29. La Edad de Piedra
Las consecuencias de lo que Julius Grant me estaba narrando no las había asimilado todavía, la información se sucedía demasiado deprisa y yo permanecía como simple observadora de aquello que me estaba comenzando a desvelar. Lo peor es que toda aquella narración de hechos e intenciones sobre Renasci, solamente parecía la punta del iceberg de algo que, al final, haría que yo me hundiese como el Titanic. La diferencia era que yo no era grande y fuerte como el mítico barco, sino una mujer normal y corriente cuya única intención en la vida era ser feliz y dedicarme a mis estudios, mi trabajo y mi gente, encontrar el amor y vivir hasta hacerme vieja.
—Imagine ahora que esos terroristas planeasen un ataque sincronizado a escala global con miles de esos malditos drones equipados cada uno de ellos con una de esas armas en miniatura —me dijo mientras hacía un gesto con ambas manos para abarcar "el todo". Comprendí al momento a qué se estaba refiriendo y con su gesto me hice una idea de la magnitud de todo aquello.
—Serían indetectables a cualquier radar... De hecho, serán capaces de volar a muy baja altura cuando solucione los problemas de...
—... de detección de pequeños obstáculos como las hojas de un árbol o el tendido eléctrico —me interrumpió—. Así es. Demasiado pequeños para ser detectados. Demasiado ágiles para ser abatidos por soldados disparando armas manuales. Imparables, ¿comprende? —en su pregunta encerraba la respuesta que mis ojos ya revelaban abriéndose por completo —. El doctor Murakami se aseguró de introducir un error en el software de reconocimiento lo suficientemente pequeño como para que no fuesen capaces de volar en esas condiciones...
—Creo que comprendo, señor Grant... —le dije totalmente abatida.
—Un ataque, o muchos, coordinados mediante la inteligencia artificial que se desarrolla en su proyecto de AESystems contra instalaciones vitales, supondrían un apagón tecnológico de incalculables consecuencias. Los satélites dejarían de funcionar, los sistemas armamentísticos de todas las potencias mundiales quedarían inertes, Internet no sería más que un recuerdo de aquellos que lo hubieran conocido. Toda la información está almacenada en bases de datos, hace tiempo que dejó de existir el papel como forma de registro: seguridad social, la información de los servicios de inteligencia, su propio proyecto está almacenado en un servidor y se alimenta de la información que a diario vuelcan personas y máquinas... La gente no es nadie sin los almacenes de datos existentes. —Grant me tomó de la mano con impaciencia—. Charlotte, cualquier infraestructura básica podría hundirse si cortocircuitan sus sistemas electrónicos: el suministro de agua, gas, petróleo, plantas de producción agroalimentaria. Todo, señorita Charlotte. Todo.
—Eso provocaría una hambruna terrible en el mundo —le dije mientras asía su mano con fuerza. De nuevo el miedo invadía mi cuerpo.
—Y no solamente hambruna. Renasci podría controlar la situación e imponer el statu quo a partir de ese momento. Ellos podrían decidir qué sistemas inutilizar y cuales no de una forma selectiva, como el león que ataca al más débil de la manada. ¿Se imagina un mundo sin sistemas de comunicación, electricidad o transportes? La humanidad quedaría herida de muerte. ¡Si el 50% de la población mundial vive concentrado en el 1% de la superficie del planeta! Un tercio de los más de 7.000 millones de seres humanos morirían en menos de un mes, pero antes acabarían con cualquier reserva de agua y alimento de las grandes ciudades. Antes de eso, morirían muchos por los saqueos, los robos y la violencia ejercida por ciudadanos normales en situación de pánico y necesidad. Casi el resto de los humanos moriría en cuestión de meses. El caos se apoderaría del mundo sin remisión. No habría forma de controlar la autodestrucción de la especie humana. Solamente algunos pueblos indígenas y pequeñas comunidades autosuficientes sobrevivirían sin notar las consecuencias. El hombre es un lobo para el hombre. Los países del tercer mundo serían los menos afectados pero...
—¡Basta! —le supliqué—. Veo las consecuencias, no necesito más. Yo no sabía nada de todo esto.
—Ahora estamos seguros de ello, pero le ruego que comprenda que...
—¿Qué quiere que comprenda? —le interrumpí y me solté de su mano con violencia—, ¿qué han estado violando todos mis derechos civiles?, ¿que me han controlado día y noche para averiguar algo que habría bastado que vinieran a preguntarme?, ¿que usted hace solamente su trabajo y que hay alguien por encima de usted que se lo ordena? No comprendo cómo la Policía Metropolitana de Londres puede saltarse de esa manera todas las leyes que protegen a los ciudadanos. No comprendo cómo no pensaron que si la única manera de acabar con todo eso era terminar con la investigación, no han detenido ya a todos los miembros de Renasci y sospechosos, no comprendo cómo... —mis propias palabras estaban contestando a mis preguntas. Yo había sido víctima de la necesidad.
—Charlotte, no podemos hacer eso. Si lo hiciéramos, se llevarían la investigación a cualquier otro sitio para continuarla. Pueden reclutar a cualquier científico, como hicieron con usted. Y entonces estaríamos perdidos, porque no nos daría tiempo a parar todo esto. Controlan una parte del poder mundial. Podrían comprar un país y blindarlo mañana mismo.
Estaba muy indignada, necesitaba desahogarme. Podía comprender los motivos, pero no era capaz de aceptar que mi vida había estado controlada. Mi privacidad, mi intimidad. Todo para averiguar si yo trabajaba para Renasci.
—¿Y por qué han permitido que yo siguiera trabajando en algo tan horrible durante tanto tiempo? —Mi incomprensión era total, pero mis preguntas no iban a quedar sin respuesta. Me lo había prometido aquel hombre, ¡y desde luego que estaba cumpliendo su palabra!
—No queríamos hacerlo. No queríamos involucrar a más gente ajena en todo esto. Nuestra intención era seguir controlándola, determinar si en algún momento realizaba algún acercamiento a Renasci...
—¿Y si lo hubiera hecho? —le interrumpí clavando mi mirada en aquellos ojos oscuros a los que el tiempo les había dado la dudosa oportunidad de haber visto muchas cosas.
—Entonces habríamos sido implacables con usted, Charlotte.
——————
Tal y como prometí ayer, aquí os dejo una perlita más de indignación.
—¿De verdad Marc tienes que hacer esto?-me dijo mi conciencia.
—No puedo evitarlo. Me gusta verlos en tensión. ¡Pero solamente con esta novela!-Mi excusa trataba de justificar mis acciones.
—¡Mentira! Siempre los mantienes en tensión, eres un malvado. —¿La implacable conciencia quería una rectificación?
—Lo siento, solamente escribo sobre emociones...—yo no pensaba dar mi brazo a torcer. Estaba decidido. No había llegado hasta aquí para poner un camino de rosas frente a los lectores.
—Calentamos motores... ¡Atentos al siguiente capítulo! porque ya os adelanto que Charlotte va a sufrir y mucho.
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