7. Necesidad
Mientras tomaba notas en su cuaderno, Julius repasaba una y otra vez el informe tratando de encontrar una pista, un detalle que se les hubiese pasado por alto a los analistas, para meterlo en su propia ecuación y tenerlo presente.
No era un hombre de ordenadores, aunque entendía a la perfección su utilidad y sabía muy bien lo que se podía esperar de esas máquinas infernales. Aquellos individuos también sabían muy bien cómo usarlos, mejor incluso que los expertos de que disponía Sarah. Poco tiempo atrás, habían estado muy cerca de caer sobre ellos y eliminar la amenaza para siempre, o al menos es lo que llegaron a pensar cuando consiguieron acceso a lo que parecía el servidor de estos criminales sobre los que La Agencia había tendido sus redes.
Renasci no podía calificarse como un grupo terrorista convencional porque lo convencional hacía tiempo que había dejado de serlo. Julius había trabajado con todo tipo de terrorismo y conocía con perfección meridiana cuál era el modus operandi de cada una de las distintas tipologías del fenómeno terrorista. Desde el 11S, la inteligencia y los servicios de lucha antiterrorista, habían dado un giro de ciento ochenta grados para volver al origen del mal: el propio ser humano. Julius era de los que defendían la postura de que el hombre era un lobo para el hombre.
—¿Crees en la redención de los justos, Sarah? — había preguntado Grant poco tiempo atrás, cuando la situación se acabó por descontrolar—. ¿Crees que el ser humano merece la extinción?
—Creo que, si es que hay un Dios, debería plantearse nuestra existencia. Si nos hizo a su imagen y semejanza hay dos opciones. O se trata de un cachondo o es un sádico y disfruta de vernos cómo nos aniquilamos nosotros mismos —le había respondido muy seria—. Y por si no éramos autosuficientes para la autodestrucción, ahora nos envía esto.
Aquel fatídico día dos de los mejores hombres de La Agencia habían entregado sus vidas en algún lugar que ni siquiera ahora era posible de determinar. No sabían siquiera cómo pudieron haber muerto aquellos dos profesionales del enmascaramiento. La cuestión era simple: habían dejado de existir. La señal de los implantes biotecnológicos que medían sus constantes mostró un colapso total de todas las funciones vitales antes de dejar de emitir señal. Dejaron de funcionar a la vez y eso solo podía significar la muerte fulminante de ambos agentes encubiertos.Julius sabía que el éxito de la misión dependía de ser capaces de infiltrar la, hasta ese momento, impenetrable organización de Renasci e impedir sus planes. La ejecución con éxito de cualquier operación requería tener control absoluto sobre cualquier variable conocida. Julius Grant era el mejor en su trabajo y sabía que durante la ejecución de su estrategia seguro que aparecerían variables ocultas que habría que controlar sobre la marcha. No podía ser de otra manera. Era capaz de realizar una planificación perfecta al milímetro, sin errores.
Miró hacia la pantalla escamoteable que emergía de su sobria y funcional mesa de despacho y sonrió. El plan estaba trazado. Comenzaba allí en realidad. La imagen del monitor mostraba la interfaz de acceso de AESystems. Al otro lado, debía estar Renasci y esperaba que también La Fuente. Ahora había que esperar. Pocas cosas le quedaban más por hacer en la vida que vivir un día más. Era un superviviente. Siempre lo había sido.
Algo comenzó a cambiar en la pantalla que tenía enfrente y unos caracteres comenzaron a aparecer en el cuadro de texto que correspondía al usuario. Después fue la línea de la contraseña la que se llenó de asteriscos. Contó 23 asteriscos y sonrió. Sabía que la contraseña sería larga y romperla habría sido un trabajo muy complejo. Segundos después sonó el teléfono, Julius lo tomó con tranquilidad.
—Dime Sarah —contestó Julius con la certeza de que eran buenas noticias.
—Julius..., mira la pantalla —escuchó a su amiga. En realidad, no había dejado de mirarla en ningún momento—. Estamos dentro.
—Gracias Sarah. Averigüemos todo lo que sabe —propuso Julius antes de colgar.
El Director de Operaciones, en estrecha coordinación con su mano derecha y el despliegue de sus destrezas, había logrado entrar en el sistema. A partir de ese punto, el acceso a la información vital sería más sencillo. Por fin podrían averiguar si la apuesta en aquella operación, sería un éxito u otro fracaso más. Lo que era indudable es que necesitaba acceder al proyecto ANE y éste, solo se podía encontrar tras aquella pantalla de bienvenida.
—Un paso más cerca. Situar a los peones y defender a la reina. No lo sabéis, pero cuento con el elemento sorpresa —dijo Julius a nadie presente a media voz.
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