2.1
El tren avanzaba con velocidad por el manto verde y azul del paisaje, llamando la atención y la mirada cálida de Beomgyu que reposaba la cabeza sobre el vidrio. Yeonjun dormía sobre su hombro, despreocupado, con sus ojos cerrados y claros. Suspiró con una fogata en el corazón, sintiendo de nuevo aquellas mariposas que juraba haber controlado hace tiempo.
Giró un poco para encontrarse con la cabeza de Yeonjun y solo se dedicó a mirarlo por largos segundos, ignorando el mejor paisaje que ocurría a su derecha. Sonrió un poco dejando caer su mejilla contra la cabeza del mayor, amando como la mano de Yeonjun seguía aferrándose a la suya.
¿Por qué no solo olvidar lo que fue y comenzar desde cero? Si la oportunidad se le había sido otorgada aprovecharla tomando un camino diferente no sería un pecado. Pecado, vaya que sabía de eso.
Es pecado amar a otro hombre siendo hombre, es pecado desear a otro hombre, es pecado acostarse con otro hombre. Es pecado. Las leyes de Dios no son leyes del hombre, las leyes de Dios no deben incumplirse, porque al final de la vida no irás a una cárcel por algunos años, no, irás al infierno.
Yo solía agachar la cabeza en las misas, mirando mis manos, mientras que Soobin alzaba la cabeza y miraba hacia el padre que recitaba unos cuantos versículos de la biblia. Soobin siempre estaba a un lado de su madre, y yo me colocaba a un lado de la mía, ambos separados por cinco o seis filas, yo atrás.
—Pide perdón todos los días, incluso cuando no sea domingo— Me susurró Soobin en el estacionamiento, entre toda la gente distraída. —Quizás Dios nos perdone si ve... que no hay promiscuidad en nosotros, tal vez nos perdone si ve que solos nos amamos y no le hacemos daño a nadie. Si somos buenas personas tal vez él nos deje subir al cielo y perdonara nuestro pecado.
Tomó mi mano de manera fuerte por unos segundos, esforzándose para que nadie notara su inocente gesto. Yo cerré los ojos y suspire. Mi cabello corto interponiéndose entre mi mirada y él.
—Soobin— Le susurre suave. —Ya me resigne a ir al infierno cuando muera. Por eso déjame ser feliz mientras este contigo...
Pecar, me acostumbre tanto a pecar por Soobin, y yo lo obligue a pecar por mí. Pedí perdón mil veces, pero ninguno alivio mi culpa, asi que solo acepte pecar de por vida.
Cuando Beomgyu volvió en si ya estaba en un taxi, recorriendo un largo camino de árboles, una carretera apenas pavimentada mientras que la mano de Yeonjun permanecía sobre su muslo, tomándolo con naturalidad. Suspiró con cansancio apartándolo, huyendo al otro lado del coche para recargarse con desinterés en la ventana. Su rostro estaba rojo imaginando la mirada del conductor, tal vez juzgándolo.
Giró para poder ver a Yeonjun, encontrándose con su encantadora sonrisa y ojos achicados, como si nada estuviera pasando, su mano sobre aquel espacio vacío que quedaba entre ellos. Soobin jamás hubiera hecho eso.
Llegaron con la luz de la mañana comenzando a calentar el día, bajándose del auto y pagando. Beomgyu dio una vuelta sobre su propio eje examinando cada centímetro del denso bosque, los arboles altos y verdes desde el moho hasta las hojas, una hermosa vista que contrastaba con sus recuerdos de la ciudad. La tierra bajo sus pies era suave, humada y desprendía un aroma a naturaleza.
Prestó atención a la gran casa poco despues, fascinado por la madera y las hermosas ventanas, encantado por lo natural que combinaba a la perfección con su entorno, una armoniosa vivienda. Yeonjun pasó un brazo sobre sus hombros, con su sonrisa achicando sus diminutos ojos. Beomgyu suspiró por el aire puro que entraba a sus pulmones.
—¿Te gusta?— Preguntó Yeonjun. Beomgyu asintió. —Aquí crecí.
—¡Yeonjun!— Escuchó una voz femenina, para despues ver la puerta abrirse y a una mujer de ojos achicados y curveados salir de la gran casa, con mejillas grandes y una sonrisa que gritaba "Yeonjun" en cada gesto. Era una preciosa dama, una mamá. —Pensamos que jamás llegarías.
La mujer abrazó a Yeonjun, y Beomgyu se apartó para darles espacio. La escena de una madre abrazando a su hijo enterneció su corazón, lo hizo sonreír de inmediato, adorando como Yeonjun elevaba los brazos para atrapar a la mujer y hacer más cálido aquel abrazo. Se apartaron despues de unos segundos y Yeonjun giró a la dama hacia Beomgyu.
—Mamá, él es Beomgyu, de quien estoy perdidamente enamorado.
¿Por qué no pudo contener su sonrisa? Su corazón, por primera vez, no latió desesperado, lo hizo lento y tranquilo, en paz.
El miedo le subió por el estómago, llegando a su garganta con rapidez, sus nerviosas manos se tomaron entre ellas para no moverse frenéticamente. Su boca se secó. Pero la mirada cariñosa de la mujer, sus pequeños ojos en un cuarto de luna, calmaron su nerviosismo. Ella no se veía molesta ni asustada.
—Soy la mamá de Junnie— Se presentó la mujer. —Por favor, cuida los sentimientos de mi niño, él es algo tonto y sé que va a entregártelos todos. —Ella se acercó un poco para susurrar. —Si te agobia puedes regresármelo por un tiempo, te daré unas vacaciones y despues te lo regresare... ¡Trabajemos juntos Beomgyunnie!
Beomgyu debió de decir que él y Yeonjun no eran más que amigos, que no podía hacerse cargo de los sentimientos del mayor, sin embargo, sonrió y asintió, aceptando la propuesta de la madre, sintiendo su corazón cálido cuando ella lo abrazó a él también.
La madre de Soobin tenía una mirada fría y amenazante, yo me alejaba de ella con cualquier excusa, incluso cuando tenía que estudiar en casa de Soobin evitaba hacerlo cuando ella estuviera cerca. Su rostro no se parecía mucho al de su hijo, ella apenas tenía expresiones y las pocas que desfilaban eran de disgusto o desagrado. Yo no le agradaba para nada.
—¿Comerá aquí también?— Me preguntó ella cuando Soobin y yo estudiábamos sobre la mesa en la sala de estar. —¿o se irá a casa cuando sea la hora?
Aunque yo estaba a la misma distancia que Soobin la pregunta fue claramente para su hijo, ignorando mi estadía.
—Él...— Soobin titubeó mirándome de reojo. —Aun no hemos terminado de estudiar, asi que creo que se quedara un poco más.
Yo asentí mirándola, aunque de nuevo, me ignoró.
—Tienes que avisarme si se quedara a comer, he invitado a la vecina con su hija. Ella es encantadora.
Lo último me hizo casi soltar una carcajada por lo innecesario que fue, dejando claro que era una propuesta para Soobin. Regrese mi mirada al libro, escribiendo un par de cosas mientras que la dama de hielo regresaba a la cocina. Cuando ella se fue le mostré a Soobin mi escrito.
"¿La encantadora vecina podrá besarte como yo lo hago?" Soobin se sonrojó de inmediato.
Me dio un suave golpe seguido de una sonrisa, sin arriesgarse a que su madre viera un comportamiento extraño en nosotros.
El padre de Yeonjun le dio una cálida bienvenida a Beomgyu, de la misma forma de lo que la madre hizo, con brazos abiertos y una gran sonrisa. Beomgyu comenzó a sospechar que era una característica de los Choi, una obligatoria que nadie más que ellos poseía.
La pequeña familia de Choi en una gran casa acogedora, con mascotas por todos lados y la naturaleza en convivencia. Encantador, tanto que el aire era ligero, un mundo distinto a la ciudad donde el viento no es más que humo diluido, mezclado y opacando al mundo entero. Si cerraba los ojos y aspiraba creería de inmediato si le dijeran que estaba en otro planeta.
La mano de Yeonjun sobre la suya lo regresó a la tierra, haciéndolo reaccionar y girar a ese intimo contacto. Se encontró con su sonrisa y pequeños ojos mirándole, y él no hizo nada. Cara a cara, con la mirada clavada en el otro dejando que todo alrededor se desapareciera, se esfumara para que solo existiera el contrario.
Una sonrisa comenzó a aparecer en su rostro, lento, sin prisa naciendo desde su pecho. Pero Choi Yeonjun no era Soobin. Y no le importaba. Su corazón latiendo con tranquilidad, recordándole que estaba vivo ¿Por qué era tan malo estarlo? ¿Por qué estaba tan errado volver a sentir? Kim Beomgyu cerró los ojos, acercándose a Yeonjun.
Cuando sintió la respiración de Choi chocar contra sus labios desvió su camino, dejando reposar su cabeza sobre el pecho de su amigo, aun sonriendo acurrucándose en su calidez. Él nunca había besado a nadie más que a Choi Soobin. Por lo que nunca besaría a nadie más. Aun si volviera a nacer.
—¿Cansado por el viaje?— Preguntó Yeonjun, envolviéndolo en brazos. —Ni siquiera hemos empezado la cita.
—Solo quedémonos en cama— murmuró sin interés. —Eso es una buena cita.
—No, quiero ir a un lugar.
Choi besó su cabeza para apretar el abrazo, ignorando a su padre quien cruzó detrás como si nada estuviera pasando. En un acto de reflejo Beomgyu se separó de inmediato, huyendo hasta el otro extremo del sillón.
—Ah— Suspiró Yeonjun. —Eres un penoso.
—Sabes que no es eso...— Murmuró, encogiéndose sobre su lugar, desviando su mirada hasta llegar al suelo. —Hace veinte años las cosas eran muy distintas... ¡No sé como ha podido cambiar tanto en tan poco tiempo!
—Las cosas cambian.
—Yo... lo sé, pero simplemente no es fácil olvidar todo lo que viví antes...— Soltó una amarga risa, cubriendo su rostro. —Y se me ocurre la grandiosa de volver a ser gay. Dios, soy un desastre.
Yeonjun se arrastró hasta su lado del sillón, apartando un poco a Beomgyu y sentándose a su lado, encogiéndose de la misma forma. Ambos guardaron silencio por largo rato, uno mirando al suelo y el otro al techo.
—Como yo lo veo...— Murmuró Yeonjun. —Tienes otra oportunidad para ser feliz.
Beomgyu por fin giró a mirarlo. El perfil de Yeonjun se mantuvo intacto, con la mirada al techo. Su corazón volvió a latir siendo lo único que podía escuchar durante varios segundos.
—Yo era feliz con Soobin.
¿Realmente lo era? ¿Vivir escondiéndose todo el tiempo? ¿Verlo desde lejos sabiendo que al acercarse todos observaría? ¿eso era ser feliz? Kim Beomgyu, añorando la peor vida que tuvo.
—No olvides dormir bien esta noche.— Fue lo último que dijo Yeonjun, mostrando su sonrisa y apartándose de su lado, dejando un triste hueco vacío.
¿Había dicho algo malo?
—Hazte a un lado— Dijo una noche Beomgyu, interrumpiendo el sueño de Yeonjun despertándolo con la voz ronca.
Yeonjun abrió los ojos sorprendido, quizás porque Beomgyu no solía pasar por su habitación en medio de la madrugada. Pero no se quejó, acató la orden al pie de la letra, arrastrándose por la cama hasta dejar un considerable espacio vacío en ella. Kim no pronunció palabra alguna, se dejó caer contra el colchón, abrazando la almohada que había llevado consigo y dándole la espalda a Choi.
—¿una pesadilla?— Preguntó Yeonjun, arropándolo como a un niño pequeño, Beomgyu negó. —¿insomnio?
—Un mal recuerdo— murmuró dejando que el peso de Yeonjun y su calor lo arrullaran.
—¿me lo contaras?
—No.
—¡Ah! ¡Eres tan malo! Se supone que deberías darme una excusa para quedarte a dormir conmigo.
—Tenía frio.
Yeonjun pareció tomar la respuesta por acertada, hundiéndose en el cuerpo de Beomgyu para que el frio no llegara hasta él. Simplemente cerró los ojos, amando la cercanía y naturalidad con la que Yeonjun se comportaba, aun cuando no tenía que hacerlo.
¿Qué hizo él para ser merecedor del amor de Yeonjun?
Cuando las sospechas estaban sobre Soobin, cuando todos comenzaban a levantar una ceja con un montón de dudas, yo me asuste. Tenía un maldito miedo que me helaba la sangre cada vez que alguien lo miraba y murmuraba, sufría un pequeño infarto cada que escuchaba rumores sobre él.
Le rogué a Dios que lo perdonara a él y no a mí.
¿Qué haría Soobin si alguien se enteraba? Su vida estaría arruinada, su madre se decepcionaría de él y la gente lo rechazaría, lo odiaría por amarme a mí, lo peor del mundo. Y eso me dolía más que cualquier otra atrocidad que pudieran hacerme.
Estaba tan perdidamente enamorado.
—¿Qué harás cuando te gradúes?— Le pregunte una tarde en su habitación, cuando su madre no rondaba vigilando la puerta. —¡Si te casas te matare!
—¿en serio crees que podría alejarme tanto de ti como para casarme?— Eso me hizo sonreír, mi egoísmo alimentándose de la respuesta de Soobin. —Creo que... seguiré estudiando y conseguiré un trabajo. Despues comprare una casa lejos de aquí, en Europa y te llevare conmigo.
—¡Ya!— Le di una suave patada solo para empujarlo y él me sonrió, como si no supiera que eso era un daño critico a mis sentimientos. —¡Entonces tendrás que trabajar mucho porque no pienso aportar nada de dinero!
Me abrazó con fuerza, asegurándome que así sería. Cuando, sin aviso previo, la puerta se abrió, dejando entrar a un par de chicos escandalosos, amigos de Soobin, él me soltó de inmediato. De nuevo ese miedo regresó a mí, logrando hacer que mis piernas temblasen, en ese entonces agradecí estar sentado.
—Oh...
Oh, despues de eso no volví a su habitación. Nunca.
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