47. Vigilados


Sentí un gran alivio al escuchar las palabras del cirujano cuando visitó la habitación de nuevo al cabo de 3 horas.

—La operación ha ido perfectamente. Esperamos que, si no hay complicaciones, en dos o tres días, le daremos el alta y podrá irse a casa —le dijo directamente a mi tía Ania.

Mi tío se había quitado un peso de encima. Estaba relajado y no se había separado de mi tía ni un solo momento. No lo imaginaba solo. No sé lo que sería de él si ella fallecía.

—Creo que deberíais iros ya, chicos —nos dijo—. Yo me quedo aquí, cuidando de tu tía.

—No, primero vete a comer algo y a estirar las piernas.

—No cariño, me quedo aquí, ya comeré después.

—John, ¿por qué no te vas con mi tío y le acompañas? Así podéis conoceros un poco —sugerí.

—Vamos Aleksander, parece que las señoras quieren quedarse a solas —le dijo John poniéndole una mano en el hombro.

—Está bien, pero solamente diez minutos —protestó mi tío.

Se fueron de la habitación y me quedé sola con mi tía. Los efectos de los sedantes se hacían notar y estaba muy pálida, pero sonreía y aquello me llenó de amor y esperanza de una buena recuperación.

—Charlotte, tu novio es muy guapo. ¿Te trata bien?

—Gracias tía, John es maravilloso en todo. Estoy enamorada.

—Mi niña... —La sonrisa de mi tía brillaba con luz propia—. ¿Sabías que Szczesny sigue enamorado de ti?

—No lo creo. Ha pasado mucho tiempo —aseguré.

—Nunca ha dejado de preguntar por ti. Cada vez que venía por casa a visitarnos y a tomar café. ¿No has visto cómo te miraba cuando has entrado?

—Si él me hubiera pedido que me quedara, tal vez me lo habría pensado, pero hizo todo lo contrario. Pero me alegro, porque ahora soy muy feliz con John. Desde que lo conozco ha cambiado muchísimo mi vida —le dije. Mis palabras repiquetearon en mi cabeza. No había mentido, aunque mi tía desconocía hasta qué punto había cambiado mi vida.

—Me alegro tanto, Charlotte. ¿Cómo no nos dijiste que estabas con ese chico?

—Quería estar segura de que era el hombre adecuado.

—Yo con Aleksander no dudé ni el primer segundo.

Hablamos durante un rato de John y mi relación con él. Le conté lo que ya habíamos preparado la tarde anterior y ella quedó complacida con mis explicaciones.

Al volver a la habitación los dos hombres que más quería en mi vida, mi tío nos despidió y casi nos obligó a irnos. Aprovechó para prohibirnos que fuéramos al hospital al menos hasta el día siguiente.

—Dime el teléfono de Szczesny, he quedado en llamarle —le pedí a mi tío.

Nos despedimos y le hice prometer a mi tío que me llamaría si había cualquier cambio en el estado de mi tía.

—¿Qué tal la experiencia? —pregunté a John cuando hubimos salido de la habitación.

—Te quiere muchísimo, Charlotte. Es como si fuera tu padre a todos los efectos. Hemos hablado sobre nosotros todo el tiempo. Me ha sometido a un tercer grado sobre mis intenciones contigo.

—¿Y qué le has dicho?

—¿Qué tal si te lo cuento comiendo?

—Creo que en el hotel tienen una comida espectacular.

—¿Tendrán servicio de habitaciones? —me dijo con su mejor sonrisa. No hacía falta más. Ya estaba convencida.

La fachada del hotel Bristol, situado en el mismo corazón de la Varsovia clásica, junto al casco viejo de la ciudad, era imponente. Su arquitectura neorrenacentista y su impresionante decoración interior, mezcla entre el clásico romántico y el art decó, invitaban a sumergirse de pleno en el cóctel de estilos de la Varsovia más multicolor.

Desde sus estilos palaciegos, rococó o barrocos hasta sus más vanguardistas construcciones o sus modernos rascacielos, Varsovia era una enorme mezcla de talentos arquitectónicos. La mayoría de los edificios clásicos habían sido reconstruidos tras la segunda guerra mundial. Las fachadas se habían respetado, pero los interiores adquirían mezclas de matices modernos y clásicos, una combinación tan pintoresca que no dejaba a nadie indiferente.

La suite del hotel que teníamos reservada era perfecta. Una habitación muy espaciosa, de colores grises claros y exquisitos muebles modernos. No le faltaba detalle, incluidas las flores naturales que adornaban tanto las mesitas de noche como el estudio anexo.

Una vez instalados, pedimos algo ligero de comer. Después nos desnudamos y tomamos un baño juntos mientras degustábamos la comida. Olvidamos por un rato el motivo de nuestra visita a Varsovia y simplemente nos comportamos como una pareja de enamorados. Era maravilloso disfrutar de John en aquel lugar privilegiado de la ciudad que me había visto crecer.

Sobre las ocho de la tarde, sonó el teléfono de la habitación.

—Disculpen las molestias. Han dejado una nota para el señor Andrews —me dijo una señorita de recepción.

—¿Podrían subirla? Gracias —le respondí antes de colgar.

Casi tuve que despertar a John, que estaba adormilado en la cama. La visión de su cuerpo desnudo sobre las sábanas revueltas, me incitaba tanto que turbaba cualquier pensamiento. Deseaba a aquel hombre otra vez, pero aquel mensaje no tenía lógica.

—Cariño, te traen un mensaje.

—¿Para mi? —se extrañó John. Nadie de su entorno conocía su paradero.

Al cabo de un momento, un mozo llamó a la puerta y entregó a John un sobre. En silencio me la entregó, la abrí y leí su contenido.

"La agencia de viajes les desea una feliz estancia en Varsovia y les invita a una degustación de vodkas típicos en el Cocktail Bar K-lar. Krakowskie Przedmiescie 41."

—¿Te apetece una copa? —le dije a John mientras le daba la nota para que pudiera leerla.

—¡Claro cariño, a mi me apetece todo contigo! —me dijo John en tono jovial cuando hubo terminado de leerla.

Llamé a mi tío para saber que todo estaba bien. Después nos vestimos y salimos a la noche. El hotel se encontraba en el número 44 de la misma calle, así que apenas debíamos cruzar la acera y desplazarnos a pie un centenar de metros.

Al llegar a la puerta del local, confirmé mis sospechas. El lugar se llamaba Klar y no K-lar como venía en la tarjeta. La Agencia se estaba poniendo en contacto conmigo. Entramos.

Apenas había gente en el pequeño local, así que nos sentamos en una de las mesitas. Sonaba en aquel momento Hey Jude de los Beatles. Al cabo de un momento, una chica se acercó sonriente.

—¿Qué desean tomar?

—¿Qué tal si nos recomiendas algo? —le dije.

Tras tomarse nota de los cócteles que nos había recomendado, John se levantó de la mesa.

—Voy al servicio.

Regresó al cabo de un par de minutos y se sentó.

—Nos estaban esperando, me han dado un mensaje.

—¿Quién? —le pregunté en un susurro.

John miró hacia la puerta.

—Ese hombre —dijo haciendo un pequeño gesto hacia la puerta. En ese momento salía un tipo de unos 40 años—. Me ha dado un mensaje para K. Nos tienen bajo vigilancia. Hay micrófonos en la habitación, el hospital y el coche. Me ha dicho que ya han controlado a Szczesny, tienes que contactar con él esta misma noche. —Curiosamente, John sonreía, pese a las malas noticias.

—¿Ni siquiera una noche de tranquilidad? —le dije a John con pesar.

—Debemos tener mucho cuidado Charlotte —dijo John sin perder la sonrisa—. Está claro que Szczesny no se fía de ti y que esa gente es capaz de mover los hilos muy deprisa.

—De acuerdo. Cuanto antes, mejor —le dije apesadumbrada a John mientras cogía el teléfono del bolso para hacer la llamada.

—Espera. Somos una pareja, hemos venido a tomar una copa. Bésame y sonríe.

Y eso fue exactamente lo que hice. Al cabo de veinte minutos, inspiré con fuerza y llamé.

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Venga, pongamos un poco de tensión al asunto, ¿no os parece? Os vais a dormir si no lo hago...

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