Rowina sin poder dejar de temblar, el hombre sujeto el teléfono y analizó a la chica.
Para Row no fue difícil hackear la aplicación, casi terminar la carrera de informática y todos esos trabajos como contratista independiente hacían que ciertas cosas fueran trabajo de niños, crear una entrega falsa de un lugar a otro con los nombres que Nakai había conseguido fue algo que le tomó pocos minutos, quizá debió usar el tiempo restante para pensar una mejor manera de entrar a la casa.
—Maldito chamaco debía traerlo el mismo —maldijo entre dientes el hombre que la confrontó —. Discúlpeme señorita, no debí reaccionar así —se disculpó bajando la cabeza, de repente su aire amenazante había sido sustituido por algo mucho más agradable y cortés.
—No hay problema... esto pasa a menudo —respondió ella al tragar saliva.
—Por desgracia esta entrega fue planeada sin mi autorización se supone que un amigo me haría el favor ¿Puedo pagarle su tarifa en efectivo? —preguntó el hombre de la cicatriz tratando de sonar convincente, ella asumió que en señal de que le pagaría e hiciera cómo si la entrega nunca existiera.
—Supongo... mientras reciba mi paga y entregue el paquete todo está bien —contestó ella con duda en la voz, el hombre sonrió y le dio un rollo de billetes, mucho más de lo que cualquier servicio de entregas valía.
—Sírvase algo de la barra si lo desea, como disculpa por las molestias —insistió, Rowina únicamente sonrió cuál muñeca y asintió, el hombre tomó la carretilla con la caja y se dirigió a la misma puerta de donde había aparecido.
"Supongo que perdí la carretilla" pensó Row al levantarse, se dirigió a la puerta de vidrio que llevaba a la piscina, un trago definitivamente era una idea agradable después de esa experiencia, tratando de evitar cruzar miradas se acercó a la barra, resulta que el que servía las bebidas no parecía tener más de dieciocho, pidió un trago de vodka puro, preguntándose si de esa forma el miedo se iría.
—Maldición —dijo al sentir el ardor del vodka en su garganta, fue a la barandilla donde el patio de la casa terminaba, no sintió que fuera tiempo para admirar la vista de la ciudad.
—Si voy a tener que agarrarte de la mano para que te mantengas cerca te abandonaré bajo el puente más cercano —escuchó a su lado, el salto que dio por el susto casi causó que cayera del barandal.
—¿¡De donde saliste!? —exclamó tratando de recuperar la compostura —. ¡Casi me matas de un susto!
—Unos chicos que traían más licor dejaron la puerta trasera entreabierta y hay un guardia noqueado dentro de una lavadora —respondió Renegado, pasando desapercibido solo usando la camisa que ella le había conseguido, ya que la chaqueta había perecido el primer día que la usó —. Además, te daré verdaderas razones para tener miedo si vuelves a hacer algo así —respondió Nakai sin siquiera verla, Row frunció el ceño.
—Oye perdona, pero yo no era la que se quedó hablándole al vacío de repente —acusó ella —. Tú te perdiste en la tierra de nunca jamás y ya era la hora de entrega.
—¿Así que tu mejor idea era simplemente pasar por la puerta principal? —preguntó Nakai —. Sabes quizá la CIA debería contratarte tus habilidades de infiltración son admirables —comentó con sarcasmo, algo que irritó a Row.
—Funcionó mejor que patear la puerta ¿verdad? Lo cual imagino que es lo único en que piensas, a un circo le vendría bien un hombre mono quizá ellos te contraten a ti —devolvió el insulto —. Ni siquiera el hombre raro cabeza cortada sospechó —agregó ella, al escuchar esa descripción los ojos de Nakai por fin vieron a Rowina, pero esta vez en estado de alerta.
—¿Cabeza cortada? —preguntó para confirmar, ella notó la seriedad de inmediato.
—Sí... mexicano con barba de candado —contestó ella.
—Cortez... —susurró Renegado, los ojos de Row se abrieron de par en par.
—¿Ese era el líder del cartel? —preguntó con voz aguda —. ¿Pude haber muerto?
—Quizás.
Renegado volteó a la fiesta, buscando alguna oportunidad de distracción, por suerte, había mucho de que elegir y no había señales de Dakota, no sabía si sentirse aliviado o más preocupado.
—¿Viste a donde se llevó la caja? —preguntó.
—Por esa puerta, no está vigilada directamente, pero la seguridad del lugar siempre pasa frente a ella constantemente —señaló Rowina.
—Necesito una distracción —dijo Renegado —. Algo escandaloso —agregó, ella sonrió.
—Estás rodeado de pubertos hijos de gente rica y hormonas alborotadas, tienes mil distracciones de donde elegir —comentó tratando de contener la sonrisa —. Tengo una idea loca, espera la señal —le dijo antes de salir corriendo perdiéndose entre los chicos.
"¿Cuál señal?" se preguntó Nakai, poco más de un minuto paso antes de que su duda fuera respondida, cuando el sonido de cristal roto junto la escandalosa alarma de un auto se escucharon fuera de la casa.
—¡Maldito bastardo infiel! —se escuchó un grito histérico proveniente del mismo sitio, las miradas de invitados y guardias se desviaron en dirección al escándalo.
—Creo que es esa... —susurró, mientras todo el mundo corría impulsados por la curiosidad de saber que estaba sucediendo, Nakai se abrió paso entre la gente, sin llamar la atención logró acercarse a la puerta que había señalado Rowina mientras los guardias corrían para acabar con lo que sea que había sucedido.
Al abrir la puerta se encontró al comienzo de unas escaleras que bajaban a la cochera de la casa, le pareció extraño, ya que no escuchaba a nadie, bajo en silencio, a punto de cubrir su rostro con la máscara de Renegado en caso de que lo emboscaran, llegó al final de las escaleras, era una cochera tan grande como su escondite, tres autos de lujo estaban estacionados en fila.
Sin señales de Javier Cortez Nakai comenzó a cuestionarse si Rowina había visto bien a donde había ido con la caja, caminó junto a los autos buscando alguna señal, huellas, algún olor, pero no había nada.
—Oye, perdona —escuchó a su izquierda, se paralizó al instante cuando vio de quien provenía la voz, Dakota estaba junto a un congelador de casi dos metros, tratando de sostener una bolsa de hielo por su cuenta y a punto de caer —. ¿Me ayudas? —preguntó, sin decir palabra alguna Nakai se acercó y le quitó la bolsa cargándola con una sola mano.
A pesar de haber pasado una década, Nakai pudo ver a su hermana frente a él como el último día que la vio, los mismos ojos verdes brillantes con ligeros trazos grisáceos, era al menos una cabeza más baja que él, había plumas amarradas en su cabellera negra, justo cómo sání se las colocaba hace años, incluso notó tatuajes de flechas en sus brazos, símbolos comunes de sus ancestros, algunos hermanos se quejarían de que solo con quince años ya tuviera tatuajes, pero Nakai se había hecho los suyos alrededor de la misma edad y además sintió alegría cuando vio que eran símbolos que de seguro debían recordarle a su abuela.
—Gracias —dijo Dakota mientras sacudía sus manos por el frío, fijo su vista en Nakai, esta vez detallando su rostro, notando algo familiar —. Oye... ¿Te conozco? —preguntó ella, él tragó saliva.
—No creo...aunque soy empleado de los que trajeron las bebidas, quizás de ahí me viste —mintió con una confianza mucho inferior a la que normalmente tenía, el rostro de Dakota demostraba que no le creía, entonces ella vio los brazos tatuados de Nakai.
—Esos... ¿De dónde conoces esos símbolos? —comentó.
—Pensaba que solo eran unos tribales cualquiera que se veían bien... —declaró Nakai con cierto tono de idiota, algo que hizo que sus tripas se revolvieran, aparentemente igual a Dakota, ya que dio un paso atrás con una mueca de desagrado en el rostro, tomó la bolsa de hielo casi arrebatándola de las manos del chico.
—Bueno, gracias por la ayuda —dijo en un tono seco antes de dirigirse a las escaleras para salir de ahí, se notaba que la había ofendido, no sabía si sentirse como una mierda u orgulloso por el apego que ella tenía a su cultura, igual que él.
Apenas subió las escaleras, la presión sobre el pecho de Nakai se liberó permitiéndose respirar, comenzó a sudar frio y su vista se nubló.
— No era... como quería que sucediera —susurró.
Todas las palabras que quería decirle, la verdad, había quedado atrapada en su garganta, memorias golpearon su mente cómo un ariete dejándolo casi en un ataque de pánico y de inmediato se arrepintió de no decirlo, trató de recuperar la compostura.
—Adiós a una buena primera impresión —bromeó consigo mismo, no funcionó, se convenció de que el momento era el peor, debía priorizar la principal razón por la que estaba ahí.
Entonces miró alrededor, volvió a buscar señales de la armadura, aún no había nada que le diera una pista, avanzó hasta el fondo de la cochera, cuando llegó al frente de un auto de lujo, un eco se formó bajo sus pies, se agachó para escuchar mejor, un par de golpes demostraron su teoría, el suelo estaba hueco, debía haber una entrada debajo de él, se acercó al auto y levantó la parte delantera con una mano, una baldosa sobresalía entre todas.
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