1.2
Aprender los pasos básicos de baile no fue difícil, aprender a seguir el ritmo de la canción tampoco lo fue. Su cuerpo no se negó a seguir ritmos y movimientos, le fue relativamente fácil conseguir que la coreografía recién aprendida se viera decente frente al espejo, aun con la mirada de Yeonjun sobre él se sintió seguro mientras daba los pasos de baile, quizás fue por la música a volumen alto o porque nadie más los estaba viendo que se consideró un fantástico bailarín. Lo mejor de todo es que nunca antes lo había hecho. Se atrevió a mirar a Yeonjun cuando el cansancio se apoderó de su cuerpo, lo miró con esperanza de haberlo hecho bien, y cuando vio la mirada seria de su compañero sus músculos se tensaron. Yeonjun le sonrió segundos despues.
—Perdona, es costumbre...— Se disculpó Choi de inmediato justificando su mirada. Beomgyu comprendió de inmediato la seriedad con la que su compañero se lo tomaba. —¿quieres volver a hacerlo?— Beomgyu negó agotado. —¿solo una vez más?— Y volvió a negar. —¿y si bailamos juntos?
Consideró negarse por tercera vez, pero su cuerpo le exigió un poco de calma mientras lo hacían de nuevo, es por eso que aceptó mientras la música comenzaba a escucharse de nuevo. Esta vez Yeonjun tomó sus brazos, pero no se apartó, quizás fue esa la razón que su compañero se dio permiso de tomar una postura de baile en pareja que le seria incomoda de ser otra persona. Beomgyu lo miró por largos momentos sintiéndose apenado por la cercanía.
—¿Qué haces?— Consiguió preguntar.
—Baile en pareja.
Fue arrastrado con lentitud al ritmo de la música, mientras que la sonrisa de Choi brillaba y el sonido de sus pasos eran opacados por la melodía. Tan lento y relajante que el suelo ni siquiera se sentía, no tenía ni idea de si hacia un inmenso frio o un infartante calor, su sentido del tacto solo se concentró en las manos de Yeonjun sosteniéndole con firmeza, y su vista se centró en él y la tierna sonrisa.
De no ser porque su mente había volado lejos seguramente se hubiera ruborizado o alejado, hubiera rechazado más contacto que el necesario y mandaría lejos al hombre con quien baila acompasándose con facilidad. Choi no dejó de sonreír pero el rostro de Beomgyu no podía formar ninguna expresión que no fuera la de un asombro contenido.
El corazón de Beomgyu latió, un latido que se escuchó tan fuerte en su interior que opacó por un segundo la melodía, hizo brillar sus ojos como una palpitación más y le hizo aferrarse a Yeonjun. Su corazón palpitó advirtiéndole que ese no era Soobin.
Nadie podía hacer que su corazón palpitara, siempre estuvo mal, si no era Soobin no podría ser nadie más, ni en esta vida ni en otra, no era justo. Solo vivía para volver a amar a una persona. Kim Beomgyu, no tiene derecho a amar a nadie más que Choi Soobin, la persona que Hueningkai amó.
Se apartó con rapidez sorprendiendo a Choi, como si hubiera salido del agua aterrado una vez más, tomó sus cosas y se fue, escapó de entre sus brazos y corrió hasta casa ignorando a sus amorosos padres.
Choi Yeonjun no es Choi Soobin.
Escribió sintiéndolo contra su voluntad porque en su mente no quería más la imagen de uno de ellos rondando, ni siquiera su nombre. Escribió hasta que se cansó siendo un castigo por haber creído tal cosa, por dejarse caer ante alguien como Choi quien no era más que un chico molesto. Observó las demás hojas encontrándose con las canciones que había escrito inspirándose en recuerdos que no le pertenecían.
En el resguardo de la noche entonó una canción que no se atrevía a escribir.
—No amare a nadie más.— Dije molesto mientras que Soobin me sostenía con fuerza. Sé que él buscaba protegerme al intentar alejarme, pero si no quería ser protegido de esa forma no lo dejaría. —Vete, pero no voy a dejar de amarte.
—Huening...
No quería escuchar sus tontas excusas para abandonarme, si él confiaba en mi significaba que comprendía lo fuerte que era y que aguantaría cualquier cosa. No dejaría de amarlo ni aunque muriera y volviera a nacer.
—No quiero escucharte, si quieres irte déjame, pero siempre voy a amarte.
Soobin se dio la vuelta para irse, pero corrí hacia él y lo abrace, tan fuerte como para dejarlo ir pero a la vez obligarlo a quedarse. Y se quedó, Soobin no pudo abandonarme, y yo tampoco lo haría.
Beomgyu despertó llorando, como hace años atrás.
Evadir a Choi no era fácil, tuvo que evitar asistir a la escuela dirigiéndose a otro lado para que sus padres no se dieran cuenta, realmente no deseaba verlo, es por eso que lo evitó a toda costa. Trató de olvidar como sonreía o de sus manos tocando su piel, se castigó largo rato por ello mientras seguía escribiendo canciones dedicadas a sus recuerdos. Fue el tercer día que levantó sospechas de la persona menos indicada.
Descansando en el mismo parque que las últimas veces no se percató del compañero que lo acechaba por detrás y le tomó de sorpresa cubriendo sus ojos y susurrándole.
—Soy un profesor que ha venido a regañarlo por no asistir a clases. — Choi fingió una voz gruesa que hizo reír a Beomgyu de manera casi inconsciente. —Si sigue faltando a clases tendrá que ir a detención.
Beomgyu lo apartó de inmediato pero su sonrisa no se esfumó, pensó que tener un amigo no sería algo malo. Dejó sus cosas de lado mientras que Yeonjun se sentaba cerca dejándose caer. Si, podría estar tranquilo teniendo a Choi a lado suyo mientras que su corazón no lo traicionara y en ese momento se comportaba de maravilla. Haberlo evitado pareció ser suficiente.
—Solo me estoy tomando unos días de descanso.
—Debería hacer lo mismo.— Beomgyu le lanzó una mirada como indirecta, porque las calificaciones de Yeonjun no eran las mejores. —¿solo sirven para personas inteligentes? Eso es injusto.
—Es injusto que no se respete mi esfuerzo.— Bromeó cruzándose de brazos ignorando los pucheros de Yeonjun. Dejó caer su espalda en el asiento y cerró los ojos porque no había dormido del todo bien, sintió el brazo de Yeonjun sobre sus hombros. —Suéltame.— Murmuró con calma pero fue ignorado.
Choi asintió restándole importancia mientras dejaba su cabeza caer sobre el hombro de Beomgyu sin importarle la diferencia de altura o que la posición fuera ciertamente incomoda. La mirada del menor se posó enfrente fingiendo incomodidad, convenciéndose a sí mismo que un poco de contacto físico no lo mataría, ni a él ni a su incomoda conciencia.
Debió de quejarse, pero no lo hizo, debió decir algo, en su mente gritaba callando otra voz intrusa que lo dividía y lo hacía discutir entre él mismo. Así que se quedó en el tranquilo parque con Yeonjun recargado en su hombro tratando de dormir mientras que le era imposible moverse por el debate interno que sufría. Cuando su corazón volvió a latir intentó apartarse, pero una parte suya se negó a hacerlo.
"No eres Kim Beomgyu" se dijo. "Eres Hueningkai"
Y estaba enamorado de Choi Soobin, aun si volviera a nacer.
—Sal conmigo.— Yeonjun tomó sus manos despues de haberlo perseguido por toda la escuela. Beomgyu huyó tanto como pudo, se escabulló y se perdió entre la gente pero eso no fue suficiente, Choi lo encontró un día y le prohibió el paso colocándose frente él. —Te prometo que no te arrepentirás, solo sal conmigo.
Beomgyu observó sus manos entrelazadas contra su voluntad, aunque si hubiera querido se hubiera soltado y regresado por donde había llegado, pero no, se quedó ahí pensando en una respuesta. Su mente estuvo de acuerdo con su conciencia y miró a Yeonjun decidido a dar una respuesta negativa, porque no tenía interés en salir, lo único que deseaba era graduarse, y para ello no debía hacer cosas necesarias como salir o sociabilizar con los demás. Optó por ser solitario solo conformándose con los recuerdos que poseía y que no eran suyos.
Pero asintió.
—Salgamos juntos un día, por favor.— Me dijo un día cuando hacia frio y apenas podía dejar de temblar. Le sonreí porque no tenía que pedirlo, siempre salíamos juntos pero esa vez se sintió diferente. Asentí mientras le obsequiaba la bufanda que me había negado a usar toda la mañana esperando a que él la necesitara.
Las manos de Choi eran cálidas, siempre sudando y más de una vez Beomgyu tuvo que soltarse a la fuerza para secar sus dedos, y aunque se quejó Yeonjun solo pedía perdón para despues de un rato volver a tomarlo. Cuando Beomgyu se cansó del sudor optó por solo tomar su meñique, como un par de niños mientras caminaban teniendo entre ellos una considerable distancia. Tan lento y tranquilo las hojas de los arboles comenzaban a caer marrones al suelo, los crujidos siempre agradables con el viento participando en la sinfonía de otoño.
Hacia frio, pero aun así las manos de Yeonjun sudaban como si fuera verano, y sus manos cálidas lo hacían sentir en primavera, un completo caos entre estaciones cuando su mente se convirtió en invierno sellando el ciclo. Cerró los ojos ignorando sus pensamientos y los sonidos ajenos, las palabras y frases en el aire, el bullicio y algunos gritos infantiles, sin querer reconocer el lugar solo se dejó guiar.
Los niños comenzaron a hacerse escuchar dándole la ruidosa bienvenida del parque de diversiones. Entre juegos mecánicos y otros de azar la gente reía y se divertía, aquello trajo recuerdos a su cabeza, de cuanto los celulares no existían y los padres se ensimismaban en los periódicos o en el chisme, cuando los niños se perseguían lanzándose cosas quizás pesadas o peligrosas. No ha cambiado tanto, no importa cuanta gente lo diga, no ha cambiado lo suficiente de su niñez... la niñez de Hueningkai. No es una imagen tan antigua, si siguiera vivo ahora no pasaría de los cuarenta, estaría cerca pero no pasaría.
Sintió sobre sus labios el dulce sabor del algodón de azúcar y cuando cayó en cuenta ya observaba la sonrisa de Yeonjun acercando el dulce a sus labios.
Tomó su mano porque no se había dado cuenta cuando fue soltado. No quería perderse y eso solo fue una vil excusa.
—¿sabe bien?— Preguntó Yeonjun y Beomgyu asintió, casi con timidez. —Si te gusta tendrás que darme un beso.
—No te daré nada— Mentí.
—¿ni un beso?
Cerró los ojos, y sabía que él no esperaba nada, es por eso que me acerque y lo bese.
—¿te gustó?— Pregunte.
—¿Qué?— Preguntó Yeonjun sacándolo de su ensoñación. Reaccionó con un leve salto mientras enfocaba a Yeonjun. —¿Qué murmuras?
—Nada...— Respondió aún confundido de haberse perdido tan fácilmente.
La sonrisa de Yeonjun lo contagió casi de inmediato, mientras su corazón seguía inquieto por lo sucedido y su mente se negaba a ponerse de acuerdo sobre que lo había ocasionado.
Soltarse o perderse de Yeonjun no era fácil, teniendo sus manos siempre entrelazadas con cada atracción se volvía cada vez más natural, y a Beomgyu no le molestaba, despues de haber pasado tanto tiempo cohibiéndose de las personas y solo apoyándose en sus padres estaba deseoso de estar con alguien, y si ese alguien podía ser Choi estaría bien, porque descubrió que despues de todo su actitud positiva y descuidada no le desagradaba.
Querer es una palabra muy leve y amar es una palabra muy fuerte, con tantos años detrás Beomgyu sabia aquello, tenía en cuenta de que querer algo y desearlo no eran lo mismo, uno estaba más cerca de la necesidad que del capricho, es por eso que Beomgyu cedió a lo segundo y quiso tomar la mano de Yeonjun todo el día, quiso caminar con él y subirse a más de tres montañas rusas escuchando los gritos exagerados del mayor, es por eso que quiso comer a su lado escuchando las malas bromas que a veces no resultaban. Beomgyu quiso a Yeonjun durante todo el día, lo quería con él y tenerlo a su alcance, quería no perderlo por su mero capricho, y todo eso hasta que cayendo la noche necesitó el tacto de su sudorosa mano para caminar, necesitó saber que iba con él para encontrar una dirección. De una tarde, de un parpadeo se encontró que en vez de querer estaba deseando.
Durante la noche la luna era cubierta por las nubes, nubes que si bien no tenían formas Yeonjun le encontraba trecientas y algunas acertaban sacándole una sonrisa. El cielo oscuro siempre fue la cuna de los deseos, es por eso que el corazón de Beomgyu latió en varios, incluso algunos que ni siquiera habían sido autorizados por su mente.
Observando los faros iluminando el lugar y caminando por el lugar ya más tranquilo Beomgyu se sintió diferente, como si tuviera solo diecisiete años en vez de treinta y ocho como debería a causa de sus memorias. Las mariposas nacieron, muy a su pesar, cuando Yeonjun le volvió a sonreír.
—¿nos vamos?— Beomgyu negó ante la pregunta de Yeonjun. —¿No? ¿hay un lugar a donde quieras ir? Te llevare si me lo pides.
¿Solo si te lo pido lo harás?
Apuntó, como un niño pequeño, a la rueda de la fortuna aun sabiendo el terror de las alturas que sufría Yeonjun, no le importó o quizás si lo hizo, y lo observó colocar una mueca de pánico no exagerada, no era como la montaña rusa donde el viaje era rápido y casi en un parpadeo, la rueda de la fortuna significaba dar un lento paseo por lo alto hasta casi tocar las estrellas o tener la idea de ello. Pero aun así, con el terror en su rostro, Yeonjun asintió no ocultando su miedo, y eso hizo que mariposas volaran y revolotearan con fuerza.
Con Yeonjun temblando hicieron una corta fila, al no haber demasiadas personas por el reciente frio la espera fue tortuosamente rápida y para cuando cayeron en cuenta ya no había vuelta atrás, ya se estaban subiendo a una cabina y quizás se arrepentían de ello con solo poner un pie en ella. Cuando un curioso chasquido les avisó que subirían Yeonjun no pudo evitar soltar un grito bastante agudo haciendo reír a Beomgyu.
—Cobarde.— murmuró aun sabiendo que mentía, porque su compañero estaba demostrando una gran valentía solo por él.
El recorrido comenzó, tan lento como infartante mientras que Beomgyu observaba desde arriba como las cosas se alejaban y hacían más pequeñas. Yeonjun lo sostenía con fuerza manteniendo los ojos cerrados y eso lo hizo sonreír, porque se podía apreciar con facilidad la forma diez diez en él.
¿Cuándo su corazón comenzó a latir tan rápido? No lo supo, porque en un momento sus oídos solo distinguían el palpitar lento pero con fuerza, se preguntó si Yeonjun sentía lo mismo o el miedo era más fuerte. Cerró los ojos concentrándose para saber que era lo que trataba de decirle aquellos latidos que parecían ser una especie de clave morse.
—¿Por qué se detuvo?— Preguntó Yeonjun de repente. —¿estamos en lo más alto?
—Eso creo.— Y estaban en lo correcto, por las ventanas podía apreciarse las estrellas artificiales ocasionadas por la ciudad, otro tipo de cielo del que se habían alejado para poder ver. —¿quieres ver? No es como si fueras a caerte. Yo lo evitaría.
—Prefiero no ver...
Beomgyu se puso en pie para observar mejor ignorando a quien se escondía en el asiento, se preguntó si años antes era todo igual, cuando tenía exactamente esa edad. Nunca se había subido a una realmente, es por eso que la nueva experiencia lo asombraba. Tomó la mano de Yeonjun cuando este buscó apoyo.
—Gracias.— Murmuró con pena. Era tan silencioso que Yeonjun lo escuchó ¿también escucharía como su corazón palpitaba? ¿él había descifrado la clave? —Nunca había visto la ciudad de este modo.
—¿tus padres nunca te trajeron?— Beomgyu negó. —Pensé que lo habían hecho, ellos parecen ser muy cariñosos.
—Nunca se los pedí. — Suspiró. —Tenia tanto miedo de hacer cosas nuevas, yo solo quería revivir lo de hace años... no quería ser Beomgyu. — No se atrevió a observar el rostro de Yeonjun, pero estaba convencido a que lo daría por loco, no le importaba; solo quería decírselo a alguien. —Hueningkai nunca se atrevió a venir a estos lugares, si no lo hacía con Soobin no podría hacerlo con nadie más.
Cuando Soobin me invitó a una cita formal él jamás llegó, no estuvo ahí a pesar de que lo espere por horas, me pregunté qué le había ocurrido y tuve la esperanza de que fuera algo realmente malo, eso se escuchaba fatal, pero era peor pensar que me había dejado. Lo espere tanto que anocheció, no me atreví a entrar, porque si no era con él no lo haría, no tenía sentido hacerlo. Soobin no llegó esa vez, y regrese a casa estando solo.
No regresaría jamás, aun si él me lo rogara, no volvería a hacerlo; ni aunque volviera a nacer.
—¿Quién es Hueningkai?— Preguntó Yeonjun confundido. Beomgyu lo miró por largos segundos y tomó sus manos para darse un pequeño impulso. —¿Quién es Soobin?
A pesar de que en su garganta se encontraba la respuesta prefirió abrazarlo, esconderse entre sus brazos mientras que la rueda de la fortuna había dejado de moverse. Se hundió en Choi con intenciones de protegerse de sí mismo, para que él lo protegiera de todos sus recuerdos. Y Choi lo aceptó sin más preguntas, le dio el calor que necesitaba y lo envolvió en sus brazos.
No soy Hueningkai.
—Tengo algo que contarte.
Y con diecisiete años reveló su mayor secreto; Huening Kamal Kai, quien era en verdad.
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