017
Habían pasado algunos días y las chicas aún no habían llegado, estos días he tenido a Ari y Ama junto a mi, vigilando que no hiciera una estupidez que pusiera mi vida en peligro.
Habíamos hecho varias pijamada y en el día recorríamos la mansión, jugando, leyendo y viendo películas.
Algunas veces los chicos se nos unían, aunque no siempre.
Hasta ahora tenía la oportunidad de estar sola, era mi momento para leer aquellos papeles que tenían mi nombre.
Bueno, mi nombre falso.
— Veamos — Murmuró abriendo la carpeta.
Decían cosas repugnantes sobre mi, también decía que Stefano Vargas había recibido grandes cantidades de dinero cada que me entregaba a Santome, y ni se diga cuánto recibió cuando me vendió a Martín.
— Hijo de puta — Digo con rencor.
No veo cosas más interesantes, solo una pequeño apartado sobre una conexión con una familia poderosa, la cual era una información inconclusa.
Probablemente nadie sabía sobre mi verdadera familia.
Suelto un suspiro y vuelvo a guardar los papeles en la carpeta. Salgo de la habitación escondiendo los papeles y dudo un momento, solo tendría que entrar un momento a la oficina y salir.
Miro a mi alrededor y cuando intento abrir la puerta, me doy cuenta que está cerrada con llave.
Me lleva la que me trajo.
Se nota que Samantha no confía en mi, lo cual fue muy certero.
Suelto un suspiro y me dirijo a la oficina de Vic, la cual si estaba abierta.
No será la mejor idea del mundo, pero no me arriesgaré.
Guardo los papeles en una de las gavetas y salgo rápidamente, no quería meterme en más problemas.
Me dirijo al patio y miro la piscina de reojo, tragando saliva.
¿Cuando me quitaré este miedo de encima?
Cada que veo una piscina, no puedo quitarme la imagen de Allan.
Camino por los alrededores del patio y me detengo al oír voces, las cuales vienen del área de aviones.
Me acerco con cautela a este sitio y veo al par de mafiosas que me volvían loca, junto a... Mis padres.
Muerdo mi labio inferior y siento mi corazón latir con fuerza, con nostalgia.
Mi madre sigue igual de bella.
*Flashback*
Camino a paso lento hacia la habitación de mis padres, mi vestido se arrastraba por el suelo, mi cabello estaba hecho un desastre y traía una de mis tiaras en mi mano.
Me detengo en el umbral de la puerta de la habitación y mi mirada capta a mi madre, la cual se veía como una reina.
Un vestido rojo cubría su cuerpo, su cabello caía en ondas por su espalda y estaba concentrada escogiendo sus joyas, hasta que desvío su mirada hacia mi desde el espejo.
— Hola mi pequeña princesita — Me saluda dándose la vuelta.
— Mami, te ves bellísima — Digo con los ojos brillosos.
Era como ver a mi princesa favorita de Disney.
— Tu también te ves preciosa, mi princesa — Dice acercándose a mi — Aunque parece que alguien no se dejó peinar.
— Quiero que lo hagas tu — Mis mejillas se inflan y saco a relucir un puchero.
Mamá suelta una suave risa y toma mi mano, guiandome a una silla frente a un espejo.
— ¿Quieres el cabello suelto o medio recogido, princesa?
— Mhm, medio recogido, por favor — Digo con una sonrisa.
Mamá asiente con una sonrisa y empieza a cepillar mi cabello, para luego empezar a peinarme.
Luego de unos minutos, me pide mi corona y la acomodo en mi cabeza, ajustándola con el peinado.
— Mi pequeña princesa — Mamá se inclina a mi lado y besa mi mejilla — Mamá te ama, ¿Lo sabes?
— Lo se, y yo también te amo — Sonrió, mostrando el diente que me faltaba.
Mamá se ríe levemente y escuchamos pasos acercarse.
— Señorita Salvatore, princesa de papi, te buscan las mocosas que te quieren robar — Aparece mi padre por la puerta, aunque queda embelesado al ver a mamá.
Suelto una risita y me acerco a la puerta, dónde por esta aparecen Samy y Vicky, las cuales quedan boquiabiertas al verme.
— Te ves guapísima.
— Una princesa de verdad.
Dicen las dos al mismo tiempo, logrando que me sonrojara.
— Ustedes también estaba muy lindas.
Me acerco a ambas y dejo un beso en sus mejillas, para luego ser atacada con sus abrazos.
Está escena ocurría bajo la atenta mirada de mis padres, los cuales nos ven con ternura.
La princesa de mamá y papá.
*Fin del flashback*
Aparto ese recuerdo de mi mente con lágrimas en los ojos y me alejo de allí, necesitando un respiro.
Si ellos intentaban decirme algo, debía hacerme la sorprendida, no podía echar mi plan hacia atrás.
Debía acabar con mi tío antes.
No podía permitir que me volviera a arrebatar a mi familia.
Ya no era una niña indefensa.
Empecé a caminar hacia un pequeño mirador rural que tenía la mansión. Desde acá podía ver un hermoso paisaje del atardecer o amanecer.
A veces me preguntó por qué no morí en aquella explosión, o en una de las tantas golpizas de mi tío o Santome.
Suelto un suspiro abrazando mis piernas y apoyo mi barbilla en mis rodillas, aunque antes me puse unos audífonos con música de mi teléfono.
"Fantasmas" de Humbe inunda mis oidos.
"En está casa no existen fantasmas son mis propios recuerdos, de tiempos ajenos, de buenos momentos..."
Malditos recuerdos, deberían volver a irse.
No sé cuánto pase acá perdida en mis pensamientos, pero cuando caí en cuenta, ya estaba empezando a atardecer.
Me levanto del suelo sacudiendo mi ropa y camino hacia la mansión aún con los audífonos reproduciendo música.
Al entrar a la mansión, veo a todos reunidos en la sala con una expresión alterada, la cuál disminuye al verme.
Mauro es el primero en acercarse un tanto exaltado y me dice algo que no escuché.
— ¿Que? — Pregunto con una mueca sacándome los audífonos.
— ¿Dónde estabas? Llevábamos un rato buscándote y no aparecías, pensábamos que ahora era el turno de los extraterrestres de secuestrarte — Dice con el ceño fruncido.
— Estaba en el mirador viendo el atardecer, como todas las tardes — Digo con el ceño fruncido — Ustedes saben muy bien que hago lo mismo desde hace 4 días.
Todos guardan silencio y mi mirada pasa a Vic, la cuál está junto a Samy.
— ¿No nos vas a saludar? — Dice Vic con una sonrisa.
— Hola — Digo sin ánimos.
Había olvidado el pequeño detalle que desde que se fueron, no me escribieron ni llamaron una vez.
Las dos fruncen el ceño ante mi simple saludo y me volteo a ver a Mauro.
— Creo que me está doliendo una costilla, llevame a mi habitación — Le digo.
— Eres una manipuladora, Mara — Bufa, pero se acerca a mi.
— Déjanos a nosotras — Dice Samantha acercándose.
— No, le dije a Mauro que me llevará — Digo a la defensiva.
— Tu nisiquiera te llevas con Mauro — Dice Victoria con el ceño fruncido y la mandíbula tensa.
A Vic nunca le gusto que la ignore, mucho menos por otra persona, siempre se exaltaba y no pensaba las cosas con claridad, por lo general se desquitaba con la otra persona involucrada.
— Me han dejado sola por el suficientes tiempo como para que las cosas hayan cambiado — Me cruzo de brazos.
— Solo nos fuimos por un poco más de una semana — Pelea Vic, mientras Samy nos analiza con la mirada.
Al igual que todos.
— ¡Pues si al menos me hubieran mandado un mísero mensaje! — Reclamo — Pero seguro a la perra de Isarel si le hablaste, bien que estuvo arrastrándose por aquí.
Debía calmarme o se me iba a salir el Salvatore.
— ¿Isarel estuvo acá? — Pregunta con el ceño fruncido y juntas miran a Mau.
— ¿Se puede saber porque no estábamos informadas de eso? — Pregunta Samantha.
— Ustedes me dijeron que estaban muy ocupadas y una vez Victoria dió la orden de no avisar cuando Isarel viniera — Dice Mau con una mini sonrisa y Vic lo mira con ganas de matarlo.
Me rio entredientes y me cruzo de brazos.
— ¿Tu le dejas total confianza a tu amante de cuarto? — Le pregunto al moreno.
— No tengo tan mal gusto para andar con alguien como Isarel, pero ni a mi amante de mejor calidad — Dice siguiéndome el juego.
— Dejarlos a ustedes dos juntos creo que fue mala idea — Dice Samantha — Mara, vamos a hablar con tranquilidad a la habitación, ¿Si?
Antes de que pudiera contestar, tres personas entran a la sala y mi respiración se entrecorta al verlas.
— Oh Mara, que gusto volver a verte — Dice mi padre con un brillo único en su mirada.
Sigue teniendo ese mismo brillo de cada vez que me miraba.
— Señor Salvatore — Lo saludo con una pequeña sonrisa.
— Te dije que me llamaras por mi nombre, Mara — Me sonríe.
— Claro, Damiano.
— Mara, me alegra tanto verte bien — Se acerca Sebastián a mi, pero mi mirada se clava en la mujer al lado de mi padre.
La mujer que me dió la vida.
— Hola Sebas — Le doy una rápida mirada — ¿Usted quien es?
— Ella es mi esposa, Stella Salvatore — Se adelanta Damiano.
La dos nos miramos a los ojos sin decir nada, hasta que al fin me acerco a ella y me extiendo mi mano.
— Un gusto señora Salvatore, mi nombre es Mara Vargas — Me presento.
Está se queda por un momento inmóvil, hasta que al fin toma mi mano cuando mi padre toca su hombro.
— El gusto es mío — Dice con un hilo de voz.
— ¿Se encuentra bien? Se ve un poco pálida — Pregunto con preocupación.
— El viaje fue algo largo — Me dice luego de aclararse la voz — Estoy agotada.
— Si es así, la dejo para que vaya a descansar — Le digo con una pequeña sonrisa — Yo aún tengo que resolver ciertos problemas.
Está suelta una pequeña risita — ¿Que problemas tienes tu?
— Estoy muy enojada con un par de mafiosas por abandonarme por más de una semana acá y ni un solo mensaje recibí — Bufo.
— Si es así, debes ponerle mano dura, son muy tercas esas dos mafiosas de las que hablas — Dice con una sonrisa — Y si las vas a perdonar, antes pídeles algo que quieras.
— Tia Stella — Se queja Vic.
— Da usted muy buenos consejos, señora Salvatore.
— Dime Stella, cariño — Me sonríe con nostalgia.
Cariño.
— Claro, Stella — Sonrió ampliamente.
— Mara, dejalos ir a descansar — Samy posa una de sus manos en mi espalda baja — Vamos a hablar, ¿Si, dulzura?
La miro sin decir nada y asiento con la cabeza.
Me despido de todos y subimos a las habitaciones.
— Creo que debemos empezar por disculparnos — Dice Vic cuando entramos a la habitación — Simplemente no estamos acostumbradas a comunicarnos.
— Pues les va a tocar aprender — Me cruzo de brazos.
— Lo haremos — Dice Sam, sorprendiendome — Solo, deja el tema por hoy, ¿Si? Queremos un poco de paz.
— Si, solo queremos estar contigo — Dice Vic acercándose, sentándose a mí lado — Te extrañamos.
Ahora me daba cuenta de lo agotadas que se veían.
— ¿Que estuvieron haciendo? — Interrogó.
— Cosas de mafiosas — Se encoje de hombros — ¿Podemos dormir?
Asiento con una pequeña sonrisa y me recuesto en la cama, haciéndole un lado a Vic.
— Como había extrañado esto — Dice abrazándome y escondiendo su rostro en mi cuello.
Suelto una risita y acaricio los cabellos platinos, aunque notaba que les faltaba un nuevo retoque.
— ¿No vienes? — Miró a Samantha.
Está suelta un suspiro y se recuesta en la cama de medio lado, tomando mi mano.
— ¿Tu tienes idea de quién te quiere hacer daño? — Me pregunta mirándome fijamente.
La miro de igual forma y luego paso mi mirada a Vic, la cual ya se encontraba dormida.
Me daba un poco de gracia que la que más se veía peligrosa, llena de tatuajes, era la mas cariñosa y bebita.
— No lo sé, muchas personas me han hecho daño, en especial mi padre, Santome y Martín, quizás alguno de ellos.
— Martín ya no es un problema, las pistas no dirigen a Santome y tú padre pareciera como si no existiera.
Es que la sabandija esa se sabe esconder.
— La verdad no sé qué decirte, Samy — Suelto un suspiro.
— No te preocupes, dulzura, deja que nosotras nos encargaremos — Dice con una pequeña sonrisa.
Se acerca a mi rostro y besa mis labios suavemente, beso el cual correspondo.
— Yo también las extrañe y me dolió que no me escribieran — Digo soltando un suspiro.
— Te prometo que lo compensaremos — Dice con una sonrisa.
— Mas les vale, ya tengo algo en mente — Digo con una sonrisa — Ahora vamos a dormir.
Asiente y recuesta su cabeza en mi hombro, sin soltar mi mano.
Así poco a poco se va quedando dormida y me quedo sola entre las dos. La escena era tierna aunque el trasfondo era turbio para muchos, dos mafiosas dormidas alrededor de la chica que compraron.
Suena raro, ¿No?
Suelto un suspiro y cierro los ojos, para yo también intentar dormir.
Aunque mi mente no dejaba de maquinar mi próximo plan, el cual haría que más chicas se volvieran locas.
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