3

El sonido de la sirena, avisando que es hora de levantarse e ir a las duchas, despierta a Jimin. En su cabeza retumban las últimas palabras de su nuevo pretendiente:

          "Mañana te veo en las duchas"

Entonces el chico se voltea hacia la pared, se cubre por completo con la manta de la cama y se vuelve a dormir. Despierta cuando su compañero de celda vuelve. Entonces se viste y va a desayunar.

Curiosamente, durante la primera comida del día, no se encuentra con su acosador. Así que luego de tragar lo que tiene en la bandeja, se escabulle rápidamente por la escalera hasta su celda.

          No sé cómo librarme de este tipo. —piensa acongojado.

En ese momento, como si lo hubiese llamado con el pensamiento, el sujeto aparece en su celda. Apoyado sobre el muro,  mantiene la mirada clavada fijamente sobre Jimin, quien mira sus manos y aprieta su labio, denotando el nerviosismo que lo embarga.

—¡Sal de aquí! —le dice el rudo tipo al compañero de celda de Jimin, quien sin dudarlo, da un salto desde su cama hasta el suelo y se retira inmediatamente del lugar.

Jimin, traga saliva y continúa evitando el contacto visual con el sujeto.

—Cuando yo te ordeno algo, tú debes obedecerme.

Jimin se mantiene en silencio, ni siquiera se mueve.

—¡¡Mírame cuando te hablo!! —le grita ferozmente.

Después de sobresaltarse, el chico lo mira con atención,  esperando lo peor. Un golpe en el rostro o tal vez algo más violento que eso.

—¿Dónde estabas?

—Fui a comer —le responde con la voz temblorosa.

—¿Acaso olvidaste lo que te dije ayer?

—N-no, yo... me siento enfermo.

—¿Enfermo? ¿Qué te pasa?

—Mi estómago, me duele mucho.

—Pero fuiste a comer, ¿no me estarás mintiendo?

—No, yo no pude comer casi nada.

—Si estás enfermo debes ir a la enfermería, a menos de que sea una excusa para no encontrarte conmigo.

—No estoy mintiendo.

—Ven —le exige el tipo y sale de la celda.

Jimin lo sigue. Bajan la escalera y caminan por un largo pasillo.

—¿A dónde vamos? —le pregunta luego de un rato.

—A la enfermería. Necesito que te recuperes pronto. No porque me importe tu salud, sino porque te necesito con energía.

—¿Para qué?

—¿Para qué crees tú?

Jimin traga grueso.

Al llegar a la enfermería, Jimin entra solo. Ingresa a la sala en donde hay algunas camillas desocupadas.

—Hola —lo saluda un afable enfermero.

—Hola —le responde tímidamente.

—Voy a tomar tu temperatura y revisaré tu presión, ¿de acuerdo?

—Ok —Jimin se asombra al notar la amabilidad del chico. Es la primera persona que lo trata con tanta deferencia desde que llegó a ese lugar.

Pronto llega el médico para examinar al chico.

—Cuéntame... Jimin, ¿qué ocurre? —le pregunta el médico, un hombre mayor.

—Me duele el estómago —le miente Jimin.

Entonces el médico presiona con sus manos el estómago del chico algunas veces, preguntándole si siente dolor.

A lo que Jimin responde afirmativamente, asintiendo con la cabeza.

—Te vamos a inyectar un analgésico y deberías recuperarte.

—¿Y si no me siento mejor?

—Si  el dolor persiste, deberás venir nuevamente.

—Ok, gracias —le responde el chico antes de que el doctor salga.

Rato después, el mismo enfermero que lo había recibido antes, entra al box y le dice:

—Descúbrete para que te aplique la inyección.

—¿Debo recostarme?

—No, puedes ponerte de pie, justo aquí e inclinarte un poco —le indica, mostrándole el borde de la camilla.

Entonces, el chico se acerca y se coloca en posición, mostrándole su pálida y tonificada nalga al joven enfermero, quien lo mira de reojo y luego vuelve su mirada hacia la jeringa que tiene en la mano.

—Debes relajarte-le pide al chico.

—Estoy relajado.

—De acuerdo —le dice el enfermero y presiona la aguja contra la piel.

—¡Ay!

—¿Te dolió mucho?

—No, no mucho.

—Por eso es importante que estés relajado.

—Estaba relajado —le dice al enfermero, haciendo que este le sonría. Jimin le devuelve la sonrisa.

—Terminamos. Esta es la medicina que debes tomar en caso de dolor —el enfermero le entrega un sobre de pastillas.

—Gracias.

—Cuídate —le responde.

Jimin sale de la enfermería y se dirige hacia su celda, encontrándose con la sorpresa de que su insistente acosador lo espera dentro de ella.

—Supongo que ya estás bien.

—Aún no...

—¿Cómo?

—Me dieron medicina y me recuperaré en algunos días.

Entonces el fornido hombre lo toma del brazo y lo jala hacia él con fuerza.

—¿Me estás tomando el pelo, niño?

—No. Esa es la verdad —le responde el aterrado chico.

—Te doy hasta mañana para que te sientas mejor.

—El médico me dijo que si el dolor persiste debo volver.

—¡Tienes hasta mañana, ni un minuto más! Deberías agradecerme que tengo la consideración de esperar a que te recuperes. Generalmente, cuando quiero algo, simplemente lo tomo y ya.

Cuando el agresivo hombre sale de la celda, Jimin se sienta en la cama y se lamenta por su suerte. Se pregunta cómo podrá evitar que su acosador logre su objetivo.

Al día siguiente, muy temprano, por supuesto, Jimin va nuevamente a la enfermería para ganar algo de tiempo, no mucho, ya que está advertido de que este, es el plazo final para darle a su "amigo" lo que tanto quiere.

—Hola —le dice al enfermero al llegar.

—Hola Jimin, ¿aún te sientes enfermo?

—S-sí.

—De acuerdo, ven.

—Okay.

—Me llamo Yoongi, por cierto.

—Hola Yoongi —le dice sonriendo.

—El médico vendrá en seguida.

Minutos más tarde, el médico revisa nuevamente al chico y ordena realizarle algunos exámenes.

Jimin, quien es un chico honesto, se siente terrible al estar mintiéndole a tantas personas. Aunque se siente peor al recordar el motivo por el cual debe inventarse una enfermedad.

Cuando el médico se va y entra Yoongi, Jimin siente que podría contarle su calvario, sin embargo, siente vergüenza y no lo hace.

Al volver a su celda, ¿nuevamente se encuentra con su hostigador.

—¿Estás listo?

—Yo...

—Ven —le pide mientras se gira hacia la salida.

—¿A dónde?

—A mi celda.

Entonces Jimin sigue al hombre hasta su celda. Al llegar, se coloca de pie al lado de la cama y contempla al chico, mientras se relame los labios.

—Quítate el pantalón —le pide.

—¿Ah? —le pregunta casi con un hilo de aire.

—Quítatelo ahora.

Jimin se desprende de su pantalón, quedando en bóxer.

—Quítate todo, ¿o prefieres que lo haga yo?

—No, yo lo haré —musita el chico.

Jimin queda desnudo, mientras el hombre se relame los labios una vez más, manteniendo una leve sonrisa en su rostro. Jimin traga saliva y súbitamente es tomado por la cintura y lanzado sobre la cama por el enorme hombre. Ahora el azabache, está tendido sobre su estómago y siente como su violento nuevo amigo, comienza a desvestirse y se acerca hasta el borde de la cama. Con una mano, le acaricia el trasero, mientras el chico, quien está con los ojos cerrados, aprieta sus labios de la impotencia que siente al no poder detenerlo. Jimin sabe que si se resiste, será peor para él.

—Es mejor que te relajes —le dice el prisionero con una enorme sonrisa en su rostro.

Es lo mismo que le dijo el enfermero antes de enterrar la aguja en el trasero. No obstante, lo que este sujeto le quiere enterrar, le dolerá un poco más. Bastante más. Jimin solo está esperando sentir la feroz estocada que al parecer es inminente.

—¡Déjalo! —se escucha inesperadamente, una voz firme aunque tranquila.

El peligroso prisionero se voltea sorprendido y claramente furioso por la interrupción.

—¿Qué haces tú aquí?

—¡Suelta al chico! —le insiste.

Entonces Jimin gira su cabeza para mirar al desconocido hombre, sin embargo, no logra verlo debido a que el cuerpo de su acosador le bloquea la visión.

—¿Acaso quieres morir? No te entrometas en mis asuntos —lo amenaza.

—El chico ya estuvo conmigo, así que el que quiere morir probablemente seas tú.

—¡¿Qué?! —pregunta indignado y se voltea a mirar de reojo a Jimin quien aún yace sobre la cama con su trasero al aire.

—¡Vístete y ven conmigo! —le dice el desconocido a Jimin.

El chico no entiende qué está ocurriendo. Y no sabe si irse con este hombre que nunca antes ha visto es una buena idea. No obstante, cuando su victimario, afloja el agarre, se levanta, se viste y se pone de pie.

—Yo no sabía que era tu chico —le dice el corpulento recluso, quien ahora se está colocando su ropa.

—Esta vez te perdonaré la vida, Baekho—le advierte el desconocido —pero no te vuelvas a acercar él, ¿me entendiste?

Baekho frunce el ceño y baja la mirada.

—¡Andando! —le dice el desconocido al chico pelinegro.

—¿A dónde vamos? —le pregunta con temor.

—A mi celda.

Jimin sigue a su "nuevo amigo" hasta la celda de este. Mientras caminan, el chico observa detenidamente al hombre, quien mantiene un semblante serio. Al llegar, le pregunta:

—¿Por qué le dijiste que yo estuve contigo?

—Para ayudarte. Supongo que no quieres estar con Baekho, pues no te vi muy cómodo estando en su cama.

El chico se avergüenza, recordando la posición en la que estaba.

—No, pero...

—¿Pero qué?

—¿Ahora... tengo que estar contigo?

—No.

—No entiendo, ¿por qué haces esto? ¿Por qué me ayudas?

—Me gusta joder a Baekho —le dice riendo.

—¿Tú también eres líder de una pandilla?

—¿Eso crees?

—No lo sé. Baekho parece temerte.

—Baekho es un imbécil. Se cree líder de pandilla, pero es un pedazo de basura bueno para nada.

—¿Entonces eres o no un líder de pandilla?

—Sí, lo soy.

—¿Y puedes protegerme aquí dentro? —le pregunta con recelo.

—Creo que ya lo estoy haciendo, ¿o no?

—Sí, lo sé. Gracias.

—Está bien chico. Si quieres que te proteja, lo único que debes hacer es simular que tú eres mío.

—¿Ah?

—Todos deben creer que tú y yo...

—Ya entendí —lo interrumpe Jimin.

—De acuerdo. Entonces puedes irte a tu celda. Y cada vez que bajes a comer, debes buscarme. Y cuando salgamos al patio, debes buscarme también.

—Okay. Um...

—¿Qué?

—¿Cómo te llamas?

—Me llamo Jungkook.

Jungkook

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