75. La Caza
La operación jaula tejida alrededor de las instalaciones de Renasci había dado sus frutos. La policía había establecido controles de carreteras y puestos de observación elevados por toda la provincia de Ontario. Además, recibían apoyo tecnológico del Servicio Canadiense de Inteligencia y Seguridad.
Gracias a las cámaras térmicas y de infrarrojos empleadas, a las afueras de Newmarket, un pueblo situado a unos 25 kilómetros al norte de Toronto, habían logrado localizar a un grupo de diez vehículos todoterreno cuando comenzaron a bordear, por una pista forestal, la cara este del lago Simcoe.
Los vehículos, que circulaban sin luces, se convirtieron inmediatamente en sospechosos. La persecución se transformó entonces en una carrera campo a través que acabó con la desaparición de los coches en Gilford, una pequeña población formada por urbanizaciones de casitas de campo en mitad de un paraje frondoso. Inmediatamente se desplegó una fuerza de intervención en la zona. Buscarían por las calles, casa por casa, en los barcos del pequeño puerto deportivo e incluso y en el último agujero donde cupiese una persona. Aquella expedición de Renasci, tenía los días contados.
Momentos antes, en la carretera que daba a la urbanización, el último vehículo fue alcanzado por los disparos de los agentes persecutores. El todo terreno mitad del acceso, impidiendo el paso durante los varios minutos que tardaron en quitarlo de en medio.
Dos de los hombres ocupantes, conductor y copiloto, fueron abatidos en la refriega cuando respondieron con fuego de armas automáticas a las advertencias. Los otros dos ocupantes, un hombre de nacionalidad sudafricana y una mujer china de avanzada edad, fueron detenidos e inmediatamente interrogados.
Pronto pudieron hacerse una idea de la zona por donde habían escapado de las instalaciones de Renasci. Inmediatamente se articuló un dispositivo aéreo de localización de las galerías kilométricas que conectaban con el búnker. En pocos minutos y gracias a las cámaras termográficas instaladas en dos helicópteros militares, pudieron determinar los tres puntos exactos por donde treinta todo terrenos habían logrado huir pocos minutos antes. El rastro de calor dejado por aquellos vehículos, habían puesto a los investigadores sobre la pista. El cerco se cerraba sobre Renasci.
Tres helicópteros sobrevolaban ya las aberturas de los túneles que habían permanecido ocultas por grandes redes de camuflaje. Los accesos al búnker habían sido bloqueados y tres destacamentos militares se habían puesto en marcha inmediatamente para intervenir.
Uno de los túneles estaba ya siendo inspeccionado en dirección al búnker.
John había recorrido a la carrera el pasillo que conectaba la sala de operaciones de Renasci con un distribuidor del que nacían tres túneles que apuntaban al norte. Por el camino había ido comprobando hasta cinco puertas con las que se encontró. Las cerraduras no eran de seguridad y solamente tuvo que repartir unas pocas patadas para comprobar que, al otro lado, solamente había grandes salas vacías. K no se había desviado de la ruta principal.
A sus espaldas escuchó una fuerte explosión y el reinicio del intercambio de disparos.
El distribuidor, a unos trescientos metros del búnker era de dimensiones similares a las de la sala de donde venía. Las marcas de rodadura de neumáticos, le puso sobre la pista del medio que habían utilizado para escapar. No había ni rastro de Charlotte y sus posibilidades se agotaban. Debía elegir un túnel y seguirlo pero, ¿cuál?
—Señor, el túnel está bloqueado, lo han detectado —anunció Dieter.
La salida del túnel estaba muy próxima y Dieter había apagado las luces del coche. Conducía con cautela cuando, al acercarse a la rampa que les acercaría a la libertad, pudo ver las luces de un potente foco que alumbraba la salida. Se escuchaba un helicóptero en vuelo estático sobre el lugar. No había escapatoria.
—¡Da la vuelta, deprisa! —ordenó Kauffmann—, tenemos que llegar a otro túnel.
El ritmo lento de Kauffmann durante la huída, por tener que apoyarse en cada paso sobre el bastón, había provocado que los trescientos metros de túnel hasta el coche retrasasen al grupo. Dieter maldijo en sus pensamientos al viejo y Charlotte, sentada junto a Sanders en el asiento trasero, vio en aquel foco un pequeño rayo de esperanza.
Tras una hábil maniobra del volante, el todo terreno giró sobre sí mismo. Después aceleró para escapar.
Las dudas de John se despejaron en cuanto vio las luces del coche que venía a toda prisa hacia él. Se encontraba a menos de quinientos metros y los focos del vehículo le apuntaban directamente.
Pensó deprisa. No podía esconderse y tampoco pretendía que aquellos hombres pasaran de largo. Tampoco sabía si alguno de los ocupantes podía ser Charlotte, pero la probabilidad se le antojó lejana. Con total decisión echó mano del Fusil de Asalto Hecker & Koch HK417 que llevaba cruzado a la espalda, seleccionó la función de tiro a tiro. John vació el aire que había en sus pulmones, adoptó una postura adecuada para tiro de precisión y apuntó.
El primer disparo impactó en el faro izquierdo, el segundo disparo reventó el neumático delantero izquierdo y el conductor perdió el control del coche que se fue contra la pared. El tercero y cuarto disparos entraron por la parrilla delantera. El quinto logró provocar que el coche se detuviera del todo a unos doscientos metros de J.
—¡Dame una pistola! —gritó furioso Kauffmann antes de abrir la puerta del coche. Su guardaespaldas abrió la guantera y le tendió el arma a Kauffman, después sacó de debajo de su asiento arma automática—. Es el momento de comprobar de qué lado estás realmente. ¡Bájate del coche! —le dijo a Charlotte que se encontraba en el asiento trasero derecho mientras encaraba la pistola hacia su cara.
John no había dejado de apuntar cuando se abrió la puerta trasera derecha. Al momento vio a Charlotte bajarse del vehículo. Llevaba las manos en alto y se movía despacio.
—Ya te tengo, no te preocupes —pensó J sin dejar de apuntar hacia el interior del coche—. ¡No tienen escapatoria! ¡Bajen todos del coche con las manos en alto o abriré fuego!
La posición de John en aquella negociación era privilegiada. El todo terreno se encontraba en mitad del túnel, sin escapatoria, mientras que John podía parapetarse al final del mismo. Mantuvo la calma. Estaba sólo pero sabía que pronto recibiría refuerzos del equipo Alfa.
Detrás de Charlotte bajó Sanders, también con las manos en alto.
—Mantén la calma, John —Hablar consigo mismo le tranquilizaba.
Momentos después se abrió la puerta del copiloto, Kauffman bajó con una pistola en la mano. Estaba apuntando a Charlotte. John tenía a aquel tipo en el punto de mira, un disparo de doscientos metros a una cabeza, del tamaño de un melón. Conocía sus capacidades como tirador y sabía que no fallaría a esa distancia. Pero Charlotte estaba allí. Era su objetivo, todavía quedaba el conductor y seguramente iría armado. Debía esperar.
Kauffmann se colocó detrás de Charlotte, la apuntaba en la nuca y ahora el tiro ya no era seguro. Siguió apuntando mientras otro individuo enorme salía del coche también por la puerta del copiloto. Llevaba un arma en la mano y apuntaba también a Charlotte. Reconoció al instante que se trataba de un subfusil Uzi. Un arma muy poderosa en corta distancia pero menos efectiva a la que él se encontraba. John tenía la ventaja del arma.
—¡Tiren las armas! ¡Échense al suelo y nadie saldrá herido! —John contaba los segundos para recibir apoyo de cualquiera de los hombres que había dejado atrás. Podía neutralizar al gigante rapado, pero todavía estaba Kauffmann—. Espera un mejor momento.
Kauffmann observaba a su alrededor. A su espalda, a unos cien metros, encontró lo que buscaba.
—¡Vamos! —le dijo a Charlotte parapetándose en ella—. Mantén la posición Dieter. ¡Vamos Sanders!
Los túneles habían sido diseñados con multitud de salidas y Kauffmann había encontrado una de ellas.
John observó desde su posición cómo Charlotte y los otros dos hombres comenzaron a andar hacia atrás. Una vez protegidos por el todo terreno, comenzaron a caminar deprisa, pese a la cojera de Kauffmann. No tenía visual de tiro. El otro hombre se parapetó detrás del todoterreno y, cuando se aseguró que su jefe se encontraba a salvo, disparó contra John.
——————
¿Estáis preparados? Hoy he terminado La Espía. Para daros un buen final he acumulado los tres capítulos últimos para publicarlos juntos.
¡Va por vosotros!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top