Capítulo 1 - Dulce hogar

—Quizá si voy a la casa de sus padres adoptivos y simplemente digo la verdad, podría funcionar... —divagaba Renegado, mientras sujetaba del cuello a un matón de la pandilla "60-3". Los peores casos que encontró sobre estos criminales eran carreras ilegales y drogas, pero ahora se estaba encargando de todo un complejo de edificios del cual se habían apoderado y lo usaban para tratos de armas ilegales y lavado de dinero, Hillside Complex—. Cierto, dudo que sus padres me dejen pasar por la puerta principal —dijo antes de arrojar al criminal a través de la puerta de la escalera de incendios.

Había llegado al último piso, donde apostaba que se encontraba el jefe, Mac Davis, un "viejo amigo" de Renegado, las luces de emergencia estaban encendidas desde que el justiciero había destrozado la caja de fusibles principal.

Al entrar, fue bienvenido por un par de maleantes. El primero intento golpearlo con un hacha de incendios, la cual perdió por completo su filo al golpear la cabeza de Renegado, el segundo se disponía a golpearlo en el rostro, pero el codo del justiciero se interpuso, para el hombre fue como golpear la punta de una viga de acero, los huesos de su mano se rompieron al instante, provocándole un alarido de dolor, el segundo volvió a intentar golpearlo con el hacha, pero esta vez Renegado atrapó el arma, para después noquearlo de un cabezazo.

—¿En serio? —preguntó Nakai—. ¿Acaso no aprenden?

Se vio interrumpido bajo una ráfaga de balas, cubrió su rostro mientras caminaba hacia los que disparaban. En pocos segundos los alcanzó, colocó su dedo en uno de los cañones, ocasionando que la fuerza de la bala provocara combustión en el cargador y el arma explotara en sus manos. Al ver a su compañero en el suelo, los demás quedaron boquiabiertos observando a Renegado.

—Largo —fue lo único que dijo, los hombres tomaron al herido y se decidieron a escapar.

Mientras la última línea de defensa del sitio corría, un agudo pitido invadió los oídos de Nakai, a su alrededor emergieron gritos de ayuda, berridos de dolor, súplicas. Las almas que perecieron dentro de ese lugar aún sufrían, visiones de todas ellas comenzaron a invadir su mente, rogaban por ayuda.

—Maldición... —susurró mientras se tapaba los oídos, sus sentidos se veían saturados por los lamentos de sus espíritus—. No puedo ayudarlos... —les dijo, sus palabras solo los alteró más, las súplicas se convirtieron en órdenes, reclamos de ira e indignación que le exigían hacer justicia.

—¿¡Por qué no pueden asesinar a ese desgraciado!? —gritaba el hombre afroamericano de casi dos metros a sus subordinados, tenía a dos guardias armados en la puerta de su oficina y muchos más afuera tratando de detener al justiciero. Su desaparición hace semanas fue lo mejor que le había pasado al negocio, pero en una noche ya todo se había ido al demonio, unos idiotas fueron atrapados borrachos en la calle y le dijeron todo lo que él quería—. ¿El transporte está listo? ­—le preguntó a uno de sus esbirros.

—Sí, jefe, lo esperaremos en el sótano, bajaremos en el elevador de servicio —respondió uno de los hombres al lado de la puerta.

—Larguémonos antes de que ese psicópata llegue —declaró Mac y presionó un botón en su escritorio, un enorme librero detrás de él se deslizó sobre el suelo, dejando a la vista la entrada oculta del elevador, sus dos guardias lo siguieron, pero su huida se vio interrumpida por ráfagas de disparos y gritos que se oían al otro lado de la puerta, sus caras mostraron miedo inmediato, sin decir palabras entraron al elevador y marcaron el botón del sótano, las puertas se cerraron y comenzaron a descender —. Apenas nos alejemos de aquí muevan la mercancía al carguero, quizás sea a prueba de balas, pero... —el mafioso fue interrumpido por el sonido chirriante del metal a su alrededor, el ascensor se sacudió con fuerza antes de volver a subir lentamente.

—¿¡Qué mierda sucede!? —gritó uno de los matones apuntando su ametralladora al techo del elevador y disparo a diestra y siniestra, obviamente eso no detuvo a la enorme caja de acero de seguir ascendiendo, paso poco tiempo antes de que se detuviera por completo, ambos guardias apuntaron a las puertas, en la separación de las puertas vieron como una mano las abría de par en par, solo para revelar a Renegado, sosteniendo el cable del elevador con una mano y evitando que cayera, comenzaron a disparar de inmediato, todas rebotaron del cuerpo del enemigo excepto de su rostro, el cual cubrió con su mano, fue entonces cuando las armas se vaciaron.

Mac Davis casi temblaba al ver los ojos del justiciero, había pasado tiempo, pero detrás de la pintura de guerra negra que asemejaba un antifaz, las líneas blancas parecidas a zarpazos a lo largo de su rostro y el cubrebocas con una garra de oso blanca seguían los mismos ojos barbáricos y sedientos de sangre.

—Mac, explícame cómo después de hacer un viaje de negocios, encuentro la ciudad de cabeza —exigió Renegado, el miedo en el criminal le daba un sentimiento de alegría a Nakai como ninguna otra cosa.

—Escucha...desapareciste y todo era un caos con esos alienígenas, naves y todas esas locuras, pero sabes que soy un hombre de negocios debo aprovechar la oportunidad —se defendió el líder de los 60-3 con una voz temblorosa.

—¿Quién diría que un exmarine estaría lanzando excusas como un niño de diez años? —lo humilló Renegado, acto seguido soltó el cable del elevador y lo atrapó un segundo después, la amenaza fue clara —. ¿Cuántos almacenes tienes? ¿Qué tratos hiciste con las otras pandillas? Se me cansa el brazo.

—Toda la bahía, la mafia china nos permitió usar los muelles al igual que el cartel nos brindó ayuda para mover la mercancía —contestó Mac —. Por favor, déjame vivir y te contaré las ubicaciones exactas de cada uno —ofreció el criminal, un último esfuerzo para salvar su pellejo, Renegado quedó en silencio un momento, la máscara de su rostro no dejaba ver que consideraba la oferta.

Pero mientras sus pensamientos se organizaban, de nuevo su mente se vio invadida por el dolor, el sufrimiento y la ira que invadía a aquellos en el otro lado, sobre todo porque el causante de todo ese pesar, estaba frente a él.

—Sabes, Mac, antes de que yo llegara tú vendías pequeñas bolsas de droga en Oakland, si aún fueras ese joven con un posible futuro consideraría eso, pero ahora que crees haberte convertido en un gran gánster, llevándole drogas y armas a la gente de esta ciudad, arruinando las vidas de los inmigrantes que usan las mafias como esclavos, todo eso te perseguirá incluso después de la muerte y eso te lo aseguro... —dijo con frialdad —. Diría que lo siento, pero te mentiría —dijo Renegado, soltó el cable de carga y el elevador cayó de inmediato cual peso muerto, el estruendo del elevador estrellándose contra el suelo resonó en todo el edificio.

En el segundo que el sonido del ascensor cayendo se detuvo, también las voces de los condenados, el lugar se tornó tan silencioso que incluso Nakai sintió escalofríos.

"Ahora tengo almacenes de drogas que quemar y ninguna idea de donde están" pensó ahora con la cabeza más clara. Suspiró. Recordó los primeros meses cuando llego a la ciudad, golpeando sin hacer preguntas, perdiendo perspectiva de los peces grandes, aunque había acabado con una de las pandillas más peligrosas de la ciudad en una noche, quizá debió haberlo pensado mejor, una presión en el estómago lo afirmaba.

—Mejor me largo antes de que llegue la policía —habló solo, observó el vació frente a él —. Si esta era su salida de emergencia... —murmuró antes de dar un paso al frente.

Una caída de quince pisos lo llevó al sótano, cayó de pie sobre los restos de la cabina metálica del elevador, obviamente el impacto al caer no le hizo daño, sintió la fuerza siendo absorbida por cada fibra de su cuerpo, la energía subió desde sus piernas hasta la espina, observó la escena a sus pies apenas logrando ver un brazo entre los escombros, se acercó a la escalera de servicio y subió a la única otra salida que se encontraba en ese agujero, a pocos metros encima de él, mucho más arriba se veía la luz filtrándose de la oficina de Mac, la luz del sótano se filtraba del espacio entre las puertas, las hizo a un lado con una sola mano, entrando al estacionamiento del complejo, solo que los autos ahí adentro eran autos de lujo, deportivos europeos, modelos clásicos y vehículos todo terreno blindados.

—Definitivamente aumentaron su juego —comentó Nakai retirando la máscara de su rostro, se paseó entre los vehículos, admirando los modelos, apostaba que ninguno estaba registrado y probablemente adquiridos de forma ilegal, uno llamó la atención de Nakai, un Muscle Car negro con líneas blancas en el capo y los laterales, se acercó para detallarlo, reconoció el Charger GT, ventanas oscurecidas, hizo presión sobre el capo y no cedió, chasis blindado—. Ya no lo extrañarán... —dijo para sí mismo, se acercó a la puerta del piloto y destrozó la ventana con la punta de su dedo, entró en el auto y se tomó un momento para sentir el auto, se sentía en navidad, buscó en la guantera y encontró dinero en efectivo, junto a eso yacían las llaves esperando a ser usadas, encendió el auto y el motor rugió cuál bestia recién despertada, Nakai tanteó el acelerador escuchando cómo la bestia se enfurecía—. Oh, sí —susurró al soltar el freno de mano.

El auto aceleró agresivamente, tuvo que realizar un giro forzado para no chocar, se dirigió a la salida, un túnel que se alejaba varias cuadras de la zona, terminó saliendo debajo de uno de los puentes que llevaban a la autopista, no se detuvo, siguió conduciendo hasta estar seguro de que no lo buscarían, termino deteniéndose en un acantilado al norte de la ciudad con una vista perfecta del Golden Gate, salió del charger y se sentó en el capo.

—Más armas y drogas que nunca, de seguro habrá personas desaparecidas a merced de las mafias, quizá incluso tecnología Corvyana rondando por ahí... Tengo mucho por hacer —reflexionó mientras contemplaba la vista, bajo la mirada a sus ropas destrozadas por los impactos de bala.

Por un momento removió su máscara, observando el bordado a mano de la garra de oso que su abuela le hizo, como protección para cuando trabajara en el taller, hace tantos años ya, lo que al principio era un símbolo de cariño de su abuela ahora era equivalente a una sentencia de muerte para la gente de esa ciudad.

Incluso después de haber ayudado a salvar al mundo, volvió a cometer el mismo error, actuar por ira, luchar simplemente por luchar, recordó cada vez que cometió ese error, cada vez era igual, ruido ensordecedor, no importaba lo que saliera de la boca del criminal Nakai solo podía sentir todo el mal que había causado, alimentando su propia furia.

—No puedo seguir con esto. Si seré el héroe que la ciudad merece, no puedo parecer el villano... —habló consigo mismo, sabía perfectamente a lo que se refería en verdad, la ira era un combustible que lo consumiría.

Llevó su atención a la pequeña recompensa que se llevó, entonces recordó como Vigilante le había puesto nombre a su motocicleta "Nocturna", si mal no recordaba, le pareció adecuado nombrar a su nuevo vehículo, aunque el pensamiento de que Vincent Hardy le había dado una idea le dio escalofríos.

Lo pensó un segundo, al final esa ciudad lo conocía como "Renegado" el nombre nació cuando se infiltró en el cartel, al momento de acabar con la operación los testimonios de los sobrevivientes lo identificaron como un mercenario renegado que había acabado con todos, al público le gustó y le habían llamado así desde entonces, al principio lo detestó solo realzaba el hecho de que él no tenía lugar a donde ir, quizá haya cambiado, aún era alguien exiliado, perseguido por quienes quiere proteger y por quienes quiere lastimar, pero nadie podía dañarlo en esa ciudad, un forajido sin igual.

—Forajida... —susurró observando el auto—. Sí, te queda.

Él sabía que, aunque no era igual a él, había alguien más que compartía su sangre.

Y ya era hora de enfrentar esa realidad.

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