Capítulo 5
La comprensiónde un alma.
Chloe caminaba de un lado a otro en su habitación, incrédula de lo que había pasado. En tan solo 24 horas, toda su vida había cambiado. Antes era un muchacho fracasado, ahora era una chica de clase alta con una gran responsabilidad: cuidar a la pequeña criatura que volaba de un lado a otro llamada Kwami. Que preguntaba a diestra y siniestra sobre todo lo que veía.
-¿Podés parar un momento? Todavía estoy asimilando esto -dijo frustrada la rubia, mientras apretaba las manos a un sentido el poder que había empuñado.
-Vamos, protegida -decía Taika-. Estuve casi 80 años durmiendo y me perdí de muchas cosas -dijo con ojos iluminados. En ese momento, miraba con entusiasmo la televisión y el control entre sus manitas, pasando de canal en canal sin parar en ninguno. Luego, de un salto, tocó una bombilla para volver al celular y, con rápidos movimientos, lo desbloqueó y comenzó a jugar con el dispositivo.
Una pequeña sonrisa pícara se dibujó en el rostro de la juguetona criatura.
-Hay muchas fotos aquí... y la mayoría son de un chico.
-Deja eso, él solo es un amigo... ¿creo? -dijo en duda-. Además, a mi me gustan las mujeres -expresó con un sonrojo en su cara.
Recordando que no era buena hablando con las chicas, casi muriendo de burguesa.
-Oh... eso no es nada sorprendente. Ekate salía con una doncella bastante bonita -dijo Taika encogiéndose de hombros como si no fuera nada.
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Claro, viniendo de una criatura tan antigua no era nada sorprendente. Tenía que haber visto muchas cosas en su tiempo. Chloe sacude la cabeza, dejando eso de lado y centrándose en lo que tenía por delante. Fue elegida por la criaturita y ahora empuñaba un gran poder. Un pequeño suspiro. ¿Y ahora qué?
Su mente se llenó de posibilidades, una mejor que otra, pero al mismo tiempo la preocupación era latente. Solo imagínese portar tal poder y hacer algo mal. Él/ella no se sentía lista para esto. ¿Por qué ella? Y la respuesta era un simple "Sí", como si eso resolviera todas sus dudas.
Clara Alexander había crecido con todo ese tema de los héroes y sus filosofías de vida, y aunque lo siguió hasta donde pudo, en el alma sabía que no todo era posible. Esto no era un juego, realmente estaba pasando.
[Una acción sincera desencadena otra.]
Con eso en su mente, Chloe no pudo evitar volver a ese lugar. Su corazón se agitaba, el grito de la muchacha que intentó salvar, el frío pavimento... todo eso volvía con fuerza. Su respiración se entrecortaba mientras dos emociones se superponían una sobre la otra. Cayendo de rodillas y abrazando su abdomen por simple reflejo, podía ver cómo Chloe y ella misma morían sin poder hacer nada.
Para luego volver a la realidad con el toquecito de Taika.
-¿Estás bien... pequeña?
-Sí, no, no lo sé... realmente, no sé qué decirte la verdad. No soy lo que tú crees... soy...
-Un alma reencarnada. Lo pude sentir en el momento que entraste a la tienda.
-¿Espera que...?
-Síp, por eso sentí que eras diferente. Nunca había visto a alguien como tú, no así por lo menos.
-¿Entonces sabes cómo hacerme volver a mi mundo?
-No, ya no puedes. Tu alma y la dueña de ese cuerpo están unidas. La pequeña brasa que le queda a la rubia ahora es parte de ti.
-¿Espera un momento? ¿Me estás diciendo que ella...?
-Síp...
Con eso, Chloe se levanta y dando algunos pasos se lanza al sofá abrazando sus piernas como una niña pequeña en pleno llanto. Él/Ella, como sea, ¿qué importaba a este punto? Le había robado la vida a alguien. No. Abrió sus ojos en comprensión. Taika había dicho "brasas". Quiere decir que Chloe hizo lo mejor que podía hacer una persona.
Rápidamente se miró las manos, el cuello e incluso la boca, para luego ir rápidamente al baño. Lo abrió para tomar uno del frasco médico, totalmente vacío. Eran pastillas para dormir.
Cerró el gabinete y su mirada se reflejó en el espejo.
-Eres una tonta -dijo entre lágrimas.
Antes de poder asimilar todo lo que descubrió, la puerta resuena con pequeños golpes seguidos del clic de la entrada abriéndose. Poniendo su mejor cara, sale del baño. Lo malo de todo era que el mundo no paraba por nadie, ni siquiera por ella.
El mayordomo había entrado listo para hacer su trabajo, cuando la voz de Chloe sonó.
-Hoy no tengo la fuerza para ir al colegio... me siento un poco mal. Dile a mi padre que hoy me quedaré en casa, Jean.
Después de todo, él era Chloe y el mundo podía esperar por ella.
La mirada de la chica era fría y sin ánimo alguno. Y Jean sabía qué momento era. A sí solo tenía que obedecer. Chloe siempre fue una chica complicada.
-¿Qué necesita?... -fue lo único que pudo decir.
-Helado y algunas películas... eso es todo -dijo de manera seca.
Al punto de que no había ninguna cabida a las dudas.
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El sol de verano envolvía a París en su cálido abrazo, anunciando un día que prometía ser grandioso para todos, a excepción de una jovencita muy conocida en su colegio.
Alya Césaire, la autoproclamada mejor periodista de la ciudad, se debatía en dudas desde los acontecimientos del día anterior. No podía comprender por qué el Kwami la había elegido a ella, la persona que consideraba más descarada, arrogante y malvada que conocía. ¿Por qué ella? Esa pregunta rondaba en su mente desde que despertó.
Al recordar los momentos compartidos con Chloé antes de subir las escaleras del prestigioso Colegio Françoise Dupont, una ola de calor enrojeció su rostro. No podía negar que la rubia había mostrado un lado diferente: serio, responsable e incluso heroico. Lamentablemente, para su pesar, Chloé también se veía bien en esa armadura.
No, sacudió la cabeza con vehemencia, alejando esos pensamientos impropios de ella.
Con la mente más calmada, entró al colegio. El ambiente era extraño, alegre y festivo. Las noticias no tardaron en llegar a ella: un día sin Chloé. En otras circunstancias, Alya se habría unido a la celebración, pero esta vez se sentía molesta.
Al fin y al cabo, solo Chloé tenía la respuesta a su pregunta.
─Maldición─, murmuró para sí misma, apretando con fuerza las correas de su mochila.
Frustrada, pensó que era lógico que Chloé no asistiera después de lo sucedido ayer. Con un pequeño suspiro, ignoró los cantos de sus compañeros y, con la mirada fija, se dirigió a su salón, el 1-A.
Ajenas a las algarabías y conversaciones animadas, Alya se sentó en su lugar, observando distraídamente el asiento vacío de la rubia.
─¿Qué estará haciendo a estas horas?,─ se preguntó, imaginando las posibilidades.
Su concentración era tal que no había notado la presencia de su mejor amiga a su lado.
-¿Te pasa algo, Alya? -dijo con un tono inocente-. Preces un poco distraída.
La chica de rizos se sobresaltó, casi de inmediato, ante el ligero toque de su mejor amiga Marinette.
-No, nada, solo pensando. Algunas cosas... sabes lo que pasó ayer y eso.
-Chloe siempre provocando problemas. -dijo con disgusto en su voz.
-Bueno, si ella es ella, ¿qué podemos hacer? -se ríe ligeramente-.
-Abandonarte de esa manera, digo yo no lo haría... aunque no me agrade. Por suerte, llegó ese nuevo héroe. Estuviste muy cerca de él, ¿verdad? ¡Apuesto mis macarrones que ya le pediste una entrevista!
-Bueno, no pude, fue bastante rápido a hacer su trabajo... hoy será un buen día. -dijo en un tono nervioso.
Marinette la vio por un segundo con una sonrisa pícara.
-No me digas que te dejó una buena impresión en ti. ¡Apuesto que Nino se podrá celoso! -terminó con una pequeña risita.
-¿Qué? No... es solo que bueno... -dijo nerviosa, tartamudeando, intentando encontrar algo que responder-. No digas tonterías, Marinette. Ese tipo de bromas no son divertidas.
-Pero tú siempre me lo haces. -refunfuñando un poco.
Alya se ríe ligeramente para luego abrazarla ligeramente. Ambas se miraron en voz baja, aceptando ese hecho de la vida.
Luego de aquel momento, el día transcurrió con una extraña calma. Sin Chloe, todo era más tranquilo, aunque se podía sentir, más bien en Alya, ese pequeño vacío en el lugar, viendo ocasionalmente el asiento de su peor conocida.
Cada actividad del día le resultó más fácil sin escuchar las quejas y desagrados de la rubia. Como todo tenía que acabar, el día finalizó con una simple petición.
-¿Alguien puede llevar la tarea del día a Chloe? -preguntó la profesora.
Antes de que Sabrina pudiera extender su mano, Alya se sobresalió sobre los demás, dejando un poco fría la clase.
-Veo que hay voluntario. ¿Segura de esto, Alya? -habló con asombro.
-Sí, no tengo problemas. De todas maneras, iría a verla. -dijo casualmente-. Tengo que resolver algunos problemas con ella. -habló de manera casual mientras recibía la pequeña pila de papeles y cuadernos de notas.
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De vuelta en las calles de París, Alya caminaba hacia el hotel donde se hospedaba Chloé. La joven no iba sola; la acompañaban su novio y su mejor amiga, discutiendo sobre las razones de su decisión.
La morena no dijo mucho, solo que tenía que hacerlo. Cuando Alya tenía algo en mente, era muy difícil sacarle esa idea de la cabeza.
-¿Estás segura de esto, Alya? -preguntó preocupado Nino-. Si quieres, yo puedo ir contigo. -se ofreció.
-Sí, es mejor ir con alguien. No se sabe lo que puede hacerte Chloé. -Marinette intervino, parándose frente a ella.
-Tengo que hacerlo, Mari... -dijo Alya, poniéndose de pie-. Además, ya es muy tarde... -y señaló la entrada del hotel.
Los jóvenes se quedaron parados, mirándose entre sí por un segundo, para luego ver cómo Alya entraba en la "boca de la bestia"
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Mientras tanto, en el último piso del Gran Paris, se desarrollaba un festival de autodesprecio y helado. Chloé/Alexander era una pena viviente. ¿Podían imaginarse cómo se sentirían? En el caso de nuestra querida y pequeña alma, ni siquiera podía verse en el espejo.
¿Quién podría estar en esta clase de situación?
Cada cucharada de helado era acompañada por lágrimas, mientras veía las malas películas de este mundo, intentando distraerse de la horrible verdad que ahora la acompañaría el resto de su vida.
¿Por qué? Entre todas las personas del mundo, ¿tenía que haber sido justamente él quien fue escuchado? ¿Por qué? Apagó su pregunta en una cucharada de helado.
Taika no sabía qué hacer. A estas alturas, lo había intentado todo para que su compañera se sintiera mejor, pero nada había funcionado. Le había intentado explicar que no era tan malo como ella pensaba, que era una segunda oportunidad.
Si esa chica, Chloé, no aprovechaba su vida, este era su momento. Para ella era lógico pensar de esa manera, cuando Taika pensaba que había llegado a algún punto con Chloé, todo iba a cuesta abajo.
-Tú no lo entiendes, ¿verdad? Y no lo entenderás. -Se levantó, confrontando al Kwami-. No sé cómo son ustedes, o cómo ven esto, pero esto es una de las peores cosas que puede hacer una persona.
-Pero no es tu culpa... no podías controlar lo que pasó.
Lágrimas brotaban en sus ojos y la ira crecía sin parar.
-Solo déjame sola.
-No... eres mi compañera y no lo voy a hacer, aunque no te guste. -Voló sobre su cabeza para luego abrazarla-. No es tu culpa, susurró.
La rubia no luchó, no peleó, simplemente se desplomó nuevamente en el sofá. ¿Por qué lo haría? No importaba de todas maneras, nada importaba a este punto.
Fue tal su pensamiento que no había escuchado la voz de Jean anunciar la entrada de alguien.
-Una compañera tiene la tarea del día y dice que necesita hablar con usted. -Luego dio un pequeño suspiro-. Desde esta mañana no se encuentra nada bien, por favor sea rápida.
-Sí, señor... -dijo Alya con una pequeña sonrisa.
-Espero que seas de ayuda, no muchas chicas de su edad la ven como una amiga.
La morena sintió antes tales palabras, sabiendo el verdadero motivo de eso era un comentario mejor guardarlo para ella. Al entrar en la habitación, no se sentía muy diferente de lo que ella esperaba. Grande, casi más que su propia casa, dio unos pasos y sintió como la puerta se cerraba detrás de ella.
Y entonces la vio, en el sofá, la orgullosa rubia, la autoproclamada princesa de París hecha todo un desastre. Imaginen ese momento desde el punto de vista de Alya: la rubia mostraría su vulnerabilidad a alguien como ella.
Las dudas surgieron rápidamente, mirando el rastro de botes de helado a su alrededor.
-Chloé, ¿estás bien?
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