Capítulo 16
«¡Maldita sea!»
Entré a mi departamento con paso apresurado y azoté la puerta tras de mí. Recorrí una corta distancia y luego golpeé la pared. Estaba molesto, conmigo y con ella. Me encontraba dolido y frustrado por la manera en que había reaccionado después de lo que habíamos hecho.
«Fue sexo. Solo eso.»
Debí haber imaginado que ella solamente estaba despidiéndose. Un asqueroso y amargo adiós por su parte, cuando de la mía era más que una declaración de mis sentimientos hacia ella.
¿Quién iba a decir que yo estaría enojado porque una mujer huyó después de que tuviéramos sexo? Jamás lo hubiera imaginado. Quiero decir, acostarme con alguien nunca había significado algo más para mí... Hasta ahora.
Cerré los ojos con fuerza y recargué mi cabeza contra la pared. Imágenes de ella sonrojada, su frente un poco arrugada por la dulce agonía del placer, sus labios entreabiertos y sus pequeños gemidos se reproducían en mi mente una y otra vez. Sus ojos... algo me habían dicho. No había imaginado nada, el sentimiento había estado allí.
Apreté las manos en puños contra mis ojos y traté de pensar en cualquier otra cosa que no fuera ella, lo que me llevó al origen del problema.
Molly y Mindy.
¿Qué le había hecho yo a Mindy para que estuviera de acuerdo con Molly en planear algo así contra mí? A menos que.... No. A menos que no fuera una broma. En ese caso estaba hasta el cuello de mierda.
Pero yo no podía ser padre, por Dios; no en este momento y no con ella. Claro que quería tener una familia, pero no ahora. Apenas tenía veintidós años, toda mi vida por delante. La paternidad en estos momentos no estaba en mis planes.
Decidí dejar de torturarme con suposiciones e ir a visitar a ese par de brujas.
***
—Hola, Derek —me saludó Mindy. El enojo que cargaba se liberó un poco cuando vi las grandes y oscuras ojeras que llevaba. Tragué con dificultad.
—Mindy. ¿Podemos hablar? —quise saber. Ella asintió seria y abrió la puerta haciéndome un ademán para que pasara.
Una vez dentro del departamento me guio a lo que parecía ser la sala de estar y tomamos asiento en un sillón. Tras un prolongado y tenso silencio decidí que era mejor empezar a hablar.
—¿Cómo te encuentras? —cuestioné.
Hice una mueca ante mi falta de originalidad para entablar una conversación y ella se encogió de hombros.
—Un poco estresada, como ves —confesó. Asentí mientras retorcía los dedos en mi regazo y suspiré tembloroso—. ¿Y tú? Molly me dijo que vio a una chica en tu departamento. ¿Es tu...?
—Amiga —dije con una mueca de dolor y una sensación amarga sobre la lengua. Solo era mi amiga, tal y como ella había querido.
—Oh, eso está bien, supongo.
Hablamos otros diez minutos de sinsentidos tratando de ignorar al enorme elefante rosa bailando salsa con un tutú en la habitación. Era más fácil no hablar sobre el verdadero problema que nos angustiaba a ambos, pero esta tenía que ser ventilado lo antes posible.
—Entonces —dije—, ¿cómo fue que pasó? —pregunté. Ella me dio una mirada de «¿tú cómo crees, estúpido?» que me hizo enojar—. Quiero decir, sé cómo pasó, pero usé un condón. No estaba tan ebrio como para no recordar eso.
Mindy mordió su labio y volvió a encogerse de hombros. Parecía nerviosa y a punto de llorar y eso logro que empezara a sentir pánico.
—Yo sinceramente no lo sé. O sea, también recuerdo que usamos un condón, pero pudo haberse roto o algo... —Frunció el ceño al decir esto y mi corazón se contrajo al notar el gran parecido que tenía con Janelle.
—Pero... —Esperaba no sonar como un completo imbécil—, ¿estás segura de que es mío?
Ella me observó durante un largo par de segundos y entonces asintió mientras metía un mechón de cabello detrás de su oreja.
—Sí. Aunque no lo creas yo... Yo no suelo hacer mucho... eso.
Por alguna razón, aunque no la conocía del todo, le creía. A pesar de que era amiga de Molly, Mindy no parecía estar loca ni ser una futura novia psicópata.
—Te creo —dije. Sus hombros se relajaron visiblemente y sonrió algo melancólica.
—Gracias.
—Así que, ¿te hiciste una prueba?
—Sí —contestó mientras sacaba una pequeña caja de su bolsa. La abrió y sacó la prueba que mostraba dos rayitas azules—. Las dos líneas significan que es positivo —susurró.
Sentí cómo el aire se me escapaba al ver la prueba y entonces el mundo comenzaba a girar con rapidez. De verdad iba a ser papá. No era una broma...
Estaba jodido.
Me dejé caer contra el respaldo del sillón y llevé ambas manos a mi cabeza sin poder creerlo del todo todavía.
—No sé qué decir —murmuré.
—No tienes por qué sentirte presionado, Derek, no es como que te esté pidiendo que te cases conmigo. Solo creí que tenías derecho a saber. Iba a decirte, pero Molly se adelantó y... Lo siento.
Asentí. Era una buena chica.
—No tienes por qué disculparte, no fue tu culpa. Yo... Eh, prometo hacerme cargo de cualquier cosa que necesiten tú y el bebé. Te voy a apoyar, no lo dudes ni un segundo, ¿sí? Todo va a salir bien.
Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando escuchó mis palabras y me acerqué a confortarla. Comprendía que estuviera aterrorizada; yo también lo estaba.
—No quiero ser mamá aún —sollozó—, pero tampoco puedo deshacerme de él. Es una pequeña vida dentro de mí. —Las lágrimas caían por su rostro en una clara señal de angustia y, a pesar de que yo también tenía miedo y no estaba seguro de nada, le dije que no se preocupara.
—Todo saldrá bien.
***
Iba caminando por los pasillos del hospital en busca de Jan para hablar con ella cuando me encontré con Sonrisitas.
—¿Buscas a Janelle? —preguntó sonriente. Quería golpearlo.
—Sí, ¿sabes dónde puedo encontrarla? —pregunté molesto porque él no pareciera tener problemas.
—Habitación 104, con Dean Ferrati.
—Gracias —dije mientras me alejaba a pasos agigantados.
No estaba de humor para nada y no quería soportar ver la felicidad escrita por todo su rostro. Estaba siendo irracional, lo sabía, pero no me importaba. Solo quería ver a Jan y hablar con ella.
Cuando llegué a la habitación, entré sigilosamente para que Jan no me viera y cerré la puerta con mucho cuidado. Ella se encontraba acariciando la cabeza de Dean, quien tenía los ojos cerrados, y susurrándole al oído. Era todo tan calmo que no quise terminar con la paz que parecía rodearlos.
Cuando me fijé en Dean, me di cuenta de que lucía más cansado que de costumbre; parecía estar sufriendo más que los demás días «malos» que había tenido cuando vine a visitarlo. Sus ojos estaban apagados cuando los abrió y me miró, pero no alertó a Jan de mi presencia. Solo fijo su mirada en mí un segundo y entonces la volvió de nuevo por la ventana, donde el día parecía igual de triste que los ánimos en la habitación.
El cielo estaba gris, completamente nublado, y el aire movía ligeramente las hojas de los árboles fuera. No dudaba de que en cualquier segundo se abriría el cielo y comenzaría a llover.
Me acerqué un poco más y alcancé a escuchar lo que decía Jan.
—No te rindas, Deany; tú sigue luchando, sé que puedes hacerlo. Eres muy fuerte. Aguanta solo un poco más por mí, ¿sí? —rogaba con cruda tristeza y enorme dolor en su voz.
Jan le hablaba mientras sostenía su mano, acariciaba sus nudillos con su pulgar y lo miraba con unos ojos llenos de lágrimas, cansancio y desconsuelo. Estaban desprovistos de energía y nunca había querido tanto cambiar de lugar con ella; llevarme toda su aflicción.
Cuando él se giró a verla, sus ojos eran aún más tristes que los de ella. Parecía cansado de la vida, de todo su sufrimiento, y nunca había conocido a un niño con una mirada tan avejentada. Esos ojos decían haber vivido cien años de tortura y me dolía que a tan corta edad tuviera ya tal grado de madurez. La vida difícil te hacía madurar de golpe, sin duda alguna.
Se sostuvieron la mirada por un largo tiempo, antes de que él se relamiera los labios y comenzara a hablar en apenas un susurro.
—Por favor. Déjame ir, Jany, por favor; me duele mucho. Deja que me vaya con mamá y papá, prometo que te voy a cuidar desde allá. Es que... —Comenzó a sollozar despacito sin poder aguantar más, las lágrimas inundaron sus ojos y comenzaron a derramarse por sus mejillas sin control—, ya no aguanto el dolor. Es como un fuego en mis venas que me quema y no lo aguanto más. No te quiero dejar pero de verdad, ya no puedo más. Ya no quiero esto, es demasiado fuerte —concluyó torturado.
Ambos estaban llorando y en mi garganta se formó un nudo enorme que no me dejaba respirar. Empecé a sentir el escozor detrás de mis ojos y, tras unos parpadeos, sentí un par de gotas salir de ellos. Era una escena dolorosa de presenciar.
—No puedo. Tú eres mi ancla, Dean, no sé qué haría sin ti. Por ti sigo luchando, por ti sigo aquí —susurró Jan entre hipidos.
Subió a la cama junto con él sin poder mantenerse lejos de su hermano y enterró la cara en su hombro, los sollozos sacudiendo su pequeño cuerpo con violencia.
—Serás fuerte y seguirás adelante, Jan. Tu mundo no acabará solo porque el mío sí lo haga —decía Dean en un fallido intento por consolarla.
—Tú eres mi mundo, Deany. Si te vas... no tendré ninguna razón por la cual quedarme.
—Sí la tienes —susurró acariciando la espalda de su hermana tratando de reconfortarla. Me miró entonces y en la profundidad de sus ojos pude ver lo que me pedía.
Que la cuidara cuando se fuera.
Asentí mientras secaba el par de las lágrimas que había soltado y me acercaba con cuidado hacia donde Jan se encontraba llorando. Puse mi mano en su espalda y la froté de manera que pudiera tranquilizarla un poco. Sabía que no podía hacer nada para aliviar su sufrimiento, pero quería que supiera que estaba a su lado. Siempre iba a estar ahí.
Miré a Dean y pude ver la lucha interna que estaba librando, entre quedarse o dejarse ir. Tan pequeño e inocente, teniendo que enfrentarse a todas estas cosas tan difíciles, cuando por ahí había personas que merecían esto y más.
En estas ocasiones era cuando no comprendía nada. Dean merecía una vida plena y feliz, no vivir prácticamente en un hospital con un sufrimiento que parecía nunca acabar. Merecía poder correr al aire libre, jugar con sus amigos, ir a la escuela, enamorarse... Pero aquí estaba, viviendo una lucha diaria contra el cáncer y, a pesar de esto, era raro verlo sin una sonrisa en su rostro. Era el niño más positivo y alegre que había conocido en mi vida, y verlo así, queriendo rendirse, hacía que me llorara el alma.
Los sollozos desgarradores de Jan me hacían sentir mal por no ser capaz de remover su dolor y el de Dean.
Cuando mi mano apretó su cuello en un gesto consolador, se volvió hacia mí. Pensé que me correría, que me diría que no quería verme o algo parecido, pero en cambio giró su cuerpo por completo y me abrazó por la cintura con fuerza. Mis brazos rodearon sus hombros en un gesto protector y sentí cada uno de los temblores que recorrían su cuerpo.
—Tú no me dejes —gimió en contra de mi abdomen, el cual amortiguó un poco el sonido de su voz—. Por favor, no te vayas —rogó sin pena.
Odiaba la impotencia que me carcomía las entrañas al verla así.
—No lo haré —le aseguré.
Janelle levantó su rostro para verme con esos ojos llorosos e irritados y sorbió un poco por la nariz. No me importaba que tuviera los párpados hinchados y la nariz enrojecida, para mí seguía siendo igual de bonita que siempre.
Era refrescante que no escondiera sus verdaderos sentimientos de mí, que no se ocultara tras la máscara de hielo que siempre solía usar en público, y me sentí especial cuando me abrazó con más fuerza.
—¿Lo prometes? —cuestionó parpadeando para evitar que más lágrimas cayeran por sus ojos.
—Lo prometo, pequeña —contesté mientras retiraba el cabello pegado a su frente.
***
Después de que le aplicaron un poco de morfina a Dean para aliviar el dolor que tenía —el cual señaló era de diez en una escala del uno al diez— y se quedó dormido, lo dejamos descansar y Jan y yo fuimos a tomar un café para poder decirle lo que tenía que sacar de mi pecho.
Estábamos sentados en una mesa, ella mirando por la ventana y yo mirándola a ella, cuando dejaron nuestro pedido frente a nosotros.
—Gracias —le dije a la mesera antes de que se retirara. Me sonrió y se alejó.
Miré de regreso a Jan y ella ahora me estaba prestando toda la atención que quería.
—Te amo —le dije, viéndola a los ojos. Noté cómo su barbilla comenzaba a temblar y luego sacudió la cabeza.
—Derek...
—¡No, escúchame! —la interrumpí. Cuando vi que no iba a decir nada más, proseguí—. Te amo de verdad, Jan, y no me voy a alejar solo porque el destino me está jugando una mala pasada. Quiero estar contigo al igual que sé que tú lo haces y sé que podemos hacer funcionar esto. El que vaya a ser... papá, no quiere decir que me voy a casar con Mindy. Hablé con ella y estamos de acuerdo en que solo me haré responsable del bebé y de ella durante el embarazo, y sé que eso tal vez pueda ser difícil para ti, pero de verdad quiero intentarlo contigo, Janelle.
»Me haces sentir cosas diferentes y me haces ver el mundo desde otro ángulo, te admiro por ser tan fuerte y por no haberte quebrado bajo situaciones por las que hasta la persona más fuerte pudo haber cedido. Eres una mujer increíble, una hermana maravillosa, una amiga inigualable, y sé que como novia serías más que eso. Como mi novia. Eres... Eres mejor de lo que esperaba y sería un tonto si te dejo ir. Sé que eres difícil, pero yo soy terco, lo sabes, y no me voy a rendir. Como te dije antes, podrás tratar de escapar pero siempre terminaras entre mis brazos. Te amo y eso no va a cambiar fácilmente, ¿entiendes?
Tomé una profunda respiración al terminar de decir todo lo que sentía y vi que las lágrimas corrían ahora libremente por su rostro; su mirada era diferente a la que tenía unas horas atrás. Era... esperanzada. Sus ojos adquirieron un poco del brillo que no estaba cuando nos encontrábamos con Dean.
—Di algo —susurré cuando pasaron varios minutos en silencio.
—También te amo —contestó en poco más que un susurro, y mis ojos se abrieron con sorpresa.
Sonreí ampliamente y me levanté solo para volver a sentarme, pero ahora a su lado.
—¿De verdad? —cuestioné. Ella asintió con timidez. Una risa escapó de mi pecho y tomé su rostro entre mis manos para plantar un beso en esa bonita boca que tenía—. Ah pequeña, no sabes cómo me hace feliz saber eso. De verdad, eres... Ah, eres increíble. Te amo —dije besándola de nuevo
Ella tomó mis muñecas con sus manos cuando no hice amago de soltarla y se alejó un poco de mí.
—Sí, te amo, pero no creo que pueda soportar estar contigo cuando sé que tendrás al hijo de alguien más. No sería... Yo... Me dolería mucho, y en estos momentos lo que menos necesito es más dolor. Eres mi mejor amigo, Derek, y no quiero perderte, pero tampoco puedo estar contigo.
Debía ser una jodida broma. No podía estar hablando en serio, ¿o sí?
—No voy a permitir que me alejes —aseguré—. Te daré un poco de tiempo para que te acostumbres a la idea, pero no me voy a rendir.
Ella miró mi rostro con atención, lo examinó detalladamente —parecía querer memorizarlo— antes de asentir y darme un pequeño beso.
—Mañana llega Lora de sus vacaciones y aún no le he dicho que descompuse su coche —dijo preocupada. Yo reí.
—No creo que se moleste mucho por eso. Es una amiga comprensiva, ¿no?
—Eso sí.
Tomé su mano y la elevé para depositar un beso en su palma.
—Mañana también regresa Marcus. Podríamos salir los cuatro a comer o... —Me interrumpí cuando ella empezó a negar con la cabeza.
—Tuve una entrevista para un nuevo trabajo y empiezo mañana.
—¿Qué, dónde? —pregunté sorprendido. Había olvidado que necesitaba un nuevo empleo desde lo de la cafetería.
—No te diré.
Bueno, eso me sorprendió más.
—¿Y por qué no?
—Porque te conozco y querrás estar ahí en cualquier tiempo libre que tengas —dijo irritada. Traté de suprimir la sonrisa que podía sentir formándose en mis labios. Jan me conocía a la perfección.
—Lo averiguaré, lo sabes —dije mientras depositaba un beso en su mejilla aún húmeda.
—Para ese entonces ya habré conseguido una buena cantidad de dinero y podré salirme sin problemas.
Fruncí el ceño al escuchar aquello.
—¿Y por qué tendrías que salirte?
—Porque... sé que no te agradará —masculló. Se levantó para ir al sanitario antes de que pudiera preguntarle y yo me quedé ahí un poco confundido.
¿Dónde demonios podría trabajar para saber que no me gustara la idea?
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