20
El chico de cabello azabache y dulce mirada, pudo conciliar el sueño con mucha dificultad la noche anterior. Esa mañana, al sonar la sirena que indica el inicio del horario para ir a las duchas, se levanta de un salto. Hace días que él y Jeon no comparten ni siquiera la misma cama. Solo se sientan en la misma mesa a comer. Sabe que Jeon está siempre pendiente de él, preocupado sobre todo de su seguridad, pero está distante y eso lo tiene muy intranquilo. Se siente triste. No obstante, considerando el motivo del enojo de Jeon, no ha querido dar su brazo a torcer.
Corre hasta la celda de Jeon para poder verlo, pero ya no está en su celda. Después lo busca en las duchas y lo ve desde lejos. Cuando se acerca a él, Jeon termina abruptamente de bañarse y se retira. Evidentemente, está evitando a Jimin.
El chico ya se está preocupando y cree genuinamente que los sentimientos de Jeon hacia él ya no son los mismos.
Esa tarde, cuando todos los reclusos se reúnen en el patio. Jeon y Jimin comparten en el mismo grupo, pero no se dirigen la palabra. Todos a su alrededor advierten el distanciamiento entre ambos, entre ellos, Baekho y su grupo.
Jeon está sentado en una grada junto a Namjoon y Jihoon. Jimin está un poco más alejado que de costumbre. A ratos se siente triste por la indiferencia de Jeon y a veces también se siente irritado por su desdén.
A la hora de la cena, como cada día, Jimin baja al comedor para reunirse con Jeon y los demás en la misma mesa de siempre. Sin embargo, hoy no lo ve.
—¿Dónde está Jeon?
—No lo sé, Jimin. Debe estar en su celda.
—¿No vendrá?
—No lo sé —le responde escuetamente.
Jimin espera por un momento a que Jeon aparezca en el comedor, pero Jeon no llega. Entonces decide ir a buscarlo a su celda. Está decidido a terminar de una vez por todas con el problema entre ambos. Piensa que tal vez ha llegado el momento de reconsiderar la decisión que tomó hace algunos días. Durante los días en que ha estado sin hablar con Jeon ha reflexionado sobre el asunto.
Mientras sube por la larga escalera hacia la celda de Jeon, ya puede visualizar su vida fuera de la prisión junto al hombre que ama.
El hombre que amo, interrumpe sus propios pensamientos.
Sí, el hombre que amo. Jeon es el hombre que amo y se lo diré.
Entra a la celda y ve a Jeon acostado bajo la manta, dándole la espalda. Se acerca sigilosamente a la cama para no despertarlo bruscamente, pues piensa que se siente enfermo.
—Jeon —le susurra cuando está casi llegando al borde de la cama.
—¿Mmm? —murmura Jeon mientras se gira hacia él.
El chico que pasmado al ver el cuerpo de alguien más al lado de Jeon. Con los ojos muy abiertos y el corazón latiéndole a toda velocidad, trata de articular alguna palabra. Siente un revoltijo en el estómago. Jeon lo mira avergonzado, casi no puede sostener la mirada en alto.
—Jimin, ¿qué estás haciendo aquí?
—¿Qué estoy haciendo aquí? —le grita con la voz entrecortada. —¿Qué está haciendo él aquí?
Jeon no dice nada, solo se sienta en la cama y mira sus manos mientras entrelaza sus dedos.
—¿Quién es él?¨—vuelve a vociferar. O al menos lo intenta, ya que su voz sale con dificultad.
En ese momento, el acompañante de Jeon se voltea y deja ver su rostro.
—¿Tú? —se sorprende el azabache.
—Perdóname Jimin, debí habértelo dicho —por fin habla Jeon.
El pelinegro, destrozado por lo que ven sus ojos, mira a quien hasta ese momento aún consideraba su hombre y no puede contener las lágrimas que caen sobre sus rosadas mejillas.
—¿Cuánto tiempo... has estado mintiéndome? ¡¿Desde cuándo?!
Nuevamente, Jeon enmudece y continúa con la mirada baja debido a la vergüenza.
Jimin traga saliva y entre sollozos se va del lugar. No sin antes dirigir una última frase para Jeon:
—Estás muerto para mí, Jeon.
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