Capítulo 23

—Estás loco.

—Tal vez, pero es lo que quiero hacer. Se siente correcto —dije tratando de convencerla.

Jan sacudió su cabeza y me miró a los ojos.

—Solo lo dices porque tienes miedo, pero piénsalo bien. Nuestra relación apenas va empezando, no nos conocemos lo suficientemente bien como para...

—Tendremos tiempo suficiente para conocernos después de la boda —la interrumpí.

—Ni siquiera trabajas.

—Puedo encontrar un trabajo.

—No hemos acabado los estudios.

—Al diablo los estudios.

—No, Derek —replicó un poco molesta.

—¿Por qué no? —cuestioné exasperado. Ella se apartó de mí y de inmediato me arrepentí por haberla presionando.

—Tengo que hacerme cargo de mi hermano, de mis estudios, de mis gastos. No estoy preparada para ser esposa ahora mismo, apenas tengo veinte años.

—¿Y si yo muriera mañana? —cuestioné. Su semblante se volvió sombrío.

—Cállate.

—No, en serio. ¿Qué pasaría si hoy fuera el último día que me vieras? ¿Qué pasaría si mañana algo me pasara y no pudiera abrazarte, besarte y decirte que te amo nunca más?

Sus ojos se llenaron de lágrimas y se puso de pie a una velocidad alarmante.

—¡No lo sé, probablemente me deprimiría y me volvería loca! ¿Es lo que quieres escuchar? —gritó. Sus manos volaron a tapar su rostro y empezó a sollozar. Sabía que era un tema que le dolía tocar, pero... ¡Dios! Quería que entendiera mi punto de vista también.

Estaba a punto de ponerme de pie para ir a abrazarla cuando escuché unos ligeros golpes en la puerta.

—¿Jany?

Demonios. Habíamos despertado a Dean.

—No pasa nada Dean, vuelve a dormir —dijo ella fingiendo tranquilidad al tiempo que se secaba los ojos con manos temblorosas.

—¿Puedo pasar?

Janelle me lanzó una mirada furibunda antes de abrir la puerta un poco.

—Ve a dormir, Dean.

—Escuché que estabas llorando, ¿está todo bien? —cuestionó su hermano preocupado. Jan dudó un poco y luego suspiró.

—Sí, todo está bien; ahora vuelve a dormir, mañana hablaremos. —Escuché que la puerta de la habitación de Dean se cerraba antes de que Jan se diera la vuelta.

—Dormiré en el sofá —informó.

—¿Qué? ¡No! Estás mal si crees que te dejaré dormir allá. —Hice amago de levantarme pero ella extendió su mano deteniéndome.

—Quiero estar sola justo ahora... Necesito pensar sobre... Sobre esto. —Hizo un movimiento de su mano para señalarnos a ambos—. No creo que... No sé si pueda darte lo que quieres y... solo... Necesito espacio.

—Tú eres lo único que quiero —dije sin perder tiempo con el miedo aumentando en mi interior—. No estás pensando en dejarme, ¿verdad? Si es porque te pedí...

—No, Derek. No es eso. Solo... necesito pensar. —Se dio la vuelta y salió de la habitación antes de que pudiera contestar algo más, dejándome ahí recostado en su cama más confundido y asustado que nunca.

¿Y si en verdad estaba pensando en dejarme?

En el fondo era consciente de que no debía de presionarla, pero... no lo sabía. Mis métodos para asegurarme que no la perdería me estaban haciendo perderla.

Ella era terca y tenía miedo, casi tanto como yo. Había presionado demasiado y lo único que logré fue hacerla huir como siempre hacía cuando las cosas no salían como ella quería.

Y estaba seguro que si iba a buscarla justo en ese momento, las cosas se pondrían peor.

Me recosté nuevamente en la cama y coloqué una almohada sobre mi rostro.

«Agh, mujeres.»

***

El día siguiente fue horrible.

Jan y yo asistimos a la universidad, pero además de tomar mi mano y darme un beso de buenos días, no hubo mucha interacción entre nosotros. Me evitaba en los pasillos cuando la buscaba después de alguna clase, me daba sonrisas tensas y rehuía de mi contacto. Estaba alejándose de mí y al parecer la gente lo estaba notando.

—¿Que le hiciste a Janelle, idiota? —cuestionó Lora con bastante agresividad. Debía investigar si esta era contagiosa, porque estaba pasando mucho tiempo con Jan y no quería perder mi característico buen humor.

—¿Qué te hace pensar que yo le hice algo? —pregunté de vuelta.

—Solo debes de verla para darte cuenta. Luce... destruida.

Hice una mueca de dolor al escucharla. ¿Pensar en ser mi esposa le causaba tanta repugnancia? Sacudí la cabeza y froté los puños cerrados sobre mis ojos en un intento por aclarar mi cabeza.

—Le pedí que se casara conmigo —admití en un susurro.

—¡¿Qué?! —Ese fue Marcus horrorizado llegando detrás de mí—. ¿Estás loco? Apenas tienes veintidós años, Derek. Es... Es apresurado. ¡Es una locura! No puedes desperdiciar tu juventud así.

Le lancé una mirada asesina y Lora le palmeó el brazo con fuerza, a lo que él soltó un quejido.

Medité en sus palabras y caí en la conclusión de que sí era una completa locura lo que había hecho, sin embargo cuando estás enamorado haces mil locuras que te parecen lo mejor o más normal del mundo.

¿Y qué si estaba loco por querer casarme joven? Sabía que, si asumía ese compromiso, no quería que fuera con nadie más que Jan. No quería conocer a nadie más ni compartir mi vida con ninguna otra mujer que no fuera ella.

—No es un desperdicio de vida —dije con seguridad—. Si tú hubieras pasado por la misma mierda que yo... —Sacudí mi cabeza y gemí frustrado—. Lo último que pensé cuando tuve ese accidente fue en que nunca volvería a verla. Pensé en que nunca la haría sonreír otra vez ni estaría ahí para ella cuando necesitara apoyo o consuelo. Pensé... «¿Quién la sostendrá cuando se derrumbe?» Solo es... Es mi manera de asegurarme que no la voy a perder. O lo era, pero al parecer no funcionó. Ya la estoy perdiendo —concluí en un leve susurro. Levanté mi mirada y encontré a Lora mirándome con adoración; tenía ambas manos en su pecho y una sonrisa soñadora mientras que Marcus se rascaba la nuca inseguro.

—Bueno, creo que entiendo eso —afirmó Marcus sorprendiéndome. Lora lo miró con sorpresa—. Quiero decir, no he pasado por eso, pero... Bueno, si sintiera que nunca volvería a ver a Lora, tal vez también me volvería loco y arrojaría la casa por la ventana. Puede que no le pidiera matrimonio, pero posiblemente le preguntaría si quiere mudarse conmigo. Es un gran paso también y eso me aseguraría verla en la noche antes de dormir y en la mañana después de despertar. Me sentiría más... seguro. Así que si, comprendo más o menos lo que quieres decir —finalizó. Lora y yo lo miramos incrédulos. Marcus le sonrió con timidez y se acercó para abrazarla.

»Sabes que te amo, Lora. He estado algo mal por ti desde hace algún tiempo, solo que no me había atrevido a decírtelo, pero... Sí. Te amo.

Lora comenzó a parpadear con rapidez y me di cuenta de que iba a llorar.

Bueno, si tenía dudas acerca de sus sentimientos, creo que se evaporaron en ese momento. Lora se arrojó a sus brazos y lo besó, y yo... Bueno, yo hui de esa íntima escena y los dejé disfrutar de su felicidad a solas.

Marcus tenía razón, el matrimonio era algo muy apresurado, pero Jan y yo vivíamos prácticamente juntos. ¿Qué otra manera había para sentir que era mía?

Tal vez no me había explicado bien... O tal vez yo ni siquiera tenía muy claro lo que quería. Dios, todo era tan confuso.

Supuse que nada más quedaba retractarme. Solo esperaba no haberla perdido aún.

***

JANELLE


Lora y yo salimos antes que Marcus y Derek de sus clases, por lo que le pedí que me llevara a casa. El transcurso fue muy silencioso, pero la verdad era que todavía no tenía muchas ganas de hablar, por lo que no traté de romperlo.

Mi cabeza estaba abarrotada de tantas cosas y no quería abrumar a mi amiga con mis propias confusiones.

Cuando llegamos a casa ni siquiera la invité a pasar. Solamente me bajé de su auto y le di las gracias por llevarme. Ella asintió y me dijo que me quería, luego se fue. Me sentí feliz y culpable al mismo tiempo

Amaba a mi mejor amiga por eso; siempre sabía cuándo necesitaba espacio, además de que ella no era muy dada a hablar de sentimientos también. Era un poco más... reservada. Al igual que yo.

Entré al departamento y ahí estaba Dean sentado en el sillón viendo la televisión, una serie de zombis al parecer.

Llegué y me senté a su lado.

—Hola, niño —saludé enganchando mi brazo en su cuello.

—Hola, Jany. —Puso el televisor en silencio y luego me miró—. Cuéntame.

Reí sin humor. Sabía a lo que se refería, pero no quería contarle; él ya tenía sus propios problemas, por lo que no necesitaba escuchar los míos. Sin embargo lo conocía y sabía era igual de terco que Derek, no me dejaría en paz hasta que le contara todo.

—Derek me pidió matrimonio —declaré. Él asintió.

—Y tú le dijiste que no.

Lo miré con los ojos entrecerrados.

—Así es.

—Lo supuse.

—¿Por qué? —cuestioné. ¿Tan predecible era?

—Te conozco.

—Y yo a ti —dije. Esa conversación me estaba poniendo incómoda. Dean suspiró y chasqueó la lengua como si todo estuviera claro para él.

—Tienes miedo de perderte. Siempre has sido tú sola contra el mundo y tienes miedo de depender de alguien más —informó. Fruncí el ceño y pensé en ello dos segundos.

Tenía razón.

Los niños de su edad no deberían ser tan inteligentes.

—Puede ser —respondí encogiéndome de hombros. No tenía nada que decir a eso. No iba a admitirlo.

—Está bien perder, Jany. Mírame, yo he perdido mi lucha, pero he ganado libertad. He ganado estar todos los días contigo y con Derek, he ganado vivir, ir a la escuela, tener amigos y aunque sé que un día voy a morir, soy feliz porque sé que cuando me vaya tú estarás en manos de una persona que daría su vida por ti, una persona que te ama de verdad. Así que no tengas miedo de necesitar a alguien, a veces está bien dejarse llevar y permitir que cuiden de ti.

»Puede que pierdas un poco de tu autosuficiencia pero vas a ganar amor, apoyo y compañía. Recuerda, no eres de piedra y tú también te gastas. ¿O prefieres quedarte sola y enfrentarte a todos los problemas sin ayuda? —Me observó con las cejas elevadas y me quedé muda ante sus palabras. Lo estudié. Su piel ya no lucía tan pálida y su cabello había comenzado a crecer. No cabía duda de que iba a ser un chico muy guapo cuando creciera.

»Además debes de comprender que él pasó por algo más cercano a la muerte de lo que yo incluso lo he hecho. Por lo menos tú y yo estábamos mentalizados con que yo podía morir en cualquier momento, pero Derek... Él no estaba preparado para algo así. Solo quiere asegurarse de que no va a perderte, creo que ese es su mayor miedo y por eso te pidió matrimonio. Quiere sentirse seguro de ti.

Se encogió de hombros como si no acabara de abrirme los ojos y reí incrédula por la manera de hablar de mi hermanito. No me sorprendería que escribiera un libro de superación personal o algo por el estilo. Ese chico era demasiado sabio.

Me quedé en silencio un momento pensando en todo y luego lo abracé con fuerza.

—Gracias —susurré en su oído.

—Cuando quieras, hermanita. Soy un buen consejero, ¿no?

Me reí y acaricié su brazo en un gesto de agradecimiento.

—El mejor.

***

Estaba fuera de la casa de Jan pero no sabía si tenía que tocar o solo entrar como se me había hecho costumbre. Sentía que las cosas habían cambiado entre nosotros desde anoche y solo quería volver a como era antes. Solo... quería estar con ella.

Me armé de valor y, exhalando con fuerza, toqué la puerta. Esperé y dos segundos más tarde Dean abrió luciendo sorprendido.

—Derek. ¿Por qué tocas? Pasa. Sabes que no necesitas hacerlo.

Entré y lo seguí hasta la cocina en silencio. Él había empezado a ir a fisioterapia y le habían dicho que tenía que empezar a caminar sin muletas aunque sintiera molestia. El músculo debía ser trabajado y si no lo hacía corría el riesgo de no poder caminar bien nunca más, así que en cada paso que daba se notaba el esfuerzo que tenía que hacer y el dolor que sentía.

—¿Cómo estás? —quise saber. Se sirvió un vaso de agua y carraspeé sintiéndome incómodo.

—Vivo, así que supongo que bien. No me quejo. ¿Gustas? —preguntó ofreciendo un vaso de agua. Sonreí y negué.

—No, gracias. Oye, ¿no está Janelle por aquí?

Dean sonrió y entonces tomó una gran respiración.

—¡Jany, te buscan!

Ni un minuto después, Janelle salió de su habitación.

—¿Quién es?

—Ven a ver —dijo Dean antes de moverse para que pudiera verme. Jan se quedó quieta cuando me vio de pie tras su hermano y me observó por un minuto completo sin decir nada.

Estaba empezando a preguntarme si había sido una mala idea ir a verla, cuando ella soltó un suspiro y hundió los hombros.

—Qué bueno que viniste.

De inmediato me relajé.

—Sí, bueno... yo, Uh, no sabía si... Pensé que... Hola.

—Hola —rio—. ¿Quieres ir a mi habitación? Creo que necesitamos hablar —indicó. Tras escuchar esas palabras, volví a ponerme nervioso. Ella debió de haberlo notado porque sacudió su cabeza y sonrió—. No es nada malo, lo prometo.

—Está bien.

Nos dirigimos a su pieza, donde tantas cosas habíamos pasado juntos, y cerró la puerta detrás de ella.

—Perdóname —le pedí antes de que ella tuviera la oportunidad de hablar—. No quería presionarte con eso y... no es necesario que... —Suspiré frustrado—. Solo olvidémoslo, ¿sí? No quiero perderte, y si ese tema es algo que no quieres tocar, lo acepto, pero no me dejes. No quiero... No puedo perderte, Jan. Te amo, pequeña, más que nada. ¿Lo sabes, no? Y si quieres estar conmigo solo así... entonces lo acepto. No necesito nada más que a ti —concluí.

Jan me miró durante un largo minuto, parpadeó varias veces confundida y entonces frunció el ceño.

—¿Estás diciendo que no quieres casarte conmigo?

Ahora fue mi turno de fruncir el ceño. ¿En qué momento dije eso?

—No. No, no, no, Jan. No dije eso, solo... —Resoplé—. Solo no quiero presionarte. Claro que quiero casarme contigo, pero si eso no está bien para ti, no te voy a presionar. Lo importante es que estemos juntos y que me sigas amando. Si tú no quieres no te voy a obligar, ya te dije. Con estar contigo me basta.

Jan sonrió tímida y acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja.

—Bueno, estuve pensando y creo que no es tan mala idea, ¿sabes? Como que me agrada la idea de que seas mío legalmente y toda la cosa.

Entrecerré mis ojos hacia ella.

—¿Qué estás tratando de decir? —pregunté cauteloso. Tenía que ser suspicaz alrededor de esa mujer, nunca se sabía lo que tramaba.

—Ya sabes. —Se encogió de hombros—. Solo es un sí.

—Un sí... ¿qué? —cuestioné confundido.

—Un sí, sí quiero casarme contigo —dijo bajito. Mi expresión debió de haber sido cómica, porque soltó una carcajada cuando me acerqué para estrecharla entre mis brazos

—¿No estás jugando conmigo, verdad? —pregunté sin aliento—. Porque si es así...

—Nunca jugaría con eso —me interrumpió. Comencé a besar todo su rostro mientras ella seguía riendo y por un momento sentí que el corazón se me saldría del pecho por la emoción.

Sí. Había dicho que quería casarse conmigo. Oh Dios, ¿ahora era un hombre comprometido?

Esa fracción de segundo de terror, se disolvió cuando la encontré mirándome fijo con esa sonrisa en su rostro, como si guardara un secreto.

—Dios mío, Jan, te amo. Me has hecho muy, muy feliz ahora mismo —confesé. La recosté cuidadosamente sobre su cama antes de empezar a tirar de sus prendas en un intento por desvestirla y acostarme a su lado para sentirla más cerca.

—Y espero hacerlo siempre —susurró acariciando mi mejilla con infinita ternura. Sonreí y planté un beso en su nariz.

—Estoy seguro de que así será, pequeña.



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top