Capítulo 6: "Una Brújula, una Esclava y una Decisión"

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El calor abrasador del mediodía se hacía notar mientras Kael se dirigía al patio de la base de la Marina. Frente a él estaba Roronoa Zoro, crucificado bajo el sol. Incluso en esa situación, el espadachín mantenía una mirada desafiante, como si no le importara su condición. Kael, curioso, se acercó y comenzó a hablarle.

Kael: "Así que tú eres el famoso cazador de piratas, Roronoa Zoro. Tienes reputación, pero no esperaba encontrarte atado como un prisionero común."

Zoro no respondió de inmediato. Sus ojos lo escudriñaron, como si intentara medir su carácter.

Zoro: "¿Y tú quién eres? ¿Otro perro de la Marina o simplemente un idiota curioso?"

Kael soltó una carcajada.

Kael: "Ni lo uno ni lo otro. Solo soy un viajero con un poco de curiosidad. Escuché tu historia, y parece que no tienes miedo de enfrentarte a imbéciles como Helmeppo."

Zoro bufó, pero no pudo ocultar una leve sonrisa.

Zoro: "Ese tipo es un maldito payaso. Me prometió que liberaría a una niña si me entregaba, pero por lo que veo, los mentirosos abundan en la Marina."

Kael lo miró con algo de respeto. Sabía que Zoro era alguien digno, alguien con principios. A pesar de eso, la conversación no fue mucho más allá. No había forma de liberar a Zoro sin provocar un alboroto, y Kael no estaba listo para enfrentarse a toda la base todavía.

Kael: "Bueno, Roronoa, te deseo suerte. Espero que encuentres la forma de salir de esta. Quizás nos crucemos en el futuro."

Zoro no respondió, pero sus ojos mostraban gratitud, aunque solo un poco. Kael se dio la vuelta y salió del lugar, dejando atrás al espadachín.

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Recorriendo el mercado

El bullicio del mercado era casi ensordecedor, con comerciantes gritando ofertas y compradores regateando precios. Kael caminaba entre los puestos, observando con cuidado todo lo que se ofrecía. Frutas exóticas, especias raras, armas de baja calidad y ropa local eran parte del panorama.

Mientras recorría los puestos, se detuvo en uno que vendía provisiones. Sabía que su inventario ya estaba bien surtido, pero nunca estaba de más añadir algo extra. Compró frutas frescas, carne seca y algunas especias para variar un poco su dieta.

Kael (pensando): "No puedo vivir de pan y carne seca para siempre. Una buena comida caliente será necesaria tarde o temprano."

Tras pagar, escuchó a un grupo de personas murmurando cerca de una taberna. Se acercó, curioso, y notó que hablaban sobre Zoro y su confrontación con Helmeppo.

Hombre del mercado: "Ese cazador de piratas, Roronoa Zoro, lo crucificaron en la base de la Marina. Dicen que se enfrentó al hijo del capitán Morgan y ahora está pagando el precio."

Mujer del mercado: "Sí, pero Helmeppo es un inútil. Nadie lo respeta, y todo el mundo sabe que usa la autoridad de su padre para salirse con la suya. ¡Pobre niña, si no hubiera sido por Zoro, quién sabe qué le habría pasado!"

Kael escuchó con atención, pero no intervino. Ya había hablado con Zoro antes, y sabía que el espadachín tenía su propio código de honor. A pesar de eso, sentía cierta simpatía por él. Sin embargo, había algo más importante en su mente: la brújula.

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Kael pasó las siguientes horas preguntando discretamente a los locales sobre el mercado negro. La mayoría de las personas fingían no saber nada o simplemente lo ignoraban, pero finalmente un hombre mayor le dio una pista.

Hombre mayor: "Si buscas algo... poco legal, te recomiendo que esperes hasta que caiga la noche. Ve al callejón detrás de la taberna grande, allí encontrarás lo que buscas."

Kael agradeció la información y decidió aprovechar el tiempo explorando la ciudad un poco más. Paseó por las calles, compró algunas cosas menores y se permitió relajarse. Pero en su mente seguía resonando la idea de conseguir la brújula. Sin ella, navegar por el Grand Line sería un suicidio.

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Cuando el sol comenzó a ocultarse, Kael regresó al lugar indicado. La ciudad, que durante el día parecía un lugar común y bullicioso, había cambiado drásticamente. Las calles ahora estaban llenas de sombras, y figuras encapuchadas se movían de un lado a otro, intercambiando susurros y mercancías.

El mercado negro estaba en plena actividad. Había puestos que vendían todo tipo de cosas: armas de alta calidad, frutas extrañas que parecían sospechosamente similares a las Frutas del Diablo, y hasta mapas que prometían rutas secretas. Pero lo que Kael buscaba era algo específico.

Tras un rato caminando, encontró un comerciante que tenía exactamente lo que necesitaba.

Kael: "¿Tienes brújulas de Grand Line?"

Comerciante: "Claro que sí. Pero no son baratas. Estas cosas son esenciales para navegar por esas aguas, ¿sabes? Dame 1 millón de berries y es tuya."

Kael levantó una ceja. Sabía que el comerciante estaba inflando el precio.

Kael: "¿1 millón? ¿Estás loco? Ni siquiera las frutas de aquí valen tanto. Te ofrezco 400,000, y eso siendo generoso."

El comerciante se rió, pero Kael no estaba dispuesto a ceder. Después de una intensa sesión de regateo, logró bajar el precio a 600,000 berries. No contento con solo una, decidió comprar dos. Una para usar y otra como repuesto.

Kael (pensando): "Nunca se sabe cuándo podrías perder una. Mejor estar preparado."

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Mientras Kael terminaba su compra, notó que había una gran multitud reunida en otra parte del mercado. Al acercarse, se dio cuenta de que era una subasta de esclavos. Mujeres, hombres e incluso niños eran subidos al escenario, vendidos al mejor postor. La escena lo llenó de repulsión, pero no podía apartar la mirada.

Entonces, la vio. Una mujer de cabello dorado y ojos llenos de desesperación fue empujada al escenario. Su belleza era innegable, pero lo que realmente llamó la atención de Kael fue la tristeza en su mirada. Era Stella,

La subasta comenzó, y las pujas no tardaron en elevarse. Kael, incapaz de quedarse al margen, decidió intervenir.

Kael (pensando): "No puedo dejar que alguien como ella termine con estos miserables. Si pierdo berries, que así sea."

La puja fue feroz. Varios hombres estaban dispuestos a pagar cantidades exorbitantes por Stella, pero Kael no se rindió. Cada vez que alguien aumentaba la oferta, él la superaba. Finalmente, cuando el precio alcanzó una cantidad que le dolía admitir, ganó.

Subastador: "¡Vendida al caballero de traje! Por favor, pase al frente para recoger a su compra."

Kael subió al escenario, ignorando las miradas de envidia y resentimiento de los otros postores. Stella lo miró con ojos llenos de confusión y miedo mientras era entregada a él.

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Kael llevó a Stella a una posada cercana. Ella caminaba en silencio, claramente aterrorizada por lo que podría suceder. Una vez en la habitación, Kael la invitó a sentarse en la cama.

Kael: "Tranquila. No voy a hacerte daño. De hecho, tengo algo para ti."

Sacó una herramienta de su inventario y comenzó a trabajar en el collar de esclava que llevaba puesto. Con un chasquido, el dispositivo cayó al suelo.

Kael: "Ya no eres una esclava. Eres libre."

Stella lo miró, incrédula. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos mientras se cubría la boca con las manos.

Stella: "¿Por qué harías esto? No me conoces… podrías haberme dejado allí…"

Kael: "Porque puedo. Porque nadie merece ser tratado como una mercancía. Ahora, come algo. Necesitas recuperar fuerzas."

Pidió comida para ambos y se presentó mientras comían.

Kael: "Mi nombre es Kael. Estoy en un viaje, explorando los mares. Puedes quedarte conmigo si lo deseas. Mañana zarparé, y si quieres venir, eres bienvenida."

Stella asintió lentamente, aún procesando todo lo que había pasado. Kael, por su parte, sabía que este era solo el comienzo. Su viaje por los mares apenas comenzaba, y con cada paso, encontraba nuevas razones para seguir adelante.

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