Capítulo 9
Nos encontramos en la cueva en la que la pequeña Elizabeth había estado entrenando junto a su padre desde que tenía uso de razón. Su padre, Obito Uchiha, era la única familia que la pequeña conocía. Pues nunca tuvo la oportunidad de conocer a su madre. Madara, el hombre que los tenía cautivos a ella y a su padre, le decía que su madre no era más que un debilucho doncel que murió cuando nació por su culpa. Cosa que a la pequeña de tan solo 12 años le partía el corazón. No quería creer que su madre, la persona que la trajo al mundo, había muerto por su culpa.
Sin embargo, Obito, le decía todo lo contrario. Le contaba a su pequeña historias de cuando y cómo había conocido a su madre. Le decía que su madre era uno de los shinobi más fuertes que había conocido, aún en contra de los deseos de Madara, Obito le aseguraba a su pequeña princesa que su madre seguía con vida y que aun no perdía la esperanza de reunirse. Elizabeth elegía creerle a su padre. Y se prometió a sí misma que entrenaría duro y conseguiría el poder para salir de allí junto con su padre y, de ese modo, reunirse otra vez con su querida madre. Lo que siempre le extrañó, fue que Obito jamás le dijo el nombre de su madre.
A pesar de que se esforzaba todos los días para entrenar arduamente, nunca lograba fortalecerse. No importaba cuantas veces no intentara, no importaba cuanto entrenara o cuanto se esforzara, nunca se volvía más fuerte. Por más que su padre le aseguraba que estaba mejorando, la chica sabía que no era así. Su fuerza física era deficiente. Su resistencia era casi nula. Sus niveles de chakra eran preocupantemente bajos y no había sido capaz de despertar su sharingan aún.
Ahora mismo se encontraba en su habitación, si es que así se le podía llamar a la extremadamente pequeña habitación, en la que debía quedarse cuando su padre estaba realizando alguna misión o cumpliendo con alguna parte del plan de Madara. No sabía de qué se trataba ese dichoso plan, pero lo que sí sabía, era que su padre no estaba de acuerdo con él y la única razón por la que seguía las órdenes de ese anciano maniático era porque era para protegerla a ella.
Detestaba ser tan débil. El que alguien más renuncie a su felicidad para protegerla a ella, es algo que la angustia mucho y siempre le provoca una gran impotencia.
Ahora mismo se encontraba encerrada en su "habitación" mientras su padre y Madara estaban discutiendo. Otra vez. Sabía todo lo que su padre estaba sacrificando para mantenerla a salvo y también sabía que, aunque Madara ya era un anciano, tratar de enfrentarse a él sería un completo suicidio. Si quería ayudar a su padre y que ambos salieran de esa cueva con vida, debía pensar en algo diferente.
Y ya sabía lo que iba a hacer. Usaría la edad avanzada de Madara en su contra. Pero para eso debía evitar que usara el sharingan. Así que se aprovecharía de que el anciano se agotaba muy fácilmente si se alejaba mucho de su "trono" como a ella le gustaba decirle. Es más, se agotaba tanto que no podía utilizar su sharingan más que unos segundos. Esa sería su única ventana de oportunidad en contra de Madara.
En cuanto a Zetsu, solo debía esperar a que siguiera a su padre cuando éste se fuera como todas las mañanas. Pues sabía que Madara desconfiaba de su padre y por ésta razón, le había ordenado a Zetsu que siempre lo mantuviera vigilado. Su padre siempre se iba antes de que saliera el sol y volvía en la tarde, casi al anochecer. Lo que le dejaba un margen de al menos unas 10 horas más o menos para ejecutar su plan y escapar de ahí.
Parecía mucho tiempo, pero tomando en cuenta que estaba planeando escapar de Madara Uchiha, tal vez ese margen de tiempo no sería suficiente para deshacerse de Madara el tiempo suficiente para escapar y alejarse del lugar en donde estaba cautiva. No quería hacer esto a escondidas de su padre, pero sabía que una vez lejos de ahí, su padre ya no se vería en la obligación de quedarse y no demoraría mucho en encontrarla. Aunque de todos modos, le dejaría un mensaje en código a su padre. Un mensaje que solo él entendería. Pues sabía que su padre era algo despistado a veces.
El sonido de la puerta de metal abriéndose la sacó de sus pensamientos. Volteo la mirada y vio a su padre, quien la miraba con cierta preocupación y nostalgia. Eso la desconcertó un poco, aunque lo atribuyó al hecho de que acababa de discutir con Madara y al estrés de toda ésta situación.
-¿Estás bien papá?- no pudo evitar preguntar
-Si princesa, solamente estoy estresado y algo cansado eso es todo...¿Te digo algo?-
-¿Qué cosa?-
-Cuando entré y te vi tan concentrada y pensativa, por unos segundos me pareció ver a tu madre. ¿Qué estás planeando jovencita?-
-Nada papá- contestó la chica.
-¿Segura?- insistió Obito, pues su hija tenía una gran capacidad de meterse en problemas.
-Muy segura papá...¿te puedo preguntar algo?-
-Está bien, te creeré esta vez. Claro, ¿qué quieres saber?-
-Solo quiero saber el nombre de la aldea en la que creciste y conociste a mamá-
-La aldea de Konoha, ¿por qué lo preguntas? Además, ya te lo había contado antes- preguntó confundido Obito. Ahora más que nunca sospechaba que su hija planeaba algo.
-Por nada, solo que lo había olvidado- Y era verdad, había estado pensando tanto en su plan para escapar que había olvidado el importante detalle de en qué aldea vivía su madre. La aldea a la que escaparía mañana.
-Bueno, en eso te pareces a mi- Obito se rió ante su propio comentario.
Luego de eso, Obito arropó a su hija en la cama para luego salir del cuarto e ir a su propia habitación. Pero antes de marcharse, Elizabeth le dijo, casi dormida.
-No te preocupes papá, mañana todo estará mejor-
-Lo se hija...lo sé- dicho ésto, el hombre salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí.
*Time skip, la mañana siguiente*
Hacía al menos 20 minutos que había amanecido. Por lo que su padre se había ido hace al menos media hora o quizás más. Debía poner en marcha su plan cuanto antes y escapar de ahí.
Escribió una carta para su padre con el código que ambos utilizaban cuando querían hablar de algo sin que Madara y Zetsu se enteraran. Así que dejó la carta en su pequeña mesa de noche, tomó dos kunais, uno lo escondió entre su ropa, un par de papeles bomba y se dirigió hasta la bloqueada entrada del lugar. Colocó algunos papeles bomba, los activó y se alejó de ahí rápidamente.
Cuando estallaron algunos segundos después, Elizabeth corrió hasta la habitación en la que se encontraba Madara y, fingiendo preocupación, golpeó repetidas veces la puerta mientras gritaba.
-¡Señor Madara! ¡Señor Madara!-
-¡Cállate mocosa! Te dije muchas veces que nada de papeles bomba- dijo el anciano mientras apretaba el brazo de la chica. La cual estaba comenzando a asustarse de solo ver el rostro del hombre frente a ella; pero sabía que ya no había vuelta atrás.
-Yo no fui señor Madara...se lo juro...estaba en mi habitación cuando escuché el sonido de la explosión-
-¡Imposible que haya sido otra persona! Somos literalmente los únicos en éste lugar niña-
-Se lo juro...yo no fui...estaba en mi habitación...¿Y si alguien encontró éste lugar?-
-Eso es imposible mocosa-
-Vaya a revisar señor...le prometo que no haré ruido...pero por favor vaya a ver qué fue eso-
Madara finalmente soltó el brazo de la chica y se dirigió hasta la entrada de la cueva. En efecto, estaba completamente destruida, por lo que no había forma de saber si la explosión se originó afuera o adentro. Sospechaba de esa mocosa, pero no podía hacerle nada o ya no podría mantener bajo su control a Obito si le pasaba algo a la niña. Activó su sharingan para ver si alguien había estado ahí o si había alguien en los alrededores. Sin embargo, a los pocos segundos se tuvo que restregarse los ojos, pues el cansancio hizo su efecto y su sharingan se desactivo. Justo en ese momento sintió un dolor punzante en su pierna derecha que lo obligó a recostarse en alguna de las rocas.
Furioso, volteó la mirada y vio a la niña mirándolo atentamente mientras sostenía un kunai con sangre en su mano. Entonces lo entendió. Todo había sido un plan de esa niña. Repleto de furia tomó a la niña del cuello con ambas manos, la obligó a soltar el arma y la golpeó tan fuerte contra la pared que la sangre comenzó a brotar de la cabeza de la niña pero ella aún estaba consciente. Madara quedó desconcertado en cuanto vio una pequeña sonrisa en el rostro de la niña.
-¡¿De qué tanto te ríes mocosa?!-
-Soy...mas lista...que tú...- contestó con dificultad y seguido a eso, sacó un segundo kunai y con él cortó las muñecas de Madara lo suficientemente profundo como para cortar los tendones.
Cuando por fin estaba libre. Sin mirar atrás salió corriendo sin rumbo fijo. Lo único que quería era estar lo más lejos de ahí. Llegar al poblado más cercano y que de ahí la ayudaran a llegar a Konoha. Una vez ahí, buscaría a su madre aunque ni siquiera sabía su nombre.
Corrió por lo menos unas cinco horas sin rumbo. Estaba a punto de rendirse cuando escuchó unas voces cerca de donde estaba. Parecían las voces de dos chicos y una chica, fue en su dirección, tal vez la podrían ayudar. Cuando finalmente los pudo divisar, uno era un chico rubio con mechones rojos, y los otros dos tenían el cabello oscuro. Aunque el otro chico lo tenia algunos tonos mas oscuros que la chica. La vista y el equilibrio comenzaron a fallarle. Estaba cansada y había perdido mucha sangre por la herida de su cabeza. Antes de perder completamente la consciencia sólo alcanzó a decir:
-Ayuden...me...-
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