12. Alicia - "Un reencuentro y un adiós" (Segunda parte)

Maurice se ha llevado a Aaron a su departamento. Ambos coincidimos en que sería mejor que Abraham no se enterara de lo sucedido. Si supiera que su falso hijo estuvo a punto de matar a uno de sus futuros compañeros de gobierno, lo encerraría de inmediato por miedo a que todo el Nuevo Arkos se enterara.

No obstante, tarde o temprano tendremos que hacer algo al respecto. Espero que Maurice logre convencer a Aaron de que no estuvo bien reaccionar de esa forma, pero ¿qué tal si no entiende de razones? ¿Qué tal si su reacción no fue voluntaria? ¿Y si ha perdido la cabeza? No sería de extrañar. Según lo que hemos averiguado Thomas y yo, las peligrosas intervenciones que efectúan en el hospital secreto tienen secuelas imborrables. Puede que algún día exista una posibilidad de que Aaron recupere sus recuerdos, pero nunca será el mismo de antes.

Thomas y yo hemos ideado mil formas de acabar con dicho hospital y salvar a los internos, pero no podemos hacer nada sin el apoyo de un buen número de personas. Estamos completamente solos en esto. Los miembros del gobierno no estarían de acuerdo en acabar con los malévolos planes de construir aquel ejército con el cual Abraham Scott planea apoderarse del mundo y, sin un grupo de rebeldes de nuestro lado con las influencias suficientes como para hacer un gran rescate, somos más que inservibles. Ni siquiera contamos con un lugar en el que acoger a un centenar de internos cuyas mentes están siendo atrofiadas hasta convertirlos en guerreros despiadados. Al menos tenemos el factor del tiempo a nuestro favor, pero no por mucho.

Le he pedido a Thomas que me diera el resto del día libre para pasarlo a solas. Necesito un descanso de la gobernación, de Aaron, de mis preocupaciones e incluso del mismo Thomas, quien cada día me recuerda que Max ya no está a mi lado y que posiblemente nunca volverá a estarlo. El miedo a haberlo perdido sigue siendo tan intenso como hace un año. No dejo de aferrarme a la esperanza de que pueda estar con vida del otro lado de los límites, pero Thomas siempre me hace dudar.

Abandono la Cúpula y camino por las desoladoras calles de Libertad. Todo sigue intacto aquí —gracias al incansable esfuerzo de los protectores por mantener el orden y la "paz" en el Nuevo Arkos—, tan intacto que a veces olvido que más allá de los límites de la ciudad todo ha sido destruido. La mitad del país se ha reducido a escombros, pero aquí la gente finge que no ha pasado nada. Es eso o sucumbir ante la ira de los protectores y pasar lo que les resta de vida en prisión.

La última manifestación pública de la que tengo recuerdo ocurrió hace siete meses. Bastó con asesinar a los primeros grupos protestantes para que los demás habitantes de Libertad y los de otras ciudades intactas se abstuvieran de demostrar su descontento ante la destrucción. Al caminar por las calles concurridas del centro de la ciudad, siento que estoy en medio de un pueblo de androides. Nadie sonríe, nadie habla, nadie se atreve a levantar la mirada. Ni siquiera soy vista al pasar. Todos temen que cualquier emoción expresada sea considerada como una manifestación de inconformidad.

La nueva campaña del gobierno intenta convencernos de que somos afortunados de estar del lado intacto. Lo más triste de todo es que hay mucha gente que así lo cree; los mismos que han venerado a los gobernadores desde siempre. Para la mayor parte del Nuevo Arkos, la destrucción de más de la mitad de nuestro país —específicamente las zonas más pobres— fue la mejor respuesta para el fin de las revoluciones, y el que ya no existan grupos rebeldes que se manifiesten públicamente parece dejarlo claro. Los gobernadores creen que han ganado la batalla y, aunque me duela aceptarlo, puede que así sea.

La mayor amenaza en la actualidad no es una nueva destrucción masiva, sino que, hace aproximadamente un mes, el gobierno inició una nueva campaña en la que promete trasladar a los ciudadanos del Nuevo Arkos a Newtopia y dejar para siempre esta nación.

Aquello probó que los planes de destruir el país iban más allá de una demostración de poder: el gobierno arkano y el newtópico quieren aliarse para siempre y dejar atrás el fracaso de la nación antártica. Debieron darse cuenta antes de que mantener a la gente encerrada e incomunicada con el exterior sería una mala idea. Por desgracia, los gobernadores supieron cómo jugar sus cartas revelando por ellos mismos la verdad de los continentes que anteriormente creíamos inhabitables. Todo fue informado poco después de la destrucción a través del canal oficial de Arkos y todos los medios de comunicación que permanecieron a salvo tras la catástrofe. En los videos exhibidos por el gobierno, se dice que la verdad sobre el exterior fue mantenida en secreto para protegernos de los peligros de los continentes sobrevivientes, remarcando como único país seguro a Newtopia e invitando a los habitantes del Nuevo Arkos a anotarse en la lista de ciudadanos que serán trasladados a la nación más poderosa del nuevo mundo. No decidieron obligar a los civiles a mudarse de país, esto porque quieren dar la oportunidad de elegir para dar la impresión de que esta vez serán justos y respetarán las decisiones de la gente. Por supuesto, saben que la mayoría querrá irse de Arkos, porque más temprano que tarde llegará a su fin.

Lo único positivo de toda la mierda que ha sucedido es que las reproducciones obligatorias son historia. Ya no es necesario engañar a la gente con toda esa cháchara de que debemos repoblar el mundo. Sí, hay un número reducido de humanos en la Tierra en comparación con los siglos pasados, pero no tan reducido como para obligar a la gente a procrear. La revelación de que existen más humanos fuera del país generó mucho asombro entre los habitantes del lado intacto, pero seguro provocó más ira que sorpresa, solo que nadie es capaz de expresar su enfado sin sufrir graves consecuencias. Todos en el Nuevo Arkos actúan como autómatas que fingen carecer de descontento por miedo a ser castigados.

Tristemente, a pesar de que las reproducciones ya no son obligatorias, la homosexualidad sigue siendo considerada como una enfermedad prohibida en la nación. La Cúpula perdería toda credibilidad si de la noche a la mañana dejasen de considerarla como tal, porque se han advertido sobre los supuestos peligros de la homosexualidad desde los inicios de Arkos, tal como en Newtopia.

Estoy cansada de soportar tantas injusticias. Me gusta soñar con que Max y los demás siguen con vida y que están forjando un nuevo movimiento rebelde entre las ruinas para buscar el modo de abrir la brecha que nos separa. Me rehúso a creer que solo delincuencia existe más allá de los límites de la nación "segura". Sé que la mayor parte de los sobrevivientes a la destrucción vinieron a las zonas intactas en busca de un nuevo hogar, pero también sé que no solo los criminales perseguidos por la ley decidieron quedarse del otro lado. Tengo fe en que aún existen rebeldes entre las cenizas, "enfermos prohibidos" y muchas otras personas dispuestas a luchar por su libertad. Tristemente, no tengo cómo contactarme con ellos.

He intentado localizar rebeldes dentro del nuevo Arkos dejando notas escondidas en puntos secretos de la ciudad; lugares estratégicos que los rebeldes de Amanecer utilizaban para dejar mensajes escritos que no pudieran ser interferidos por el gobierno. A fin de cuentas, las notas escritas a mano son mucho más seguras que los mensajes en línea. Cada semana desde la destrucción y el fin de los movimientos rebeldes he buscado notas en dichos sitios estratégicos, pero nunca he encontrado nada, y las mías no reciben respuesta. He intentado establecer comunicación con Eternidad, pero ha sido inútil. Ya no soy bienvenida entre ellos y, por lo que me ha dicho Michael, no tienen intenciones de seguir luchando.

Michael es el único miembro de Eternidad con quien mantengo contacto. No sé si llamarlo contacto como tal, porque solo nos hemos reunido un par de veces desde la destrucción. Eternidad solo le permite salir durante las escasas noches en las que algunos de sus miembros roban provisiones en los supermercados y otros establecimientos del país. Entiendo su extrema precaución, porque la base secreta de Libertad es todo lo que les queda en Arkos, y tarde o temprano será descubierta. Me estremece pensarlo porque, de descubrirse su ubicación, tanto Michael como Susan, su hijo y la familia de Max serán asesinados.

Ni siquiera miro más de unos segundos hacia la fábrica textil situada sobre la base secreta de Eternidad cuando paso fuera de ella. Me gusta volver caminando a casa y pasar junto a la fábrica solo para asegurarme de que sigue en pie y que nada ha pasado con quienes son resguardados bajo tierra. Estoy consciente de que Max podría estar muerto, pero al menos me hace sentir bien que parte de su familia no lo esté. Él daría su vida con tal de salvar a los que ama.

Todo en la fábrica parece estar en orden. Esta sigue funcionando sin problemas, tal como el resto del Nuevo Arkos. Es indignante que casi toda Libertad siga funcionando con normalidad cuando más allá hay gente que muere de hambre o que fallece en manos de criminales. Desearía hacer algo al respecto, pero es difícil estando sola.

Me alegra al menos decir que no me he quedado de brazos cruzados. Cada día aprendo un poco más del funcionamiento de la Cúpula, y ya he ganado algo de confianza entre los futuros gobernadores. Sé que la mayoría se me acerca solamente porque quieren aprovecharse de mí, pero yo también quiero sacar provecho de ellos, así que les permito coquetearme. Mientras no crucen la línea y me digan exactamente lo que quiero saber, no hay problema.

A Thomas no le gusta nada mi cercanía hacia sus adeptos, pero él ya no es tan útil como antes. Desde que intentó advertir al país sobre la destrucción, su padre lo ha tenido entre ceja y ceja. Ni siquiera lo deja andar por ahí si no es con un guardaespaldas entre las sombras. Incluso en nuestros pocos momentos íntimos hemos tenido protectores o guardias en los pasillos.

Tras una extensa caminata, llego finalmente a mi bloque de departamentos, situado no muy lejos de la carretera que conduce a Athenia. Elegí vivir aquí porque no queda tan lejos del hogar de mis padres en caso de emergencias, pero tampoco queda tan cerca como para levantar sospechas. Nadie ha indagado en mi vida como Doménica recientemente, sin embargo, no está de más ser precavida. Gente como Abraham Scott es capaz de descubrirlo todo, y es por eso que no visito a mi familia. Ellos ni siquiera saben sobre mi nuevo aspecto e identidad.

La última vez que los vi fue en un centro comercial de la ciudad durante uno de mis días libres. Verlos a la distancia es el único modo que tengo de saber que están bien. De ser descubierta visitando a la familia de una rebelde supuestamente muerta, no tendría cómo explicar mi relación con ellos ni el motivo de mi visita. Fingir que Doménica era una amiga de infancia de Alicia Robles sería tan peligroso como revelar mi identidad, por lo que es mejor no acercarme a la casa en la que crecí.

Debido a la extrema precaución que he tomado, no he tenido oportunidad de conversar con mi madre sobre mi verdadero padre. Papá y mamá siguen sin saber que tengo conocimiento de la existencia de Ariel, y no quiero pensar en cuánto cambiarán las cosas cuando se enteren de lo que sé.

Fue muy difícil no correr hacia mis familiares y decirles la verdad sobre mi nuevo aspecto cuando los vi en el centro comercial. Estuve a punto de mandar todo a la mierda y gritarles que estoy viva, abrazarlos por última vez y luego dejar que los protectores viniesen por mí. Lo habría hecho si supiera que tras ello tendría una muerte rápida e indolora, pero eso es algo a lo que no podré optar en caso de ser descubierta. Abraham Scott sería incapaz de acabar conmigo sin antes torturarme al extremo de que le ruegue por piedad.

Ingreso en el edificio y tomo el elevador hacia el quinto piso. A pesar de que mis vecinos son personas muy discretas, mantengo las distancias con ellos y no hablo más de lo necesario. Suficiente tengo con que mi vida sea cuestionada en la Cúpula como para lidiar con vecinos chismosos.

Apenas abro la puerta de mi departamento, noto que hay una hoja de papel en el suelo junto a la entrada. Compruebo el pasillo en ambos lados para ver si hay alguien cerca, pero no veo a nadie. Mi latido se acelera instantáneamente ante la posibilidad de que la carta tenga alguna conexión con Max. ¿Y si encontró el modo de traspasar las barreras e ingresar en el Nuevo Arkos? ¿Y si está vivo y por fin podré besarlo, abrazarlo y decirle cuánto lo extrañé?

Me agacho junto a la carta. Me tiembla la mano al tomar el papel. Lo desdoblo, no sin antes mirar hacia todas direcciones incluso en mi propio departamento. Esto podría ser una trampa o quizás algo peor.

Una vez que abro el papel, me atrevo a leer lo que dice:

"COLINA DE LOS ABETOS. MEDIANOCHE".

Mis ojos se llenan de lágrimas. Definitivamente se trata de Max, quien sabe de la existencia de aquel lugar seguro para nosotros. No sé si llorar de felicidad o de miedo. Que Max esté en Libertad significa que finalmente hay un modo seguro de entrar y salir del Nuevo Arkos, pero también que tendré otro problema con el cual lidiar. Si él logró sobrevivir entre ruinas, yo también podré, así que tendríamos que escapar. Dejaría atrás a mi familia, pero ¿cuál sería la diferencia? No puedo acercarme a ellos. Los protegeré aún más estando lejos.

Lo que me aterra es alejarme de Thomas. Él no podría soportarlo. Hasta hace poco seguía manteniendo aquellos pensamientos suicidas que lo acomplejaban durante nuestros primeros meses de amistad. Si ha sabido salir adelante, ha sido gracias a todo el apoyo que le he brindado. Sin mí se desmoronaría fácilmente, pero ya no puedo seguir posponiendo mi felicidad a costa de la de otros.

Si existe la posibilidad de huir e iniciar una nueva vida con Max, a pesar de que sea entre ruinas, la tomaré.


* * *


Las horas pasaron con tal lentitud que no sé cómo hice para no sufrir una crisis de ansiedad. No he comido en horas, pero tampoco tengo hambre. La noche ha caído sobre Arkos y, aunque aún faltan al menos quince minutos para la medianoche, ya me encuentro oculta entre la oscuridad de los abetos en lo alto de la colina. Llevo más de una hora en medio de las sombras esperando que aparezca alguna forma humana, en especial la de Max.

Me es inevitable revivir todos los recuerdos que construí en este nostálgico lugar. Mis ojos se llenan de lágrimas al reproducir en mi mente los momentos vividos junto al viejo Aaron, quien ahora solo existe en mi memoria. No había asimilado hasta hoy que prácticamente murió. ¿De qué sirve que siga vivo en cuerpo cuando su alma ha muerto? ¿Cuál es el punto de saber que está a salvo cuando no recuerda todo lo que pasamos juntos ni quién era en realidad?

Ya no es el Aaron que conocí y que tanto quise. Lo han convertido en un completo extraño, uno que nunca reemplazará a quien fue mi mejor amigo. Me consolaba al menos tenerlo cerca y saber que sigue respirando, pero ya no se sentirá correcto acercarme a él, no con aquella enfermiza fijación que tiene por mí. Aunque duela, al parecer, lo perdí para siempre.

Pienso en lo mucho que ha de estar sufriendo David si es que aún sigue con vida. No es fácil vivir sabiendo que has perdido a alguien que ni siquiera ha muerto, que no se ha marchado y que tampoco te olvidó porque tú lo provocaste. Aaron fue arrancado de nuestras vidas sin necesidad de llevarlo lejos o de asesinarlo, lo que se siente peor que vivir un luto. De morir, al menos buscaríamos la forma de seguir adelante sin él, conscientes de que nunca volveremos a verlo. En cambio, tenerlo con vida, pero sin ser el mismo de antes, es como una tortura. Sabemos que está ahí, pero al mismo tiempo sabemos que no lo está.

Por mucho que me duela aceptarlo, es un alivio que su verdadera familia no pueda presenciar lo que le hicieron. No quiero ni pensar en cómo se sentirían sus padres al verlo por televisión como un futuro gobernador, menos en lo difícil que sería responder las miles y miles de preguntas curiosas de Jacob al ver a su hermano y no poder acercarse a él.

Me odio a mí misma por encontrarle un lado positivo a la muerte y la infelicidad. Detesto vivir rescatando el lado bonito de las desgracias y pasarme los días recordándome que al menos tengo techo, salud y comida para que mi vida parezca menos miserable.

Ni siquiera puedo decir que vivo mi propia vida, porque ya no soy Alicia Robles. Si lo pienso bien, me encuentro en la misma situación que Aaron, con la diferencia de que yo he elegido esto. Yo decidí vivir una falsa vida que ya no tiene sentido. La Cúpula acabará destruyéndose a sí misma mucho antes de que los movimientos rebeldes logren derribarla.

Mis predicamentos se ven interrumpidos cuando la primera forma humana aparece a la vista a unos cuantos árboles de distancia. Se mueve con tan sigilo que parece fundirse con las sombras, pero es perceptible de todas maneras gracias a la escasa luz de luna que ilumina ciertos tramos del bosque.

Levanto el arma que decidí traer en caso de lo peor. Mantengo la corazonada de que pueda ser Max quien ha llegado, pero nunca se sabe. Avanzo lentamente hacia la persona, no sin antes cerciorarme de que esté sola. En efecto, lo está.

Me acerco lo suficiente como para ver su cara...

Y recibo un golpe de desilusión cuando veo que quien acudió no se trata de Max.

No es alguien que conozca. Viste de negro, tiene el cabello oscuro, la piel muy pálida y unos ojos que parecen azules, o tal vez la luz de luna los hace lucir así. Lleva un arma en un costado que por alguna razón no mantiene en alto, pero eso no quiere decir que no esté aquí para hacerme daño.

Aunque, si quisiera herirme, ¿no habría sido mucho más fácil hacerlo en mi departamento a la mitad de la noche cuando más vulnerable esté? ¿Por qué citarme a un lugar que solo mis amigos y cercanos conocen?

Decido arriesgarme y salir de mi escondite.

—Un movimiento en falso y estás muerto —amenazo con el arma apuntada hacia su cara.

Esperaba una reacción de pánico de su parte. Al contrario, el rostro del extraño se ilumina.

—¿Alicia? —pregunta, entusiasmado. Su voz me suena familiar—. ¡Qué bueno verte!

Comienza a acercarse a pesar de mi arma apuntada, así que la recargo para intimidarlo.

—Tranquila, soy yo —dice, esta vez levantando las manos—. ¿Acaso no reconoces a tu ex cuando lo ves? —Esboza una sonrisa picarona que me recuerda a alguien, y su voz me lo confirma.

—¿Carlos? —Frunzo el ceño—. ¿Eres tú?

—¿Crees que eres la única con derecho a un cambio de look? —Se cruza de brazos—. Dime si no luzco fantástico.

—Dios, estás aquí. —Guardo mi arma y corro hacia él para abrazarlo.

Su aspecto ha cambiado, pero su voz es la misma de antes, solo que suena un poco más grave debido al tiempo que ha pasado desde la última vez que estuvimos frente a frente. Cada día nos hacemos más y más adultos.

—Te extrañé muchísimo —dice sobre mi hombro.

—Yo también —admito, emocionada—. ¿Por qué decidiste mantener tu voz?

—¿Es en serio? —inquiere, todavía abrazándome—. ¿De todas las cosas que podrías preguntarme, como qué rayos hago aquí, decides preguntarme sobre mi voz? —Se ríe.

—Lo siento. —Me río también—. Estoy impactada, eso es todo.

Y un poco decepcionada. Me alegra mucho verlo, pero habría deseado que fuera Max quien acudiera en su lugar. Incluso habría preferido a Ben, David o Ibrahim y que me confirmaran que mi novio sigue con vida; no obstante, me alegra comprobar que Carlos está bien.

Escucho que alguien se aclara la garganta a mis espaldas, así que me separo del abrazo, me doy la vuelta y apunto mi arma hacia el frente.

—¡Tranquila, Alicia! —farfulla Carlos—. ¡Es William!

En efecto, William se halla a unos metros de nosotros. Su aspecto es casi el mismo de antes, con ciertas diferencias como el tamaño de su nariz y el color de sus ojos.

—Qué buen recibimiento —bromea mientras se acerca.

Resoplo con alivio.

—Toda precaución es necesaria. —Sonrío—. Hola, William. Me alegra verte, pero ¿cómo es que están aquí? Nadie había logrado entrar o salir de Arkos; los únicos que pueden hacerlo son algunos protecto...

Oh. Debido a la mínima iluminación en la colina, no había apreciado bien que tanto Carlos como William visten ropas de protector.

—¿Robaron una nave protectora? —adivino—. Creí que Eternidad ya no quería volver a hacerlo, no después de aquella nave que me trajo de regreso.

—Bueno, técnicamente no robamos nada. —Carlos sonríe—. Digamos que ahora algunos de los malos son los buenos.

—¿Qué? —Hundo el ceño—. ¿Qué está pasando?

—Luego de la destrucción, muchos de los miembros del Cuerpo de Protección de Arkos y Newtopia estuvieron en contra de lo sucedido —relata William—. Sus familias también perecieron durante la catástrofe, y los protectores siguen siendo humanos después de todo. No están de acuerdo con los movimientos rebeldes, pero quieren vengarse de los gobiernos correspondientes, así que ahora tenemos un objetivo común.

—¿Estás diciéndome que se han aliado a los protectores? —Mi corazón se acelera debido al pánico.

—Solo con algunos —corrige Carlos—. En realidad, los que han podido traicionar a los suyos sin ser descubiertos por sus superiores. Muchos de los que se han quejado o han intentado rebelarse han sido asesinados por sus propios compañeros. No todos se atreven a demostrar su descontento y hacer algo al respecto.

—Sé a qué te refieres —suspiro—. Siento que vivo en un pueblo de fantasmas.

—No solo los civiles han sido los oprimidos durante toda su vida, Alicia —dice William—. Los protectores, a pesar de que representan una gran autoridad en el país, son obligados a hacer cosas que muchos no harían si pudieran negarse. Tarde o temprano abrirían los ojos y se darían cuenta de las atrocidades que cometían y que son cometidas contra su propia gente.

—Pero ¿creen que son lo suficientemente confiables? —inquiero con preocupación. No me dan buena espina.

—Si no lo fueran, ya estaríamos muertos —acota Carlos—. No puedo asegurarte que son cien por ciento confiables, pero es todo lo que tenemos. Debíamos buscar una forma de ingresar en Arkos, y esta fue la mejor que obtuvimos.

—¿O sea que ahora podemos entrar y salir cuando queramos? —La esperanza domina mi voz.

—Cuando queramos. —La sonrisa de Carlos es muy extensa.

Casi me pongo a saltar de alegría.

—¡Tenemos que ir por Max, David, Ben e Ibrahim! —Apenas me doy cuenta de que he elevado demasiado la voz debido a la emoción—. ¡Ellos están del otro lado!

—¿Están vivos? —pregunta William, un tanto entusiasmado.

—La verdad es que ni yo lo sé, pero algo me dice que lo están.

—¿Qué hay de Aaron? —inquiere Carlos, recordándome que no puedo dejarlo—. ¿Dónde está?

Mi alegría desaparece al instante.

—No te alegrará escuchar esto —resoplo.

Le cuento todo. Le hablo de cómo fue atrapado por protectores, de cómo lo buscamos durante semanas y que, cuando finalmente lo encontramos, nos enteramos de una cruda revelación.

—No. —Carlos mueve la cabeza de un lado a otro, horrorizado—. Dime que no es cierto.

—Desearía poder decirlo. —Agacho la mirada—. Aaron tiene toda una nueva vida dentro de su mente; una en la que es hijo de tu padre.

Carlos lleva una mano a la boca y frunce el ceño. Noto que se ha puesto a tiritar y que su mirada se ha cristalizado.

—Ese hombre no es mi padre. —Se pone furioso—. Es un monstruo.

—Aaron está convencido de que es su hijo. —Se me quiebra la voz—. Lo más desesperante es que no podemos hacer nada para salvarlo; está...

—Te equivocas —interrumpe Carlos con una pequeña sonrisa, dejando atrás la repentina tristeza—. Nada está perdido, al menos no del todo.

—¿De qué hablas?

—Ven aquí, cariño —le dice Carlos a William.

William se le acerca y se dan un beso apasionado que me hace abrir los ojos y la boca hasta más no poder.

—¿Qué significa esto? —inquiero, atolondrada.

—Es amor, Alicia. —La sonrisa de Carlos se ensancha—. Y amor del bueno, por cierto. —Me guiña un ojo. Sé que lo dice en tono de broma, pero capto la indirecta de todos modos.

Estoy tan impactada que no sé qué decir. No se me ocurre nada salvo:

—No entiendo nada.

—Es una larga historia. —Su rostro sonriente se torna melancólico—. Podría pasar la noche entera explicándotela, o podríamos esperar para entrar en detalles e iríamos a lo más importante: existe un modo de recuperar al viejo Aaron.

Quiero llorar, reír, gritar y hacer mil cosas más al mismo tiempo. Hace solo minutos me había resignado a que nunca recuperaría a mi amigo, mientras que ahora me lleno de aquello que muchas veces perdí: esperanza. Finalmente, después de meses de desilusiones, el destino ha encendido una luz en mi camino.

—David necesita saber esto. —Caigo en cuenta—. Todos necesitan saberlo.

—Creo lo mismo. —Carlos no deja de sonreír—. Teníamos planes muy diferentes antes de nuestra conversación, pero ahora que sé lo que ha pasado con Aaron y que tus amigos están del otro lado, creo que lo justo es buscarlos para que nos ayuden.

—¿Iremos... al otro lado? —Las lágrimas se acumulan en mis ojos de pura felicidad.

Carlos asiente y sonríe como respuesta. Me lanzo a sus brazos a modo de agradecimiento.

—Muchas gracias —sollozo—. Gracias por traer mi esperanza de vuelta.

—Es lo menos que podía hacer por ti. —Me aprieta con fuerza.

—Estoy aquí, ¿saben? —interviene William entre molesto y bromista—. No es muy agradable ver a mi prometido abrazando a su ex.

Me separo de Carlos, nuevamente con los ojos abiertos de par en par.

—¿Prometido? —No puedo evitar pasmarme—. ¿Se van a casar?

—Es lo que corresponde después de adoptar a una niña, ¿no? ¿O debimos hacerlo antes? —Carlos ríe.

—¿Adoptar...? ¿Qué mierda está pasando aquí? —Mi desconcierto los pone a reír. No es común ver a William tan feliz; estoy dudando de que esto sea real—. ¿Acaso tuve un accidente y estoy en coma? ¿Es este el cielo?

—Si fuera el cielo, no sería tan horrible —dice William—. Te has perdido de mucho, Alicia.

—De demasiado, diría yo. —Sigo asombrada—. ¿De qué niña estás hablando, Carlos?

Él esboza una sonrisa diferente a cualquiera que le haya visto, y su mirada cobra un brillo especial ante la luz lunar.

—¡Marjorie, ven aquí, cielo! —vocifera.

De entre las sombras emerge una niña que se acerca corriendo a refugiarse en los brazos de Carlos.

—Marjorie era una de las habitantes de la ciudad subterránea de Eternidad —cuenta él. La niña esconde su rostro sobre el hombro de este—. Lamentablemente, hace un mes sufrimos un atentado que nos hizo perder a muchos eternos, entre ellos el padre de esta hermosa niña que ves aquí. —Ella se remueve ante las palabras de Carlos, pero sigue sin levantar el rostro—. Él era todo lo que ella tenía, por lo que William y yo tomamos la decisión de cuidarla como si fuera nuestra hija. No sabes cuánto costó convencer a las autoridades eternas de que permitieran que viniera con nosotros. No podíamos dejarla sola; ni siquiera quiso dormir sin nosotros esta noche. —Se ríe—. Prefirió venir y aguardar a solas entre la oscuridad para asegurarse de que nada nos pasara.

—Estás consciente de que la expones a un gran peligro, ¿no? —le comento. Odio ser la fría del grupo, pero es la verdad.

—Lo tengo más que claro, pero ¿quién podría resistirse a unos ojos tan lindos como los de esta pequeña? —Le hace cosquillas a Marjorie. Ella se pone a reír.

—¿Quién eres y qué hiciste con Carlos Scott? —Me río también—. En serio, no te reconozco.

—Digamos que el amor hace milagros. —Carlos besa la cabeza de la niña, luego mira a William y se dan un beso fraternal. Lucen como una familia feliz.

Me siento muy alegre por ellos. No tengo idea de cómo ni por qué pasó, pero la felicidad de Carlos es algo que siempre quise, a pesar de que me alejé de él.

—Ahora entiendo por qué me odiabas tanto, ¿eh? —le digo a William en tono de broma, pero él agacha la mirada con remordimiento.

—Lo siento mucho —admite, sin mirarme—. Fui un idiota contigo.

—Y yo fui una idiota con Carlos. —Me encojo de hombros—. El karma no perdona, ¿eh?

Todos volvemos a reír. Hace mucho que no vivía momentos tan amenos.

—¿Estás cansada? —pregunta Carlos—. Si no lo estás, creo que te vendría bien conocer al resto del grupo que vino con nosotros a Arkos. Pasarás mucho tiempo con ellos de ahora en adelante.

—¡Pues vamos! —Mi entusiasmo se esfuma de golpe al pensar en dónde podrían estar ubicados—. Espera, ¿dónde están quedándose?

William y Carlos se miran con inquietud.

—La base secreta ubicada bajo la fábrica textil, ¿no? —resoplo—. Supongo que ya se enteraron de que no me quieren por ahí.

—Tu amistad con Thomas ha dejado bastante que desear —lamenta Carlos—. No debería juzgarte, porque yo también fui un futuro gobernador... pero ¿Thomas? ¿Tenía que ser él?

—Ni creas que regresaré a la base. —Cambio de tema y me cruzo de brazos—. No permitiré que sigan juzgándome.

—Vamos, Alicia, perteneces ahí mucho más que yo —dice Carlos—. Eres la hija de Ariel; tendrán que respetarte siendo o no amiga de Thomas.

—No quiero más malos ratos —suspiro—. Suficiente tengo con soportar todo el veneno de los miembros de la Cúpula.

—¿Quieres volver a ver a Max o no? —inquiere William en aquel tono desagradable y difícil de olvidar.

—Por supuesto que sí —respondo sin pensarlo demasiado—. Está bien, volvamos a la maldita base. —Pongo los ojos en blanco.

—Mide tus palabras —reprende Carlos—. Estamos en presencia de una niña.

No puedo evitar reír. Marjorie por fin levanta la cabeza, se da la vuelta y me mira.

—Oye, no muerdo —le digo—. Es más, estaría encantada de ser tu amiga.

La niña esboza una casi indetectable sonrisa, pero regresa a esconder el rostro en el hombro de Carlos.

—Es muy tímida —susurra mi exnovio.

—Lo noté —susurro de vuelta. Ambos sonreímos.

—¿Y bien? —pregunta, esta vez en tono normal—. ¿Estás lista para recuperar a los nuestros?

Me alegra que mencione a Max, David y los demás como los suyos. Nunca imaginé que Carlos cambiaría para bien. Pensé que tendría una vida tan o más miserable que la mía, pero ya veo que no será así. Ha encontrado la felicidad y ha formado una familia.

Se me revuelve el estómago de nervios y ansiedad al pensar que las posibilidades de volver a ver a Max y de recuperar a Aaron son más reales que nunca.

—Estoy más que lista para recuperarlos —afirmo, dispuesta a lanzarme al vacío con tal de volver a ver a los que amo—. Pero antes, debo despedirme de alguien.


* * *


Si han leído hasta aquí, GRACIAS. Significa mucho para mí :'D

Continúen leyendo, guapuras. La siguiente y última parte me sacó algunas lagrimitas ;-;

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