Capítulo 36✔️
Narrador Skyler Miller
Ya me encontraba en el salón comedor. El lugar era lo suficientemente amplio, para albergar a unas cien personas sin ningún problema.
Ya me habían entregado la lista del personal. Decidí dejar a nuestro informante, a la mitad, para que no se viera sospechoso.
Erick Lensher, un hombre bien entrado en los años, unos cincuenta y muchos sesenta y pocos. Muy amigable, y con una deuda infinita para con nosotros.
Hacía unos años, en una de las misiones que tuvimos Samantha y yo, logramos truncar el tráfico de personas del Turco. Y casualmente, su nieta de cinco años se encontraba allí.
Nosotras la salvamos, y la devolvimos, supimos tiempo después que el sujeto necesitaba empleo, y nosotras necesitábamos alguien de confianza que trabajará de incógnito.
Así que sin más, le dimos el empleo de obrero en esta fábrica, y con el tiempo, él sólito hizo méritos para ser jefe de mantenimiento. Era un buen sujeto.
———
Habían pasado un par de horas, y ya llevaba 50 entrevistados de los 150 que eran.
Estaba cansada, pero ya era el turno del Sr. Erick, cuyo testimonio era el único que me importaba.
— Señora Miller, ¿cómo se encuentra?— dice amablemente, mientras se sienta y se quita su sombrero en señal de respeto.
— Muy bien, permíteme— me disculpo, mientras que de mi bolsillo saco un pequeño artefacto, que trasmite estática a cualquier equipo electrónico que exista alrededor— Ahora sí podemos hablar sin ningún inconveniente. ¿Ha habido algún movimiento extraño en la fábrica, desde nuestra última visita?
— ¿Se puede?— me dice moviendo solo los labios.
— Ya nadie puede escucharnos ni nada parecido— le aseguro.
— Pues siendo así, sí. Hace unas semanas debían salir tres camiones con unas doscientas cajas de osos panda cada uno, aproximadamente. Pero, salieron cinco camiones. Yo diría que hubo unas cuatrocientas cajas "pérdidas". Desde esa fecha, todos los viernes pasa lo mismo.
— ¿Estás seguro de ello?— pregunto anotando todo, con un código especial, que solo lo entendemos Samantha y yo.
— Sí, señorita. Estoy encargado de supervisar el estado de los camiones. Y el lunes en la mañana me pidieron revisar tres camiones, sin embargo, en la noche salieron cinco.
— ¿Viste quién o quiénes estaban al tanto de ello?— pregunto conteniendo mi rabia. Samantha, tenía razón.
— El señor Medeiros. Él era el único que supervisó la salida de los camiones.
— A parte de los camiones "sobrantes", ¿has visto algo raro?— pregunto encendiendo otro cigarrillo. Este tipo de situaciones, hacen que mi vicio por la nicotina aumente.
— Bueno, usted sabe que entregamos "osos panda" a otros países, y de allí hay otra fábrica que las distribuye— comenta, a lo que yo asiento— Más o menos desde hace un mes, también se han estado preparando leones de felpa, y tigres siberianos del mismo material.
— ¿Tigres y leones?— pregunto extrañada.
— Sí señorita, de lunes a viernes nos encargamos de empacar la mercancía y guardarla en los pandas. Pero un grupo selecto, se queda los viernes en la noche, y ellos son los que se encargan de los felinos.
— ¿Cómo estás tan seguro?— pregunto seria.
— Como jefe de mantenimiento, soy el último en salir, y en varias ocasiones me he percatado de que un grupo fijo, se queda, supuestamente haciendo horas extras. Y en una oportunidad vi, como guardaban a los felinos en una caja y los metían en un camión distinto a los que tenían a los osos panda.
— ¿Podrías darme el nombre de los que se quedan?
— Señorita, con todo respeto. Todo los que estamos aquí, es por necesidad. Quizás ellos no sabían en que se estaban metiendo. Probablemente sólo querían el dinero de unas horas extras.
— Entiendo eso, Erick. Pero también es posible que algunas de esas personas, sepan lo que ocurre y lo hagan deliberadamente. No todos son tan buenos como tú. Hay jerarquías, que deben mantenerse. Y por lo visto hay personas que creen que pueden morder la mano de quién les da de comer— digo a la par que camino por el comedor— ¿Tienes los nombres o no?— pregunto nuevamente.
— Permítame la lista, les pondré un punto a los que haya visto— dice cabizbajo.
— Erick, te prometo, que si uno de ellos lo hizo por necesidad, solo llevará un susto. Pero si lo hizo por avaricia, ya sabes cuál es castigo.
— Lo sé. Y agradezco su comprensión.
Después de eso, él termina señalando a los posibles implicados. No dudo en la palabra de Lensher, pero debo averiguar quién está implicado por "gusto".
Momentos después de que Lensher se retirara, veo que uno de los hombres de Samantha se acerca con Karma.
Me apresuró en escribir un mensaje privado para enviárselo con Eris. Y así poder intercambiar información.
———
La nota de Samantha, era lo que sospechaba.
Nos estaban jugando sucio.
Joao, estaba mordiendo la mano que le dio de comer durante años.
Él muy cretino tenía unos libros bien escondidos, donde estaba detallado a donde iban los camiones que desaparecían, además de quién era el receptor de dichos vehículos.
Se nota que el pobre, es un idiota. Cualquier persona, con medio dedo de frente, nunca anotaría el nombre de su comprador, siempre se coloca un alias.
Y nuestro comprador "misterioso" no era otro que Antón Corvinus, el menor de los irlandeses. Y eso sólo nos hizo darnos cuenta de que estaba trabajando solo, pues jamás Marcus o Williams se hubieran prestado para semejante tontería.
———
En mi nota, le informaba a Samantha que habían algunos camiones que se estaban desviando, y que ya tenía el nombre de los participantes en el fraude.
Ya las dos sabíamos que debíamos hacer.
Yo estaba extasiada en volver al juego, pero sabía que para Samantha sería difícil.
Ella tenía una especie de adicción a la sangre, a la adrenalina que producían las peleas. Yo por mi parte, solo disfrutaba sentirme dueña de todo.
Pero aún así, habían leyes que no se debían romper. Y ella como Líder de las mafias, no podía dejar pasar cosas como estás.
———
Una vez terminado de hablar con todos los trabajadores, incluyendo a los traidores. Decidí hacer una pausa.
Cogí a Karma, que ahora estaba conmigo, y nos fuimos a la oficina.
Los dos guardias que me acompañaban se unieron a los que cuidaban a Samantha.
...
— ¿Qué te parece la osadía de estos sujetos?— le pregunto a Samantha mientras me recuesto en el sofá de cuero que está en la oficina.
— Que les quedan pocas horas de vida. Y que muy probablemente, ya Joao, habló con Antón y le informo de nuestra inspección— comenta Samantha, muy molesta.
— ¿Crees que este "levantamiento" sea porque ya saben que no estás con Drag, oficialmente?— pregunto, pues esa duda tenía rato rondando mi mente.
— Según las fechas, puede ser. Todo está sublevación, empezó después de la reunión con todos los líderes. Algo me dice que Antón se quiere deslindar de su familia, y formar la propia.
— ¿Y crees que Natasha, tenga algo que ver? Total, ya se les ha visto juntos. Y ella ha demostrado ser una persona ambiciosa— digo recordando lo que he leído de ella.
— No me sorprendería que ella fuera la cabeza de la "nueva familia". Antón, siempre ha sido un mujeriego sin mucho cerebro ni valor. Básicamente es una vergüenza para su familia. El eslabón más débil.
— Se nota que no te agrada— comento entre risas.
— No solo no me agrada. Me molesta que alguno de ellos crea que soy la hija de papi, y la novia de un mafioso. Por qué para los Corvinus, eso soy. La chica consentida que logró ser líder, de un día para otro— expresa Samantha, muy pero muy furiosa.
— Nena, todos los que te conocemos y te apreciamos; sabemos que has sudado y sangrado por conseguir lo que tienes. Qué no fue fácil, enterarte del pasado de tu familia; qué no fue fácil, superar una violación, ni la pérdida de un ser amado de la forma más inhumana; que no fue fácil, pasar por una depresión profunda y un estado de salud deplorable; que no fue fácil, aprender a ser aquello que siempre odiaste; que no fue fácil, hacer de tu corazón una coraza imposible de acceder. Samantha, tu eres la mujer, que digo, la única persona que he conocido que ha podido superar todas esas adversidades, que se embarro con lo peor de la sociedad; y que aún tiene la pureza de un ángel— expreso sinceramente todo lo que pienso de mi mejor amiga, de mi salvadora.
Samantha, no aguanta y deja salir aquello que le atormenta.
— Sky, tu y yo sabemos que una vez que esto inicié, hay muchas probabilidades que me vuelva a perder— dice triste, refiriéndose a impartir el castigo.
— Lo sé. Pero yo estaré a tu lado— en eso las perras ladran y me apresuro a corregirme— Nosotras estaremos junto a ti, y no dejaremos que pase nada malo. Además, yo soy la que tiene sed de venganza. Tú, te puedes limitar a observar y mandar, como la reina que eres— le propongo.
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