3

- ¿Qué... qué es lo que pasa?

Dijo Dinorah en medio de la oscuridad. Ella miraba a su alrededor, pero todo estaba oscuro. Sentía un gran peso en el pecho, la estrujaba tanto que hacía que las lágrimas salieran de sus ojos. Quería gritar, pero se le había formado un enorme nudo en la garganta que mantenía mudas sus palabras. Movía la boca, pero no emitía sonido, ni un gemido.

Se dejó caer en la oscuridad y sintió como si se hundiera en el agua. Sentía que se ahogaba. Con sus manos se sujetaba el pecho como si quisiera arrancar el dolor de él.

"¡Perdóname, perdóname!", gritaba en su mente. "No te pude salva, perdóname", rogaban sus pensamientos.

Esperaba una respuesta a sus súplicas, pero no llegaba. Trataba de encontrar el fondo de la oscuridad con la punta de sus pies, pero no lograba tocarlo. Extendía las manos buscando la superficie, pero no lograba llegar a ella.

Todo su cuerpo comenzó a temblar. Se abrazó a sí misma, mientras trataba de contener el llanto. Todo intento era inútil.

Estaba sufriendo, pero no sabía por qué. Le dolía el corazón, pero no sabía por qué.

"Te busqué toda mi vida", confesó. "Quise traerte de vuelta".

La oscuridad la estaba ahogando. Sentía como se metía en su garganta, en sus oídos, en sus ojos, por los orificios de su nariz. Dejó de respirar.

"¡Dame otra oportunidad de encontrarte!" rogaba en sus pensamientos.

"¡Déjame encontrarte de nuevo!", gritó en su mente.

Dinorah abrió los ojos. Estaba sobre su cama empapada en sudor. Sentía las lágrimas en su rostro y el dolor en su corazón. Su respiración estaba agitada. Se sentó sobre la cama para tratar de tranquilizarse, pero no podía detener las lágrimas.

A su habitación entró Aina corriendo. En cuanto la vio llorando sobre su cama. De inmediato corrió hacia ella y la abrazó para consolarla.

-Todo estará bien –le susurraba.

Dinorah la abrazó con fuerza. Y continuó llorando. Gritaba por el dolor que sentía. Ni ella sabía por qué le dolía de esa manera. Solo le dolía. Relacionó la sensación a cuando descubrió la traición de su prometido, pero esto le dolía mil veces más. No podía soportarlo.

Un rato después, Aina se armó de valor para preguntar.

- ¿Fueron las pesadillas o la traición?

-Las pesadillas –respondió sin titubear –. Ni siquiera lo que me hizo ese idiota llega a una centésima parte del dolor que siento en las pesadillas.

Aina acarició la mejilla de Dinorah. Suspiró de alivio al saber que su ruptura no la estaba afectando tanto como para hacerla llorar de esa forma. Ella ya sabía de las pesadillas desde que se volvió su mejor amiga. Solo ella y sus padres sabían lo que le pasaba y sufría al igual que ellos al verla así.

-Será mejor que trates de dormir –le indicó -, ¿quieres que me quede contigo esta noche?

Dinorah vio a sus ojos color pera. La abrazó de nuevo recargando su cabeza en su hombro haciendo que algunos de sus rubios cabellos entraran en su boca.

-Gracias, Aina –le dijo –pero creo que daré un paseo para tomar un poco de aire.

Su amiga la soltó, la miró a los ojos y muy en contra de su juicio la dejó ir.

-Solo no regreses al amanecer.

La reina asintió, tomó su capa y se dirigió a la salida dejando a su amiga en su habitación.

Afuera, Dinorah podía ver a detalle la arquitectura de la Ciudad Nube. Le sorprendían las maravillosas estructuras curvas y los enormes vitrales que narraban la historia de las guerras galácticas. Se acercó a una y miró con atención los detalles. Logró distinguir un planeta helado, las tropas rebeldes peleaban contra imperiales y había varios AT-AT. Cuando terminó de ver toda la representación de la batalla, continuó caminando y llegó hasta una fuente de roca rosada. Algo llamaba mucho su atención, ya que parecía un hombre mayor que sostenía una larga espada y estaba cubierto con una capucha. Trató de buscar una placa, para ver de quien se trataba, pero no había nada.

-Su nombre es Obi-Wan Kenobi –dijo una voz que ella conocía perfectamente, era el senador Rayen –Muchos lo llaman "Ben Kenobi", así lo conoció el maestro Luke Skywalker.

-Parece que sabe mucho de historia galáctica, senador.

-Así es, su alteza –respondió orgulloso -. Antes de dedicarme a la política estudié durante un semestre historia, quería dedicarme a ello, pero no fue posible.

-Una total tragedia –respondió ella sarcásticamente.

- ¡ouch!

Dinorah rio ligeramente. Rayen miraba todos los detalles de la joven reina, su sonrisa, sus hoyuelos, sus pecas, la forma en la que caía su cabello castaño desarreglado por su rostro y sus bellos ojos color miel. Sintió el impulso de acercarse a ella y besarla, pero no era propio. Apretó su mano para detenerse. Inhaló y exhaló fuertemente.

- ¿Qué hace a esta hora despierta, su alteza?

-Solo Dinorah, senador –respondió –puede tutearme mientras no estemos en una sesión oficial –dijo ella con una sonrisa inocente en los labios.

-Entonces te pediré lo mismo, tutéame por favor.

-Me temo que eso es imposible, senador.

- ¿Por qué?

-Me enseñaron a respetar a mis mayores, en rango y edad.

-Eso si me dolió –respondió Rayen colocando su mano derecha en su corazón.

Ella rió de forma inocente colocando su mano en elegantemente frente a su boca para cubrir su amplia carcajada.

-Solo es una broma, Rayen –respondió entre risas.

Después de unos segundos, él la invitó a continuar con su paseo. Ella accedió y hablaron sobre sus carreras políticas y educativas. Él sabía de antemano todo lo que había logrado, pero mientras hablaban notó que ella buscaba minimizar sus hazañas, que no alardeaba en cuanto a su carrera, sin embargo, de lo que si se sentía orgullosa era de ir erradicando poco a poco la corrupción en su planeta, motivo por el cual llegó ese día a representarlo.

Al cabo de una media hora, llegaron hasta un balcón desde el que se podía ver todo el esplendor del cielo de Bespin. Era un panorama nocturno hermoso. Ella siempre se había preguntado el qué se sentiría estar entre ellas, y ahora lo estaba comprobando, ninguna de las historias de los viajeros eran mentira, peor los relatos no le hacían justicia.

De igual forma, Rayen se maravilló con la impresión de la joven. De alguna forma, estar con ella hacía que su corazón se sintiera completo. Volvió a arrepentirse por haberla insultado. Era algo que no podía remediar, pero si tratar de compensar.

-Sígame –pidió él.

Dinorah lo siguió sin preguntar el destino. Él la guió de nuevo por los vitrales bélicos, pero pasaron a una parte que ella no había visitado.

-Estos son los vitrales que representan las últimas batallas contra la Primera Orden –explicó -En ellos se cuenta la historia de ascenso de la última Jedi.

- ¿La última jeda? Siempre creí que se habían extinto con el maestro Luke.

-Su alumna sobrevivió –confirmó con melancolía -, pero las historias dicen que buscaba una puerta al pasado.

Repentinamente, Dinorah se detuvo frente a uno de los tantos virales. En él pudo distinguir a la general Organa, al maestro Luke, a Poe Dameron, Finn, Han Solo, Chewbacca, a Lando Calrissian, incluso a la vieja Jannah, que en ese entonces era joven, pero había dos figuras que no reconoció y extrañamente se le hacían familiares.

-Ellos...

-Ella es la última jedi, Rey Skywalker y el que está a su lado es Ben Solo.

Al verlos a detalle, ella sintió una sensación extraña en su corazón. Sujetó su cristal y mientras mordía su labio inferior.

- ¿Qué les pasó a ellos?

-Él se sacrificó en la guerra y ella... -Rayen negó con la cabeza –bueno, no se sabe con certeza. Las historias dicen que desperdició su vida buscando las puertas al pasado. Otros dicen que se retiró y regresó a Jakku, otros que su vida terminó en las granjas de los Skywalker en Tatooine.

Con cada palabra que le contaba Rayen, Dinorah apretaba más y más el cristal que colgaba de su cuello. Él lo notó y sintió curiosidad del objeto, pero se abstuvo en preguntar.

-Sabes... -dijo él para tratar de cambiar el tema. Ella apartó la vista del vitral y lo miró –con base a las creencias de mi familia, creo que soy sensible a la fuerza.

- ¿Cómo puedes saber eso?

-Mi madre dice que cuando era pequeño, movía objetos con la mente y cosas así.

- ¿Eso quiere decir que serás un Jedi?

-Los Jedi son una religión extinta, pero tengo un tesoro que podría mostrarte en el futuro –Dinorah levantó la ceja curiosa, él continuó para que no malentendiera -. Son unos libros que logre obtener con mucho esfuerzo, y uno de ellos es "El camino del Jedi".

-Me acabo de quedar sin palabras –confirmó Dinorah después de una larga pausa -. Pocos libros he visto. Usualmente todos están en datapad y mucho menos he visto un texto Jedi.

-Te sorprenderás cuando lo veas.

Rayen llevó a Dinorah hasta su habitación después de un par de minutos. Ella se despidió moviendo ligeramente la mano de un lado a otro. Él se despidió con una pequeña reverencia.

Cuando la reina entró a la habitación se recargó en la puerta y suspiró. Sin pensar más allá de su relación con ese hombre se dirigió a su habitación.

El resto de la noche la logró dormir perfectamente. Las pesadillas no la abrumaron.

*****

En el borde desconocido de la galaxia, un estandarte se levantaba para buscar la caída de la Renacida República y tomar el control bajo un símbolo, una persona.

Los planetas más pequeños y alejados del borde medio siempre habían sido un caos, pero un caos estable, controlado bajo ciertas organizaciones de piratas, caza recompensas o cárteles criminales. Siempre causando terror a las pocas personas buenas que buscaban ganarse la vida honestamente, pero últimamente algo más estaba pasando.

Los reportes en el senado indicaban que una nueva organización estaba creciendo y se había autodenominado El Sol Negro, como aquella organización malévola que alguna vez había controlado al bajo mundo.

Los criminales convencionales solo pedían cuotas pequeñas o parte de la producción de las granjas o que les ayudaran a transportar mercancías de contrabando, otorgando una pequeña paga, o con mano de obra momentánea; pero esta organización no era así. Ellos esclavizaban a la gente, les quitaban todo lo que tenían y creaban caos afectando las cadenas comunes, por ello, decidieron pedir ayuda.

-Esa es la problemática –dijo un droide que presidia el Senado.

-Es momento de dar soluciones –dijo pausadamente Jannah.

Los senadores que estaban presentes en la sesión susurraban, otros simplemente no prestaban atención y nadie aportaba nada.

-Debemos ayudarlos –dijo valientemente Dinorah sin que le dieran la palabra.

-Me temo, su alteza –dijo una senadora centrista en tono de burla. Luego esta misma miró de pies a cabeza a la reina de forma despectiva –Que no hay fundamento para enviar a tropas a planetas sin importancia que no forman parte de la República.

-Así es –dijo otro senador que estaba al otro lado del parlamento -. Ellos mismos decidieron que no formarían parte de la Renacida República.

-Deben estar bromeando –respondió Dinorah.

Rayen la miraba con un poco de pena. Él podía apoyarla, pero Dinorah debía aprender cómo es la política en cabeza propia.

Todos los senadores reclamaron su leve atrevimiento. Decían que no era posible lo que inmiscuirse en el asunto y que ni siquiera tenían pruebas de que realmente ocurriera algo. Solo existía el testimonio de unos cuantos "campesinos".

Dinorah se sintió ofendida, no porque la estuviera recibiendo reclamos, sino porque no veían nadie más que los intereses de sus propios planetas. Se dio cuenta de que muchos de ellos eran unos hipócritas. Si ellos no querían ayudar a la gente, ¿entonces por qué estaban ahí?

-Alguien puede ir a conseguir las pruebas que requieren para enviar ayuda –carcajadas se escucharon en todo el pleno.

Jannah veía con calma a la joven reina. Confiaba en que ella era muy capaz de salir de ese sencillo problema.

- ¿Y quién irá? –dijo entre risas la misma senadora de antes - ¿usted?

-Si –afirmó ella –iré yo. Conseguiré las pruebas que piden y veré con mis propios ojos si El Sol Negro es tan peligroso como dicen los testimonios. Si es así, entonces votaran a favor de enviar tropas a detenerlos.

-No puede ir usted sola –dijo una voz en la sala.

-Entonces iré con ella –confirmó el senador Rayen.

-Rayen, debes estar bromeando –reclamó la misma senadora.

-No, senadora Diansy –respondió con fuerza –. Yo iré con la reina Dinorah. Buscaremos las pruebas y regresaremos con ellas.

La senadora quiso replicar, pero Jannah no se lo permitió.

-Muy bien –dijo la vieja mujer –la decisión está tomada. La reina de Naboo y el senador de Gatalenta irán al borde exterior a verificar que tal organización exista. Serán acompañados por el general Joe Dameron. ¿Objeciones?

Los senadores guardaron silencio. La sesión continuó con problemas más sencillos. Dinorah ponía atención y ofrecía la mano y los recursos de su planeta en los que los necesitaran.

Al finalizar, algunos senadores la felicitaron por su valentía y aquellos a los que los había ofrecido su apoyo le dieron las gracias.

Rayen se acercó a ella. Ella lo miró con una sonrisa.

-Gracias por su apoyo, senador.

-Es un placer –respondió –Recuerda que así es la política. Debes ser más cuidadosa. No todo es como en Naboo.

-Lo sé –respondió ella con un poco de desilusión. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top