Capítulo 41 ✔️

Narrador Rick O'conell

Aquí el frío era en verdad terrible, nunca había estado en un sitio donde si dejabas mal colocado el vaso con agua, este se congelaba.

Había recorrido el mundo, en cada misión que llevaba, pero nunca había estado al norte de la frontera con Mongolia, en el bosque de Siberia, los cuales pertenecía a Rusia. Aunque eso no lo entendía, y Samantha, no parecía estar interesada en explicarme.

Ella solo se limitaba a atenderme y cuidarme. Jamás me sentí tan feliz de haber sido herido en combate. Aunque claro, la herida no era tan grave, y solo limitaba mis movimientos con el brazo, pero me hacía el enfermo, para que mi novia estuviera más pendiente de mi.

Tenía la ligera sospecha de que ella sabía mis intenciones, pero no hacía nada al respecto, lo que significa que le agradaba.

...

Todas las noches nos la pasabamos lo más acurrucados posibles, bien sea por el frío y por las ganas de estar cerca del otro.

Un par de oportunidades vi a Samantha, observar a lo lejos en el balcón. Parecía tan ida, tan ensimismada en sus pensamientos, que nunca me atreví a interrumpirle.

En estos seis meses, aprendí a descifrarla. Ella era, como bien dijo una vez, una Caja de Pandora.

Era la chica tímida y dulce que deseas presentar a tus padres (si los míos aún vivieran); la chica sexy y sensual, que hará realidad todas tus fantasías; la chica débil, que necesita ser rescatada; pero también era la chica ruda e independiente, capaz de patearte si intentas sobrepasarte.

Pero en esos momentos, cuando veía a la nada en plena madrugada, la sentía sola y triste, incluso apostaría por decir que estaba aterrada. Quería hacer algo por ella, preguntarle ¿qué le acongoja? Pero sabía que debía ser ella la que hablara primero. Y cuando lo hiciera, ahí estaría presente, esperándola pacientemente.

A pesar de sus desvelos nocturnos, siempre amanecía con una sonrisa y una alegría que calaba en mí. Con sus dichosos planes extravagantes y alocados, pero no me importaba, por ella haría lo que fuera, hasta el ridículo.

---

Ridículo que posiblemente haga hoy.

Se le había ocurrido que nuestro paseo en trineo, debía ser pospuesto, para ir a dar una caminata en la nieve.

Nunca había hecho algo así en mi vida, y temía hacer el ridículo delante de ella, pero tampoco quería decepcionarla.

Así que me arme de valor, y me envolví en cuanto abrigo empacamos para evitar resfriarme.

El cabestrillo me lo había quitado, obviamente en contra de lo dicho de mi novia, ya que, su gran amigo y doctor, lo debía llevar para evitar lastimarme.

Sé que sus intenciones son buenas, pero no lo soporto. Además, ya mi herida estaba prácticamente cicatrizada, y podía mover mi brazo sin que éste, me doliera.

Al final, Samantha, entendió y acepto, no sin antes advertirme que a cualquier signo de dolor, el paseo se acababa.

Parecía una mamá.

...

Un par de horas después del desayuno, nos hallábamos empezando la caminata alrededor del Lago Baikal, el cual estaba congelado por completo.

Admito que el lugar me tenía maravillado.

El paisaje tenía miles de tonos de color azul, el hielo reflejaba el sol saliente, y no sé si eran ideas mías, pero con la claridad del hielo, se podía apreciar el fondo del lago.

— Vamos cielo, tómame una foto— me pide mi diosa, mientras posa de manera jovial y divertida.

— Vamos, haz otra pose— la incito a qué sea ella misma.

Y así empezamos una sesión de fotos; en unas aparecía ella, en otras yo, en otras los hermosos paisajes, y en otras tantas, fotos de nosotros.

...

Regresamos antes de que anocheciera y nos perdiéramos en medio de la nada.

Al llegar fuimos recibidos por Mina, con un buen plato de comida y bebidas calientes.

— Señor y señora Maximoff, espero que hayan disfrutado de su paseo. Ya sus habitaciones están limpias. Con su permiso, me retiro. Si necesitan algo, solo avísenme— se despide Mina.

Nos acercamos al comedor, donde degustamos nuestros platos.

— Me gusta como suena "Señora Maximoff", pero preferiría que sonara "Señora O'conell"— comento serio, mientras tomo su mano y la beso con fervor.

— Rick, por favor... No sigas con eso— dice entre sollozos.

— Cariño, ¿estás bien? Te siento mal.

Antes de responder, se yergue en la silla, sorbe sus lágrimas (las cuales no había notado), toma un poco de vino tinto, y saca una sonrisa que no le llega a los ojos.

— No me prestes atención, estoy ovulando y ando más sensible que de costumbre.

Decido dejarlo así, pero se que le pasa algo.

Quizás sea por la relación que tiene con sus padres, probablemente haya vivido dentro de un matrimonio infeliz y teme repetir la historia.

———

El día antes de volver a la normalidad, a la tediosa vida cotidiana, le insistí a Samantha, en hacer el viaje en trineo.

No lo habíamos hecho antes, pues los perros se habían enfermado, pero ya estaban mejor.

Y tenía la necesidad de que ella mejorara su estado de ánimo. Pues después de nuestra conversación en el comedor, ella se puso más seria.

Creo que fue mi culpa por insistirle, sin querer, sobre el siguiente paso en nuestra relación.

...

Ella aceptó, pues si había algo que animara a mi chica, son los animales.

Nos abrigamos lo suficiente. Empacamos los víveres necesarios, tanto para nosotros como para los perros; unas cobijas bien gruesas y un par de chaquetas extras.

...

Durante nuestro trayecto, debo tristemente aceptar que casi me caigo. En mi defensa, el terreno no era cien por ciento plano, habían baches, y yo no soy de tener mucho equilibrio.

Quién si parecía tener suficiente equilibrio, era ella. Manejaba el trineo, como si fuera cosas de niños. Y efectivamente, su humor mejoró drásticamente, lo cual me hizo el hombre más feliz.

Incluso hicimos la típica pose del Titanic, ella tomando el mando y yo abrazándola con mi brazo herido, y tomando la foto con mi otro brazo.

El escenario fue perfecto.

Enmarcaré esta foto cuando regresemos a Moscú, y la pondré en mi escritorio del trabajo.

...

El día de partir había llegado, en esa semana nos hicimos muy amigos de Mina, Artur, Arnold y Julie. Realmente los iba a extrañar. Prometimos que para las próximas vacaciones, este seria nuestro sitio principal.

Ellos se despidieron de nosotros, dándonos una cesta con dulces de chocolate de todos los tamaños y formas. Fue un gesto excepcional.

Las mejores vacaciones que he tenido en mi vida.

Pero ya era hora de regresar al mundo real.

Tenía una asesina serial a la cual debía atrapar y un crimen organizado por desmantelar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top