Capítulo 23.

Ya había pasado un día desde que Candy entró a la Academia. Todavía no iniciaba sus clases, pero aún así se veía nerviosa. No tenía la menor idea de qué pasaría ahora en adelante. Lo bueno de la espera es que conoció a sus demás compañeras de cuarto, luego de que a las doce de la madrugada tocaran a su puerta.

Katia abrió la puerta con dificultad porque ella ya se había ido a dormir desde hace un rato. Al verlas todo el sueño se esfumó como si se tratase de un truco de magia; se lanzó hacia ellas y las abrazó.

-¡Con que ustedes serán nuestras compañeras de dormitorio! ¡Gusto en conocerlas!-. Exclamó en susurros, sin embargo eso no le quitó la felicidad del momento.

Aquellas chicas se presentaron ante las otras. La de estatura mayor con cabello rojizo y ojos esmeralda se presentó como Sabina, mientras que la otra un poco más pequeña con una melena oscura y orbes café se llamaba Gwen.

-Mi nombre es Katia y aquella chica a punto de dormir es Candy-. Presentó a las dos sonriendo.

Una vez que le indicó sus respectivas camas, decidieron que se conocerían al día siguiente por lo que no hubo otro intercambio de palabras en la noche.

La mañana ya había llegado. Quien tuvo que despertar a todas fue Candy. Se levantó de su cama y comenzó a mover delicadamente los hombros de sus nuevas compañeras. Éstas por su parte contestaron con un bostezo exagerado y limpiándose los ojos.

-Buenos días a todas-. Saludó la rubia. Las demás hicieron lo mismo.

Por otro lado, Archie se veía un poco preocupado ya que había soltado la inesperada noticia de que había alguien más con él en su departamento. Lo peor de todo es que los dos acordaron verse en la posada donde Harry y él estaban hospedados.

-¿Qué tienes Archie? Si estás preocupado por Candy, entonces despreocúpate. Ella está bien-. Comentó Harry al agarrar sus cosas para irse.

Ayer había ido a la escuela de Candy sin avisarle a ella ya que no quería arruinar su día. Entró a la Academia y se dirigió a la oficina para obtener el empleo.

No duró bastante la entrevista, pero fue un poco pesada. Al haberse enterado de la procedencia del Miller, se apenaron al saber que aquél chico aristócrata anduviera pidiendo trabajo así que lo contrataron de inmediato.

-No es nada. Es sólo que... ayer me crucé con un amigo mío del colegio San Pablo. Y acordamos de vernos hoy.

-Ya veo, bueno me iré yendo ya que tengo que estar temprano ahí-. Se apuró y agarró las llaves.

-No será que quieres llegar temprano a ver a nuestra amiga ¿Verdad?-. Rió al decirlo.

-N-No es sólo que... quiero dar una buena impresión a mis superiores.

Después de aquellas nerviosas palabras, Harry salió rápidamente del cuarto y se dirigió a su nuevo trabajo. Corrió por todas las calles, callejones y aceras de la ciudad. No quiso detenerse por lo que siguió haciéndolo hasta llegar a la entrada. Se había quedado sin aliento. Tardó un poco en recuperarse y poder aclarar su voz agitada.

-Soy del departamento de jardinería, Harry Miller-. Se presentó a sí mismo ante el portero.

-Sí, te recuerdo bien. Llegaste con una jovencita, ¿cierto?-. Preguntó sonriendo entre sus arrugas.

-Sí, así es-. Sonrió-. ¿Me podría indicar hacia dónde debo de dirigirme?

-Con gusto joven Miller, siga caminando derecho hasta que divise entre los árboles una casa. Ahí lo esperan sus compañeros-. Explicó amablemente el señor.

Harry agradeció y siguió las indicaciones de aquella amable persona. Recordando cómo lo había llamado, se sintió un poco incómodo ya que le recordaba mucho la manera de nombrarlo. Sonaba muy formal. Pensaba que yéndose de Estados Unidos, lo alejaría por un momento de la presión de ser aristócrata.

Llegando una vez a su destino, abrió las puertas con la esperanza de no haber tardado de más. Ahí lo estaban esperando sus compañeros con aire de amabilidad. Su jefe le entregó una hoja donde venía su horario de trabajo y aparte, sus deberes en la Academia. Leyó cuidadosamente cada oración de aquélla y la guardó en el bolsillo de su pantalón.

Ya teniendo las instrucciones en claro, se apresuró a tomar su puesto que yacía cerca del jardín principal de la Academia. Cuando llegó se llevó una gran sorpresa; éste guardaba en su interior una variedad de flores coloridas como los tulipanes, orquídeas, gardenias, rosas, entre otras. Su primer trabajo al parecer le iría bien y podría agradarle de ahora en adelante.

Antes de llegar a su puesto, había recibido por parte de otros compañeros las herramientas necesarias para su trabajo por lo que agarró unas tijeras de jardinería y comenzó a darle forma a los arbustos que se encontraban alrededor del jardín.

[...]

Ya había pasado dos horas desde que comenzó su primera tarea en la Academia. Tardó un poco más de lo debido ya que sus nervios, para ese momento, controlaban sus acciones. Hubo momentos en los que dudaba sobre la forma que iba a darle. Parecía como si fuera un bloque que tienen normalmente los artistas.

Después de un arduo trabajo, decidió descansar en la banca de piedra del jardín. El Sol estaba más ardiente que de costumbre; sentía que durante el tiempo que él estaba trabajando, el aire se había calentado por lo que era difícil respirar aire fresco.

Su ropa se hallaba un poco sudorosa y sucia de la tierra. Llevo su antebrazo hacia su cara y limpió su frente varias veces hasta que quedó libre de gotas de sudor.

-Dios... estoy cansado y todavía no he completado la jornada de trabajo...-. Expresó en alto su voz.

-¿Eh? ¿Harry?

Giró su cabeza hacia la dirección de la voz que lo había llamado. Su mente de inmediato reconoció aquella melodiosa y dulce voz que había pronunciado su nombre. Instintivamente sus ojos se agrandaron con destellos en ellos, mientras que una sonrisa sincera aparecía en sus labios.

-¡Candy!-. Sonrió abiertamente.

Levantó todo su cuerpo y sonriendo, como niño pequeño, se dirigió hacia la rubia. Por otro lado, Candy, se había llevado una sorpresa de ver a  su amigo en la Academia.

-¡Harry! ¿Qué haces aquí?-. Preguntó feliz la chica.

Iba a responderle, pero otra voz hizo presente en la escena.

-¡Candy llegaremos tarde a nuestra ceremonia de ingreso!-. Dijo una chica desconocida llegando al lado de la rubia sonriendo. Su expresión cambió completamente al ver a aquel rubio con el que estaba su amiga. Un rubor apareció ligeramente en sus mejillas al observar mejor el rostro del chico-. ¿Lo conoces, Candy?

-Sí, él es Harry. Vino conmigo a España a acompanarme en mi estadía por aquí-. Respondió cálidamente-. Harry, ella es Katia, mi compañera de dormitorio.

-Un gusto, Katia. Por favor, cuida de Candy por mí mientras esté aquí-. Dijo sonriendo a la chica.

En cambio, Katia su rubor había aumentado drásticamente. El color rojo predominaba en su rostro. Nunca le había pasado antes, ¿por qué hasta ahora con la aparición de aquel apuesto chico de cabellos de oro? Con ningún chico había reaccionado así, pero con él era diferente todo. Sus ojos emitían un brillo especial, una luz que sólo aparece una vez en la vida.

Todavía no quería admitir que fuera amor a primera vista, era muy temprano para decidir esa opción. Pero algo era seguro, su reacción no fue común.

-¡S-Sí! ¡Claro que lo haré!-. Dijo tartamudeando un poco.

Harry se acercó a ella, haciendo que Katia no reaccionara  y quédase como estatua. El Miller agarró sus dos manos y las  juntó con las de él y en un fuerte apretón de manos se decidió todo. Una corriente de electricidad corría por todo su cuerpo a la vez que un sonrojo dejaba las esperanzas de desaparecer. Para su suerte, Harry ni Candy eran expertos en darse cuenta de lo que sucedía.

-¡Ah! Katia debemos de irnos, tenemos que alcanzar a las demás-. Comentó para sacarla del trance que el joven Harry la había puesto-. Tenemos que retirarnos, Harry. ¡Nos vemos en la tarde con Archie!

Los amigos se despidieron y cada uno regreso a lo suyo. Claro está que, Harry también se despidió de la amiga de Candy.

Después de la ceremonia de ingreso, las cuatro chicas regresaron al dormitorio a relajarse ya que el siguiente día sería su primer día oficialmente en la Academia. Sabina y Gwen dijeron que iban a dar un paseo por los alrededores por lo que llegarían tarde al cuarto. Una vez dejando a Candy y a Katia solas, las dos avanzaron hacia el dormitorio.

Estando adentro de su aposento, Katia no evitó ruborizarse por lo que estaría a punto de preguntarle a Candy. La chica le jaló suavemente la manga de la vestimenta de su amiga.

-Candy, quiero preguntarte algo-. Su voz se apagaba con cada palabra-. ¿Harry tiene novia?

Candy se sorprendió al escuchar la pregunta repentina. Que ella supiera no tenía, pero era algo que nunca había preguntado a su amigo o siquiera oído hablar de ello. Tuvo ligeramente dudas en su respuesta.

-Que yo sepa, no tiene... pero tampoco estoy segura-. Respondió sinceramente.

-Entonces, ¿hay alguien que le guste?-. ¿La persona que le gusta a Harry? Tampoco estaba segura sobre eso, aunque también debía de admitir que tenía curiosidad-. ¿Cuál es el tipo de chica que le gusta?

-Tranquila, no puedo responder tantas preguntas a la vez-. Interrumpió antes de que siguiera-. ¿Por qué lo preguntas?

Katia dudo un poco en decírselo, podría existir la posibilidad de que a su amiga también le gustase. No obstante no perdía nada por responderle, son amigas después de todo.

-Es que... creo que me gusta Harry-. Respondió con las mejillas entintadas de rojo.

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