22
Jimin es llevado hasta la salida de la prisión. Camina junto al oficial, y recorre por última vez los fríos pasillos de la cárcel. Se detienen para ingresar a una pequeña sala. Una vez dentro de ella, otro funcionario le entrega una bolsa en dónde están todas las pertenencias que traía consigo el día que ingresó a prisión. Su ropa cara, las llaves de su casa y su teléfono.
Mientras se cambia de ropa, una sensación en su estómago lo intranquiliza. Es la ansiedad que lo embarga. Pero no es solo eso. Siente que algo no está bien. Algo no está funcionando.
—¡Necesito volver!
—¿Volver?
—Sí, olvidé algo.
—Si olvidaste algo en tu celda, nosotros lo recolectaremos y podrás venir a buscarlo otro día. Mañana tal vez.
—No, no es eso. Olvidé...
—¿Qué olvidaste?
—Olvidé despedirme de alguien.
—Lo siento, chico. No puedes volver a entrar. Ya no eres un prisionero.
—¡Por favor!
El oficial niega con la cabeza. Y el azabache entristece.
—Puedes venir a visitarlo después y despedirte de él —le sugiere el oficial.
Jimin asiente sutilmente con la cabeza y luego baja la mirada para colocarse las zapatillas. Salen de la sala y su última parada es en frente de una ventanilla en dónde debe firmar una hoja para registrar su salida.
Al abrirse la puerta, Jimin ve a su padre y su sonrisa vuelve. Después de un apretado abrazo, ambos van a casa.
Al llegar, Jimin duerme una pequeña siesta antes de almorzar con su padre. Al despertar, se levanta con entusiasmo y baja hasta el comedor de la casa, se sienta en la silla que está en frente a la de su padre. Pronto, se acerca una señora con una bandeja en las manos y lo saluda con cariño.
—Hola mi niño.
Jimin se levanta de la silla, toma la bandeja que la señora está sosteniendo y la deja sobre la mesa, luego se para enfrente de ella y la abraza con emoción.
—Te extrañé - le dice.
Luego mira de reojo a su padre porque a él nunca le ha gustado la cercanía entre Jimin y los empleados de la casa.
Contra todo pronóstico posible, su padre solo le sonríe y luego acomoda la servilleta sobre sus piernas.
—También lo extrañé mucho mi niño. Ya, siéntese porque le preparamos su comida favorita.
—¿Verdad?
Entonces la señora, quien ha trabajado durante muchos años en la casa de los Park, comienza a servir los platos. Primero a Jimin y luego a su padre.
—¿Pudiste descansar? —le pregunta el Sr. Park.
—Sí. Me dormí en cuanto apoyé la cabeza en la almohada.
—Me alegro mucho. Necesitabas un sueño reparador.
—Sí, realmente lo necesitaba. ¡Eso está muy bueno! —dice el chico saboreando la deliciosa comida.
—Su padre lo contempla y le sonríe con ternura sonríe.
—Estoy muy feliz de que estés aquí, hijo.
—¿En serio?
—Claro que sí.
—Aún no me acostumbro a que me trates así: con tanto cariño.
Al escuchar sus palabras, la expresión de su padre se torna triste.
—Lo siento, papá. No quise decir eso. Olvídalo por favor.
—Está bien. Tienes razón y te entiendo. Yo fui un mal padre durante mucho tiempo...
—Papá, no hablemos de eso por favor. Eso ya pasó y ahora nosotros podemos comenzar de nuevo.
—De acuerdo.
—¿Papá?
—¿Sí?
—Quiero ir a la prisión. Necesito visitar a Jeon.
—¿Para qué Jimin? Creo que no tiene sentido que hagas eso. Es mejor que no le insistas, él ya tomó una decisión.
—¿De qué estás hablando?
—Me refiero a qué si él no quiso aceptar la ayuda que tú le ofreciste, no debrías insistir.
—¿Él no aceptó la ayuda de tu abogado?
—No. ¿No te lo dijo?
—No. —Le responde con el corazón apretado. —No lo entiendo. ¿Por qué ni quiere salir de ese lugar? Yo ya no estoy allí.
—Jimin...
—Él me dijo que no quería salir de prisión antes que yo para que no me ocurra algo malo. Tal vez si el abogado va ahora él acepte. Ya no debe preocuparse por mí, aunque...
—¿Aunque qué?
—Hmm, nada —Jimin no quiere aún contarle a su padre sobre la traición de Jeon, pues teme que ya no quiera ayudarlo.
—Entonces le pediré al abogado que lo visite nuevamente.
—Gracias, papá.
—¿Cuándo quieres ir a visitarlo? Te acompañaré.
—Um, no lo sé. Quizás después que el abogado hable nuevamente con él.
—De acuerdo. ¿Qué harás después de almuerzo?
—Me quedaré en casa. Es bueno estar aquí. Papá, hay algo más que quiero decirte.
—¿Qué cosa?
—Yo, bueno, me gustaría volver a la facultad.
—Me parece una excelente noticia. ¿Cuándo quieres retomar tus actividades en la universidad?
—Lo antes posible.
—De acuerdo. Haré unas llamadas.
—Vale. Um, ¿cuándo llamarás al abogado?
—En cuanto terminemos de almorzar.
Y tal como se lo menciona a su hijo, apenas termina de almorzar, el Sr. Park se comunica con su abogado y le encomienda la misión de visitar nuevamente a Jeon en la cárcel.
Esa tarde, Jimin, quien recién está comenzando a reacostumbrarse a su vida habitual, decide quedarse en casa.
Al día siguiente, al levantarse de la cama, Jimin llama su padre para preguntarle si tiene noticias acerca de la visita del abogado a la cárcel. Sin embargo, su padre, le pide que tenga paciencia, ya que eso ocurrirá dentro del día. Pero el chico está ansioso por saber si Jeon finalmente aceptará la ayuda que tanto necesita para recuperar su libertad.
Recién por la tarde, cuando su padre llega a casa, Jimin se entera de que Jeon una vez más ha rechazado la ayuda.
—No lo entiendo. ¿Por qué no quiere salir de prisión?
—Tampoco lo entiendo, hijo.
—Debe ser porque no quiere recibir nada que venga de mí.
—¿Y por qué crees eso?
Finalmente, Jimin opta por contarle la verdad a su padre. Cree que si Jeon ya no quiere estar con él, ni saber de él a tal punto de sacrificar su propia libertad con tal de no aceptar su ayuda, no vale la pena ocultárselo a su padre.
—Papá, tú tenías razón. Yo fui un tonto.
—¿A qué te refieres?
—Me siento realmente mal y necesito sacarlo. Me cuesta un montón decirlo, pero... Jeon me engañó, papá. Él me engañó con otra persona y me siento como un completo idiota por no haberme dado cuenta antes. Me siento traicionado y humillado. Es vergonzoso admitirlo, pero así es como me siento.
—Entiendo, hijo. Debes sentirte muy mal por eso. Pero recuerda que todos cometemos errores y lo importante es aprender de ellos.
—Sí, lo sé, pero me siento tan avergonzado de haber caído en esa trampa y tú me lo advertiste y no quise escucharte. No puedo evitar sentir que te he decepcionado, papá.
—Escúchame, Jimin, nunca me has decepcionado y lo relevante ahora es que aprendas de esta experiencia, te levantes y seas más fuerte. Yo estoy aquí para apoyarte en todo lo que necesites. Aún eres muy joven y por eso confías en las personas con tanta facilidad.
—Yo pensé que Jeon me quería y me siento tan triste ahora, pero tener tu apoyo significa mucho para mí. Gracias papá.
—Siempre estaré aquí para ti, hijo. Como te lo dije antes, no me alejaré de ti nunca más.
Su padre coloca su mano sobre el hombro de Jimin y luego lo abraza con fuerza. El azabache deja reposar su cabeza sobre el pecho de su padre por varios minutos. Sus ojos dejan caer algunas lágrimas, las que relame con su lengua cuando estas tocan sus labios.
Semanas después, Jimin le dice a su padre que quiere estudiar en el extranjero. Por supuesto, el padre del chico, realiza todos los arreglos para ello y al cabo de una semana, el azabache se sube a un avión y se va del país. Se va con el corazón roto, convencido de que Jeon nunca lo quiso.
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