capítulo 4
LA CABALLERO DE LA MAGIA.
—¿Quién eres?
La pregunta de Alya había dejado a Chloe paralizada por un instante. No tenía la necesidad de responder, ¿o sí? Él ya sabía quién era, ¿no? Alexander Valencia, era su nombre, aunque su memoria estuviera fragmentada y mezclada con otros recuerdos. Seguía siendo él, respiró hondo, intentando calmarse. No era momento para ese tipo de preguntas. Se giró parcialmente hacia Alya, con un tono firme en su voz y le dijo:
—No es momento para esto, Alya. Simplemente aléjate de mí. ─Y con esas palabras comenzó a alejarse de la morena.
Alya, la intentó detener. Eso no era una respuesta. Tenía que saber la verdad, pero no pudo. La pelea entre los héroes y la villana se intensificaba y no era para nada seguro quedarse ahí. Siendo como es, la emoción de ver esto le ganó más que su curiosidad. Sacó su teléfono y miró de reojo a Chloe. Ya tendría tiempo para la rubia.
Chloe, normalmente continuaría su camino, pero en cambio Alexander no. Dio media vuelta y miró a la morena, con una mueca de desaprobación, tal que no podía creer que estuviera mirando. ¿Acaso esa muchacha no tenía sentido de auto conservación? Frunció el ceño. Alya se estaba escabullendo entre las estatuas para grabar mejor la pelea.
Fue en ese momento que la rubia decidió no dejarla sola a pesar de ser la acción más lógica. Se escabulló entre las piedras y con pasos ligeros se acercó a la pelirroja y la tomó del brazo.
—Ven aquí — exclamó.
La morena, se había sorprendido por cuarta vez hoy, pero esta vez no seguiría ciegamente a la rubia.
—Suéltame... no eres mi jefa y ¿por qué has vuelto? — susurró.
—El motivo es obvio. No te puedes cuidar sola... — gritó en voz baja.
—¿Por qué te preocupas?
—No lo sé, solo lo hago. Ahora, ven conmigo si quieres vivir... — dijo para tomar su mano.
Antes de que pudiera protestar, Medusa ya la estaba mirando.
—¡Te encontré, pequeña rata!
Los héroes habían caído. Chat Noir era de piedra y solo quedaba Ladybug, apenas podía sostener el aliento.
Casi una maldición se escapó de los labios de Chloe al ver que Medusa la había notado. Sin pensarlo dos veces, tomó a Alya de la mano y la arrastró consigo. El callejón les parecía ahora aún más ridículo, pero lo único que importaba era correr. ¿A dónde? Eso no importaba, cualquier lugar era mejor que estar en medio de la batalla.
Sus pasos resonaban en el pavimento mientras se alejaban de la pelea. Cada metro recorrido era un milagro ganado, tanto para Chloe como para Alya. Para su fortuna, al mirar atrás, no vieron a nadie persiguiéndolas. Pero eso no significaba que debían detenerse. Chloe, al menos, no tenía intención de hacerlo.
La mente de la rubia solo tenía un objetivo: encontrar un lugar seguro para esconderse. Pero todo cambió en un segundo cuando Alya se soltó de su mano. Chloe se quedó confundida.
—¿Qué haces? — preguntó con incredulidad.
—No, ¿tú qué haces? Nadie te sigue — respondió Alya con firmeza.
—Eso no importa. En cualquier momento puede volver a aparecer —dijo Chloe, señalando hacia la batalla a un par de cuadras de distancia—. No puedo dejarte sola.
—¿Por qué? Tú no eres... así. ¿Por qué ahora?
—¡No volvamos a eso! —gritó Chloe, frustrada.
Sin querer seguir esta conversación, la rubia se quedó callada, desviando su mirada. Ya era suficiente de esto, pensó Chloe. Para distraerse, comenzó a revisar dónde habían terminado. Por su desgracia, solo había podido avanzar dos cuadras.
Chloe maldijo en voz baja. Al ver un callejón y un puente, con el corazón más calmado, volvió a prestar atención a Alya, que simplemente despotricaba quejas y preguntas. ¿Quién era? ¿Por qué hacía esto?, entre otras. La chica era como una rueda, solo volviendo al mismo tema. Para Chloe era una chica imposible: alguien intentaba salvarla y ella se metía más en el problema, y todo por sus estúpidas obsesiones.
Fue en ese momento que su corazón dio un brinco. Recuerdos la invadían como una tormenta, era tanta información que no podía procesar. Se mareó y casi cayó al suelo si no fuera por Alya, que la atrapó en el último momento. De no ser por ella, Chloe estaría besando el suelo.
—¿Chloe, qué te pasa? —dijo preocupada la morena, mientras un hilo de sangre salía de la nariz de la rubia.
Antes de que Chloe pudiera responder, el grito de Medusa heló la sangre. Era una cacofonía atroz que pronunciaba el nombre de la rubia con odio y desprecio. Sin perder tiempo, Alya arrastró a Chloe al callejón para ocultarse.
Para su fortuna, la luz del sol apenas tocaba ese rincón de París. Lo único que parecía iluminar el lugar eran las viejas luces de la entrada de un almacén.
—Por aquí —indicó Alya a la débil Chloe.
La cual no pudo protestar y solo obedeció. La reportera, según lo que recordaba Chloe, abrió de una patada la puerta. El lugar estaba abandonado, lleno de polvo y antigüedades. Era muy difícil saber cuál de los dos era primero, pero eso no importaba en esos momentos.
Alya dejó de lado a Chloe por un momento para cerrar la puerta. Le indicó con la mano que se quedara quieta mientras ella lo hacía.
—Bien... supongo que aquí estaremos bien... —mencionó la morena.
—Mira quién tiene instinto de auto conservación ahora —dijo Chloe. Sabía que no era el momento para discutir, así que respiró hondo ante la mirada juzgadora de la reportera—. Ok, me callo... creo que ya estoy mejor.
Intentando ponerse de pie, pero nuevamente se vio superada por la afluencia de recuerdos. Fue bastante súbita y difícil de manejar. No era momento de flaquear, tenía que estar de pie. Alya se acercó para ayudarla, pero Chloe la detuvo. Su terquedad la impulsó a levantarse. Y con eso, una risa resonó en el lugar y una voz hizo eco en las paredes.
─Interesante... —fue lo que dijo—. Ha pasado tiempo, mucho tiempo que algo me sorprendiera... mucho tiempo—, termino con una pequeña risa.
La chica se veía confundida, no entendía lo que estaba pasando. La voz sonaba tan fuerte y pequeña al mismo tiempo, como si fuera el hablar de una niña muy pequeña por un micrófono. Esa voz reverberaba por todo el almacén. Con todo lo que estaba pasando, rápidamente se pusieron a la defensiva. Mirando por todas partes, intentaban encontrar la dueña de la voz.
—¿Quién eres? ¡Sal de ahí ahora! —proclamo Alya. Con los puños levantados, estaba lista para pelear.
Chloe apenas estaba de pie, pero tenía que ayudar de alguna manera. Después de todo, eso era parte de su naturaleza, o por lo menos eso creía ella. Y sobre todo en este momento, no iba a dejar a esa loca sola por su cuenta.
—Interesante, qué emoción, qué emoción. —La voz del infante se reía mientras todo el lugar se agitaba en brillos blancos, como luciérnagas danzando en cada parte del almacén.
—Ok, aquí me tienes... pequeña. —dijo el eco.
Y ante ellas se mostraba un libro antiguo de bordes viejos y gastados.
—Soy Taika y tú —habló el libro—, eres interesante.
—Esto no puede ser más ridículo... —dijo Chloe.
Alya solo sonrió ante tal expresión y dirigió su vista al libro flotante. Tragando saliva, preguntó:
—¿Yo?
El libro se inclinó con duda y negó con la cabeza, como si la tuviera, y voló frente a Chloe.
—Tú —brilló con emoción.
—¿Espera, yo...?─Chloe se indico
El libro asintió con efusividad y se apretó contra el pecho de Chloe, quien lo tomó por reflejo. Sin entender lo que estaba pasando, buscó respuestas en Alya, quien por obvios motivos solo levantó los hombros en señal de no saber.
El libro desgastado dejó de brillar, bueno, no exactamente, sino que toda el aura se concentró en un solo punto formando una pequeña pelotita que flotó hasta quedar cara a cara con Chloe para simplemente explotar en un "pop", revelando una pequeña criatura no más grande que la palma de una mano. Tenía ojos zafiros brillantes, pequeñas antenas y un abdomen brillante, mientras que su cuerpo era de un tono verde oscuro.
Se sacudió un poco y luego miró a la rubia con los ojos muy abiertos.
—Definitivamente tienes algo diferente que el resto, no tanto como Tesli, pero lo tienes, puedo verlo... —dijo con emoción—. Ya quiero ver este mundo y sus posibilidades, y lo que tú harás.
─¡No puede ser! ─exclamo Alya ─¿Por qué ella? en serio entre todas las personas del mundo tenía que elegir a Chloe
La joven parecía entre furiosa, decepcionada e incrédula.
—Síp... soy uno de los pocos Kwamis que pueden elegir a sus portadores —dijo con esas palabras—. Ahora tú, Chloe ¿verdad? Eres la portadora de mi Miraculous de la magia.
—¿Qué está pasando? Miraculous, portadores, Kwamis ¿qué?
Justo cuando Alya estaba por darle respuestas, el destino se movió en su contra. La puerta se rompió y ojos rojos se reflejaban en la oscuridad. Medusa había llegado. La Kwami voló rápidamente detrás de la cabeza de Chloe y en un zurro pronuncio una palabra que simplemente repitió.
─Magi
Una sencilla, pero poderosa declaración iluminó el viejo y desecho almacén, cegando a sus ocupantes. Luego, vieron cómo una figura se levantaba imponente y orgullosa como la fuente de la luz. Poco a poco, el brillo se fue apagando mientras la figura marchaba al frente. Cada paso que daba retumbaba en la habitación y cada movimiento era el tintineo de placas metal sonando entre sí.
En todo su tiempo siendo fanática de súper héroes, Alya nunca había imaginado algo como esto. Ante ella se presentaba un caballero, y no era cualquiera. No lo podía creer: era Chloe.
—¡¿Quién eres?! —gritó la akuma lista para pelear.
Otra vez esa pregunta. Chloe ya estaba harta de ella. Se miró a sí misma un poco confundida, pero al mismo tiempo se sentía bien, mejor que bien, poderosa. No pudo evitar que una frase viniera a su mente:
—Con un gran poder conlleva una gran responsabilidad. —susurró para luego mirar a Alya—. Yo me encargo. —Su voz sonaba un poco más grave gracias al casco.
Y con un pensamiento indirecto, el casco se replegó, revelando un rostro con un antifaz y el pelo recogido. Sin saber qué hacer exactamente, solo se impone ante la akuma. Para nada le gustaba la idea de pelear con una mujer, a pesar de que ella era un hora.
—¡No sé quién seas! ¡Y no me importa! ¡No evitarás mi venganza...! —gritó.
Y con ellos, sus ojos centellaron, transformando todo a su paso en piedra.
Sin pensarlo dos veces, y guiado por sus instintos o algo más, extiende su mano derecha firme, en señal de "no pasarás". De ella brotó un centello de luz y, con asombro, vio cómo una especie de escudo se formaba ante la villana, brillando con una luz aguamarina que iluminaba fácilmente la habitación.
—¡No puede ser...! —exclamó la Medusa.
Incrédula de lo que estaba viendo con sus propios ojos, aun así, con este nuevo héroe presente no se detendría. Su rabia era tal que no la dejaba pensar. Solo tenía un objetivo: la muchacha detrás de ella. ¿Cómo era posible que alguien pudiera proteger a tal persona? Esto era injusto.
Saltó hacia atrás, dando un poco de espacio para respirar. Caminó de un lado a otro y replicó:
—¿Por qué? Siempre hay gente protegiéndola. No se lo merece... a un así —con eso último, se abalanzó nuevamente como una bestia furiosa.
Pero cada intento era inútil. No importaba lo que hiciera, ya sea con sus garras o mirada, no podía pasar a través del muro de aguamarina que se centellaba en azul eléctrico con cada golpe que recibía.
La rubia no sonreía ni se jactaba de algo, Alya estaba segura de que lo haría, pero no. Se veía tan concentrada, tan genial que no pudo evitar sacar su cámara y grabar lo que pasaba. Y en ese momento, a través de la lente, vio cómo la rubia sonreía asintiendo a algo.
—¡Por la antigua orden de los caballeros de la mesa redonda, tus males se acaban aquí! —proclama.
Y con su mano libre, un brillo fantasmal se formaba.
—¡Excalibur, manifiéstate!
Como fue dicho, se hizo. La espada era como ninguna otra que Alya haya visto. Era como ver el alba siendo empuñada por una mano, brillando con decisión y voluntad. Se sentía tan bien, tan cálida, como si fuera la brisa del verano.
—Purifica la maldad.
Ante esa orden, el escudo calló y la velocidad que Chloe alcanzó fue inhumana.
Fue un parpadeo para Alya: un momento frente a ella y al siguiente veía cómo cortaba el abdomen de la villana, dejando una marca naranja que estalló en un feroz fuego que consumió a la villana con temática griega.
Las llamas solo duraron unos pocos segundos cuando el objeto poseído se rompió. Un viejo collar cayó al suelo. Y con él, una pequeña mariposa ardiente se fue volando hasta volverse polvo ante los ojos de Alya.
—Esto al fin ha acabado.
—¿Cómo se acabó? —dijo muy molesta Alya—. El akuma se hizo polvo, así que Ladybug no podrá restaurarlo a su estado original.
—Para tus caballos, pequeña princesa del desastre, solo mira. Los jarrones y estantes volvían a la normalidad.
Y al mismo tiempo, la muchacha akumatizada se despertaba sin ningún daño, sin entender qué pasaba o dónde estaba. Solo miraba cómo una chica morena salía del lugar con un caballero.
Alya no estaba segura de esto, pero aun así la siguió a las afueras del callejón. En la calle, miró con asombro cómo el polvo del akuma se esparcía por toda la ciudad. Dieron unos pasos más y vieron cómo la gente transformada en piedra volvía a la normalidad.
Esta locura al fin se había acabado. Peso Chloe, cansada, no esperó para nada lo que pasaba. Ladybug se había hecho presente ante ellas con la misma cara de asombro que llevaba Alya.
—¿Qué pasó aquí? ¿Y quién eres tú?
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