30. Operación Charlotte


—¡Pero mientras, estaban permitiendo que yo siguiese desarrollando los equipos y depurando la inteligencia artificial!

—Estábamos preparados para eso. Teníamos a nuestros agentes infiltrados, que habrían podido evitar, al menos, la producción. Apenas nos quedaban unas cuantas personas importantes por identificar del organigrama de Renasci y necesitábamos conocer también una buena parte de sus bases por todo el mundo. Todo iba según lo planeado y al final habríamos podido parar toda esta barbarie sin implicarla a usted. Tenga en cuenta que al principio todo apuntaba a que usted había sido captada por la organización. Sus antecedentes como activista, su novio, su repentina contratación en AESystems, incluso su aparición en aquella cena benéfica con su jefe... No podíamos plantearle nada de forma directa sin desvelar nuestra investigación.

—¿Entonces por qué han organizado todo esto? ¡Me han puesto en peligro!

—Usted ya estaba en peligro. Ahora sigue en peligro, pero al menos es consciente de su naturaleza —me respondió sin quitarle ningún hierro al asunto—. Pero quiero ir más allá en mis explicaciones, creo que se las debo. Organicé personalmente esta operación porque el viernes pasado se precipitaron los acontecimientos y después, todo nos sobrepasó.

—¿El viernes? —una duda comenzó a planear sobre mi cabeza—. ¿Qué ocurrió? —pregunté tímidamente.

—Hace unos tres meses nuestros agentes dejaron de contactar. Pensamos que los habían secuestrado. Sabíamos que estaban vivos, pero nada más. Por eso intensificamos las vigilancias sobre usted, era nuestra vía de entrada rápida a Renasci. Habíamos trazado un plan para aproximarnos a usted y volver a infiltrar algún agente sin que usted lo llegara a saber nunca —me explicó Grant—, así cubríamos cualquier posibilidad. Teníamos a alguien preparado para ello. Le íbamos a ofrecer una solución aparente a los problemas que estaba teniendo con la investigación. Lograríamos que usted lo contratase como ayudante del proyecto.

—Comprendo... —dije sin demasiada convicción. No pensaba que un plan tan trazado pudiera surtir efectos. Aunque bien pensado, yo habría contratado a cualquiera que pudiera ofrecerme una solución rápida y efectiva a los problemas de navegabilidad de los drones.

—No queríamos implicarla en todo esto —continuó—. Aunque todo hacía pensar que pudiera pertenecer a la organización, las investigaciones no lograban vincularla. Usted no había sido identificada todavía como parte de la organización. Sin embargo, gracias a los controles de actividades pudimos conocer su día a día, sus costumbres, sus relaciones... Incluso en su diario no hacía ningún tipo de referencia a la organización, aunque sí a Szczesny Budny pero por razones más sentimentales. Si hubiera pertenecido a Renasci, estoy convencido que habría escrito algo sobre ello...

—¿Mi diario? ¿Cómo sabe usted lo de mi diario? —la pregunta era retórica, claro. La indignación absoluta subió como el fuego por mis mejillas junto al sentimiento de haber sido violada hasta en lo más íntimo, de una forma salvaje y total.

—Lo siento, teníamos que hacer cualquier cosa Charlotte... No piense que es agradable pero en ocasiones la privacidad es un lujo desechable cuando se trata de asuntos tan graves.

—¿Pero cómo pudieron...? ¡Entraron en mi casa y registraron mis cosas!—Las palabras habían dejado de acudir de golpe a mi boca.

Me sentía sofocada, iracunda, sensible y desprotegida. En un gesto instintivo le di un bofetón con todas mis fuerzas a Julius Grant. Lo encajó sin inmutarse y bajó la mirada mientras yo arrancaba a sollozar mientras descargaba una lluvia de golpes sobre el torso de aquel hombre. Grant se limitó a sujetar mis manos con calma con el gesto protector que ya le había visto emplear antes.

Después vino el llanto. No era solamente el llanto que provoca la impotencia, la desesperación o el saber que tu vida no tiene ningún sentido para los demás, que no eres más que una muñeca en manos del poder. También había una desazón terrible en mis lágrimas. Sabía que había algo que todavía no me había contado aquel hombre pero que no podía ser de otra manera.

Al cabo de un rato de desahogo y varios pañuelos de papel que me acercó Grant de una cajita del cuarto de baño, prosiguió su narración. Estaba claro que aquel hombre quería terminar su relato y no le importaba ni lo más mínimo mi necesidad, si yo quería o no saber, si estaba preparada para escuchar. Su misión era contarme lo que yo le había pedido que me contase. Era un autómata y por mucho que pudiera leer ciertos rasgos de arrepentimiento en sus ojos, estaba siendo atroz e implacable conmigo.

—Sucedió que el viernes por la mañana, los implantes biotecnológicos de nuestros agentes encubiertos dejaron de emitir señales. Cuando desaparecieron uno estaba en Nicaragua y el otro en Groenlandia, les perdimos totalmente la pista. El viernes la señal de sus emisores se detuvo al mismo tiempo. Aquello no era más que un mensaje para nosotros.

—¿Implantes biotecnológicos? ¿La Scotland Yard? ¿Pero quiénes coño son ustedes?

—Eso vendrá después, Charlotte. De momento le adelanto que la organización a la que represento no es la Scotland Yard. Eso solamente era una tapadera que consideré necesaria para esta operación. Trabajo en un organismo internacional, supragubernamental y con capacidad total de acción—Grant me ofreció una nueva pausa y un poco de agua en un vaso que acepté. Después prosiguió.

—Nuestros agentes estaban muertos y nos quedamos ciegos. Renasci se estaba comunicando con nosotros a través de aquellos cadáveres: sabían que estábamos tras ellos y no estaban dispuestos a permitir que desbaratásemos sus planes. Tuvimos que idear una operación rápida para acceder a la información del ordenador personal de Oliver Sanders y el que usted tenía en su oficina, que como bien sabe, había pertenecido antes al doctor Murakami. Queríamos tener los datos porque desconocíamos si había habido algún avance lo suficientemente importante como para tener que recalcular los tiempos. Necesitábamos conocer con urgencia el estado de la investigación y buscar rastros de Renasci para actuar en caso necesario. Queríamos averiguar si Murakami había dejado algo, un rastro que seguir. Por eso pusimos en marcha la operación Charlotte. Era una operación de emergencia. Debíamos acceder a toda la información en menos de 24 horas.

—El viernes... —dije mientras todavía con lágrimas en los ojos repasaba lo sucedido aquella noche en la que conocí a alguien de quien me había enamorado en apenas unas horas.

—Sí, la noche del viernes pasado. Pusimos en marcha el plan B. Recuerda lo que ocurrió, ¿verdad? —preguntó Grant de forma retórica—. Después todo se precipitó...

—¿Que si lo recuerdo? —La noche del viernes anterior, un tipo entró en el pub que frecuentábamos mis amigas y yo, y quiso atracarlo. "Afortunadamente", John estaba allí para evitarlo.

Un latigazo de sensaciones recorrió mi columna vertebral arrasando a su paso cualquier conexión neuronal. El corazón se me hizo un puño y la garganta, dolorida por tanto llanto y emociones, se secó de inmediato, provocándome un dolor insoportable. Quería gritar y quería llorar. ¡No podía ser! Aunque aquellos tipos habían montado una trama tan completa para desenmascarar mi posible pertenencia a Renasci que lo habían calculado todo al milímetro.

John estaba metido en todo aquello y había formado parte del engaño para no sabía todavía qué. La deducción era más que obvia. Aquellos individuos me habían puesto a John delante de mis narices para que él pudiera acceder a mi casa, colocara algún software en mi teléfono, leyera mi diario y sabe Dios qué más. Grité furiosa. Gemí dolida. Aquel cabrón me había llevado a la cama con el pretexto de hurgar en mi existencia mientras disfrutaba hurgando en mis bragas.

—¡Hijo de puta! —el profundo quejido de lo más hondo de mi garganta rompió en mil pedazos mi corazón.

Todo era una enorme farsa. El atracador, la policía y la coincidencia de John allí para poder impresionarme. Habían leído mi diario, habían entrado en mi casa y hurgado entre mis cosas. Me conocían demasiado bien como para saber perfectamente cuales eran mis gustos, lo que me hacía reír y lo que me conmovía. Sabían que me fijaría en él. Sabían que me apiadaría de su ineptitud para hacer arrancar un coche. Sabían que captaría mi atención y que podría captar mi ineptitud emocional.

Las sonrisas, los besos, las caricias... Por un momento pensé en el inmenso placer que me había provocado. Recordé su cuerpo perfectamente adaptado al mío en un movimiento que me había parecido perfecto. Nuestras bocas fundidas en besos ansiosos y profundos. Sus manos recorriendo mi piel con una atención total a mis sensaciones, mis movimientos, mi placer. Pensé en los orgasmos que había provocado en mi cuerpo y en mi mente. Mi interior se removió con furia, después sentí asco, repulsión y una inmensa agonía mientras a mi cabeza seguían acudiendo las imágenes, persistentes, rítmicas, a golpe de las embestidas de un animal sin sentimientos ni corazón. Eran fogonazos dolorosos, cada uno de ellos más profundo e hiriente que el anterior.

Mientras trataba de controlar mis impulsos autodestructivos y la mutilación de mi alma, Julius Grant me miraba con cara de sorpresa. Estúpido cabrón indecente... Pensé en sus palabras y traté de imaginar las consecuencias de que el atracador hubiera logrado sus objetivos. No quería pensar que pudiera ser así. Mi orgullo me negaba a la posibilidad de una relación de causa-efecto. Pero era algo demasiado obvio como para dejarlo pasar. Pero mi boca necesitaba realizar la pregunta cuya respuesta ya conocía.

—¿Me está hablando de John? —pregunté iracunda.

—Así es, le estoy hablando de John Andrews.

——————

Ya, ya lo sé. Algunos lo sabíais y otros lo sospechabais. Algo no funcionaba bien en esa historia de amor. Pensé alargar la solución pero al final consideré que era el momento exacto de desvelarlo. Ya está montada la tormenta. Continúa la tortura del alma de la pobre Charlotte.

El caso es que J. me caía bien. ¡Nah, a la hoguera con él!

En fin... os dejo que penséis...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top