Capítulo 11 - Mi sangre

De nuevo, el olor a muerte invadió los sentidos de Nakai, junto al sabor a sangre que emanaba de su boca. Intentó zafarse del agarre del monstruo, pero cada movimiento incitaba una punzada de dolor en su cuerpo.

Wendigo lo sujetaba cual pedazo de carne, olfateando el brotar de su sangre. Sus tripas comenzaban a gruñir de formas que no lo habían hecho en siglos, el líquido carmesí que había quedado en sus cuernos se deslizó hasta su boca, dejándole saborear un poco. Como si se tratara de una inyección de adrenalina, la sangre hirvió a través de sus venas mientras su estómago le pedía más.

Dakota observaba escondida en la habitación mientras el Renegado colgaba de la garra de ese monstruo. No entendía por qué esa cosa la perseguía. En toda su vida, jamás se vio involucrada en cosas así. Su madre murió cuando nació; su padre, pocos años después. Luego su hermano se fue de casa, su abuela la había criado y, así como todos, ella también se fue, la única que se quedó hasta que no pudo más.

En menos de un día, su vida había corrido peligro dos veces y en ambas fue salvada por el héroe, solo que esta vez no parecía que él fuera a salvarse. Vio cómo el muchacho forcejeó con la cabeza, observándola, su boca se movió.

—Corre... —logró decirle.

Segundos después, el chico levantó los brazos, tomando la muñeca del monstruo, y se impulsó para patearlo en el rostro con ambas piernas. Solo así lo soltó, había quedado enterrado en el muro. Renegado cayó al suelo y se levantó tan rápido como pudo y sujetó a la bestia por los cuernos, aventándolo contra el suelo para golpearlo una y otra vez.

Dakota tomó la oportunidad y huyó. Bajó las escaleras tan rápido como pudo, tropezándose en los últimos escalones.

Aún oía el alboroto de arriba.

Se repuso y comenzó a correr a la puerta que seguía abierta, solo para ser interrumpida por el agrietamiento del techo, seguido de la caída tanto de Renegado como del monstruo, habían atravesado el techo en medio de su pelea. Ella no pudo evitar gritar y retroceder.

Ahora Renegado sujetaba el cuello de Wendigo con ambos brazos, aplicaba toda su fuerza para ahorcarlo. La bestia se retorcía en un intento por liberarse, hacía lo posible para atrapar a su enemigo con sus garras, causándole unas pocas heridas a Renegado.

Otra vez Dakota solo pudo observar cómo alguien más peleaba por su vida, alguien desconocido que solo porque sabía que ella estaba en peligro acudió a su rescate, mientras ella seguía indefensa, incapaz de hacer algo.

«No estás indefensa», escuchó una voz calmada y serena.

Parecía estar dentro de su cabeza, pero no era ella. Por un segundo ignoró lo que sucedía frente a ella sin entender lo que había escuchado. Para cuando volvió a enfocarse en la contienda, el monstruo tenía al Renegado en el suelo, con las garras clavadas en su espalda superior, mirándola con sed de sangre.

Renegado trató de moverse, provocando que Wendigo retorciera las dagas que tenía por garras. Gritó de dolor. La bestia jadeaba del cansancio, no tenía energía suficiente para soportar una pelea de tal calibre, pero estaba demasiado cerca de su meta, su hambre por fin sería saciada.

Dakota quedó paralizada por el miedo, ahí acabaría todo, esa criatura la mataría.

«No estás indefensa», volvió a escuchar en su cabeza.

De pronto, el mundo se congeló. Un escalofrío recorrió su espalda y erizó su piel. No quería estar indefensa, quería pelear por su propia vida, combatir sus propias batallas.

Nakai estaba en el suelo casi agonizando, el olor a sangre había inundado el lugar y el dolor punzante no lo dejaba moverse, pero podía ver a Wendigo acercarse a Dakota. Trató de sujetar su pata, pero no pudo contenerlo. Estaba fuera de combate otra vez, mientras su hermana corría peligro.

El monstruo embistió contra Dakota mientras soltaba un rugido ensordecedor.

Para la sorpresa de Nakai, Wendigo terminó estrellándose contra la pared. Agitó la cabeza, confundido. Luego observó a su izquierda antes de emitir un poderoso bramido, como un bisonte a punto de embestir de nuevo, sin embargo, la presa a la que estaba persiguiendo era lo que lo sorprendió.

Dakota sintió como si apenas se hubiera movido, le tomó unos segundos darse cuenta que había recorrido unos tres metros en menos de un segundo, estaba encorvada con las manos en el suelo. Trató de levantarse, pero sus dedos se quedaron clavados en la madera del suelo, tiró con fuerza para sacar las garras que habían ocupado el lugar de sus uñas y habían dejado las marcas frente a ella.

—¿Qué?... —susurró, pero antes de otro pensamiento, su piel se erizó junto con una sensación extraña detrás de su nuca, como si todo su cuerpo le gritara que corriera.

Eso hizo, impulsándose con sus brazos saltó hacia atrás justo antes de que el monstruo lanzara un zarpazo en su dirección, evitó el ataque por poco, pero sentía como si todo se moviera en cámara lenta. La bestia comenzó a atacarla una y otra vez mientras ella huía, aunque en el fondo sabía que no escapaba, buscaba una oportunidad.

«¿Cómo es que? ...», sus pensamientos iban a mil kilómetros por hora, pero fueron llevados a segundo plano cuando, entre uno de los ataques del monstruo, Dakota tuvo vista perfecta del cuello.

En ese instante todos sus músculos se tensaron. Algo le decía exactamente qué hacer, esta vez no era una voz, algo mucho más poderoso y primitivo. Ella, sin pensarlo, rajó el cuello del monstruo, dejándole cuatro cortadas profundas a lo ancho, la sangre le brotó cual derrame a la vez que caía al suelo, retorciéndose.

Nakai observó todo en shock. Esperaba que algo así no sucediera y mucho menos ahora. Con sus pocas fuerzas, logró levantarse sin dejar de aplicar presión sobre sus heridas, se acercó a la escena, Wendigo sostenía su cuello sangrante, el líquido era más negro que rojo y teñía el pelaje del monstruo.

—Así que sí sangras... —presumió Renegado, aunque no estaba en mejores condiciones.

El monstruo lo miró a los ojos entre jadeos.

—Pronto... —fue lo único que logró decir.

En un último arranque de fuerza, corrió hasta la ventana más cercana y se lanzó a través de ella. Escuchó cómo se corría, el frío y el olor a muerte disminuían a medida que se alejaba, lo habría perseguido, pero tenía otra prioridad.

Ahí volvió su vista a Dakota, se había dejado caer sobre sus rodillas, observaba su brazo cubierto en la sangre de aquel monstruo, aunque apenas reconocía su propia mano. Al final de sus dedos, habían crecido garras afiladas y curvas, temblaba con tal fuerza que tuvo que sujetarse a sí misma.

—¿Por qué?... —se preguntó a sí misma. Sentía su sangre hervir, junto con una extraña sensación de querer salir huyendo, algo que no había sentido hace años.

Su mente se nublaba con el miedo y la desesperación, hasta que sintió un toque en su hombro, devolviéndola al momento. Volteó asustada, era Renegado.

—Respira profundo —le dijo con una voz calmada, lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos —. Tú lo controlas, no te controla a ti.

Nakai le sujetó las manos, de inmediato Dakota apretó con fuerza, sus garras cortaron la piel de Renegado, pero él no la soltó.

—¿Por qué me sucede esto a mí? —preguntó Dakota entre sollozos.

Renegado observó sus manos, sangraban por culpa de su hermana, sus poderes habían despertado al igual que con él, en una situación de vida o muerte, sabía lo que se sentía no tener a nadie y no saber qué hacer, pero ella no estaba sola.

—Mi.... mi nombre es Nakai —soltó él. De pronto la mirada de Dakota, aún llena de lágrimas, se clavó en él. Ese nombre tocó memorias que había considerado olvidadas, perdidas en lo más profundo de su mente—. Soy yo, hermanita...

Nour admiraba la vista de la ciudad desde su oficina, un grueso cristal era lo único que lo separaba de una caída mortal. Sillicon Valley era su patio de juegos, veía ir y venir empresas de tecnología, unas más absurdas que otras, con aires de grandeza y de ser reconocidos en todos lados, un sueño simple que cualquier necesitado querría.

Él permanecía gracias su anonimato. Su posición detrás de decenas de compañías en la carrera armamentista para poder mantener algo que jamás desaparecería en el mundo, la guerra. La violencia lo mantenía en la cima y ahora estaba listo para una nueva clase de conflicto, uno que solamente él había logrado estructurar a tal velocidad con la ayuda adecuada, y así pasar por encima de leyes banales que solo limitaban a las personas.

Sentado en su silla mientras jugaba con una bala de punta redonda entre sus dedos, imaginaba el nuevo orden mundial donde la bendición de otro planeta revolucionaría el suyo. Las posibilidades de la tecnología alienígena eran inmedibles y tenía los medios para explorarlas, sin embargo, el uso ilegal tenía cierto límite.

Podía vender a milicias en países tercermundistas y a ejércitos privados del medio oriente, pero eso solo llevaría al descubrimiento de su operación y arriesgarse a que fuera replicado. Todas las cartas estaban en la mesa y solo debía jugarlas bien, presentar algo que el mundo no podría rechazar y así poder distribuir en todo el mundo.

Perdido en sus maquinaciones había ignorado la notificación de parte de su asistente en la pantalla táctil de su escritorio, desvió la llamada a su auricular inalámbrico.

—Justo ahora no estoy de ánimo para trabajo, Oswald —dijo apenas contestó la llamada.

—Señor, el muchacho despertó —le dijo su asistente con un tono algo nervioso, Nour arqueó su espalda en sorpresa.

—¿Tan pronto? —preguntó—. No esperábamos que recobrara conciencia hasta dentro de varias semanas, meses en el peor de los casos.

—Lo sé, señor, por eso lo llamé enseguida, el doctor Stokes parecía muy emocionado al respecto —agregó Oswald—. ¿Quiere que llame al padre del chico?

—No —contestó rápido y con seriedad—. Cortez no necesita distracciones justo ahora, iré yo mismo a verlo, prepara el auto —ordenó antes de colgar. Se levantó de su silla y se dirigió al ascensor.

Esto era inesperado. Las heridas y el trauma de ese niño indicaban que su recuperación sería muy lenta. Que recobrara la conciencia era algo que se consideraría un milagro, cosa que no existía para él, debía haber un factor que no habían considerado antes durante los exámenes y ahora había aparecido, probablemente Marco estaba experimentando enormes cantidades de dolor, desorientado y confundido era un riesgo para él mismo.

En poco tiempo llegó al centro de operaciones, por fuera seguía siendo el mismo complejo de apartamentos de bajos recursos en el que solían operar los 60-3, pero por dentro era una historia completamente distinta, su equipo de científicos se movía de un lado a otro entre todas las salas de asilamiento improvisadas, algunos de sus empleados en batas de laboratorio y otros en trajes NBQ, además, miembros de Los Leones Blancos y Los Nahuales, armados hasta los dientes, vigilaban todo.

Rápidamente Nour subió al penúltimo piso, donde mantenían a Marco. Justo antes de llegar, se encontró con el anciano Doctor Sylvester Stokes, se le veía nervioso, lo cual aumentó cuando Nour lo sujetó de la bata y lo acorraló contra la pared más cercana.

—¿Me puedes explicar cómo demonios es que ese niño está despierto? —preguntó entre dientes, el doctor comenzó a sudar del miedo.

—Lo lamento, señor, mis análisis indicaban que recobraría la conciencia en varias semanas quizás —contestó entre tartamudeos.

—¿¡De qué demonios te sirve un título en Harvard si vas a cometer errores así!? —bramó Nour, justo después tomó una enorme bocanada de aire—. ¿Algo malo con él?

—Para nada, está estable, pero, señor, esa no es la razón por la que lo llamé tan urgentemente —agregó el doctor, Nour lo soltó y calmadamente se deshizo las arrugas de su traje causadas por su arrebato.

—¿Entonces qué?

El Doctor Stone tragó saliva antes de entregarle una tableta en sus manos, en ella se mostraban gráficas de picos de energía, recordaba ver datos semejantes cuando empezó a analizar las armas alienígenas, eran registros semejantes a la fuente de energía común de los invasores.

—¿Registro de los niveles de energía de las armas? —preguntó, obstinado—. ¿Pierdes mi tiempo en algo que he visto miles de veces?

—No, señor, esos datos no provienen de un núcleo corvyniano, son los resultados de un análisis de radiación que hicimos en la sangre del sujeto —explicó el doctor. El rostro de Nour se iluminó, era una sorpresa inesperada, pero intrigante—. Creemos que de alguna forma las células del sujeto fueron impregnadas con la energía de la explosión, ahora el chico es prácticamente un generador andante.

Nour no pudo evitar soltar una mórbida sonrisa, le devolvió la tableta al doctor mientras veía a la nada, comenzó a caminar hacia la habitación donde se encontraba Marco. Acercó su mano al pomo de la puerta y se detuvo en seco un segundo.

—¿Qué tanto estudio necesita hacer? —le preguntó al anciano.

—Tantos como sea posible, tenemos una mina de oro aquí, señor —contestó, el hombre volvió a sonreír antes de entrar a la habitación esterilizada.

Habían acomodado bien al chico, tenía una cama mecanizada y un plato de comida enfrente, el lugar estaba pulcro y el muchacho estaba despierto, observando al techo, no había tocado su comida.

—Hola, Marco —saludó Nour con una voz calmada mientras cerraba la puerta tras de él.

El chico volteó a verlo. Pudo notar sus heridas, las quemaduras al costado de su cara habían evitado el crecimiento de cabello en el lado izquierdo de su cabeza, al mismo tiempo que perdió parte de su mejilla, sus dientes y lengua estaban expuestos y su ojo estaba cubierta con un parche, su mano derecha tenía la piel quemada mientras que la izquierda faltaba, sus piernas estaban debajo del cobertor, pero imaginó lo peor.

—No parece un doctor —dijo Marco.

—Tengo un doctorado, pero no en medicina —comentó Nour con humor, tomó una silla y se sentó junto a la cama—. Trabajo con tu padre, o más bien él trabaja para mí.

—Entonces usted paga por todo el tratamiento —supuso el chico.

—Efectivamente, gracias a mi cooperación estas vivo y aparentemente estás despierto antes de tiempo —dijo él, Marco lo miró intrigado—. Esperábamos que despertaras en algunas semanas, pero aquí estás. Eres fuerte, chico.

—No me suavice las noticias, sé cómo estoy, no sirvo de nada —replicó Marco, eso despertó una sonrisa en Nour.

—Yo no estaría tan seguro... —comentó, el joven volvió a lanzar una mirada de desconfianza—. ¿Sabes cuál es el principal defecto del humano, Marco? Que creemos que no podemos mejorar, que como somos es el perfecto diseño de Dios y que siempre será así, he ahí nuestro error.

—¿A qué quieres llegar?

—Marco, se te ha presentado una oportunidad, sobreviviste de milagro a una catástrofe y, de hecho, saliste ganando, niño —explicó—. Hemos descubiertos que tus células, más específicamente, tu sangre, está inundada de la misma firma de energía que la explosión. Eso se traduce en que la misma energía que corre por las armas alienígenas corre por tus venas, creemos que podemos aprovechar eso.

—¿Quieres convertirme en una rata de laboratorio? —preguntó Marco con miedo en su voz mientras intentaba levantarse, lo cual le fue imposible.

—No, chico, quiero convertirte en la mejor versión posible de ti mismo. Si logramos aprovechar lo que te sucedió, conseguiríamos volverte imparable —trató de seducirlo—. Además, te ayudaría a poder vengarte del Renegado... —soltó, los ojos de Marco se abrieron de par en par.

—El maldito murió con la explosión.

—¿No te dijeron? Sobrevivió, sigue vivo y aparentemente ya se recuperó. Ya nos está dando problemas de nuevo —le corrigió.

El muchacho comenzó a temblar de ira, ejercía su fuerza para intentar sentarse, Nour no intentó detenerlo. Marco Cortez logró sentarse, ahora mostrando el desastre en el que se había convertido su cuerpo, las quemaduras recorrían gran parte de él y sus piernas desaparecían al llegar a sus rodillas.

—¿Podré matarlo? —preguntó mientras temblaba por mantenerse sentado.

—Puedo darte las herramientas para acabar con él, si me dejas a mí y a mi equipo estudiar tu potencial —negoció, entonces Marco, con una mirada asesina, solo asintió—. Tienes un futuro grande, chico —dijo antes de salir de la habitación.

Afuera lo esperaba el Doctor Stokes, había oído todo a través de la puerta y se veía emocionado.

—Con esto podremos lograr avances increíbles, el uso de la energía alienígena en tejido orgánico es algo que jamás imaginé, extrayendo suficientes muestras...

—Déjeme interrumpirlo, doctor. Trabajará con el muchacho para ayudarlo con su condición, ayudarlo a caminar, y luego pensaremos en usar lo que lleva dentro —le explicó con cierto tono amenazante.

—Pero, eso llevará tiempo.

—No si contacto a los mejores diseñadores prostéticos del mundo y cobro algunos favores. Doctor, lo que haremos aquí no será usar al chico como gallina de los huevos de oro, él es un huevo de oro y debemos usar ese oro con inteligencia.

—Señor, no entiendo.

—Claro que no... solo haz lo que te dije. Hablaré con Oswald para que prepare los contactos y te los envíe —dijo Nour a punto de llegar a la salida—. Con esto podremos crear la imagen perfecta para nuestro producto.


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