Capítulo 15: Preparativos y Reencuentros Explosivos
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La luz del amanecer se filtraba entre las rendijas de la ventana del camarote, iluminando los cuerpos entrelazados de Stella y yo. Era difícil levantarse después de otra noche apasionada, pero algo en mi interior me decía que ya estábamos cerca de nuestro destino. Después de besar suavemente la frente de Stella, me levanté con cuidado, ajustándome el cinturón donde llevaba mi pistola y cuchillo.
Subí a cubierta para revisar nuestra posición y, para mi horror, la isla estaba peligrosamente cerca.
—¡Maldición! —exclamé, al darme cuenta de que me había olvidado de bajar el ancla la noche anterior.
Corrí para corregir mi error. Logré evitar un desastre, pero el ruido del barco al detenerse me hizo mirar con nerviosismo hacia la costa. Aunque parecía desierta, no podía confiarme. Arlong y sus hombres-pez podían estar al acecho.
Después de asegurar el barco, regresé al camarote y desperté a Stella.
—Stella, hemos llegado. Ponte algo cómodo, pero lleva las armas. No sabemos qué nos espera ahí afuera.
Ella asintió, todavía algo adormilada, pero obedeció rápidamente. Le di una pistola pequeña, mientras yo tomaba mi rifle y mi espada. No planeaba separarme de ella, pero prefería estar preparado para cualquier eventualidad.
Cuando desembarcamos, el ambiente en la isla era lúgubre. Las casas estaban destruidas, algunas con grandes marcas de garras en las paredes. El silencio era opresivo, roto solo por el viento que arrastraba el olor de la sal y la humedad.
Mientras avanzábamos, un sonido de pasos apresurados nos puso en alerta. Levanté el rifle, listo para disparar, pero lo que apareció no fue un enemigo, sino una joven de cabello azulada con expresión preocupada.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó con un tono de sospecha.
Bajé el rifle lentamente, tratando de no asustarla.
—Solo somos viajeros.
La joven, que se presentó como Nojiko, nos hizo un gesto para que la siguiéramos.
—No es seguro estar aquí afuera. Si los hombres-pez los ven, no dudarán en atacarlos.
Nos llevó a su casa, una pequeña cabaña al borde del pueblo. Allí nos ofreció agua mientras nos observaba con cautela.
—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó finalmente.
Sabía que no podía contarle todo, pero necesitaba su confianza.
—Estoy aquí para enfrentar a Arlong —dije directamente.
Sus ojos se agrandaron de incredulidad.
—¿Qué dijiste? ¿Enfrentar a Arlong?
—Sí.
—¿Por qué?
Hice una pausa antes de responder.
—Porque odio a los hombres-pez —dije, usando la primera excusa que se me ocurrió.
Nojiko negó con la cabeza, claramente frustrada.
—Eso es un suicidio. Arlong no es cualquier pirata. Tiene fuerza sobrehumana, y su tripulación es igual de peligrosa. ¿Y tú crees que podrás enfrentarlo solo?
—No tengo intención de involucrar a nadie más. Stella no peleará, y no espero que nadie lo haga por mí.
—Estás loco —respondió, pasándose una mano por el cabello—. Un hombre no puede contra ellos.
Antes de que pudiera replicar, un ruido proveniente del exterior llamó nuestra atención. Salimos corriendo y nos encontramos con algo completamente inesperado: un barco pequeño atracando cerca del nuestro.
De ese barco bajó un grupo que reconocí al instante. Luffy, con su sombrero de paja, lideraba la marcha, seguido por Zoro, Nami, Sanji y Usopp.
Mi sangre hirvió al verlo. Mientras los demás se aproximaban con calma, yo dejé mi rifle apoyado contra una pared y caminé directamente hacia Luffy.
—¡Kael! —exclamó él, con su típica sonrisa despreocupada.
No dije una palabra. Cuando estuve lo suficientemente cerca, levanté el puño y le di un golpe directo en la cara, enviándolo al suelo.
—¡¿Qué demonios te pasa?! —grité, mientras él se incorporaba, frotándose la mejilla.
Luffy me miró, todavía sonriendo, aunque un poco confundido.
—¿Qué hice?
—¿Qué hiciste? —repetí, incrédulo—. ¡Te fuiste sin despedirte! ¡Ni una sola palabra, ni una nota! ¿Sabes cuánto tiempo estuve buscándote, pensando que algo te había pasado?
Luffy se rascó la nuca, claramente avergonzado.
—Es que… me emocioné con la aventura y… se me olvidó.
—¡¿Se te olvidó?! —grité, frustrado, aunque la rabia empezaba a disiparse.
Zoro bufó, cruzándose de brazos.
—¿En serio esperabas que él hiciera algo responsable?
Sanji encendió un cigarrillo y murmuró:
—No te lo tomes tan personal, Kael. Así es Luffy.
—¡Eso no lo hace menos molesto! —repliqué, aunque no pude evitar relajarme un poco.
Luffy se levantó por completo, todavía frotándose la mejilla.
—Lo siento, Kael. No fue mi intención.
Suspiré, pasándome una mano por el cabello.
—Está bien… pero si vuelves a hacer algo así, te juro que el próximo golpe será más fuerte.
Él rió, como si todo estuviera olvidado, y me dio una palmada en el hombro.
—¡Entonces estamos bien!
Después de calmar las cosas, les expliqué por qué estaba en la isla y mi intención de enfrentar a Arlong. Luffy, por supuesto, estaba completamente de acuerdo en ayudar, y el resto de su tripulación no se quedó atrás.
—Si quieres pelear contra Arlong, cuenta conmigo —dijo Zoro con una sonrisa desafiante.
—¡Y conmigo! —agregó Usopp, aunque su tono no era tan convincente.
Sanji, mirando de reojo a Stella, comentó:
—No podemos permitir que un grupo de matones como ellos sigan con esto.
Pasamos el resto de la tarde planificando. Nojiko nos proporcionó información clave sobre la fortaleza de Arlong, incluyendo las posiciones de sus guardias y los puntos débiles de su defensa. Decidimos que atacaríamos al amanecer, aprovechando la oscuridad para infiltrarnos.
Esa noche, mientras Stella dormía, me quedé despierto junto a Luffy y Zoro, repasando los últimos detalles del plan.
—¿Seguro que estás listo para esto? —preguntó Zoro, mientras afilaba sus espadas.
—Más que nunca —respondí.
Sabía que lo que nos esperaba no sería fácil, pero estaba decidido a enfrentarlo, no solo por la gente de esta isla, sino también por mí mismo.
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