68. ¡Ataque!
Aquella pantomima me pareció absurda y sectaria. La pompa y el boato nunca han sido de mi devoción. Me habían convocado a una mesa llena de gente poderosa para hacerme pronunciar un compromiso tan falso como las palabras de Kauffmann. ¿Cómo podía ser tan hipócrita de pedir mi compromiso a una propuesta que solamente tenía una respuesta válida? Pensé en el tonto de Szczesny. Su forma de hablar y su compromiso con la causa, me parecían fuera de lugar. ¿Acaso ese comportamiento sectario y elitista del grupo le había abducido? Ni siquiera había tomado asiento, aunque hubiese sillas vacías en aquella mesa redonda. ¿Y todos los guardaespaldas?, ¿es que ellos no eran parte de Renasci? Como en todos los estamentos de la sociedad, había clases y en aquella organización secreta aquello era algo muy notorio.
Renasci se había proveído de un refugio subterráneo. ¿Para qué? Aquello era una ratonera, pero los mantenía ocultos al mundo. Desde la sombra que proyectaba aquella inmensa mole de hormigón, podían dirigir los destinos de la humanidad y pasar desapercibidos.
Poco a poco, la gente se fue relajando y volviendo a sus asientos. Cuando todo el mundo estuvo de nuevo en su sitio, Kauffmann habló de nuevo.
-Amigos, el momento de nuestra demostración de fuerza ha llegado. Llevamos años trabajado muy duro para que el día de hoy llegase. Vuestra generosidad con la causa ha sido inmensa. Nuestro enemigo es fuerte, pero nosotros disponemos del factor sorpresa. Tenemos todo lo necesario y nuestra nueva renacida hermana será la encargada de poner en marcha el principio del fin.
Kauffmann tomó de la mesa un mando a distancia y lo pulsó. Cuatro enormes pantallas emergieron del centro de la mesa.
-Estamos aquí reunidos para observar la caída de los gigantes y el resurgir de la única razón posible. A partir de hoy, el mundo ya no será el mismo.
Observé la cara de aquellos hombres y mujeres poderosos. Al parecer todos querían ser testigos de la potencia destructiva de mis drones y esperaban aquella demostración con la expectación de un niño que espera una invitación para tomar su porción de pastel.
Kauffmann actuaba como maestro de ceremonias y, aunque la mesa era redonda, me pregunté hasta qué punto él no sería eso que La Agencia había mencionado como "La Fuente". Lo que sí que tuve claro es que ninguno de los presentes tenía intención de demorar ni un segundo sus objetivos.
Por la gran puerta acorazada que quedaba a mi izquierda, unos hombres arrastraban un carro metálico con ruedas que acercaron hasta mi posición. Disponía de un teclado, dos pantallas y una consola con dos palancas móviles y varios botones. Era muy similar al centro de control del software ANE que utilizábamos en AESystems. Los hombres conectaron el enchufe de corriente a una toma empotrada en el pie de la propia mesa.
-Adelante Charlotte, muéstranos tu magia -dijo Kauffmann.
No había opción. Estaba allí y La Agencia no estaba para solucionar ningún problema. No podía negarme a cumplir con sus órdenes; era mi vida la que me jugaba.
Al pulsar el interruptor de encendido, todas las pantallas, tanto las mías como las de la mesa, se encendieron a la vez. Mientras el sistema operativo se iniciaba, observé que no habían conectado ningún cable de red. La conexión al servidor debía ser inalámbrica y, con esos muros, no podía encontrarse lejos. En algún lugar de la superficie habría también un grupo de antenas que pudiesen enlazar con los drones, donde quiera que estuviesen, dispuestos para el despegue.
Una vez hubo finalizado la carga del sistema, que se demoró unos dos minutos, el logotipo de ANE apareció frente a mí. Solicitaba permisos de usuario para controlar el sistema y yo probé con mis claves habituales. Las pantallas se pusieron en negro durante un segundo y después ANE mostró su interfaz de control.
Miré a Kauffmann y éste asintió con la cabeza, así que inicié la rutina de activación del enlace de los drones.
En el cuadrante superior derecho de las pantallas grandes, que se correspondía con la mitad superior de la pantalla derecha de mi consola, un mapa de la zona donde estaban los drones comenzó a mostrar puntos verdes que aseguraban que el dron estaba enlazado con el centro de mando.
El mapa mostraba una vista cenital de una zona boscosa en el que se había preparado un claro artificial de unos cien metros cuadrados. Los drones, fueron mostrando su presencia en la pantalla uno a uno, perfectamente alineados y en formación de ala delta.
En la parte inferior, se veían datos técnicos sobre la intensidad de señal, vida de las baterías, posicionamiento global del enjambre y estado de operatividad de los sistemas. Cuando todos los drones fueron enlazados, un punto mayor de color azul en el centro de la formación, sustituyó al resto. Era la señal que emitiría el dron de enlace. El resto de aparatos, salvo que yo les diese otra instrucción distinta, mantendrían su posición a su alrededor. El sistema estaba listo para indicarle el destino.
La parte superior de la pantalla de la izquierda mostró entonces las imágenes que transmitía el dron de enlace. A pocos centímetros del asfalto, la cámara móvil mostraba en imágenes infrarrojas, un nutrido grupo de aparatos posados en tierra. Todos los aparatos disponían de cámaras individuales cuyas imágenes se podían visualizar en cualquier momento, pero solamente las imágenes del dron de enlace quedaban almacenadas. Además, este aparato contaba también con modo de infrarrojos para vuelo nocturno y cámara térmica.
La parte inferior de la pantalla izquierda no mostraba ninguna imagen. Ésta había sido destinada a mostrar el modelo tridimensional en tiempo real que los drones fuesen escaneando. También servía para indicar nuevos puntos para escanear sobre el mapa tridimensional. Pero en este caso, no tenía ni idea de qué información podría aparecer ahí.
Kauffmann sacó del bolsillo interior de su chaqueta un cuadernillo.
-Anote la ruta de las coordenadas que le voy a indicar -me dijo antes de comenzar a dictarlas en grupos de dos-. Latitud 44.056416, Longitud -79.420125. Latitud 43.965919, Longitud -79.460950, Latitud 43.661449, Longitud -79.385339. Latitud 43.654035, Longitud -79.389616. Latitud 43.652231, Longitud -79.362127.
Conforme las iba diciendo, yo las fui introduciendo en la línea de comandos y aparecían al momento reflejadas como puntos rojos en el mapa, que iba aumentando la distancia focal en función de la distancia entre puntos.
-El último punto es Latitud 43.648494, Longitud -79.375088.
Activé las coordenadas y las transmití al dron de control. Recibí la señal de vuelta al instante. El aparato había comprendido las instrucciones.
Las coordenadas indicaban una zona que debía ser escaneada. A ese dato se le debía añadir el radio de acción en el que debía el grupo trabajar. Aunque también había muchas otras formas de designar un área como la discriminación por colores del terreno o la elevación máxima y mínima. También existía un modo manual, aunque era menos eficiente que el automático.
-Nuestros pequeños aliados deberán actuar en una zona de cien metros alrededor de cada objetivo y a una altura mínima de cincuenta metros sobre el terreno. Eso será suficiente -indicó Kauffmann y yo transmití los datos.
Reconocí al instante la zona de los ataques. El mapa mostraba parte de la costa del inmenso lago Ontario. Aquellos puntos rojos que me había indicado, ampliados ahora por una aureola del radio convenido, se ubicaban todos en pleno corazón de Toronto. La señal del dron de control estaba localizada a 15,363 kilómetros en línea recta al primer punto de ataque y calculé que a unos veinte kilómetros al norte de Toronto. Probablemente los drones estaban muy cerca de la nave por la que habíamos entrado. ¿Qué tipo de demostración pretendían hacer? ¿Qué podía haber en mitad de Toronto para que Renasci considerara cumplir un objetivo estratégico su ataque y una demostración de fuerza?
-¡Inicie el programa de vuelo! -ordenó exaltado Kauffmann.
ANE mostró en pantalla el tiempo de vuelo previsto hasta el primero de los puntos: 12 minutos y 50 segundos. El viento soplaba del norte a 12 Kilómetros por hora y el tiempo estaba despejado.
La expectación de los presentes creció cuando, tras iniciar el programa de vuelo autónomo, ANE mostró en las pantallas unas imágenes impactantes. Los drones elevaban el vuelo con rapidez, tomaban altura y comenzaban a sobrevolar a cincuenta metros de altura los campos y árboles, como una legión de aves nocturnas y silenciosas al amparo de la oscuridad de la noche.
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¡Espero que estéis tranquilamente relajados en vuestros sofás mientras los bichos voladores hacen su trabajito!
Pero si alguien tiene interés, a mi me encantaría saber dónde tienen previsto atacar. Por cierto, en este capítulo he dejado un huevo de pascua (solamente uno que desvela un spoiler divertido que no afecta a la trama). Había pensado enviarle al primero que lo encuentre una copia de la primera edición que esté disponible de La Espía. ¿Qué os parece? Tal vez prefiráis otra novela o el manga, no sé...
¡Que comience el juego!
Las respuestas al Easter egg preferiría que las publicárais en el libro de mi biblioteca "Un rato con Spenctish". Allí he creado un capítulo titulado "Huevo de Pascua"
¡Gracias!
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