Capítulo 7.

Ya era el día esperado. Todos en la mansión se despertaron animados por el día de hoy. Se apresuraron a dejar todo listo para comenzar con el evento. Albert ya había elegido una Iglesia cercana a la mansión Andrew. Y afortunadamente, la mayoría de las personas invitadas iban a asistir con gusto.

Dorothy llegó temprano tal como le había dicho el día pasado su amiga. Ella le ayudó a elegir un vestido adecuado para la ceremonia. Al final eligieron un vestido blanco largo, con detalles bien definidos y elegante. Candy se dejó el cabello suelto como peinado. Al final, Dorothy le entregó unas zapatillas negras como complemento final de vestimenta. La rubia sabía que le faltaba algo por lo que pidió a Dorothy que la acompañara al jardín de las rosas.

Ya ahí, pidió que cortara una Dulce Candy. Dorothy asintió. Con la bella flor, se la colocó en el cabello como adorno. Regresando adentro de la mansión, se toparon con un Archie y Harry sorprendidos. La pecosa les sonrió provocando una sonrisa en los rostros de los dos chicos. Dorothy le hizo una seña para que continuara subiendo escaleras. En la habitación, sólo quedo esperar a los invitados para que bajara. Ella quería sorprenderlos.

El tiempo pasaba lentos para todos, especialmente para los anfitriones que esperaban pacientemente a sus invitados. Archie y Harry se dirigían hacia la Iglesia con traje puesto, pero nunca se esperaron ver a Candy tan bella como siempre.

Los primeros en llegar fueron los Leagan, como siempre. La Sra. Leagan fue la primera en pasar a la Iglesia y después su esposo e hijos. Como todavía no era la hora de la ceremonia, tenían todavía tiempo todos los presentes para alistarse o esperar a los demás.

Candy se dirigía junto con Clint hacia la Iglesia; en el camino se encontraron con Archie y Albert hablando. No veía por ningún lado a Harry. Los dos chicos se dieron cuenta de la presencia de Candy, dejaron de hablar y se acercaron a ella.

-Candy ¡te ves hermosa!.-exclamó Albert. La pequeña agradeció.-Queríamos decirte algo sobre la ceremonia.

-¿Hay algo que falte?.-preguntó.

-No es eso. Candy, queremos que tú hables conmigo en la Iglesia.-dijo Archie.

-¿No lo va a hacer Albert?

-Yo no puedo. Nunca conocí tan bien a Anthony como ustedes, por eso quisiera que ustedes dos que fueron más cercanos a él hablen en su honor.-explicó Albert.

-Es lo que hubiera querido nuestro primo, Candy.-dijo Archie como apoyo.

Candy pensó detenidamente lo que había dicho Archie. Era verdad. Anthony la había amado demasiado y le había entregado su corazón a ella. Era lo más que podía hacer para agradecerle infinitamente por todo lo que le había dado.

-Lo haré. Daré todo de mí en la ceremonia.-dijo segura Candy.

-Así se habla. Mejor me apuró a recibir a los invitados. Archie te dejo a cargo a Candy.-dijo Albert finalizando para irse a la entrada.

Archie llevó a Candy de vuelta a la mansión pues pensaron que iba a ser aburrido esperar adentro de la Iglesia. Se sentaron en la sala principal a conversar.

Desde otro lado de la mansión, se encontraba Elisa planeando otro gran plan para perjudicar a Candy, su mayor enemiga. Esta vez no contaba con el apoyo de su hermano ya que le había demostrado que él jamás iba a actuar de nuevo en contra de la rubia. Quería hacer pagar a Candy de nuevo por haber cambiado a su hermano. Realmente su odio hacia ella era enfermizo.

-Esta vez vas a sufrir como nunca lo has hecho.-se dijo así misma en voz clara.

Se dirigió hacia los establos dónde estarían los caballos seleccionados para el rodeo. Eligió el caballo qué seguramente escogería ella. Colocó en la parte del estribo una estrella filosa que al ser utilizado el caballo, ésta se clavaría y dejaría un dolor provocando sufrimiento en el animal.

Regresó rápido con su familia siendo discreta para que nadie sospechara, especialmente Harry. Ella estaba confiada en que su plan resultaría victorioso. Ahora nadie podrá detenerla.

Todos los invitados iban llegando poco a poco. Los Britter fueron los últimos en llegar. La ceremonia estaba a punto de comenzar. La gente llegaba y se sentaba en su lugar correspondiente. Las familias Andrew, Cornwell, Leagan y Miller se sentaron en las cuatro primeras filas en la Iglesia. Albert se encontraba sentado en los primeros asientos junto con Candy, Archie, Annie, Harry, Elisa y Neil.

De las grandes puertas de la Iglesia, entró el sacerdote que iba a realizar la misa. Cuando estuvo ya en frente, todos los presentes se pararon en señal de recibimiento, luego volvieron a sus lugares.

-Estamos reunidos aquí para recordar a una persona importante que desafortunadamente ya no se encuentre entre nosotros. Dios nos dio a este buen chico y él mismo nos lo quitó. Su nombre era Anthony Brower Andrew.

Se podía ver una pequeña porción de la gente llorando al escuchar el nombre del chico, entre todas esas personas se encontraba la Tía-abuela Elroy secándose algunas lágrimas con un pañuelo blanco.

El sacerdote llevó a cabo de la misa. Al final de todas las palabras que dijo y de leer párrafos de la Biblia, pidió que pasaran al frente Archie y Candy. Decidieron entre los dos que él iba a pasar primero y ella iba a cerrar la ceremonia. Antes de pronunciar su discurso, le enseñó a Candy su hoja en donde había escrito su discurso.

-Primero que nada, muchas gracias por asistir en nombre de los Cornwell y mi primo Anthony. Siempre agradecí todos los inolvidables momentos que pasamos juntos él, mi hermano Stear y yo. Jamás había conocido a alguien tan dedicado en lo que hacia como Anthony. Espero que todos hagan lo mismo, pues no me imagino a otra persona igual a él. Quedará grabado en mi corazón su nombre y su presencia por siempre. Gracias.

En toda la Iglesia se escucharon aplaudidos por el discurso de Archie. Ahora era el turno de Candy de decir algunas palabras. Se situó en medio donde el pasillo dividía los dos lados. Respiró profundamente y recordó todos los mejores momentos que tuvo durante el tiempo que estuvo con Anthony.

-Gracias por haberse reunido para conmemorar este día trágico. Hoy estamos recordando a un gran chico, Anthony. Él, sin duda, ofrecía ayuda a cualquier persona que la necesitara. Su pasión era inigualable si se trataba de cuidar las rosas. Su sonrisa llenaba de alegría a toda la mansión junto con las personas que vivían en ella. Anthony sabía que era lo correcto y lo malo pues nunca dudó en ser injusto. Es cierto que a veces él llegó a ser rebelde, pero eso no quitaba el hecho de que fuera una gran persona. Su presencia siempre estará con nosotros en todo momento.

Candy agradeció y se sentó a lado de Archie. Se sintió orgullosa de sus palabras, no habían mejores para expresar lo que sentía.

-Bien hecho Candy.-felicitó Albert hacia ella.

La ceremonia concluyó con la despedida del sacerdote. Albert anunció qué la comida seguía a continuación en el salón de fiestas de la mansión. Todos abandonaron la Iglesia y se dirigieron rumbo adentro de la mansión. Al entrar al salón, pudieron ver varias mesas adornadas de manteles blancos bordados y arriba de ellos un florero de cristal con rosas blancas y rojas. En el fondo se podía apreciar a un grupo de orquesta pequeño contratado para la comida. Y en medio del salón, estaba un autorretrato de Anthony en grande, sobre una mesa decorada con diversos tipos de flores y velas blancas pequeñas.

A la vez que entraban al salón, la orquesta empezó a tocar una melodía exquisita para oír. Albert se encargó de dar asiento a cada invitado en una mesa correspondiente. Sólo hubo una mesa donde se sentarían juntos Candy, Tom, Archie, Annie, Harry, Elisa y Neil junto con otros chicos y chicas de la misma edad. Albert no quería poner a los dos hermanos con los otros (tenía el presentimiento que empezarían a molestar a todos los de la mesa), pero predijo que la Sra. Leagan armaría un escándalo por haber excluido a sus hijos de ahí.

Sirvieron un buen banquete, digno de la familia Andrew. Mientras todos los presentes disfrutaban de la música, una que otra pareja bailaban. Archie extendió la mano hacia su novia invitándola. Annie accedió y salió a bailar con él.

-Se ven bien juntos ¿No crees?.-preguntó Candy viendo cómo sonreía su amiga.

-Sí, lo creo.-respondió Harry mirando a Candy. Hizo una pausa y se dirigió a ella.- ¿Te gustaría bailar conmigo?

Tom la miró pícaro por la proposición de Harry. Ella volteó a verlo y con la mirada le transmitió enojo por su gesto, luego miró al chico y de manera sonriente aceptó. Los dos, tomados de la mano, comenzaron a moverse al ritmo de la música clásica. De repente, todas las personas se pararon y se unieron a ellos. El medio se encontraba lleno de parejas bailando, incluso Albert invitó a bailar a la Tía-abuela Elroy.

-Sabes, esto me trae recuerdos de mi primer baile.-dijo Candy sonriendo a Harry.

-¿En serio? Pensé que bailaba mal.-rió Harry.

Candy sonrió cuando escuchó la risa de Harry. Era una risa suave, melodiosa y llena de emoción. No pudo evitar pensar en Albert y en Anthony, que compartían una risa similar a la de Harry.

Harry tenía su mirada centrada sólo en ella. Por una vez, sintió que las personas a su alrededor desaparecían y que la pista les pertenecía a ellos. Esto le parecía extraño, pero no desagradable. La compañía de la pequeña hacía que creciera un nuevo sentimiento desconocido totalmente en él. No sabía como describirlo, pero lo que si tenía razón era que lo llenaba de felicidad de tenerla.

En cambio, Candy disfrutaba su baile. Le recordaba el momento en el que ella y Anthony bailaron. En ese tiempo, ella era torpe en eso, pero pronto se acostumbró gracias a su príncipe. Jamás olvidaría como los ojos de los dos sólo tenían vista para el otro, como si no quisieran mirar otra cosa que ellos mismos.

El baile siguió. Las dos parejas  que conocemos se divertían. Albert interrumpió la música y el baile para anunciar el siguiente evento, que daría el cierre a la reunión. El rodeo. Todos los hombres nobles, se quitaron su orgullo y decidieron participar en el rodeo.

Lo que no sabían era que el último evento conllevaría un final no muy agradable.

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