Capitulo 2


Nueva Escuela, Nueva Vida y ¿Súper Villanos? Parte 1


Alexander, aun adaptándose a la peculiar situación de estar en el cuerpo de Chloe, observó el plato de comida frente a él. A simple vista, era una obra maestra en la presentación, casi una pena comerlo. Pero el hambre pudo más y saboreó cada bocado. Era el mejor desayuno que había probado en meses, incluso mejor que los que disfrutaba en su vida anterior. Una sonrisa se dibujó en su rostro, y con sonidos de satisfacción, bendijo este pequeño momento.

La sonrisa de Alexander contagió al padre de Chloe, quien con un par de chasquidos de dedos convocó a Jean, el leal mayordomo de la familia.

-Dale mi felicitación al chef- dijo el hombre, con un tono jovial. -Si algo tan simple como un plato hace sonreír a mi hija, merece un aumento.

Chloe, ahora habitada por la consciencia de Alexander, se sintió como una niña pequeña probando helado por primera vez. Brillaba más que antes, no solo por la exquisitez del desayuno, sino por la extraña sensación de vivir en un cuerpo que no era el suyo. Feliz con esa imagen, el hombre, que Alexander bautizado como "hombre pera", se levantó.

-Me gustaría quedarme- dijo, con un tono paternal -Pero el trabajo de alcalde no espera a nadie, hija mía.

Esas simples palabras petrificaron a la joven Chloe. Sus ojos se abrieron con sorpresa que rápidamente calló con una mirada de "si lo sabía", para luego seguir comiendo disimuladamente. Ella no podía creer que ese hombre fuera el alcalde de París. Eso explicaría muchas cosas. Los cuadros, la banda, los lujos... este hombre no era simplemente un rico cualquiera, si eso existiera en primer lugar, sino una persona con bastante poder.

Y como consecuencia de ello, era ella. Da un pequeño suspiro para finalizar la comida para luego ser apresurada por Jean, ya que el tiempo se estaba acabando. Le dieron todos los materiales del día para este colegio llamado Françoise Dupont.

La simple idea de volver a la escuela era un mal sabor de boca, y ahora como chica, lo empeoraba mucho más por ser la hija del alcalde. Alexander estaba seguro de que el lugar donde iba a estar por las siguientes horas y posiblemente días sería uno de esos colegios para niños ricos y mimados.

Da un pequeño suspiro de frustración mientras seguía a Jean hasta un ascensor. Dándole una vaga idea de que era este lugar realmente. ¿Por qué tener tu propia casa si podías alquilar una? En el momento de bajar del elevador su pregunta tuvo una respuesta: tanto Chloe como su padre vivían en la cúspide de un hotel.

Con una ligera inclinación Jean la siguió guiando por el vestíbulo carmesí repleto de gente. Tragó saliva y puso su mejor cara de chica rica que pudo, para interpretar este papel de la hija del hombre de traje.

Solo su presencia parecía alterar a los presentes. Chloe lo había notado en el momento que ella posaba su vista en alguno de ellos. Dándole un mal presentimiento, Alexander ya se había formado una idea más clara de cómo era esta chica y no le gustaba para nada.

No tardaron mucho en llegar a la limusina donde Jean le deseó un buen día. Como si eso ayudaría con todo lo que le estaba pasando, de todos modos, Chloe puso su mejor sonrisa despidiéndose de igual manera, dejando un poco sorprendido al mayordomo que no podía creer lo que había pasado.

Antes de que Jean pudiera decir algo, la limusina se había puesto en marcha. Los ojos de Chloe se maravillaban con París y su tamaño. En su vida anterior, ella nunca había ido más allá de las ciudades adyacentes, solo cuando era necesario ir hasta ellas. Se sentía como una turista, algo que en parte era cierto.

La gente en los autos tenía un aire tan diferente y familiar al mismo tiempo, eso era extraño, pensaba Alexander mientras meditaba un poco. La impresión que daba era como si fueran vagos recuerdos de la joven que poseía ahora, pero no, no era eso. Más bien eran como emociones. Esto era una mezcla de cotidianidad con asombro. Que duró muy poco.

Frente a ella estaba el terror de todo adulto joven: la escuela secundaria. Françoise Dupont. Así era como le había dicho que se llamaba ¿No? Ese sentimiento invadió rápidamente a Chloe. ¿Por qué ahora? Y no antes, pensaba la joven poseída.

Alexander no sabía cómo afrontar esta oleada de emociones. Parte de ella se quería ir, podía cumplirlo con facilidad, pero no sentía que si huía no descubriría por qué le estaba pasando esto. La curiosidad era más fuerte. Como una nueva oleada de valor la impulsó a salir.

Da una respiración profunda, para luego salir de la limusina. En el momento que puso un pie en la acera, el tiempo pareció que se detuvo. La mirada de todos los jóvenes se fijó en ella como si ella fuera el centro del universo. Y en cada paso que daba la multitud solo le habrían camino. Ya sea por respeto o miedo, realmente no importaba. Dándose cuenta en ese momento que no sabía dónde ir.

Pero la suerte sonríe a los valientes. Una voz la retuvo en la entrada, haciendo detener el ascenso de Chloe al edificio.

La hija del alcalde se volteó dramáticamente, observando con curiosidad a la chica delante de ella.

─ ¡Chloe! ¡Espérame! ¿No íbamos a entrar juntas? ─dijo la muchacha de pelo naranja cual zanahoria y que usaba anteojos.

La muchacha tenía toda la pinta de ser una nerd. Su apariencia le gritaba eso. Los libros que cargaba y ropa que usaba, todo apuntaba a eso.

─Lo siento, lo siento se hizo un poco tarde... ¿por qué no contestaba tu teléfono? ¿Está enojada conmigo?

Al parecer su mirada estaba reflejando una severa reprimenda en lugar de duda.

─No─ dijo Chloe.

─ ¿En serio?

─Sí, solo tuve una mala mañana... este... perdón, aún estoy aturdida. ¿Quién eras?

Con esas simples palabras, la multitud que estaba callada comenzó a murmurar. "Está bromeando ¿verdad?", "Es la única que le habla", "Típico de ella", entre otros murmullos que lograron llegar a los oídos de la reencarnada.

Adolescentes, pensó la rubia. Para luego centrar su atención de nuevo en la chica de anteojos.

─Soy tu mejor amiga, Sabrina ─dijo con ánimos. Ignorando el tumulto infantil. Y cambiando a un lado de su mejor amiga. ─Vamos que las clases están por comenzar.

Pero en el momento de seguir, la niña cae al suelo, tropezando con el último escalón, haciendo que cada papel que llevaba junto con libros salieran volando. Fue en ese momento que Chloe se apresuró a ayudarla, dejando que los murmullos solo aumentaran.

─ ¿Estás bien? ¿No te pasó nada?

La niña se acomodó las gafas, viendo confundida a la rubia. Para luego negar con la cabeza.

─Me alegro ─dijo Chloe con un suspiro.

Dejando más perpleja a Sabrina y no era la única que estaba así.

Los ojos curiosos de las personas que la rodeaban se posaron sobre ella, murmurando palabras ininteligibles en ese momento. Sin embargo, a Chloe no le importaban los murmullos mientras ayudaba a su supuesta amiga a levantarse.

-No es necesario que me ayudes, yo pude hacerlo sola...- dijo Sabrina con un pequeño puchero.

Alexander, en el cuerpo de Chloe, dio un pequeño suspiro y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.

-Somos amigas, ¿no? Y los amigos se ayudan, ¿no es así?

Por un momento, el corazón de Sabrina dio un pequeño salto y su rostro se puso un poco rojo por la vergüenza. Ahora que miraba bien, la nerd podía jurar que Chloe se veía más linda sin maquillaje, más natural y abierta.

-Sí, por supuesto... somos amigas, las mejores─ Expresó nerviosa.

No había reclamos ni quejas, incluso ahora la hija del alcalde estaba llevando un poco más de la mitad de la tarea del día que cargaba Sabrina. Eso provocó que los rumores que se murmuraban se esparcieran como fuego entre el alumnado.

Algo que Chloe ignoraba completamente, solo centrándose en escuchar las palabras de Sabrina y cómo hablaba de la tarea que había hecho por ella, explicando brevemente algunos puntos que Alexander tenía que tener en cuenta para las clases de hoy. La joven alma no expresaba mucho, se mantuvo estoica, aunque por dentro se quejaba.

Sabrina era tratada como una sirvienta, más que como una amiga. Ella no quería usarla, pero lamentablemente a su parecer era la única que podía pedir ayuda para saber más de este lugar.

Da un pequeño suspiro, asimilando cada dato posible, para defenderse en lo académico, en especial en matemática, su peor materia en su época de secundaria y ahora tenía que volver a vivirla.

Fue en ese momento mientras estaba perdida en sus pensamientos, cuando llegaban a su destino, el aula 1-A, y frete a la puerta había un chico. El muchacho se veía nervioso, jugando con una rosa en sus manos y a ver a Chloe no lo pensó ni dos veces y extendió la rosa frente a Ella, como un presente a la rubia.

-¡Chloe! -dijo sobresaltado- Sé que muchos no lo creen, pero yo sí. Por favor, ¿puedes salir conmigo?

El mucho de la rosa, cerro en los ojos preparado para cualquier cosa esto era un tiro de suerte.

Con esas simple oracion, hizo que la escasa multitud comenzara a reunirse alrededor del trio, formando casi un medio círculo. La negatividad era palpable para muchos, pero no para el alma rencarnada.

En su mirada se reflejaba un "¿Esto está pasando en serio?", no tenía palabras ni idea qué decir en esta situación. ¿Qué haría Chloe? Por lo poco que sabía de ella, estaba seguro que mandaría al diablo al chico de pelo castaño y ojos azules. No podía negar que el muchacho se veía bien... Sacudió su cabeza, deshaciéndose de esos pensamientos ante que extendieran, abrazando con fuerza los libros que llevaba. ¡Por Dios, eres un hombre! Mínimo L.G... dominios, ¿qué estabas pensando ahora? No era momento para eso. Centrate.

No seas tan duro con él, solo es un niño. Con las ideas ya en su mente, tenía las palabras más corteses que podía expresar.

-Lo siento, pero por el momento no me gustaría estar en una relación con nadie... -dijo con un tono frío que parecía helar el ambiente-. Me disculpo por tu pérdida de tiempo, pero estoy segura de que alguien más apreciaría tu compañía. ─ Inclinó ligeramente la cabeza como disculpa para luego pasar a su lado.

Las personas comenzaron a murmurar. Esto era imposible. Sabrían que conocía bien a su amiga. Ella podía herir al hombre más fuerte con sus palabras y luego regodearse en la pena del pobre, para luego compararlo con Adrien Agreste, pero esta vez no pasó.

El chico de la rosa se quedó un segundo en silencio, para luego esbozar una sonrisa, algo que fue inesperados para todos.

-¡Lo verás, seré digno de ti! -palabras que sacudieron la escuela.

Lo suficiente para que una joven de pelo negro y largo hasta la cintura, con ojos de bronce brillante, estallara en una ira fría, para luego maldecir el nombre de Chloe en voz baja.

Así que esta era la clase de Chloe. El lugar parecía una versión en miniatura de un anfiteatro universitario, algo que sorprendió a la muchacha, pero que no demostró. Su mirada se posaba con curiosidad sobre sus nuevos compañeros. Desde su punto de vista, Alexander esperaba un grupo más homogéneo de personas, pero al observarlos mejor, el grupo de no más de 16 individuos parecía encarnar los arquetipos clásicos de alumnos de secundaria. Entre ellos, estaban los típicos: el nerd, el deportista, los bravucones... incluso había una gótica junto a una chica "fresa". Como decía el dicho, no juzgues un libro por su portada, regla que, al parecer, no aplicaba a su Chloe.

Chloe se quedó allí, contemplando el lugar por un segundo, sin saber dónde sentarse. Tal vez suene estúpido, pero con lo que la reencarnada sabía, cualquier acción podría desatar algún drama adolescente del que no tendría forma de escapar.

Lo único que le quedaba era esperar a su supuesta nueva amiga, quien no tardó en estar a su lado, atenta a cualquier petición de la rubia. Chloe tardó unos segundos en comprender.

Tocó su mano, luego habló en voz baja:

Guíame a nuestros asientos... ─ No pudo evitar que su rostro se sonrojara por tal petición. ─ Por favor...

En cambio, la peli naranja sonrió para luego dar el primer paso. Subieron hasta el escalón del medio donde ahora se encontraban. Con la elegancia de una dama, algo que carecía totalmente nuestro amigo el reencarnado, se sentó y no perdió tiempo como los demás. Comenzó a leer los libros que Sabrina le había traído.

Notando algo fascinante, leía y escribía en perfecto francés. Tal vez eran rasgos de la memoria de la dueña original del cuerpo, dejando más dudas que respuestas. En ese momento, decidió dejarlo de lado. No quería más quebraderos de cabeza de los que ya tenía.

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