69. Reacción en cadena
—Bravo, Charly, Delta y Eco ya están desplegados en la zona. Jefe Bravo informa que han comenzado el rastreo radial. De momento negativo. —Un operador de comunicaciones informaba la posición de los equipos.
—¡Encontrad dónde están!, ¡deprisa! —vociferó Julius Grant que permanecía observando la gran pantalla traslúcida que dominaba la sala de operaciones de las instalaciones centrales de La Agencia.
—El equipo Zulú está rastreando las señales radioeléctricas —continuó informando el operador.
El mapa que mostraba la pantalla era de la zona norte de Toronto. Los puntos azules, un total de sesenta, formaban un círculo alrededor de un punto y se movían despacio hacia el exterior. En la esquina inferior izquierda del cuadrante, doce puntos verdes se movían hacia lo que parecía una construcción rectangular.
—Alfa preparado y hacia el objetivo —la voz de radio del jefe del equipo táctico sonó en la gran sala.
Sarah Flynn había decidido que el equipo Alfa transmitiera sin el filtro de los operadores de comunicaciones. Su señal sonaba alta y clara mientras ella permanecía atenta a todas las instrucciones, evaluaba los datos con precisión y transmitía a Grant solamente aquellos que éste necesitaba saber. No requería mirar la pantalla, sabía perfectamente cual debía ser la disposición de todos sus hombres y ellos estaban bien entrenados. Aquel era su trabajo y nadie lo iba a hacer mejor que ella.
—¿Estás segura que es esa la posición exacta Sarah?
—Los datos son incontestables, Julius. Yo misma lo he comprobado personalmente. Aviación Civil nos ha informado con exactitud la ruta del helicóptero de Kauffmann —dijo mostrándole a Grant un mapa con líneas y coordenadas—. Mira, aquí es donde ha hecho una pausa de dos minutos aproximadamente —dijo señalándole el centro del círculo que formaban los puntos azules de la pantalla—. En esta zona hay pocas construcciones y muchos campos de cultivo. Aquí hay bosque —iba indicando sobre la marcha según explicaba a Grant la situación.
—¿Y dónde se han metido? —Grant estaba ofuscado.
—No lo sé, pero tiene que ser ahí. Otros tres helicópteros han cruzado a lo largo de la mañana por el mismo punto, y todos ellos hicieron una parada. —De nuevo Sarah mostraba el mapa en papel, donde distintas líneas se cruzaban en un mismo punto. Anoche ocurrió lo mismo con otro. Tienen que estar ahí. Estamos buscando una galería subterránea o algo por el estilo.
—¿Y aquí? —dijo Grant señalando lo que parecía una construcción rectangular de tamaño considerable.
—Ahí es donde se dirige ahora al equipo Alfa. El escáner no muestra actividad tras los muros, pero mientras los rojos comprueban el perímetro, los verdes verificarán si hay ahí una entrada a algún sitio.
El satélite mostraba una panorámica más abierta de la zona. Era de noche y el mapa estaba casi a oscuras, no se apreciaban detalles. La ciudad de Toronto desde aquella vista aérea, era realmente espectacular. Un pequeño cuadrado sobre la vista satélite mostraba una zona sin luces, la misma zona que el mapa táctico representaba en la esquina superior derecha. Era una zona llena de puntos de colores azules y verdes. De un lado, los azules representaban a cada miembro de los equipos de vigilancia. Estos formaban un círculo cada vez más abierto reconociendo el terreno palmo a palmo, buscando cualquier indicio de dónde pudiera encontrarse Sanders, Kauffmann y K. Los verdes, el equipo táctico de intervención, era la primera línea ofensiva aunque, aquella noche, todos los agentes iban bien armados. Sabían que Renasci contaba con medios suficientes como para repeler una agresión. También sabían que dar con ellos no era más que cuestión de minutos, tal vez pocas horas.
La operación de búsqueda se había precipitado cuando Charlotte se había reunido con Sanders y alguien más. El teléfono había captado la conversación. Después, Sanders había acompañado a K a algún sitio y le había pedido que dejase sus cosas. Desde ese momento, habían permanecido sordos a los acontecimientos.
La posterior llamada de K a J, dos horas después, había disparado todas las alarmas. Aquel viaje imprevisto a Bruselas solamente podía responder a un éxito en la infiltración en Renasci. K había informado que iban a presentar sus investigaciones a unos clientes y que después seguramente hicieran alguna prueba. Aquella podía ser la señal de que Renasci iba a iniciar los ataques.
Perdieron el rastro de K hasta que apareció en la visual del equipo de vigilancia asignado a su domicilio. La primera fotografía del individuo que le acompañaba, lo identificó como uno de los miembros de la organización. Ya tenían fotografías de aquel tipo en uno de los amplios dosieres de Renasci. Algo no iba bien.
Al escuchar por los micrófonos instalados en casa de K la breve conversación que había tenido con el alemán, supieron que Charlotte requería pasaporte para entrar en el país de destino, un lugar frío. El mensaje de Charlotte había ido claramente dirigido a La Agencia. Sabía que buscarían en Bruselas pero en Bélgica no era necesario el uso de pasaporte para los ciudadanos de la Unión Europea.
Un avión esperaba ya en Londres, sin ruta de vuelo, para desplazar a los equipos tras la pista de K. Aquel avión no estaba registrado. Era invisible para cualquier tipo de control aduanero.
Desde la sala de operaciones de La Agencia, habían coordinado un seguimiento del Audi hasta el aeropuerto. Posteriormente pudieron comprobar los planes de vuelo de todos los aviones privados. Descartaron todos menos uno: el de Ernest Kauffmann, que se dirigía al aeropuerto de Toronto.
La confirmación de sus sospechas vino al descubrir uno de los agentes en el baño de Charlotte, el mensaje que había escrito en el espejo: "ESTOY DENTRO! ANE LISTO PRUEBA MAÑANA". Tenían menos de veinticuatro horas para localizar y anular a Renasci.
Todos los medios del gobierno británico se pusieron en manos de La Agencia para transportar a sus agentes hasta el avión que debía seguir al de Kaufmann.
Llegaron a Toronto apenas media hora más tarde que K y, tras comprobar de nuevo los planes de vuelo del helicóptero de Kauffmann y la grabación de la señal de radar de los controladores aéreos, determinarin que se había producido una parada no prevista sobre la zona de terreno que ahora barrían los equipos.
Solamente les restaba desplazar a los equipos al terreno sin levantar sospechas. Pero al comprobar que en la zona no quedaba ni rastro de vida humana, decidieron comenzar la búsqueda palmo a palmo de toda el área.
—Oscar de Alfa. —Se escuchó al jefe del equipo táctico dirigirse a la sala de operaciones.
—Adelante para Oscar —dijo Sarah tras pulsar un botón en la consola.
—Localizada una galería subterránea en la nave. Se trata de unas escaleras que bajan por una construcción de hormigón.
—Sigan el rastro e informen.
—Oscar, la profundidad parece importante. Probablemente se cierren comunicaciones allí abajo.
—Recibido, permanezcan en el punto.
—Tiene que ser ahí —dijo Sarah a Julius con la esperanza de haber encontrado la guarida de Renasci—. Hasta dentro de diez horas no será de día. K avisó que el ataque sería por la mañana, pero no me fio.
—Tampoco yo, Sarah —contestó Grant.
Tras efectuar unas llamadas, Julius Grant tenía apoyo táctico del ejército Canadiense, la Policía Montada y el Servicio Canadiense de Inteligencia y Seguridad. La frontera con Estados Unidos se encontraba apenas a unos kilómetros y tanto la CIA como la Agencia Nacional de Seguridad norteamericana, estaban también prestando sus medios humanos y materiales a la operación dirigida desde las instalaciones de La Agencia. La región de Ontario jamás había contado con tal concentración de agentes de inteligencia por metro cuadrado. Estaban dispersos y preparados en distintas zonas críticas de la ciudad. Ningún ciudadano, por aire, mar o tierra, podría salir sin ser identificado, de los más de cien kilómetros cuadrados que cubrían el operativo de vigilancia y los controles de policía y militares.
El ejército Canadiense con sus aviones de guerra electrónica y la NSA con los satélites, barrían el espacio radioeléctrico. Se les informó que el objetivo era cualquier pico de diferencia de potencial que pudieran ser provocados por emisiones de pulsos de micro-ondas de alta intensidad.
Grant había solicitado cualquier información sobre construcciones subterráneas en la zona y esperaba contestación en breve.
Todo parecía estar bajo control cuando un operador dio la voz de alarma.
—Señora, Policía Local informa que ha recibido una llamada desde el teléfono móvil de un ciudadano. La Real Policía Montada de Canadá de Newmarket informa que hace unos cinco minutos, han sido atacados por un grupo grande de drones, al menos 80. El ataque no ha durado más de unos pocos segundos. Han inutilizado ordenadores, transmisiones, teléfonos móviles y todos los vehículos en un radio de unos doscientos metros. Eso ha provocado un atasco monumental en la autopista 404 por coches parados y una caída de la red eléctrica en toda la zona.
—¡Centren el mapa sobre el punto! ¡Localicen a esos drones! ¡Avisen al ejército! ¡Tracen la ruta hasta el siguiente punto! ¡Quiero un satélite sobre esos engendros!
Un sinfín de órdenes fueron emitidas en cuestión de segundos por Sarah Flynn. El ataque había comenzado, apenas a unos kilómetros del punto donde sus equipos se desplegaban.
—¡Equipo Alfa, luz verde, repito, luz verde! —dijo Sarah transmitiéndole la orden de entrada y barrido al equipo táctico que esperaba en la nave. Sus palabras expresaban la tensión de pensar que tal vez podían llegar tarde—. Tratan de eliminar cualquier posible reacción de policías en la zona —informó a Julius—. Ojalá que no esperen nuestra visita.
—Eso espero. No quiero que eso se convierta en un baño de sangre —dijo Grant señalando la zona donde los puntos verdes se habían concentrado sobre la trampilla que daba acceso al bunker de Renasci.
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Hola, ¡feliz lunes! La acción de verdad ha comenzado.
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