Capítulo 21

JANELLE

Me dijo quince minutos y ya habían pasado más de cuarenta. Estaba empezando a preocuparme un poco, imaginando varios escenarios, cada uno peor que el anterior. Al principio había sentido algo de irritación por su tardanza, pero luego pensé que, si hubiera surgido algo que lo retendría, él me habría llamado para avisarme.

No le gustaba preocuparme... y por eso estaba preocupada. No había ninguna señal de él.

«Por favor llega, Derek. Dios mío, me estás poniendo nerviosa.»

Para tratar de relajarme un poco empecé a pensar en que Dean ya mañana recibiría el alta y por eso mi jefa me había dejado salir temprano, para poder compartir la noticia con mis seres queridos. O sea, Derek y Lora.

Le había dicho a Derek una pequeña mentira, pero era porque quería decirle cuando estuviéramos de frente. Él me había ayudado a arreglar la habitación de mi hermano y sabía que se preocupaba sinceramente por su bienestar. Sabía que compartiría mi alegría cuando escuchara la buena noticia y por eso había querido esperar.

Mi teléfono comenzó a vibrar entre mis manos y bajé la mirada solo para ver que era una llamada de Lora. Traté de controlar la decepción porque no fuera Derek y suspiré.

—Hola.

—Hey, Janelle.

—¿Marcus? —pregunté extrañada. ¿Qué hacía Marcus llamándome desde el celular de Lora?

—¿Dónde estás?

—En el hospital, acabo de terminar mi turno, solo estoy esperando a que Derek llegue a recogerme —dije sintiendo curiosidad.

—Él no va a poder ir por ti —mencionó, y eso me hizo fruncir el ceño.

—¿Qué? ¿Por qué? Yo creo que... —Me interrumpí cuando escuché la voz de Lora en el fondo diciéndole algo. No pude entender nada de lo que decía pero entonces ella se puso al teléfono.

—¿Jany? —Su tono era suave y preocupado, por lo que me tensé inmediatamente. Lora nunca se preocupaba.

Nunca.

—¿Estás bien? —pregunté nerviosa .El suspiro que dejó escapar no hizo nada para calmarme.

—Acaban de llamar al teléfono de Marcus preguntando si conocía a Derek. Al parecer él tuvo un accidente —susurró.

Sentí como si la sangre se congelara en mis venas al escuchar aquello.

—¿Qué tipo de accidente? —cuestioné cautelosa. Mi preocupación estaba aumentando cada vez más y tenía mucho miedo de lo que vendría a continuación.

—Un accidente automovilístico. Al parecer algún tipo se pasó la luz roja y se estrelló contra Derek. Parece que está demasiado grave, Jany. Están llevándolo a algún hospital cerca, supongo que al tuyo. Iremos lo más pronto posible, pero avísanos si llega, por favor. Lo siento mucho, Jany.

Sus palabras eran como un eco lejano. No presté atención a nada de lo que dijo después de que me informó que Derek se encontraba grave, solo podía pensar en que Derek tuvo un accidente mientras venía por mí.

Tuvo un accidente por mi culpa.

—¿Jan?

Lora aún seguía al teléfono, pero yo no podía responder. En mi garganta se encontraba un nudo enorme que no podía tragar. Sentía la lengua pastosa y los ojos secos. Colgué el teléfono sin responder y me senté en la acera sin derramar una sola lágrima.

Creo que me encontraba en estado de shock. No reaccionaba.

Me hallaba mirando a la nada cuando escuché las sirenas de una ambulancia acercándose rápidamente, y de algún modo, yo supe que ahí venia Derek.

Me levanté a toda velocidad y corrí hacia ella. Llegué justo cuando bajaban la camilla que contenía un cuerpo cubierto con una sábana blanca y sentí que el mundo se tambaleaba bajo mis pies.

El aire escapó de mis pulmones y mis rodillas se desestabilizaron.

«No. No, no, no.»

Dios mío, no podía ser él. ¡NO! Simplemente no podía ser Derek. Él... Derek no podía morir y dejarme sola.

Miré a los hombres que bajaban la camilla luciendo tristes y me acerqué a uno de ellos sintiendo que mi cuerpo temblaba.

—¿P-puedo ver el c-cuerpo? —inquirí con voz temblorosa. En cualquier momento empezaría a llorar.

El hombre miró a su compañero y, tras un asentimiento, retiró un poco la sábana para descubrir a una mujer mayor de edad. Me sentí mal por el alivio que me inundó. Ella tampoco merecía morir.

—Gracias —exhalé sintiendo que la voz me fallaba.

No desperdicié más tiempo y entré al hospital. Corrí entre los pasillos, mirando dentro de cada puerta en busca a Carter. Él podía decirme si Derek se encontraba aquí o si venía en camino.

—¡Carter! —grité cuando lo vi al final del pasillo con dos enfermeras. Se giró a verme y su rostro adquirió un gesto confuso al verme, seguramente pálida y horrorizada. Llegué hasta él sin aliento.

—Hey, Jany, ¿estás bien? —Colocó una mano en mi espalda y comenzó a frotar en pequeños círculos. Negué con la cabeza y luego las lágrimas empezaron a caer, mi cuerpo estremeciéndose por los sollozos que no pude controlar por más tiempo.

Me abrazó.

—¿Derek? —pregunté. El conocimiento llenó sus ojos y entonces me dio una mirada preocupada y llena de compasión.

—Justo ahora está en el quirófano.

—Dime.

—Jan...

—¡Dime, maldita sea! —exigí al borde de la desesperación.

Carter sabía lo terca que era y era consciente de que si él no me decía, yo misma iría en busca de información. Lo vi suspirar resignado.

—Al parecer tiene perforado un intestino y ha perdido mucha sangre. Está... No sabemos, Jan. No saben si va a lograrlo —anunció.

Mis rodillas se debilitaron. Derek no podía morir. No podía. Seguía repitiéndomelo una y otra vez. Él no iba a dejarme. Me amaba.

Yo lo amaba.

—Quiero verlo —exigí.

—Jany, sabes que eso es impos...

—¡Quiero verlo! —grité alterada. Levanté la mirada hacia Carter y le supliqué con mis ojos—. Por favor, Carter. Quiero... Dios mío, necesito verlo —susurré desesperada.

Le tomó dos segundos de indecisión, pero al final cedió.

—Está bien, pero ponte una bata y límpiate.

Asentí enjugando las lágrimas de mi rostro con el dorso de mi mano y me encaminé a los armarios. Quince minutos después me encontraba al otro lado del quirófano, viendo por el vidrio que conectaba ambos cuartos a Derek. Estaba recostado y lleno de cables, sus signos vitales eran estables, pero a juzgar por la cantidad de sangre que manchaba las batas y guantes de los doctores y enfermera, la herida había sido muy grave y profunda.

Varios cortes más manchaban su rostro y brazos. Tenía una ceja abierta y los ojos cerrados. Se veía tan pacífico... y odié haber deseado alguna vez que dejara su hiperactividad de lado. Justo en ese momento quería verlo saltando alrededor, bromeando, riendo... Quería que me abrazara.

Si lo perdía...

No pude terminar ese pensamiento. Mi cuerpo temblaba incontrolablemente y sentía que podría desmayarme un cualquier momento por el dolor que me perforaba las entrañas.

Pequeñas gotas saladas seguían saliendo por mis ojos y cayendo en silencio por mis mejillas. No podía perderlo. No sabía lo que sería de mí sin él y sus locuras.

Así como Dean era el soporte por el cual me aferraba a la vida, Derek era la tabla que me salvaba de hundirme en la locura y depresión. No podía funcionar correctamente sin él ahora.

Lo necesitaba más que a nada. Necesitaba su buen humor para contrarrestar el mío de mierda, sus bromas para mi amargura. Necesitaba esa chispa de luz en sus ojos para alumbrar mi sombría existencia. Su dulzura, sus caricias, sus besos... Jamás había amado y necesitado tanto a nadie de esa manera.

Seguí un poco más de una hora viendo a los doctores trabajar con Derek mientras pensaba y revivía los momentos a su lado. Mi cuerpo no dejó de temblar; me sentía fría por dentro a pesar de que la habitación estaba cálida.

Cuando terminaron, sacaron a Derek del quirófano y lo llevaron a observación, donde pasaría el resto de la noche. La ventaja de ser una enfermera era que podía entrar cuando quisiera a verlo con el pretexto de checar sus signos vitales.

Y eso estuve haciendo por dos días. Dos. Malditos. Días.

Su cerebro se había inflamado y le estaban proporcionando medicamentos para que la inflamación bajara rápidamente. Querían mantenerlo en un coma inducido, pero al final habían decidido que no era lo mejor, lo que me hizo estar algo aliviada. No había despertado para nada en más de cincuenta horas, y eso tenía a mi estómago hecho nudos por la preocupación.

Para lo único que había salido del hospital en ese tiempo fue para sacar a Dean y llevarlo al departamento. El día que se suponía debía ser uno de los más felices en mucho tiempo, había sido opacado por otra desgracia.

Y así me sentía. Desgraciada. Vacía.

Dean no había querido abandonar mi lado, pero le había pedido a Lora que por favor lo cuidara mientras yo estaba con Derek. Me sentía la peor hermana del mundo, sin embargo no habría podido descansar hasta que supiera que él estaba fuera de peligro.

Le había dicho a Marcus que llamara a sus padres por favor y ahora se encontraban aquí. El mismo día que los informaron, llegaron. Dos personas maravillosas que se encontraban destrozadas.

Vaya ocasión en la que nos conocimos.

Cada hora más o menos salía a decirles algo sobre la situación de Derek, aunque no variaba mucho. Para el tercer día, Derek ya había salido de peligro y lo habían trasladado a una habitación en la planta baja donde había podido empezar a recibir visitas de las cuales él no era consciente. Seguía sin despertar y eso me estaba volviendo loca.

Creo que incluso había bajado unos cuantos kilos.

Era después de medio día del cuarto día cuando entré a su habitación a checar sus signos vitales y que tuviera suficiente medicamento aún. Su madre se encontraba a su lado hablándole y peinando su cabello fuera de su frente.

—Tienes que despertar, Derek; tienes que luchar, hay mucha gente que te extraña. Está esta chica maravillosa que te cuida... Ahora veo porque querías luchar por ella. No ha dejado tu lado en ningún momento y se le ve desolada. Ella te ama sinceramente, lo puedo ver en sus ojos cada vez que te mira y en cómo te toca cuando cree que nadie más la está viendo...

Me detuve en la puerta con un nudo en mi garganta y lágrimas picando detrás de mis ojos. Sabía que estaba mal espiar una conversación tan privada, así que tomé una respiración profunda y toqué la puerta.

—¿Se puede?

Su mamá giró y me dio una sonrisa temblorosa.

—Claro, querida. Solo estaba pidiéndole que luchara —murmuró. Parpadeó varias veces para retener las lágrimas y luego negó con la cabeza.

Sin saber que decir me acerqué a su lado y le di un pequeño apretón en el hombro. Ella puso su mano sobre la mía y me devolvió el apretón. Me alejé para empezar a revisar que todo estuviera en orden y que no faltara nada.

—Él te ama, ¿sabes? —Mi cuerpo empezó a temblar mientras trataba de no llorar y asentí. Últimamente eso era lo único que hacía.

—Lo sé —susurré.

—De verdad, nunca lo había visto tan entusiasmado con una chica como cuando fue a casa, se miraba... radiante.

—Yo... Yo también lo amo —confesé. Un sollozo escapó de mis labios y tuve que llevar ambas manos a mi boca para amortiguar el sonido.

—Lo sé, cariño. Se nota.

Me di la vuelta y limpié mis lágrimas antes de acercarme a Derek. Contemplé su rostro un poco magullado. Tenía algunos rasguños por aquí y por allá, pero eso no hacia mella en su buena apariencia.

Siempre lucía tan bien y él lo sabía. Sonreí al recordar el enorme ego que cargaba encima.

Dejé que mi dedo pasara por el tubo atravesaba su garganta y la mascarilla que le proporcionaba oxígeno. Besé su frente y susurré en su oído un te amo al igual que siempre que iba a verlo. Aplasté el botón rojo que le proporcionaba el medicamento y luego salí de la habitación.



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