10. Secuestro
A las cinco menos cuarto ya estaba en la calle. Era un día soleado de temperatura agradable, sin embargo, a aquellas alturas del otoño seguía siendo imprescindible salir con chaqueta.
Quedamos en nuestra cafetería preferida de siempre, en pleno corazón del Soho. El lugar no desentonaba con el estilo de Letty, tan mona y a la última moda. Tampoco era incompatible con el estilismo de Martha, mucho más discreto e informal. Ella solía vestir con vaqueros, deportivas y camisetas de vivos colores y apenas se arreglaba un poco los días en los que salíamos por la noche a tomar una copa, costumbre más que arraigada entre las tres y que practicábamos casi todos los viernes, para no perder entrenamiento.
Aquel día vestía vaqueros, unos botines con poco tacón, una blusa muy sencilla y mi abrigo negro largo. No formábamos un trío en apariencia bien conjuntado, pero tampoco lo pretendíamos. Era imposible poder conjuntar a Letty con Martha, a la pija adinerada con la hippie, pero para ellas lo único que contaba era la amistad lo que cuenta, así que tampoco importaba demasiado.
Minnie's Cafe quedaba apenas a unos minutos de mi casa andando, así que me tomé mi tiempo en pasear hacia allá, mientras contemplaba a la gente ir y venir. Enfilé Shaftesbury Avenue en dirección a Piccadilly.
—Llego 10 minutos tarde —leí en la pantalla. Era un mensaje de Letty. Los sábados para ella eran días de mucho trabajo.
Al llegar a Minnie's me senté en una de las mesitas frente al gran escaparate desde el cual se dominaba la calle.
—¿Café? —preguntó el camarero, que ya me conocía de otras muchas veces.
—Sí, gracias —contesté mientras desbloqueaba el teléfono móvil y buscaba el teléfono de John.
Ahí estaba, recién guardado. Me hacía tanta ilusión. Abrí WhatsApp y busqué el contacto de John. Quería saber más de él. Deseaba volver a ver a ese hombre. Sentí una dulce tensión cuando vi que tenía algo puesto como fotografía de perfil.
—¿Un ojo? —me dije mientras abría la imagen. Me pareció muy original y la guardé. Había fotografiado su propio ojo y era todo lo que me dejaba ver de él. Sin duda era suyo. Marrón, profundo, silencioso. Aproveché para mirar el perfil y vi que tenía una frase puesta: "Alea iacta est", la suerte está echada. Original, me encantan las frases que te dejan con sabor de querer más y cómo no iba a querer más, y más mi boca, y más su sabor.
Me ruboricé cuando escribí su número de teléfono en Google. Esta era una práctica que solía dar buenos resultados, aunque no tanto con los teléfonos, pero sí que era una buena forma de saber cosas de alguien cuando buscabas su correo. Nunca se sabe quién puede estar detrás de un correo, ni su actividad en la red y no habría sido la primera persona que encuentro con una doble vida. Ningún resultado, era de esperar.
Me quedé pensando qué más podría cotillear acerca de la vida de ese hombre, pero pronto me quedé en blanco. No había datos y los datos, para una informática, lo son todo. Claro que tampoco habría sido de recibo pedirle su carnet de identidad.
No sabía apenas nada de él, pero me daba la sensación que nos conocíamos desde hacía mucho. Su aspecto un tanto desaliñado me pareció encantador. Siempre me sentí atraída por hombres que no se preocupan demasiado de su físico. Su forma calmada de hablarme me hizo sentir a tope. Su sonrisa, ojos, boca, manos. Un auténtico caballero dispuesto a jugarse la vida en un acto de justicia. Un canalla dispuesto a llevarme a la cama a las primeras de cambio. ¿Todo en él era perfecto?
—¡Despierta! —escuché decir a Martha.
—¡Hola cariño! —la saludé mientras me daba un beso.
—Zumo de naranja, por favor —dijo al camarero conforme éste se acercaba—. Tú fiel al café, como debe de ser. Además, esta noche no habrás dormido mucho, ¿me equivoco? ¡Estás radiante Charlotte!
—Me muero tía. ¡No me lo puedo creer!
—Oye, ¡a ti te ha dado muy fuerte! Demasiado tiempo sin sexo derrite el cerebro de cualquiera. Te dije que te compraras un...
—¡Calla! —la interrumpí. Cuando Martha se ponía, era capaz de soltar cualquier fresca y quedarse tan tranquila—. Que no, que no me ha dado fuerte. Solo que lo he pasado muy bien. Es un hombre encantador.
—Bueno, ¿pero me lo piensas contar? —me guiñó el ojo con picardía.
—Sin detalles escabrosos, que tú luego los aprovechas en tus noches de soledad —cuando me juntaba con Martha se me soltaba la lengua con facilidad y el sexo no era un tema tabú para nosotras, pese a que yo no era buen un ejemplo de sexualidad plena.
—¿Para qué me llamas entonces? —comenzó a reír. Yo me uní a sus risas.
—Todavía necesito aire, ¡vaya noche! Pues resulta que cuando os dejé, me fui hacia el coche y me lo encontré con el coche averiado y de grasa hasta las orejas, y sin ni idea de qué hacer.
—Claro y tú sacaste tu lado heroína para salvarle la vida... y de paso la noche —la pelirroja Martha estaba guapísima y su sonrisa, tan encantadora, era siempre contagiosa y fuente de alegría.
—¡Que no! Por supuesto que le ayudé con el coche y después...
—¡Te lo llevaste a la cama! —me interrumpió comenzando a reír de nuevo.
—¡No idiota! Me puse a llorar como una magdalena. ¡Vaya vergüenza! Pero él me había abrazado y yo, no sé, solo ocurrió.
—Normal cielo, después de lo de anoche yo no he pegado ojo. Mira, todavía me tiemblan las manos —dijo mientras me enseñaba una mano y la hacía temblar con teatralidad. Si en el mundo había alguien sin preocupaciones, esa era Martha. Seguro que ella también había sentido mucho miedo, pero una vez pasado el momento, "la vida continúa", era su frase. Volvimos a reír juntas. Martha era liberadora.
Al cabo de una hora de chismorreos, miré el reloj. Letty ya se había liado con el trabajo. No era la primera vez que ocurría.
—Letty me mandó un "was". Decía que tardaba diez minutos, va una hora. No se lo vamos a tener en cuenta, ¿verdad? —la disculpé.
—¡Ella se lo pierde! —sentenció mi amiga.
Estuvimos en la cafetería durante otra hora más y tras dos cafés míos y un zumo de naranja, un bollito de crema y otro de chocolate de Martha, nos despedimos hasta otro momento, no sin la promesa de vernos muy pronto. Ella había quedado con algún amigo que andaba frecuentando.
Salí de la cafetería y comencé a pasear. Tal vez me acercara a echarle un vistazo a la cartelera de los cines que hay al lado de Leicester Square Theatre. La calle estaba muy transitada pese a que ya había anochecido. Escuché el pitido de un mensaje en mi teléfono y lo saqué del bolso. Al desbloquearlo sonreí. Era Letty.
—Letty no va a llegar —rezaba el mensaje. Era extraño que estuviera escrito en tercera persona.
A continuación llegó otro mensaje, era una fotografía y mi mundo se derrumbó por completo. La fotografía mostraba a mi amiga sentada, con las manos sujetas por bridas a una silla. Estaba sin zapatos, la blusa blanca colgaba arrugada por fuera de su falda beige corta. Ésta estaba manchada y desgarrada. Pero lo peor fue ver su cara de pánico descompuesta, casi no parecía ella. El maquillaje que tan atractiva la hacía era un borrón en su cara. Tenía algo dentro de la boca amordazada de modo que le obligaba a mantenerla abierta. Era una escena grotesca.
Por unos segundos permanecí paralizada observando aquella imagen desoladora. Después sonó el teléfono y apareció el nombre de Letty Evans en la pantalla. Pensé en gritar, pedir auxilio, salir corriendo hacia cualquier sitio... pero no pude hacer nada de eso y descolgué.
—¿Letty? —pregunté con la voz quebrada en un susurro al aparato.
—Escúcheme bien Charlotte. Haga exactamente lo que le diga y su amiga vivirá.
¡Hola! Me encanta haberos dado un pequeño spoiler en el capítulo anterior, pero ¿sabéis qué? Me gusta mucho más dejaros con la intriga. ¿Tenéis ganas de seguir leyendo?
¡Eh tú!... ¡sí, tú! Venga, no te escondas. ¿No pensarás pasar de capítulo sin votar? A quien no vote no le dejo leer el siguiente capítulo, ¡hala!. Venga, que un autor vive de sus lectores y yo, a cambio de mi trabajo, solamente pido saber que os ha gustado y un poquito de feedback con vosotros para comentar cualquier cosa que se os ocurra (no vale insultar).
Al final se me ha colado y se ha ido corriendo al siguiente capítulo sin votar. Lo mismo ha encontrado una oferta de bacon 2x1... No pasa nada... ¡estás en mi lista negra!
Para el resto, ¡una ronda de cerveza fantasma!
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